Un futuro para México
La propuesta de Castañeda y Aguilar Camín II/Jorge Medina Viedas
Milenio Diario, 11/15/2009;
El lugar que como país debemos ocupar en el mundo es tal vez la “decisión estratégica” que más resalta en la “narrativa” del texto Un futuro para México, de Jorge G. Castañeda y Héctor Aguilar Camín, un texto cuyo contenido ha merecido el interés de algunos círculos académicos y de la prensa nacional.
La idea de arrebatarse las máscaras para redefinir la relación de México con Estados Unidos es como la matriz del texto. Si se me permite, es casi toda la “enchilada”, asignando al ensayo la recurrente parábola del ex canciller cuando se refería a la relación bilateral con el gobierno estadunidense. Es lo mejor, lo más argumentado. Pero tal vez lo más controversial del ensayo, no tanto por los argumentos, sino por el matiz que termina dándosele a otros temas como el de la educación —que está presente— y la corrupción, que no lo está como un subtema.
Por principio emplazan de manera provocadora a que se defina a cuál hemisferio debemos pertenecer como nación: “…al universo de Zelaya y su sombrero, de Chávez y su boina, de Raúl y su senectud, de Brasil que no nos quiere en el vecindario, o al de América del Norte”. La eficacia de la metáfora sarcástica anterior sirve bien a su lógica pragmática de que “no hay mucho margen para decidir. México tiene su corazón en América Latina, pero tiene su cartera, su cabeza y la undécima parte de su población en América del Norte”; pero Castañeda y Aguilar reconocen también las dificultades y las implicaciones de una “integración ordenada” con Estados Unidos.
Sin embargo, de ahí deriva todo, y tal vez este es uno de los problemas del planteamiento en su conjunto de Castañeda y Aguilar Camín: la economía, la seguridad y por ende la política de México dependen del nivel que adquieran estas relaciones bilaterales. La política externa se torna prácticamente determinante de la política interna en sus aspectos fundamentales: la política económica, el comercio, la seguridad, etcétera.
El inconveniente de estas visiones-inducciones exageradamente globalizadoras, cosmopolitas, además del determinismo siempre resbaladizo de sus enfoques, es que las propuestas están mediadas por la impaciencia de quienes ven hacia el interior del país con una perspectiva de quien conoce y vive las ventajas de un país desarrollado, y soslaya la importancia de aspectos relacionados con la cultura social y política interna. No por ignorancia sino por conveniencia metodológica. Así, la brecha entre la impaciencia despectiva y las posiciones erráticas se vuelve insignificante. Digo que se minimiza lo local y por lo tanto se desdeñan realidades internas. Bastaría colocar en la escenario de la trama nacional el “estado del arte” de la educación del país, analizar las políticas del Estado mexicano en la materia, identificar a los actores que determinan las políticas del quehacer educativo y de la ciencia en México, y sumar a todo ello las necesidades planteadas ante la Cámara de Diputados por los diversos actores del sistema educativo en esta coyuntura, para darnos cuenta que la educación es uno de los más graves problemas del país, pero también una de las vías más eficaces para la solución de estos últimos.
Una de las debilidades visibles del ensayo-manifiesto de Jorge G. Castañeda y Héctor Aguilar Camín es el capítulo dedicado a la educación. Pasa como un complemento obligado del texto y no como uno de los temas capitales de nuestro tiempo. Se le asigna un papel básicamente instrumental en la economía y no de una economía cualquiera, sino aquella que refuerza las políticas inequitativas que han hecho de la educación una “catástrofe silenciosa”, como en efecto ha sostenido el educador Gilberto Guevara Niebla.
Ignorar o pasar de puntitas por uno de los más perniciosos lastres de la vida pública que representa concretamente el SNTE y su lideresa; insinuar la aplicación de políticas neoliberales como el voucher u omitir la necesidad de que el país requiere una política de Estado que haga hincapié en la inversión en la educación pública demerita o controvierte la propuesta de Aguilar y de Castañeda.
No es en México la corrupción un problema concentrado en las áreas de la policía ni en los órganos de procuración y aplicación de la ley. La impunidad y la desigualdad, la falta de competitividad y el estancamiento, el atraso cultural y tecnológico, tienen a su lado el fenómeno de la corrupción; éste, como un monstruo de mil caras, explicado por igual como práctica abominable que como “instrumento funcional del sistema”, etcétera, merece ser tratado y abordado como un tema prioritario en la agenda nacional, y debería formar parte de la propuesta que han puesto a consideración de todos Héctor Aguilar Camín y Jorge G. Castañeda.
Continuemos.
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