JUAN ARIAS | Río de Janeiro
El País, 27/11/2010
El País, 27/11/2010
Las fuerzas del orden, 800 soldados enviados como refuerzo, 40 vehículos, cinco carros de combate con ametralladoras y varios helicópteros con luces infrarrojas, ya han entrado en el mayor y más violento grupo de favelas de Río de Janeiro, el llamado Complexo Alemão donde se han ido concentrando en los últimos días los cerca de 1.000 narcotraficantes que huían de los barrios ya pacificados en los que las fuerzas de seguridad habían logrado instalarse.
- La difícil y compleja incursión de policías y militares, que necesitaron varias horas para sellar las 44 entradas y salidas de la favela para impedir que huyeran los traficantes, fue precedida por intensos tiroteos que se prolongaron durante dos horas. Los narcos, ante el imponente despliegue armado de la policía militar y del Ejército, con las caras pintadas, vestidos de negro y jugándose el todo por el todo, disparaban agazapados en las esquinas de la barriada.
La ONG Amnistía Internacional también había pedido a las fuerzas del orden que intentaran sobre todo evitar víctimas civiles en las favelas, y recordaron que en un ataque en 2007 a esta barriada se produjeron muertes de civiles que aún hoy permanecen sin investigar.
Apoyo de la población
Esta vez, sin embargo, la población, aunque reacia aún a hablar con los periodistas por miedo a represalias futuras, se puso abiertamente de parte de los militares. Desde las ventanas se veían agitar banderas blancas y carteles escritos a mano, con caligrafía de niño con la palabra PAZ en mayúscula. Otros hacían con los dedos de las manos el signo de la victoria.
El comandante militar, el general Adriano Pereira Júniror, afirmó esta mañana que no sabe durante cuánto tiempo se prolongará la ocupación del Complexo Alemão. "Hemos entrado hoy, pero no sabemos cuándo vamos a salir", afirmó. La ocupación, según los expertos de la policía militar, no será fácil ni rápida y podría provocar numerosas víctimas.
Advertencia de la ONU
La ONU ha emitido una nota a sus funcionarios pidiéndoles que suspendan todas las actividades que suelen llevar a cabo en las favelas en coordinación con las ONG. Les han enviado también un mapa con 25 calles de Río por las que deben evitar transitar estos días. La nota de la ONU señala: "Nada es más precioso que la vida y los traficantes disparan a matar". Sin embargo en la ciudad, durante la noche de ayer, disminuyeron drásticamente las acciones terroristas y sólo fueron quemados cinco autobuses.
Las autoridades judiciales han señalado que la orden de crear el caos y el miedo en la ciudad partió de las cárceles. Los presos más peligrosos y con mayores contactos con los narcos que controlaban las barriadas han sido separados y trasladados a otros penales.
La mayoría de los 800 militares que han entrado en la favela habían trabajado en misiones de paz de la ONU en Haití. La orden es que el Ejército se limite a sellar las entradas y salidas y patrullar las calles. El trabajo duro de enfrentarse a los narcotraficantes queda para la policía.
Balance de víctimas
El balance oficial de los seis días de guerra en las favelas es de 45 personas muertas, 200 heridas y cien autobuses incendiados. Las cifras reales, según informan algunos periodistas presentes en los combates, podrían sin embargo ser muy superiores.
El fotógrafo Marcelo Pin, del diario O Globo, que se encontró anoche en medio de la refriega, relató que"atravesaba las callejuelas en medio de los tiros cerrando los ojos". El periodista ha descrito algunas escenas de niños gritando y mostrando a su madre el vientre sangrando por las balas, y a un coronel de la policía intentando detener con un pañuelo la hemorragia del brazo de un joven soldado herido de 19 años, olvidándose de las balas que pasaban por encima de su cabeza.
Mientras tanto, sigue en pie la solidaridad de la población de Río con los militares, hasta el punto de que 3.000 policías y bomberos jubilados se han ofrecido como voluntarios para cooperar en la batalla contra los narcos. Y es que la ciudad ha interrumpido en gran parte su rutina. Muchas escuelas y centros universitarios de la ciudad siguen cerrados, los autobuses cambian a menudo de ruta para huir de los lugares más conflictivos y en los hospitales se han pospuesto numerosas operaciones.
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