Palabras
del Excelentísimo señor Shimon Peres, Presidente del Estado de Israel, durante
la Cena que ofreció en su honor el Presidente de los Estados Unidos Mexicanos
27de noviembre de 2013
(Interpretación
del Inglés al español)
Señor
Presidente del Senado, señor Raúl Cervantes;
Presidente del Parlamento, Ricardo
Anaya.
Damas
y caballeros.
Gobernadores.
Ministros.
Hombres
de negocios.
Amigos.
Damas
y caballeros:
He
pensado que en lugar de hablar en hebreo y que tengan que escuchar la
traducción, para ahorrar tiempo, voy a hablar en inglés.
Señor
Presidente:
Yo
sé que antes de ser elegido, le prometió a su pueblo mover a México.
Yo
diría que no sólo ha conseguido mover sus corazones, ha conmovido nuestros
corazones con su cálida acogida. Lo digo en nombre propio y en nombre de toda
la delegación, con toda franqueza: Muchas gracias.
Dijo
que iba a mover a México y yo creo que va a conseguir que despegue, no sólo que
se mueva. Va a conseguir que vuele hacia nuevas alturas, hacia una nueva era.
Cuando
aprendo sobre un país, me interesan, sobre todo, dos cosas: la arqueología y la
arquitectura:
La
arqueología, porque nos cuenta la historia de los ancestros, de los padres, de
las madres, de los abuelos, cómo vivían, cuáles eran sus problemas y sus
esperanzas.
Y
la arquitectura, porque a través de ella se puede ver lo que quiere un país
para su futuro.
Cuando
miro a México, me parece un ejemplo especial, no sé si hay muchos países, si es
que los hay, en los que la arqueología haya descubierto tantas culturas,
distintas las unas de las otras.
Cinco
o seis grandes culturas se encuentran en el pasado de México, cada una
distinta. Y cuando uno observa a la arquitectura, lo mismo sucede. No se ve un
intento de crear un espacio en que cada casa sea igual, sino que cada casa
tiene su propio color, su propio estilo.
No
conozco ningún país que tenga tanto colorido en su arquitectura, en su arte. Y
no lo digo sólo para resumir una impresión general, sino porque estas dos
cosas, a mis ojos, hacen de México una experiencia especial.
Normalmente
los países que tienen distintas historias, o que tienen distintas aspiraciones,
suelen estar en conflicto, en guerra, en el odio. Y lo maravilloso de México, y
como ha dicho usted, señor Presidente, venimos de distintas razas, de distintos
lugares, de distintas religiones, lo que es maravilloso de México es la
combinación de todas estas diferencias en una armonía única.
Hoy
por hoy, México, a pesar de las diferencias, es un pueblo unido, con su propio
sentido, su propia memoria y su propio futuro. De hecho, es incluso más, porque
todos hemos intentado introducir la democracia como nuestra manera preferida de
organizarnos, de gestionar nuestros países.
Lo
más básico de las democracias, es el hecho de que son intentos de que todos
tengan iguales derechos. La democracia moderna, y México es un buen ejemplo de
ello. No consiste únicamente en la igualdad de derechos para todos, sino en la
igualdad del derecho de cada uno de ser diferente. Las diferencias,
conjuntamente, son el verdadero significado de la democracia.
Yo
creo que México es el primer ejemplo de la combinación de las diferencias en
una forma de gran armonía. Esto es algo único.
Luego,
también, cuando observo México y veo el potencial que tiene, tienen más de dos
millones de kilómetros cuadrados, más de 100 millones de habitantes, más de 110
millones de habitantes. Tienen tesoros.
Pero,
además, tienen un nuevo Presidente que representa un nuevo futuro, y esa es una
buena combinación. Y yo creo que desde ese punto de vista, México va a tener
verdaderamente un gran futuro.
Cuál
es la diferencia entre el pasado y el futuro.
En
el pasado nos ganábamos la vida con la tierra, y la tierra es algo tangible, es
algo que hay que defender, hay que cultivar. Y la colaboración para cultivar la
tierra es algo difícil, porque depende de muchos elementos. Depende del
agricultor, depende del tiempo, de las catástrofes naturales, que son
caprichosas. Y los agricultores siempre tienen que encontrar soluciones.
Pero
de alguna manera creó una especie de administración; creó ejércitos e históricamente,
yo creo que las cuestiones territoriales han sido la razón principal de las
guerras.
Es
decir, que las personas o defendían su tierra o pretendían ampliarla, y la
historia de las guerras es la historia de las tierras.
Y
cuál es el futuro.
Cuál
es la diferencia ahora.
Nos
ganamos la vida, o crecemos, o tenemos progreso, no por la tierra, sino por la
ciencia. Nuestros ejércitos no pueden conquistar la ciencia. No se puede
conquistar la inteligencia o la sabiduría con la guerra.
No
necesitamos ya la guerra, objetivamente, porque para adquirir la ciencia, para
introducir la ciencia, lo que hay que hacer es movilizar la sabiduría
individual y colectiva del pueblo. Actuar conjuntamente. Y la ciencia, además,
crece constantemente.
Yo
creo que la ciencia no va a dejar ninguna arqueología, porque no queda nada que
recordar y hay todo que imaginar.
Es
difícil pasar de la tierra a la ciencia, porque la mayor parte de las personas
prefieren pensar, o más bien, prefieren recordar en lugar de pensar.
Recordar
es muy agradable. Uno recuerda los lugares, uno se siente en su casa, pero lo
que nosotros llamamos recordar es, también, olvidar, porque recordamos lo bueno
y olvidamos las dificultades.
Pensar
es complicado. Uno tiene que enfrentarse a lo desconocido. Uno no sabe lo que
va a suceder con la tierra, uno tiene que asumir riesgos. Así que la gente es
reticente a separarse del pasado y entrar en el futuro. Pero esa es la
historia.
Con
el potencial que tienen de tierras, de personas, de población, de historia y de
arqueología, pueden conseguir, como ha dicho usted, mover a Egipto hacia una
nueva era.
Y
hay algo más. En el pasado, el desarrollo era lento; hoy por hoy, parece un
caballo al galope, y si el caballo al galope pasa cerca de su casa y uno no se
sube al caballo, el caballo pasa de largo, y sigue su camino sin nosotros. Así
que, cuando vean un caballo al galope, súbanse; no lo dejen pasar, porque las
cosas cambian, y cambian muy rápidamente.
Cuando
recibí su invitación para esta cena, recordé algo muy bonito que dijo Carlos
Fuentes. Dijo: Esta noche vamos a brindar, como ha hecho usted, por las
mujeres, y los hombres en busca del futuro.
Estamos
aquí reunidos, en un esfuerzo conjunto, para traducir todo lo que hemos vivido,
todo lo que hemos sufrido, todo lo que hemos esperado, en una nueva oportunidad
para nosotros, para nuestros hijos.
Y
ya saben ustedes que ser jóvenes no es fácil. Hoy por hoy, está muy bien ser
joven, pero hoy por hoy, ser joven es muy caro. Saben porque necesitan casas
caras y coches caros, y una educación cara y, además, están en competición. De
hecho, de alguna manera, la guerra es más barata que la ciencia, porque en la
guerra el objetivo es ganar. Y qué significa ganar; Matar al enemigo.
En
la ciencia uno no puede matar a nadie. En la ciencia no se gana, sino que se
tiene éxito, y para tener éxito, no hace falta matar a las personas. Al
contrario, hay que alentarlas, hay que permitirles que se desarrollen; es una
forma de vida completamente distinta.
Hay
gente que viene a menudo y me dice: Cómo debo hacer para ser líder. Y yo les
digo: Si quieren ser líderes recuerden una cosa, para liderar no es dominar.
Liderar es servir. Los generales o los presidentes entes de antes debían ser
hombres fuertes. Hoy, tienen que ser buenas personas, porque si no, el propio
pueblo no va a confiar en nosotros.
Decir:
Soy fuerte, soy grande. El pueblo nos dice: Sí. Puede poner fin al terrorismo,
a los déficits.
No,
eso es complicado, eso no lo puedo hacer sin ustedes, puedo ayudar a alcanzar
eso. Por eso, el liderazgo de hoy, es un desafío distinto.
Por
mi propia experiencia he probado ambos: el estar en el Gobierno y estar en una
sociedad que se ha desarrollado basándose no en el poder, sino en la buena
voluntad.
El
mundo es un mundo global, pero las personas siguen siendo individuos. No nos
podemos encontrar globalmente, sólo podemos encontrarnos individualmente. Y,
además, no es como la democracia tradicional. No somos iguales, somos
diferentes, y menos mal que somos diferentes.
Imaginen
ustedes si todos nosotros tuviéramos los mismos ojos, la misma cara. El mundo
sería muy aburrido. Uno no sabría qué hacer con uno mismo.
Pero
si cada uno tenemos ojos distintos, o una huella diferente, entonces cada uno
de nosotros podemos contribuir al ver cosas que otros no ven, al escuchar
palabras que otros no han dicho, y esto crea una sociedad en la que el
individuo no está perdido.
Así
que, la era actual es una era de globalidad sin precedentes, y por otra parte,
de individualidad sin precedentes.
Yo
creo que debemos encontrar nuevas formas de gobierno. Los gobiernos nacionales
tienen sus problemas, porque la economía se ha convertido en una economía
global, afecta a todos los países, pero ningún país puede afectar por sí mismo
o por sí solo a la economía global.
Lo
mismo sucede con la seguridad. No tenemos guerras, pero tenemos terrorismo, y
el terrorismo no respeta la ley, no respeta la vida humana, no tiene un
denominador común. Cada grupo es diferente.
Así
que si la guerra es una extensión de la política, el terrorismo no lo es,
porque no hay una política detrás, hay grupos pequeños, y cada terrorismo, cada
grupo terrorista tiene su propio propósito, no se les puede meter en el mismo
saco. Se esconden. Además no aplican los valores que la mayor parte de nosotros
respetamos, pero tenemos que asegurarnos de que no somos víctimas de ellos. Así
que hoy, vivimos una vida distinta.
Como
observador y como visitante de México, permítanme que les diga que tienen
ustedes un futuro muy prometedor, y un Presidente muy energético, que no va a
dar la espalda al futuro del país.
Le
dije al Presidente esta mañana, que cuando Obama fue elegido Presidente, me
preguntó que si tenía algún consejo que darle. Y le dije: sí.
Y
me dijo: cuál. Le dije: si hay gente que viene y le dice: El futuro pertenece a
los jóvenes, échele de la sala. Por qué. Le dije: Porque lo que pertenece a los
jóvenes es el presente, no en el futuro. El futuro es para los que tienen
tiempo, y ustedes no tienen tiempo. Ustedes tienen que actuar energéticamente.
Son
ustedes un pueblo amable, agradable, con una arqueología muy colorida. Con muy
buen gusto para las sensibilidades sociales, para el arte, para los libros,
para el espíritu. Y todo ello no se contradice.
Tener
una vida mejor no significa únicamente tener más dinero. Tener una mejor vida
es tener más intereses. Tener una mejor vida significa darles un mejor futuro a
nuestros hijos porque se lo merecen, y porque es parte de nuestro deber.
Permítanme
que diga unas palabras sobre Israel.
No
sólo quiero contarles lo que siento sobre ustedes, o lo que pienso sobre
ustedes, sino sobre Israel también.
Israel
es la historia del pueblo judío. Es una historia larga: cuatro mil años; dos
mil de los cuales hemos estado en el exilio, en la diáspora.
Fuimos
destruidos dos veces en nuestra historia, por los romanos, por los griegos, por
distintos imperios.
Hemos
tenido que pasar por el Holocausto, donde seis millones de nuestro pueblo
fueron asesinados por los Nazis, y sentimos el dolor hasta hoy.
Y
gracias por recordarnos Hanukkah, porque lo primero que nos ha dicho el señor
Dios, es que mantengamos la luz. Y así es como deben de ser las cosas.
Y
después del Holocausto, y después de empezar a traer a nuestro pueblo de muchos
lugares del mundo, traerlos hacia Israel, hacia esta tierra de Israel que es
tan rica en historia, pero que por otra parte es un trozo de tierra
verdaderamente pequeño.
Creo
que son ustedes cien veces más grandes que nosotros en superficie. No sólo
somos un pequeño país, sino que además la tierra no ha sido muy amigable con
nosotros. Es un pequeño país dividido en dos partes. Tenemos pantanos en el
norte, y desiertos en el sur, los únicos que habían ahí eran los mosquitos por
los pantanos.
Tampoco
tenemos mucha agua. Tenemos dos mares: uno muerto y el otro moribundo.
Un
río tenemos, el Río Jordán, con un caudal mucho más rico en historia que en
agua. No sirve para el regadío.
Cuando
empezamos a fundar el país, no había nada, prácticamente nada. Pero además, esa
escasez, esas decepciones se produjeron en un entorno hostil, y antes de poder
tener nuestro propio Estado, fuimos atacados.
En
los 65 años que llevamos, hemos tenido que luchar en siete guerras de ejércitos
mucho más numerosos. No podíamos permitirnos el lujo de que nos ganaran, porque
si no habríamos dejado de existir.
Pero
a pesar de ello y la guerra, es experiencia terrible, porque las madres ven a
sus hijos que pierden la vida.
Saben.
Hay quién pregunta cuál es la diferencia entre la vida normal y la guerra.
En
la vida normal los hijos acompañan a los padres y les acompañan en su funeral.
En las guerras son los padres los que acompañan a los hijos al cementerio.
Vimos
que no teníamos nada, y después descubrimos algo que tienen ustedes y tenemos
nosotros: buena gente.
Yo
creo que el potencial de la contribución humana es tremendo.
Israel
no es la historia de una tierra que ha enriquecido a su pueblo, sino la
historia de un pueblo que ha enriquecido a su tierra, que ha vuelto al
conocimiento, a la sabiduría, a la ciencia, a la tecnología.
Y
la combinación del esfuerzo de las personas y la sabiduría y el conocimiento
han hecho de Israel lo que es hoy por hoy.
Al
principio, nos basamos en la agricultura, que no solo es una cooperación entre
el agricultor y Dios, sino que además hemos hecho una empresa mixta con un
nuevo socio, que es la alta tecnología. Y hoy en día, el país se basa en la
alta tecnología. Es un gran éxito, debo decir.
Hemos
incrementado nuestro rendimiento, de cinco a seis veces. Los agricultores en
Israel están en buena situación, y conseguimos producir nuevos productos
agrícolas no sólo para consumo propio, sino para la exportación a otros países.
Y
ahora estamos construyendo el segundo piso de nuestra agricultura, que es la
agricultura médica; es decir, implantar en la fruta y la verdura los
medicamentos que necesitan los seres humanos y, al hacerlo, y procediendo de
tanta pobreza, pensamos que podemos ofrecer a nuestros vecinos nuestros
conocimientos, porque lo que hemos hecho nosotros lo pueden hacer ellos,
también. Somos todos seres humanos, y Oriente Medio necesita escapar de la
pobreza, del terrorismo.
Yo
no creo que esto se pueda conseguir con dinero o con ayuda extranjera, porque
la ayuda extranjera en qué consiste.
Significa
utilizar el dinero de los pobres en los países ricos, y dárselos a los ricos en
los países pobres. Mientas que si distribuimos el conocimiento y la ciencia,
llega a la gente. No se puede poner en el banco como depósito y puede cambiar
su vida.
Cuando
nos encontramos el Presidente y yo mismo descubrimos rápidamente que tenemos
problemas similares: la escasez de agua en algunas partes del país, la
necesidad de proporcionar seguridad a nuestros ciudadanos y, también, salvar el
futuro de los hijos, a través de la educación y proporcionarles una vida
apropiada para que puedan tener buena salud.
El
momento más decisivo de la vida, son los tres primeros años. Si un niño no es
alimentado debidamente en esos tres primeros años, las consecuencias están ahí
para toda la vida.
Y
también hay que mirar hacia el futuro. Un futuro que permita a cada persona ser
mejor. Y el futuro es una gran promesa.
Yo
creo que en el futuro el mundo será gobernado por tres elementos:
Los
gobiernos nacionales, que son responsables de la vida cotidiana de sus pueblos;
las empresas globales, que son un elemento nuevo, que introducirán la ciencia
nueva, las innovaciones y que serán globales, accesibles a todo el mundo.
Ya
están haciendo un buen trabajo, yo pienso en muchos ámbitos. Y, además, sin
embargo, habrá siempre personas peligrosas o malas o terroristas.
De
todos nosotros depende el comprender por qué hay personas que son malvadas.
Y
la respuesta es sencilla y complicada a la vez. La toma de decisiones en
nuestra vida se concentra en nuestro cerebro.
El
cerebro es el instrumento más ilustre que existe que tenemos a nuestra disposición.
El
cerebro toma decisiones sin preguntarnos. Nos permite avanzar, por una parte,
pero no nos dice cómo se toman las decisiones.
Ahora,
estamos en un proceso que nos va a permitir comprender el cerebro. Y yo creo
que cuando sepamos cómo toma las decisiones el cerebro, seremos mejores
personas, porque podremos elegir lo bueno en lugar de lo malo.
Hemos
experimentado la guerra, hemos pagado un gran precio por ellas, y nuestra mayor
esperanza es que haya paz con nuestros vecinos.
Vivir
en paz con los palestinos. Vivir con felicidad. Es la mayor promesa para ellos
y para nosotros.
Hemos
iniciado las negociaciones. Espero que consigamos completarlas.
Quiero
darle las gracias, señor Presidente, por su apoyo para alcanzar la paz en todos
los lugares en que es posible, y por ayudarnos a defendernos de amenazas, como
la de Irán.
Ya
veremos a ver cuál es el resultado de los acuerdos que se han alcanzado.
Y
como ya no se necesitan las guerras, existe la oportunidad de vivir en paz con
todos los pueblos, con todas las diferencias entre los pueblos.
Cada
uno con su tradición, cada uno con su cultura, con sus libros, con su arte, sus
intereses. Pero sin ser enemigos, sin odio.
Creo
firmemente que no sólo estamos en el mismo avión en el que podemos volar, sino
en el mismo barco para encaminarnos en la buena dirección.
Por
eso, quiero darle las gracias encarecidamente por esta velada, por la
maravillosa recepción y por la cooperación.
Hoy,
hemos firmado ocho acuerdos. Y yo creo que esto es sólo el principio.
Si
nos dan una copa, creo que con ello podremos brindar por México, por el
Presidente de México y por el pueblo, que ha venido a compartir con nosotros un
futuro mejor.
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