Golpe del Vaticano contra la diócesis de San Cristóbal Rodrigo Vera
Revista Proceso # 1782, 26 de diciembre de 2010;
La noticia no le gustó a la grey de la diócesis de San Cristóbal de las Casas: su obispo, Felipe Arizmendi, lleva adelante un proyecto para “desmantelarla”; casi la mitad de su territorio serviría para crear el obispado de Ocosingo. Analistas y sacerdotes coinciden en que se trata de otra embestida del Vaticano contra la línea pastoral que implantó aquí Samuel Ruiz, defensor de la causa indígena y pieza clave en los días posteriores al alzamiento zapatista de 1994, que en enero próximo cumple 17 años.
SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, CHIS.- El obispo de San Cristóbal de las Casas, Felipe Arizmendi, presentó un proyecto para dividir territorialmente su diócesis, considerada la única en México que aplica la opción preferencial por los pobres, surgida del Concilio Vaticano II.
El proyecto argumenta que esa diócesis tiene un territorio muy grande que “limita la cercanía del obispo, de los sacerdotes y religiosas a las comunidades”, por lo que es necesario dividirla para crear una nueva, cuya cabecera estaría en Ocosingo.
Pero algunos sacerdotes y grupos de laicos se oponen al proyecto de Arizmendi porque consideran que su intención es desmantelar aquella línea pastoral que implantó aquí el obispo Samuel Ruiz García.
Joel Padrón, párroco de San Andrés Larráinzar, comenta: “Esta diócesis es un aporte a la Iglesia universal porque aquí se llevan a la práctica las enseñanzas del Concilio Vaticano II de tener una comunión real con el pueblo. Me sorprende que ahora intenten quitarle parte de su territorio y partirla en dos. Esta medida desmembrará al movimiento que implantó don Samuel Ruiz. Con esa división se acabó la diócesis de San Cristóbal, ¡se acabó!”
Padrón –arrestado en 1994 por defender a los indígenas– sospecha que el plan no es de Arizmendi, como éste asegura: “No sé de dónde venga ni quién lo haya hecho. Lo cierto es que es un proyecto muy bien elaborado, con gráficas y cifras estadísticas. Pero se realizó sin sondear antes al pueblo. Hasta ahora se está realizado una consulta”.
El sacerdote Heriberto Cruz Vera, a cargo del santuario de Tila, dice: “El proyecto viene de arriba. No responde a una necesidad de las bases. No toma en cuenta la opinión del pueblo. Tengo la impresión de que detrás de él hay una intencionalidad política más que pastoral”.
–¿Viene del Vaticano?
–Nuestro obispo dice que no, que es una propuesta suya y de sus vicarios. Vamos a creerle. Pero esta división territorial de la diócesis es algo que ya está cocinado. La suerte ya está echada. Debilitará todo el proceso de nuestra Iglesia autóctona y liberadora. Será muy doloroso.
“No es consigna”
Arizmendi defiende su plan y asegura a Proceso: “No es ninguna consigna de Roma ni es ningún mandato de la Nunciatura Apostólica ni del episcopado mexicano. Ni siquiera es un proyecto, es apenas el esbozo de una idea, una posibilidad que elaboré junto con mi obispo auxiliar y mis vicarios”.
–¿Por razones estrictamente pastorales?
–Así es. Ahora la tendencia mundial en la Iglesia es atender mejor a través de diócesis más pequeñas. Para no ir tan lejos, aquí la arquidiócesis de Tuxtla Gutiérrez está por dividirse, se le quitará territorio para crear una nueva en Villa Flores. ¿Por qué no empezar entonces a abordar el tema en San Cristóbal? El tiempo hará ver que no es tan mala idea, que se quiere hacer el bien. Amo a esta diócesis y doy mi vida por ella. Sería el primero en defenderla ante cualquier intento de perjudicarla.
–Su idea despierta suspicacias pues San Cristóbal ha sido una diócesis muy hostigada por su línea pastoral.
–Sí. Esas suspicacias son explicables por las razones históricas que ya sabemos. Pero yo procuro no ser un cacique, quiero escuchar y ver las necesidades para que todos tomemos las decisiones adecuadas. Un obispo no trabaja solo. Si la mayoría rechaza esa propuesta, pues no se realiza y punto.
–Hay temor de que una nueva diócesis siga una línea distinta a la que implantó Samuel Ruiz.
–El mismo temor existía cuando el obispo Raúl Vera llegó a la diócesis para sustituir a don Samuel. Y después cuando yo llegué como obispo también se decía que venía a arrasar con todo lo que oliera a don Samuel. Llevo diez años aquí y no ha sucedido tal cosa. No vengo a desmantelar su labor sino a potenciar todas las buenas inspiraciones que hay en la diócesis. Quiero quitar esos temores y angustias. No traigo consigna de Roma.
“Por otra parte ya don Samuel y don Raúl veían la posibilidad de quitarle territorio a la diócesis para crear una prelatura en la zona de Marqués de Comillas. Mi idea no es dividir sino multiplicar. Una nueva diócesis multiplicaría los servicios y atenciones.”
División territorial
En mayo pasado, en la última asamblea diocesana, Arizmendi dio a conocer el documento Propuesta de una nueva diócesis en Ocosingo. En él se aclara que “no se trata de discutir en esta asamblea la propuesta, sino sólo plantearla, explicarla y llevarla a las comunidades”, por lo que propone “iniciar una consulta” sobre la “conveniencia y la oportunidad de formar una nueva diócesis, con sede en Ocosingo, para dar un mejor servicio al pueblo de Dios”.
El documento señala:
“La tendencia actual en toda la Iglesia es que las diócesis sean más pequeñas para que el obispo las pueda atender mejor, visite con más frecuencia no sólo las cabeceras parroquiales sino también las pequeñas comunidades; no sólo vaya a las fiestas patronales y a celebrar confirmaciones, sino que participe en reuniones de catequistas, de servidores, de áreas de pastoral; es decir, que tenga tiempo para escuchar a las personas, de impartir personalmente algunas catequesis, de convivir más con el pueblo. Se quiere que el obispo no sea una figura lejana sino un pastor que está más cerca de su pueblo.”
Luego señala que la diócesis de San Cristóbal, con sus 36 mil 821 kilómetros cuadrados, es más extensa que las otras dos de Chiapas: Tapachula (con 12 mil 244 kilómetros cuadrados) y Tuxtla Gutiérrez (22 mil 629 kilómetros cuadrados).
El texto recalca: “Tener un territorio tan grande limita la cercanía del obispo, de los sacerdotes y religiosas a las comunidades. El pastor no conoce a sus ovejas”. De ahí que propone quitarle 18 mil 211 kilómetros cuadrados a la diócesis de San Cristóbal –casi la mitad– para dárselos a la de Ocosingo.
En cuanto a la infraestructura eclesiástica, la nueva diócesis se quedaría con 13 parroquias y una misión con tres sedes (Bachajón, Chilón y Santísima Trinidad), 32 sacerdotes, 64 religiosas, 6 religiosos, 260 diáconos permanentes, 12 seminaristas y muchos catequistas y servidores.
Aunque aclara: “Los sacerdotes diocesanos que actualmente desarrollan su ministerio en la posible diócesis de Ocosingo tienen libertad para permanecer allí mismo o solicitar su cambio a la diócesis madre de San Cristóbal, aunque su permanencia donde ahora están le daría a la nueva diócesis una mayor fortaleza y garantía de continuidad”.
El documento menciona que la nueva diócesis atendería a 558 mil 499 indígenas, principalmente tzeltales (274 mil 973) y choles (154 mil 790) ya que “el resto son minorías tzotziles, tojolabales, zoques y lacandonas”.
Y señala que si en la consulta se aprueba la nueva diócesis se presentará la solicitud a la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM). Si el voto de esta instancia también es favorable se enviará la propuesta al Vaticano, a la Congregación para los Obispos, la cual hará sus propias consultas. Finalmente, será el Papa quien dé “la última palabra”.
Detalla después el mecanismo para elegir al obispo de la nueva diócesis, que puede ser “indígena o mestizo”; se hará una consulta de la que saldrá “una terna de candidatos” que se presentará igualmente al pontífice y éste –alumbrado por “la luz del Espíritu” – decidirá quién queda.
Además de la de Arizmendi, el documento tiene las firmas del obispo auxiliar, Enrique Díaz Díaz, y de seis de sus vicarios: Pablo Iribarren, Javier Reyes, Pedro Arriaga, Rodolfo A. Román, Joel Vega y José Avilés.
Ellos aseguran en su documento que la diócesis de Ocosingo “nacería con la fuerza del proceso pastoral de San Cristóbal”. Se regiría bajo el mismo sínodo y sería igualmente “una Iglesia autóctona, liberadora, evangelizadora” y con las “mismas opciones diocesanas” que implantó don Samuel.
Al respecto, Arizmendi dice a este semanario: “Nuestra pastoral indígena, que es tan importante, cobrará mayor fuerza con las dos diócesis. De manera que no se trata de dividirnos sino de unirnos más. Y la opción por los pobres no cambiará pues no es una moda ni una conveniencia temporal, sino una exigencia evangélica esencial”.
“Consulta de consolación”
Heriberto Cruz es escéptico: “Es un sueño muy bonito eso de que las dos diócesis llevarán el mismo caminar, si ya de por sí Roma le ha puesto muchas objeciones a San Cristóbal, por lo que la ha golpeado muchísimo. No creo que apruebe otra diócesis semejante. Además, el obispo que llegue a Ocosingo, sea quien sea, impondrá sus propios lineamientos. Siempre sucede así.
“Al dividirla, a nuestra diócesis se le quitará fuerza en todos los sentidos. Cuando don Samuel y don Raúl proponían crear una prelatura en Marqués de Comillas lo hacían con otro espíritu y otra mística. En cambio, el proyecto actual es pragmático, parte de una visión muy jurídica que no proviene de una necesidad de las bases.”
–Pero ahora se les va a consultar.
–Esa consulta es de consolación. El proyecto se presentó porque la división ya va en camino y, repito, la suerte ya está echada. Don Felipe tiene 70 años de edad, el derecho canónico lo obliga a presentar su renuncia a los 75 años. Le quedan cinco al frente de la diócesis. Supongo que la división deberá darse en ese lapso. Con ella se acabará toda una línea pastoral. Sería muy triste que don Felipe terminara su periodo con esa división. Ojalá tenga la audacia y la astucia evangélica para impedirla.
–¿Cómo dar mejor atención pastoral sin dividir la diócesis?
–Hay varias maneras de solucionar el problema. Una de ellas es nombrar más vicarios o más obispos auxiliares, que es la propuesta que hace el equipo chol con el que trabajo. ¡Caray! San Cristóbal merece ser incluso arzobispado por toda su importancia histórica y la labor de fray Bartolomé de las Casas. Pero en lugar de eso se le quiere debilitar. La mayoría de la gente se opone a esa división.
Señala Heriberto Cruz que en el tiempo que lleva como obispo de San Cristóbal, Arizmendi ha dado cabida a sacerdotes del llamado Movimiento Carismático, que antes no trabajaban en la diócesis por ser contrarios a la línea de la opción por los pobres.
“Los carismáticos tienen una espiritualidad muy del cielo, de muchos gozos en el espíritu. No ven al pobre y al pueblo que sufre. Promueven una evasión de la realidad. Ahora don Felipe los ha fortalecido.”
Del mismo parecer, Joel Padrón afirma: “La diócesis de San Cristóbal no es una estadística, un listado de personas o un territorio para dividir. ¡No! Es sobre todo un movimiento de fe. Ese movimiento es similar al cauce de un río; si lo divides, el río pierde necesariamente su fuerza. Más bien debemos pensar en unificar ese cauce para darle más potencia”.
Padrón abunda en el símil ejemplificando con los catequistas y los indígenas: “No se les puede decir a los alrededor de 8 mil catequistas: ‘4 mil de ustedes se quedan aquí y los otros 4 mil se van para otro lado’. No puede hacerse tal cosa con un movimiento de fe que fluye bajo un mismo cauce.
“Tampoco se puede dividir a las distintas etnias. ¿Van a partir al pueblo zoque? ¿Van a partir al pueblo chol? ¡No es posible! ¡no se puede! La diócesis de San Cristóbal pudo integrar a esas distintas culturas bajo una misma opción. Al dividirlas se desmembraría la diócesis.”
–¿Y si la diócesis de Ocosingo asume la misma línea?
–Eso no se puede. Nadie puede garantizar que la nueva diócesis será una calca de la de San Cristóbal. Imaginemos que el obispo de Ocosingo sea el obispo ideal, irreprochable. Pues ni aún así las cosas serán igual, porque cada obispo tiene su propio carisma. Ocosingo será otra diócesis… y San Cristóbal también.
–Pero es común que las diócesis se dividan territorialmente…
–Es cierto. Muchas diócesis se dividen y no hay grandes repercusiones. Hoy se nos pone el caso de Tuxtla. Pero San Cristóbal es muy diferente, ya que lleva un proceso eclesial muy específico inspirado en el Concilio Vaticano II. Es una diócesis conciliar. Por sus características no se puede dividir. Aquí no caben esos argumentos.
–¿No hay ninguna otra diócesis en México con esas características?
–No la hay. No hay ninguna otra.
Jorge Santiago, analista de los procesos de la diócesis y quien participa en los movimientos de laicos, señala que el proyecto de Arizmendi ya desestabiliza a la diócesis.
“Por lo pronto, el proyecto está generando una gran desestabilización. Los sacerdotes, diáconos y catequistas están viendo en cuál de las dos diócesis quedarán. Vislumbran un futuro incierto. Mientras que los indígenas y campesinos intuyen que hay algo que los va a afectar. No saben exactamente qué es. Sólo presienten que se viene un golpe contra ellos.”
–¿Ha percibido más rechazo o más aprobación al proyecto?
–Simplemente no hay aprobación entre los fieles. Es como si de pronto te dijeran que nacerá un hermanito que no esperabas. Los movimientos de laicos están en contra. Perciben algo extraño, una mano negra que está moviendo las piezas.
La herencia de Samuel
Santiago asegura que el obispo intenta tranquilizar los ánimos dando una “visión utópica” de la nueva diócesis y señalando que será el pueblo quien decida.
Agrega: “La Iglesia es finalmente una estructura de poder donde siempre hay intereses en juego. La diócesis de San Cristóbal es una pieza de esa compleja estructura. Pero una pieza que ha sido muy golpeada por Roma, que actualmente le tiene prohibida la ordenación de diáconos y bloquea su libertad”.
Santiago recuerda los frustrados intentos en los noventa de expulsar de la diócesis a Samuel Ruiz debido a su defensa de los pueblos indígenas; los enfrentamientos de la diócesis con el Ejército y los gobiernos federales y estatales a raíz del alzamiento zapatista y el disgusto de la jerarquía eclesiástica con el obispo por su apoyo al subcomandante insurgente Marcos y por sus gestiones para que el levantamiento de 1994 se solucionara pacíficamente (las conversaciones de paz tuvieron lugar en la catedral de San Cristóbal).
Menciona además a todos los sacerdotes y catequistas que fueron encarcelados, acusados de apoyar al Ejército Zapatista de Liberación Nacional, la matanza de Acteal, el nombramiento de Raúl Vera como sucesor de Samuel Ruiz, nombramiento del que Roma dio marcha atrás muy pronto para sustituirlo por Felipe Arizmendi.
–¿Qué papel juega aquí Arizmendi? –se le pregunta a Jorge Santiago.
–Hasta el momento ha respetado los lineamientos del sínodo realizado por Samuel Ruiz al final de su periodo como obispo. Pero también es parte de la estructura vaticana. No puede afirmarse tajantemente que sea el operador convencido para desmantelar la diócesis. ¿Don Felipe padece también esa estrategia vaticana? ¿Se le ordenó aplicarla pero no quiere? Quizá sufra ese gran dilema. Claro, él no puede externar nada públicamente.
–¿Y cuál es su opinión personal sobre el proyecto de división?
–Es un duro golpe para la diócesis. No consolida en nada sus procesos pastorales. Más bien los pone en riesgo.
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Indignación de Leonardo Boff Rodrigo Vera
“El obispo Samuel Ruiz es una de las últimas expresiones de una Iglesia profética, encarnada en el pueblo y de rostro latinoamericano”, asegura el exsacerdote brasileño Leonardo Boff, uno de los impulsores de la teología de la liberación.
Afirma que el obispo emérito de San Cristóbal de las Casas impulsó un proyecto diocesano de opción por los pobres, al igual que otros “grandes obispos” de América Latina, como Sergio Méndez Arceo, Helder Cámara, Óscar Arnulfo Romero, Paulo Evaristo Arns y Arturo Lona, entre otros.
Lamenta que ahora se intente dividir territorialmente la diócesis de San Cristóbal –uno de los últimos reductos eclesiásticos donde florece la opción por los pobres– para imponer un proyecto “romano y centralista” de Iglesia:
“Es la tendencia actual del Vaticano: desmontar sistemáticamente todas las diócesis que intenten dialogar con sus culturas locales. Es un proyecto suicida, pues el cristianismo crece y madura en la medida en que no es un fósil sino un organismo vivo en contacto con la realidad”, dice el teólogo.
–¿Realmente se intentará desbaratar la labor de Samuel Ruiz al dividir la diócesis de San Cristóbal?
–Le respondo poniéndole un caso de Brasil que conozco muy bien: el cardenal Paulo Evaristo Arns, cuando estuvo al frente de la arquidiócesis de Sao Paulo tenía un liderazgo enorme entre el pueblo; para debilitarlo, Roma primero realizó una visita rigurosísima a su seminario, desplazando prácticamente a sus profesores, y después dividió su circunscripción en cinco diócesis. Sólo le dejaron la catedral y el centro de la ciudad, donde nadie vive porque sólo hay oficinas y comercios.
“En San Cristóbal están aplicando la misma estrategia, como lo hacen contra quienes realizan una teología indígena. Y eso hay que denunciarlo porque es una estrategia perversa y un pecado eclesial que va contra el Espíritu. A lo que más teme El Vaticano es a esas Iglesias locales que se encarnan.”
Entrevistado por Proceso en la Ciudad de México, Leonardo Boff afirma: “Todo esto que le comento ya lo he discutido personalmente con Joseph Ratzinger. Le he dicho: ‘Los latinoamericanos tenemos el derecho de hacer lo que los primeros cristianos, quienes fueron incardinando el evangelio en las distintas culturas, como la judaica, la romana y más tarde la germánica, a la que usted pertenece’.
“Pero ni Ratzinger ni el Vaticano nos toman en cuenta, nos impiden dialogar con nuestras grandes culturas latinoamericanas.”
–¿Como Papa, Ratzinger impone esta estrategia?
–Fue inaugurada por su antecesor, Juan Pablo II y llevada adelante por Ratzinger. Es una estrategia de vuelta a la gran disciplina, de volver a la Iglesia anterior al Vaticano II. Él mismo ha dicho que hay que ir con el Vaticano I, cuyo mensaje central es la infalibilidad del Papa y la concentración de poder en su figura. Estamos ante la Iglesia de la restauración.
“Esto daña la colegialidad de los obispos e inhibe la participación de los episcopados nacionales en la toma de decisiones. El único obispo es el Papa. Si uno pregunta a cualquier persona en la calle quién es su obispo local, seguramente no lo sabrá. Pero sí sabe quién es el Papa.
“Aparte se está dando un proceso de romanización en la Iglesia. Se piden Iglesias fuertes en América Latina, África o Asia, pero siempre y cuando dependan de Roma.
“(…) El Vaticano es uno de los pocos lugares del mundo donde hay una monarquía autoritaria, conservadora y centralizada. Esto ha destruido el ambiente de confianza y fraternidad en la Iglesia. El cristiano ya no la siente como un hogar sino como una rígida instancia de control obsesionada con sus prohibiciones en el terreno de la sexualidad.
“Pero ahora, incluso tiene la contradicción de que sus miembros son los grandes pecadores en ese terreno sexual. Ahí están los casos de pederastia en los que resultan involucrados sacerdotes, obispos y hasta un cardenal. Esto le quitó liderazgo moral a la Iglesia.”
–¿Este conservadurismo y autoritarismo logró acabar con la teología de la liberación, de la que usted es quizá el máximo representante? ¿O esa teología sigue produciéndose?
–Por supuesto que continúa: es la gran teología que sigue viva a nivel mundial, la única que está a la altura de los retos actuales. Pero a diferencia de años anteriores, cuando era muy polémica, hoy no tiene mucha visibilidad porque ya no se está dando dentro de la institucionalidad eclesiástica, dejó de ser corporativa.
–¿Por qué cauces se da hoy?
–Para empezar sigue partiendo de los pobres y oprimidos de todo el mundo, que van en aumento. Los teólogos seguimos reflexionando desde ahí. Pero esto no quiere decir que se haga en los ámbitos académicos. Lo mejor de la teología de la liberación nace de la lectura popular de la Biblia.
“Al salirse del campo estrictamente eclesial, la teología de la liberación pasó al campo sindical, político, agrario, cultural y otros más. Se diversificó. Nosotros estamos muy contentos por eso y porque son cristianos seculares quienes la impulsan, libres del poder del Vaticano.”
–¿Es un movimiento fuerte de laicos al margen de la jerarquía?
–Exactamente. Los laicos conforman una red enorme de comunidades cristianas en toda América Latina y con un abanico muy amplio de temas: hay una teología que se hace desde las culturas indígenas o afroamericanas, desde las mujeres o desde los niños; el movimiento feminista está produciendo reflexiones muy importantes.
“En Brasil, por ejemplo, son cristianos los principales líderes del Movimiento de los Sin Tierra. Y un tercio de los ministros del gobierno de Lula provienen de la teología de la liberación. Para medirle el pulso hay que estar en el Foro Mundial de la Teología de la Liberación, que se celebra anualmente y en el que participan miles de personas de todo el mundo, principalmente de África, Asia y América Latina.
“En contraste, actualmente hay un fracaso casi total de la institucionalidad de la Iglesia, reflejado principalmente en el cada vez más escaso número de sacerdotes. Nuevamente pongo el caso de Brasil, donde hay 140 millones de católicos que requieren de 120 mil sacerdotes. Pero tenemos solamente 17 mil sacerdotes, 8 mil de los cuales son extranjeros.”
Exsacerdote ecologista
Descendiente de italianos, Leonardo Boff nació en el estado brasileño de Rio Grande do Sul en 1938. Estudió filosofía y teología, se ordenó sacerdote franciscano e hizo un doctorado en teología en Munich. En los setenta empezó su “inserción popular” en los medios pobres, lo que le hizo descubrir “la lógica perversa del sistema capitalista”. Desde entonces empezó “la elaboración de la teología de la liberación y las tribulaciones con las autoridades doctrinarias de la Iglesia”.
En 1984 el Vaticano lo sometió a juicio por haber publicado el libro en el que analiza el abuso de poder de esa institución. En 1985 se le sentenció a permanecer en un “mutismo obediente”.
Boff abandonó la orden franciscana en 1992 debido a que intentaban someterlo nuevamente al silencio y a un exilio en Filipinas o Corea del Sur. Se convirtió en laico y se casó con la teóloga Marcia Miranda. En 1996 explicó a Proceso las razones de su salida de la orden:
“Demostré que soy capaz de someterme, pero también de rebelarme y de seguir mi camino. Ahora no quiero vivir amargado ni interiorizar nostalgias pasadas. Ya vomité al Edipo castrador, a la policía eclesiástica que el Vaticano puso dentro de mí” (Proceso 1014).
Actualmente ha enfocado su reflexión al campo de la ecología, concretamente a la crisis ambiental provocada por la globalización económica.
Durante la entrevista Boff saca de su morral su libro más reciente y lo muestra al reportero. Es , donde combina la reflexión teológica occidental con la oriental.
–¿Participó en la cumbre de Cancún sobre cambio climático? –se le pregunta.
–Sí. Vengo de allá. Participé como observador del gobierno brasileño. Pero en Cancún predominó la mentalidad de mercado para resolver el problema ecológico. No creo que el sistema que creó el problema vaya a resolverlo.
–¿Seguirá trabajando en el terreno de la ecología?
–Sí, porque actualmente no sólo gritan los pobres y oprimidos del mundo, sino también los bosques, las aguas, las especies animales; toda nuestra tierra tan contaminada y poblada. Trato de articular el grito del pobre con el grito de la Tierra. l