El caso Karla Sofía Gascón/ Guy Sorman
ABC, Lunes, 24/Feb/2025
Karla se llamaba Carlos antes de cambiar de género y convertirse en la actriz transexual más famosa del cine mundial. Como heroína de la película francesa 'Emilia Pérez', dirigida por Jacques Audiard y ambientada en un México imaginario, se esperaba que Karla Sofía Gascón ganase el premio más codiciado del cine, el Oscar. Nadie contó con la curiosidad de los periodistas que indagaron en el pasado de Karla Sofía Gascón. Descubrieron en las redes sociales –nunca hay que escribir nada en las redes sociales, porque son imborrables– que el actor reconvertido en actriz no simpatizaba con el islam. Había publicado comentarios que mucha gente comparte, pero no expresa, sobre la excesiva presencia, en su opinión, de musulmanes, y especialmente de mujeres musulmanas con velo en las calles de Madrid. En definitiva, la actriz ya no reconocía su España eterna, blanca y cristiana.
El hecho de que fuera transexual no le habría impedido en absoluto ganar un Oscar, sino todo lo contrario. En un momento en el que Donald Trump expresa su odio hacia los transexuales, Hollywood habría estado encantado de celebrar a Karla. Ser transgénero en Hollywood está bien, incluso muy bien; denigrar al Papa y al catolicismo en Hollywood también está bien; pero ser racista e islamófobo cae muy mal. En consecuencia, las esperanzas de Jacques Audiard de ver su película coronada como la mejor del año se han evaporado.
La película es excepcional, pero los Oscar tienen tanto que ver con la política como con la calidad artística. Vale la pena recordar que la gran revuelta femenina contra el acoso sexual comenzó en la industria cinematográfica, con la acusación al productor y depredador Harvey Weinstein. Su caída fue la raíz del movimiento #MeToo. Si Karla Sofía Gascón no fuera islamófoba, sin duda habría simbolizado al colectivo LGTBQ en un momento en el que está siendo acosado por el nuevo Gobierno de Estados Unidos. Transexual, sí; islamófoba, no.
Karla Sofía Gascón ha cometido dos errores. El primero fue hablar claro. El segundo, que me parece más grave, fue sobrevalorar el llamado 'riesgo islámico'. Si nos fijamos sólo en España, es evidente que hay muchas más musulmanas sin velo que con velo. ¿Son estas últimas sinceras o provocadoras? Los comentarios de Karla hacen el juego a los islamistas, avivando el miedo a una invasión musulmana: una fantasía. El islam no va a conquistar España; es España la que va a asimilar a los inmigrantes musulmanes, como ocurre en toda Europa occidental. Karla se equivoca, pero por ignorancia.
La película ha provocado una segunda polémica, que como la primera forma parte de lo que en Estados Unidos se conoce como movimiento 'woke' y antes se llamaba 'corrección política'. ¿Qué podemos decir y qué no para no ofender a las víctimas potenciales de nuestras palabras? Se supone que la película de Audiard describe la violencia de los narcotraficantes en México. Se supone que tiene lugar en Ciudad de México. Sin embargo, se rodó en los suburbios de París, en un México reconstruido. Ni un solo actor es mexicano. Por cierto, esta película no es un documental, sino un musical, algo que los críticos del movimiento 'woke' parecen haber olvidado por completo. Una vez más, fue desde México, en las redes sociales, donde se levantaron muchas protestas contra el retrato un tanto caricaturesco de México que hace un director francés con actores que hablan español con acentos de Estados Unidos, España y Puerto Rico, pero no de México. Esta crítica forma parte de lo que hoy se conoce como 'apropiación cultural'.
En esta nueva ideología sólo aquellos que son herederos, o incluso dueños, de su país, su cultura y sus tradiciones tienen derecho a expresarse sobre ello. Llevada esta idea al extremo, sólo un mexicano podría hacer una película sobre México, con actores mexicanos y en México. Si llevamos este razonamiento a su conclusión lógica, los novelistas, guionistas y artistas visuales sólo podrían expresarse en su propio idioma, en sus propios barrios y sobre su propia vida familiar. A los cineastas se les pediría que se limitaran a su experiencia personal: filmar sus ombligos, por ejemplo. ¿Cómo trataríamos el pasado? Ya no habría pasado. Tal vez la ciencia-ficción encontraría el favor de los ideólogos de la 'apropiación cultural': el futuro no existe, no pertenece a nadie.
Muchas más personas habrán oído hablar de la controversia desatada por Karla Sofía Gascón que las que realmente han visto la película. Después de verla dos veces, no creo que sea la mejor película de la historia, pero sin duda es la más sorprendente de este año. Y Karla Sofía Gascón, transgénero o no, islamófoba o no, es la actriz más espectacular de la temporada. Mi única reserva no es con la película, sino con las reglas del juego que rigen los Oscar. ¿Por qué se clasifican las películas en función de su nacionalidad cuando la mayoría de ellas reflejan un arte globalizado?
'Emilia Pérez' lo ilustra: dirigida por un francés, la película es por tanto francesa. Rodada en los suburbios de París, sigue siendo francesa. Describe un México imaginario, pero sigue siendo francesa. Los actores fueron contratados en todo el ámbito hispanohablante, pero son actores franceses, si nos atenemos a las anticuadas normas del jurado de los Oscar.
'Emilia Pérez' y Karla Sofía Gascón cristalizan los debates intelectuales de nuestro tiempo sobre la identidad nacional, la identidad de género y la apropiación cultural. El Oscar que no existe y que debería crearse debería premiar no a la mejor película o al mejor actor, sino al logro más significativo de la época en la que hemos entrado. Guste o no.
Guy Sorman
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