31 ago 2014

Califato de barbarie/

Califato de barbarie/Manuel Castells
La Vanguardia |30 de agosto de 2014
Los sacaron de la cárcel de Mosul, casi setecientos. Separaron a los suníes. A los demás los asesinaron por ser cristianos, o yazidíes, o chiíes… Allá por donde pasaron los autoproclamados guerreros del islam, asesinaron a hombres y raptaron a miles de mujeres y niños, para reducirlos en esclavitud. Obligaron a los yazidíes, un culto milenario inspirado por Zoroastro a convertirse o morir. Eso dice Amnistía Internacional, eso denuncia la ONU. Son los mismos asesinos que decapitaron al periodista James Foley y amenazan con matar a otros periodistas. El califato establecido por el Estado Islámico (EI) en tierras de Iraq y Siria con el califa Ibrahim como dueño absoluto de vidas y conciencias se alimenta de muerte y atrocidades para aterrorizar a quienes se le oponen. Aprovechan la debilidad y corrupción de los gobiernos de Oriente Medio. Y amenazan con marchar sobre Roma y conquistar Al Ándalus. Eso clama su jefe, un blasfemo, puesto que se dice descendiente de Mahoma. Nacido en Samarra adoptó como nombre Abu Bakr al Bagdadi, doctorado en estudios islámicos y terrorista de Al Qaeda, hasta que la propia Al Qaeda lo repudió. Que incluso Al Qaeda se distancie del Estado Islámico da una medida de qué monstruosidad amenaza al mundo, allá y aquí. La amenaza es seria. Según publicó este diario, el susodicho califato controla 56.000 km cuadrados y seis millones de personas. Posee 6.000 millones de dólares, procedentes de venta ilegal de petróleo, asaltos a bancos, lavado de dinero y otras lindezas. Y mientras que en el 2012 apenas superaba los 1.000 combatientes hoy día supera los 80.000 con sofisticado armamento, la mayor parte estadounidense capturado al pseudoejército iraquí.

Porque lo más extraordinario es la atracción que estas hordas fanatizadas ejercen sobre miles de jóvenes musulmanes de todo el mundo y especialmente de Europa, aunque la mayoría sean iraquíes y sirios. Hay mas de quinientos británicos enrolados en el Estado Islámico, incluido el verdugo de James Foley, identificado como un rapero londinense. Y cientos de franceses, españoles, holandeses, alemanes, junto a miles de saudíes y otros suníes de setenta países. Decenas de miles los apoyan en las redes sociales, que constituyen el principal medio de reclutamiento. Los bombardeos estadounidenses no podrán contener esta barbarie mientras no se extirpen sus raíces sociales e ideológicas. Pero ¿cuáles son esas raíces, dónde se plantaron y cómo crecieron?
En el origen está la guerra de Iraq que alentó la radicalización de los suníes, excluidos por la mayoría chií. La disolución del ejército de Sadam enemistó a cuadros militares que hoy día están en el EI. Aunque Estados Unidos se dio cuenta del error cometido, ya era muy tarde. De modo que en cuanto se retiraron las tropas estadounidenses, los chiíes volvieron a oprimir a los suníes. Y en ese caldo de cultivo prosperó “Al Qaeda en Iraq”, que había sido un grupo minoritario. En el 2006 distintos grupos de Al Qaeda se unieron en el Estado Islámico. Al Bagdadi se unió al EI como presidente de la comisión de Charia. En el 2010 se convirtió en líder de la organización y en el 2011 lanzó una oleada de ataques y atentados en Iraq. Cuando Estados Unidos ejecutó a Bin Laden en mayo del 2011 el EI juró venganza y atacó a milicias chiíes y a objetivos del gobierno iraquí. Pero el auge del EI provino del levantamiento popular contra la dictadura en Siria. Lo que empezó como revolución pacífica y democrática derivó hacia una intervención geopolítica de múltiples fuerzas, con Arabia Saudí y Qatar apoyando milicias suníes, Estados Unidos y Francia intentando sostener al Ejército Libre Sirio y Rusia, Irán y Hizbulah sosteniendo la dictadura de El Asad. Algunos grupos privados saudíes financiaron al EI que recabó apoyos en Siria entre las facciones de Al Qaeda, particularmente en el Frente al Nusra.
El Asad apenas atacó al EI para que se reforzara y diera miedo a Occidente. En abril del 2013, el EI anunció la fusión con Al Nusra formando el Estado Islámico de Iraq y Siria. El líder de Al Nusra lo negó y se produjeron violentos combates en torno a Raqa, en Siria, que pasó a ser controlada por el EI y se convirtió en su principal base de operaciones. Tal enfrentamiento conllevó la condena de Al Bagdadi por Al Zauahiri, el líder máximo de Al Qaeda consumando la división. Pero para entonces, miles de islamistas habían llegado a Siria y, sobre el terreno, encontraron más operativo y convincente al EI. Lo cual redundó en más apoyo financiero de fuentes ocultas.
El Estado Islámico entendió que victorias militares sobre el terreno y la intransigencia con infieles y apóstatas podían ser reclamo para combatientes y financiadores. Reclutaron en Siria y concentraron sus ataques en Iraq aprovechando la debilidad del gobierno chií y la buena acogida de los suníes concentrados en el noroeste de Iraq. La ocupación de territorio y la creación de un estado contrasta con la práctica de Al Qaeda, y contradice la ortodoxia islámica para quien la comunidad de creyentes (umma) está por encima del estado. La red global de células autónomas impulsada por Al Qaeda se hizo secundaria con respecto a la conquista territorial por un aparato militar eficiente y un control férreo de cualquiera que cayera en la órbita del nuevo estado. Se trata de una revolución dentro de la revolución islámica. Por eso fascina a los miles de jóvenes musulmanes que se sienten humillados y marginados en sus países, sea Siria o Inglaterra. Porque pueden palpar una nuevo estado, comadrona de una nueva sociedad en donde la charia purifique la podredumbre del mundo y haga nacer una vida guiada por el dios justiciero y ajusticiador. Los bombardeos no extirparán esas raíces, aunque haya que bombardear. Sólo sociedades que integren y den esperanza a todos sus miembros pueden evitar que jóvenes idealistas se conviertan en fanáticos asesinos.

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