En Roma no hay vuelta atrás/José Francisco Serrano Oceja¨
ABC, Lunes, 12/May/2025
Cuando León XIV apareció en la logia central de la basílica de San Pedro, en su primer mensaje a la Iglesia y al mundo, con una sencillez que no necesitaba mostrar, hizo una confesión que pudiera parecer banal o evidente, pero no lo era. «Soy hijo de san Agustín, soy agustino –señaló–. Él dijo: «Con ustedes soy cristiano, para vosotros, obispo». Que caminemos todos juntos hacia esa patria que Dios nos ha preparado». Entonces recordé que, en los últimos momentos de su vida, Jean-Francois Lyotard, el pensador que había contribuido como pocos a asentar la bases de eso que entendemos por la posmodernidad, escribió un precioso y complejo texto que tituló 'La confesión de Agustín'. Más allá de los juegos lingüísticos y estéticos, en este estremecedor ensayo de pasiones humanas e intelectuales, Lyotard confesó los orígenes agustinianos del mito de la 'modernidad' y su influencia en el consiguiente mito de la 'posmodernidad'.