4 feb 2018

El miedo en política/ Ernesto Hernández Norzagaray

No te dejes vencer por el (miedo y el ) desaliento. 
No permitas que nadie te quite el derecho
 a expresarte, que es casi un deber. 
No caigas en el peor de los errores: 
el silencio.

¡La mayoría vive en un silencio espantoso!
No te resignes...." Walt Whitman
¡Cuidado con el miedo, no hay nada más humillante que tenerlo!
Hay que enfrentarlo de inmediato...
Mi amigo Ernesto me cita en este texto..., en efecto hemos comentado ese y otros casos de nuestra tierra..
Creo que a Gerardo lo deben dejar jugar.; seguramente jugará con melón o con sandía...
¿Tiene miedo que le abran expedientes? Mmm. Pudiera ser. Pero cuando no tienes cola, el miedo queda atrás. a menos que te inventen cosas, y no creo que lo hagan..
Ahora el miedo tiene una virtud.., nos obliga o, a quedarnos mudos, callados inmovilizados, o elevar la la voz con ansiedad positiva; dice el español Enrique Rojas citando a Don Quijote que se puede ser camino y posada. "La ansiedad positiva hace que no volemos pegados a la tierra como un pájaro normal, sino como el águila, subiendo alto, por encima de las montañas y los picos de nieve y las nubes blancas y azules y rosadas...” 
#
El miedo en política/ Ernesto Hernández Norzagaray
Noroeste, 04/02/2018 
El miedo es intrínseco a la naturaleza humana, es un latido profundo que sale del estómago, atraviesa el corazón y estalla en las neuronas. Ninguna persona está exenta de sufrir su latigazo, el chasquido que paraliza y siembra en un instante la angustia, la zozobra, el sentimiento de miedo que deja el abandono del poder, el que te da todo, pero en cualquier momento, puede dejarte sin nada, frágil, expuesto, sin la coraza de control que dispone del destino de otros.
Ese sentimiento frecuentemente inesperado anima automáticamente a la corrección de certezas, valores, postulados. Y es el que pone a prueba la firmeza del individuo, la estatura ante el riego de perder la libertad, no la de movimiento que estaría incluida, sino pone en juego la conciencia, que es el pilar que sostiene todo. Sin voluntad, uno es nada; como un árbol sin agua en un desierto.
Es lo que el filósofo hegeliano ruso, Alexandre Kojeve, planteaba de fondo en su texto clásico “Dialéctica del amo y el esclavo”, en el que explica las relaciones de dominio de uno sobre el otro, del poderoso y débil. El amo impone su voluntad, mientras el esclavo la acepta, aun cuando esta aceptación sea a regañadientes, por el riesgo que invoca el dolor, el desamparo o la muerte.
Sin embargo, el sometimiento de la voluntad que conlleva una dosis de miedo también incluye el espíritu de rebeldía, la negativa al sometimiento, la búsqueda de la libertad individual o colectiva.
Incluso, ese grito al borde de la muerte de conciencia, como sucede con aquel personaje de George Orwell en su obra “1984”, donde todo parece perdido y el resorte de la rebeldía se expresa en un guiño, una sonrisa leve, una señal silenciosa, mayúscula de significación moral frente a la vida.
Un paso atrás. La política es pasión creativa, si no estaría ausente de sentido, se reduciría a su envilecimiento en cualquiera de sus formas actuales. Ahí está la pasión largamente cultivada de López Obrador, al grado que de tanto decir raya en la retórica en los grandes públicos y es mesurada, precisa, entre las élites. El discurso plano sin matices. La idea fuerza casi mesiánica sobre la corrupción y la regeneración nacional.
Menos, pero más creativa, quizá por estar escrita al calor de una lucha social, es la de Javier Corral que con una voz sonora, decidida, lógica, persuasiva, sentimental, va al drama de la nación, el de la impunidad como proyecto de futuro, por encima de emblemas, colores, doctrina, hombre y mujeres de partido.
Al otro lado se encuentra el discurso insípido, frío, calculado de la mercadotecnia política, la conveniencia personal o el engaño como posverdad de las burocracias, de esa gente gorda que frecuentemente llena las fotos oficiales de los gobiernos.
Es esa matriz que separa la pasión de la irrelevancia, hay un espacio para el miedo cargado de amenaza jurídica, expedientes guardados celosamente en los sistemas de información estatal y la fuerza sin misericordia del poder. Ese que va del abrazo estruendoso, las palabras afables, conciliadoras, perdona vidas, hasta el puñal escondido para el golpe trapero para quien amenaza con romper el status quo. El establishment.  El orden y las reglas escritas o no de la política.
Y peor es para el tránsfuga, el desobediente, el desleal, que intenta romper los equilibrios regionales del priismo –qué mejor ejemplo al de Gerardo Vargas- que al tener cerradas las puertas en su partido va con el miedo encima a buscar amparo en Morena, o quizá luego en la coalición Por México al Frente, cualquiera es bueno para alcanzar una nominación que le permita el fuero y evite se cumpla la amenaza del mensajero.
Por alguna razón me recuerda aquella entrevista de Gabriel Mercado de principios de octubre que le hace a Mario Zamora, hoy cabeza de fórmula al Senado por el tricolor, cuando a pregunta expresa sobre si le gustaría ver a Gerardo Vargas como candidato respondió, con un contundente “NO”. para luego agregar: “no me gustaría verlo representando a mi partido, y si mi partido así lo decide lo respeto…Insisto, yo creo que la sociedad quiere ver perfiles en las boletas que representen la transparencia, la honestidad, los buenos resultados”. 
¿Más claro?
El miedo sin asideros es el peor de todos porque es estar literalmente colgado de la brocha. Aumenta el flujo de adrenalina y lleva a la desesperación, la angustia, el desasosiego, la toma de decisiones en el peor momento, cuando todas las opciones son malas.
Ahí está, como ejemplo, la de AMLO que dice sí, pero: “renuncia antes al PRI”, y peor todavía: Si te decides a renunciar serás recibido como cualquier otro ciudadano, como chalán diría nuestro amigo Fred Álvarez, que busca apoyar “nuestro movimiento”.
Bendita cosa. Es un no rotundo, una forma de humillación, sin diplomacia.
Mientras en algún lugar, no tan remoto, se piensa que se afilan los cuchillos largos y se pintan las caras en plan de guerra. Es la antesala de una noche de sacrificio. El miedo está ahí haciendo su trabajo de topo en la conciencia atormentada. La mala conciencia. Los recuerdos que lo incendian todo y desvanecen el otrora poder omnipotente del grupo malovista.
Vamos, ahí está en las redes sociales ese meme que captura el momento, y sintetiza el miedo poniendo a Malova por delante con un teléfono en mano: “Oye Gerardo, déjate de mamadas, porque nos chingan”.
Para decirlo con Cervantes Saavedra:
Así es –Dijo Sancho- pero tiene el miedo muchos ojos y ve las cosas debajo de la tierra, cuanto más encima del cielo.

No hay comentarios.:

Y al final ocurrió la llamada entre Trump y Sheiunbaum

Comenté anteayer que  me hubiera gustado que en lugar de escribir la carta y darla a conocer en la mañanera, al estilo López Obrador, la Pre...