Califato de barbarie/ Manuel Castells
La
Vanguardia |30 de agosto de 2014
Los
sacaron de la cárcel de Mosul, casi setecientos. Separaron a los suníes. A los
demás los asesinaron por ser cristianos, o yazidíes, o chiíes… Allá por donde
pasaron los autoproclamados guerreros del islam, asesinaron a hombres y
raptaron a miles de mujeres y niños, para reducirlos en esclavitud. Obligaron a
los yazidíes, un culto milenario inspirado por Zoroastro a convertirse o morir.
Eso dice Amnistía Internacional, eso denuncia la ONU. Son los mismos asesinos
que decapitaron al periodista James Foley y amenazan con matar a otros
periodistas. El califato establecido por el Estado Islámico (EI) en tierras de
Iraq y Siria con el califa Ibrahim como dueño absoluto de vidas y conciencias
se alimenta de muerte y atrocidades para aterrorizar a quienes se le oponen.
Aprovechan la debilidad y corrupción de los gobiernos de Oriente Medio. Y
amenazan con marchar sobre Roma y conquistar Al Ándalus. Eso clama su jefe, un
blasfemo, puesto que se dice descendiente de Mahoma. Nacido en Samarra adoptó
como nombre Abu Bakr al Bagdadi, doctorado en estudios islámicos y terrorista
de Al Qaeda, hasta que la propia Al Qaeda lo repudió. Que incluso Al Qaeda se distancie
del Estado Islámico da una medida de qué monstruosidad amenaza al mundo, allá y
aquí. La amenaza es seria. Según publicó este diario, el susodicho califato
controla 56.000 km cuadrados y seis millones de personas. Posee 6.000 millones
de dólares, procedentes de venta ilegal de petróleo, asaltos a bancos, lavado
de dinero y otras lindezas. Y mientras que en el 2012 apenas superaba los 1.000
combatientes hoy día supera los 80.000 con sofisticado armamento, la mayor
parte estadounidense capturado al pseudoejército iraquí.
Porque
lo más extraordinario es la atracción que estas hordas fanatizadas ejercen
sobre miles de jóvenes musulmanes de todo el mundo y especialmente de Europa,
aunque la mayoría sean iraquíes y sirios. Hay mas de quinientos británicos
enrolados en el Estado Islámico, incluido el verdugo de James Foley,
identificado como un rapero londinense. Y cientos de franceses, españoles,
holandeses, alemanes, junto a miles de saudíes y otros suníes de setenta
países. Decenas de miles los apoyan en las redes sociales, que constituyen el
principal medio de reclutamiento. Los bombardeos estadounidenses no podrán
contener esta barbarie mientras no se extirpen sus raíces sociales e
ideológicas. Pero ¿cuáles son esas raíces, dónde se plantaron y cómo crecieron?
En
el origen está la guerra de Iraq que alentó la radicalización de los suníes,
excluidos por la mayoría chií. La disolución del ejército de Sadam enemistó a
cuadros militares que hoy día están en el EI. Aunque Estados Unidos se dio
cuenta del error cometido, ya era muy tarde. De modo que en cuanto se retiraron
las tropas estadounidenses, los chiíes volvieron a oprimir a los suníes. Y en
ese caldo de cultivo prosperó “Al Qaeda en Iraq”, que había sido un grupo
minoritario. En el 2006 distintos grupos de Al Qaeda se unieron en el Estado
Islámico. Al Bagdadi se unió al EI como presidente de la comisión de Charia. En
el 2010 se convirtió en líder de la organización y en el 2011 lanzó una oleada
de ataques y atentados en Iraq. Cuando Estados Unidos ejecutó a Bin Laden en
mayo del 2011 el EI juró venganza y atacó a milicias chiíes y a objetivos del
gobierno iraquí. Pero el auge del EI provino del levantamiento popular contra
la dictadura en Siria. Lo que empezó como revolución pacífica y democrática derivó
hacia una intervención geopolítica de múltiples fuerzas, con Arabia Saudí y
Qatar apoyando milicias suníes, Estados Unidos y Francia intentando sostener al
Ejército Libre Sirio y Rusia, Irán y Hizbulah sosteniendo la dictadura de El
Asad. Algunos grupos privados saudíes financiaron al EI que recabó apoyos en
Siria entre las facciones de Al Qaeda, particularmente en el Frente al Nusra.
El
Asad apenas atacó al EI para que se reforzara y diera miedo a Occidente. En
abril del 2013, el EI anunció la fusión con Al Nusra formando el Estado
Islámico de Iraq y Siria. El líder de Al Nusra lo negó y se produjeron
violentos combates en torno a Raqa, en Siria, que pasó a ser controlada por el
EI y se convirtió en su principal base de operaciones. Tal enfrentamiento conllevó
la condena de Al Bagdadi por Al Zauahiri, el líder máximo de Al Qaeda
consumando la división. Pero para entonces, miles de islamistas habían llegado
a Siria y, sobre el terreno, encontraron más operativo y convincente al EI. Lo
cual redundó en más apoyo financiero de fuentes ocultas.
El
Estado Islámico entendió que victorias militares sobre el terreno y la
intransigencia con infieles y apóstatas podían ser reclamo para combatientes y
financiadores. Reclutaron en Siria y concentraron sus ataques en Iraq
aprovechando la debilidad del gobierno chií y la buena acogida de los suníes
concentrados en el noroeste de Iraq. La ocupación de territorio y la creación
de un estado contrasta con la práctica de Al Qaeda, y contradice la ortodoxia
islámica para quien la comunidad de creyentes (umma) está por encima del
estado. La red global de células autónomas impulsada por Al Qaeda se hizo
secundaria con respecto a la conquista territorial por un aparato militar
eficiente y un control férreo de cualquiera que cayera en la órbita del nuevo
estado. Se trata de una revolución dentro de la revolución islámica. Por eso
fascina a los miles de jóvenes musulmanes que se sienten humillados y
marginados en sus países, sea Siria o Inglaterra. Porque pueden palpar una
nuevo estado, comadrona de una nueva sociedad en donde la charia purifique la
podredumbre del mundo y haga nacer una vida guiada por el dios justiciero y
ajusticiador. Los bombardeos no extirparán esas raíces, aunque haya que
bombardear. Sólo sociedades que integren y den esperanza a todos sus miembros
pueden evitar que jóvenes idealistas se conviertan en fanáticos asesinos.
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