Las últimas horas de Colosio; un día de intensa actividad
Heriberto Galindo Quiñones fue testigo de la llamada que recibió del presidente Salinas de Gortari, quien le ordenó agradecer a Camacho Solís su respaldo
Nota de ANDRÉS BECERRIL |
Excelsior, 23 de marzo de 2024
Heriberto Galindo y Colosio en el momento de la despedida en el aeropuerto de Culiacán. Al fondo Rafael Oceguera y Héctor Lié. Fotos: Archivo Histórico de Excélsior y Cortesía.
Veinticuatro horas antes de ser asesinado, el 22 de marzo de 1994, Luis Donaldo Colosio Murrieta contestó una llamada telefónica del presidente Carlos Salinas de Gortari. El candidato del PRI a la Presidencia de México recibió el telefonema en la torre de control del aeropuerto de Mazatlán, Sinaloa.
Manuel Camacho Solís ya había dado su apoyo a la candidatura de Colosio Murrieta, como habían convenido en la cena que Colosio y Camacho tuvieron el 16 de marzo de 1994 en el departamento de Luis Martínez Fernández del Campo, en San Miguel Chapultepec.
La llamada, según Heriberto Galindo Quiñones, testigo del hecho hace 30 años, fue para ordenarle a Colosio que agradeciera a Camacho el gesto público.
Heriberto Galindo que desde 1978 conoció a Colosio cuando era director general del Instituto de Estudios Políticos, Económicos y Sociales del Comité Directivo del PRI en el Distrito Federal, contó a Excélsior las últimas horas de Colosio Murrieta, antes de ser asesinado el 23 de marzo de 1994 en Lomas Taurina, Tijuana, a manos de Mario Aburto, un obrero michoacano.
Galindo Quiñones recordó que la tarde del 22 de marzo, el día previo al magnicidio, Colosio tuvo un mítin en un parque de Culiacán, después de haber tenido una jornada proselitista en Mazatlán.
En ambas ciudades lo acompañé en su gira, como antes lo había hecho en Morelia, Guadalajara y Colima; en mi calidad de coordinador general de la cuarta circunscripción política que cubría de Michoacán a Baja California.
Recuerdo que a Culiacán llegó procedente de Miami el periodista Andrés Oppenheimer para entrevistarlo, y lo logró. Me tocó saludarlo cuando salíamos del mítin.
Nos trasladamos en el vehículo conducido por Colosio hasta el hotel Executivo, ubicado sobre el Boulevard Madero, esquina con la avenida Álvaro Obregón en el centro de la capital de Sinaloa. Llegamos al hotel donde hubo una salutación con simpatizantes y con los representantes de los medios de comunicación social”.
En un momento de descanso, antes de continuar la gira sinaloense, el mayor Castillo, jefe de ayudantes de Colosio, llamó a Galindo, diciéndole que el candidato quería que lo acompañara a la cena que le ofrecían unas 400 personas (200 matrimonios) de alto nivel en uno de los salones del hotel.
Asistí a la cena, pero ni Colosio ni yo probamos los deliciosos platillos que sirvieron durante el convivio. Al terminar yo salí corriendo a reunirme con amigos míos de Mazatlán y de Guamúchil que me esperaban en el restaurante El Palomar de los Pobres que está a cien metros del Executivo. Y cuando iba llegando con mis cuates me alcanzaron casi a paso veloz mis amigos Carlos Olmos, quien laboraba en la Coordinación de invitados de la campaña, y Héctor Yunes, quien en ese tiempo fungía como delegado general del CEN del PRI en Sinaloa; y prácticamente al unísono me pidieron que no me sentara a cenar con mis amigos, porque el candidato me estaba esperando en la suite 5001 del hotel.
Me sorprendí por la invitación que se me hizo, pero la atendí y nos fuimos caminando al encuentro con Luis Donaldo. Subimos al quinto piso del inmueble, me dirigí a la habitación donde el candidato presidencial estaba realizando ejercicios de inhaloterapia en compañía de su médico de cabecera. Me atendió el general Domiro García quien de manera muy comedida me indicó que esperara unos minutos para reunirme con Luis Donaldo.
Esperé tranquilo y sin problema alguno. Recuerdo que de la habitación salió Óscar Espinosa Villarreal, quien se desempeñaba como coordinador de finanzas de la campaña. Nos saludamos y él se despidió. Saludé a Luis Donaldo en el momento en el que concluía su terapia para atenderse de las vías respiratorias. Me pasó a su suite y en la mesa había dos platos cubiertos con tapas de piuter y dos vasos llenos de Coca-Cola sin gas. Colosio al levantar las tapas y hacer que se notaran dos club sándwiches muy fríos como para comerlos, Luis Donaldo me dijo al instante: ‘mi maestro: le traje su cenita’. Y yo en broma le contesté: ‘querido candidato: ni cuando era pobre comía yo sándwiches fríos con Coca-Cola sin gas…jajajaja’. Y como de rayo él le gritó con voz estruendosa y horrible al mayor Castillo: “¡Castillo, ¿por qué están tan fríos los sándwiches y las coca colas no tienen gas?!” A lo que su jefe de ayudantes le contestó que la razón era porque tenían por lo menos dos horas en la mesa. Y Colosio le ordenó cambiarlos por otros que estuvieran calientes y por dos refrescos nuevos con gas. Así se hizo y cenamos juntos y conversamos”.
Heriberto Galindo, quien fue director del CREA, en la administración de Miguel de la Madrid y quien fue el enlace entre Alfonso Durazo —exsecretario particular de Colosio—, y el candidato asesinado, recordó que Luis Donaldo se interesó por el desarrollo de los mítines en Mazatlán y en Culiacán. Dijo que Colosio estaba muy contento y muy feliz.
Me dijo que solamente le podía haber tenido que consumir parte importante del tiempo que se le había asignado para las transmisiones de televisión por haberle tenido que agradecer a Manuel Camacho su tardío apoyo, pues esa mañana el exjefe del DF —ahora Ciudad de México—, había anunciado que respaldaba la candidatura de Colosio.
Yo, por la confianza que nos teníamos, le hice un comentario muy imprudente a Colosio al decirle: ‘¡Sí, me di cuenta que te ordenaron agradecerle a Manuel Camacho su adhesión…!’ Y Colosio me contestó alterado: ‘¿Quién me ordenó agradecerle a Camacho?…¿por qué me dices eso?’
Y yo le contesté: ‘recuerda que cuando el general Domiro García te indicó que tenías una llamada en la torre de control del aeropuerto de Mazatlán, tú me hiciste una señal con tu mano para que te acompañara al interior de la torre de control, y te seguí y estuve atrás de ti, mientras atendías y respondías la llamada… yo no supe con quién hablabas, ni escuché lo que te decían por el auricular, lo único que escuché es que tú le decías a la persona con la que hablabas: ‘sí señor…sí señor, así lo haré’. Al tiempo que escribías algo con un plumón en una hoja de papel…!’ Supongo que quien le llamó y le instruyó a Colosio fue el presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari, y Luis Donaldo, obediente, como era con su jefe, expresó ante los medios de comunicación su reconocimiento y su agradecimiento a Manuel Camacho Solís”.
Heriberto Galindo recordó que hace 30 años, después de cenar y comentar sobre la campaña, le preguntó sobre el ofrecimiento que le había hecho el 10 de febrero anterior, mientras Colosio y Galindo comían en el restaurante del hotel América de la ciudad de Colima.
Entonces me dijo que quería que yo encabezara el liderazgo nacional de la CNOP, que en ese entonces ocupaba el ingeniero Miguel Ángel Barberena. Colosio me contestó que ese asunto y otros cambios que haría en algunas áreas del PRI, ya los había comentado y acordado con el presidente Salinas de Gortari quien había aprobado mi nombramiento, pero me dijo que los cambios y mi toma de posesión se harían pasando la Semana Santa; asunto que nunca llegó”.
SOBRE EL PRIMER FISCAL DEL CASO
En esas últimas horas de vida de Colosio, que pasó con Heriberto Galindo el candidato priista quiso saber qué opinión tenía de Miguel Montes García —que se convirtió en el primer fiscal del Caso Colosio—; Colosio le comentó a Galindo que estaba pensando en él como una opción para la secretaría de Gobernación.
Enseguida me pidió que no lo acompañara a Tijuana al día siguiente, y al escucharlo yo le hice pucheros, y le dije que yo quería acompañarlo siempre, cuando visitara los estados que estaban comprendidos en la cuarta circunscripción política que yo encabezada. Al ver mi dejo de tristeza porque no llegaría yo con él a Tijuana, me puso su brazo en mi hombro, y me dijo con cariño y con ternura que no me preocupara: ‘¡Tú eres mi hermano!… deja que otros hagan méritos…¡quiero que te quedes en Culiacán y visites a la familia Clouthier y les lleves mis saludos y mis respetos!… y pasado mañana me alcanzas en Navojoa…Por cierto: ¿dónde pasarás la Semana Santa?’, me preguntó; le contesté que con mi familia en Mazatlán y él me invitó a que lo acompañara el Jueves y el Viernes Santo en el rancho de su padre, Don Luis Colosio Fernández en Cucurpe, Sonora. Eso tampoco se pudo llevar a cabo”.
Al filo de los primeros minutos del 23 de marzo de 1994, Colosio y Galindo se despidieron.
Le transmití mis temores por su seguridad personal y por sus viajes en líneas comerciales, haciéndole ver los peligros que corría. Él con mucha confianza en sí mismo me pidió que no me preocupara. Nos despedimos y me dijo que madrugaría para salir muy temprano para correr por el malecón de Culiacán. Nos dimos las buenas noches con un abrazo fraterno.
En la mañana del 23 de marzo, estando yo con algunos amigos en el lobby del hotel, lo vi salir a correr, vistiendo un atuendo deportivo con colores negro y blanco, con una gorra también negra.
Allí seguimos hasta que regresó de su trote. Subió a su habitación y se dio un baño. Bajó minutos después con traje y corbata y se dirigió a varias estaciones de radio a cuyos responsables de los noticiarios matutinos les había ofrecido concederles sendas entrevistas. Dos horas más tarde lo despedimos en el aeropuerto en su viaje a La Paz y a Tijuana…”
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