31 ago 2014

El Popeye: Libre, pero “80 por ciento muerto”

Libre, pero “80 por ciento muerto”/RAFAEL CRODA 
Revista Proceso # 1974, 30 de agosto de 2014



El martes 26 fue excarcelado Jhon Jairo Velásquez Vásquez, El Popeye, exjefe de sicarios del capo colombiano Pablo Escobar. Pasó en prisión 23 años por asesinar a 200 personas, participar en los homicidios de 3 mil más y cometer 200 atentados. Su liberación ocurrió en medio de fuertes medidas de seguridad y su paradero es desconocido. No es gratuito: se granjeó enemigos a granel tras ofrecer testimonios que sirvieron para condenar a líderes políticos, funcionarios de alto nivel y narcotraficantes; “80% a que me matan cuando salga de prisión”, dijo a Proceso en febrero del año pasado.
 BOGOTÁ.- Jhon Jairo Velásquez Vásquez, El Popeye, exjefe de sicarios del líder del Cártel de Medellín, Pablo Escobar Gaviria, es desde el pasado martes 26 un hombre “80% muerto”. Ese día recobró su libertad tras pasar 23 años en prisión y siempre supo que al volver a la calle sus posibilidades de sobrevivir serían escasas.
 Además de los 200 homicidios que cometió directamente, el lugarteniente de mayor confianza de Escobar participó en la muerte de más de 3 mil personas y en unos 200 atentados con carros-bomba. Sus víctimas abarcan civiles, policías, políticos, funcionarios judiciales, a su propia novia, Wendy Chavarriaga, y a criminales cuyos deudos y cómplices están habituados a hacer justicia por propia mano.

 En febrero del año pasado, durante una entrevista con este corresponsal (Proceso 1985), El Popeye se refirió así a sus posibilidades de sobrevivir al salir en libertad: “80% a que me matan y 20% a que corono”.
 Con esa certeza, un día antes de ser liberado solicitó a la Defensoría del Pueblo de Colombia (equivalente a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos) la protección necesaria para salvaguardar su vida al salir de la prisión de máxima seguridad de Cómbita, Boyacá (170 kilómetros al noreste de Bogotá), donde pasó los últimos 12 años casi solitario, en el pabellón más resguardado y fortificado del presidio.
 El defensor del pueblo en la región de Boyacá, William García, se hizo presente en la cárcel la noche del martes 26 en compañía de una veintena de agentes y tres vehículos de la Policía Nacional de Colombia (PNC). Se encontró con El Popeye en el área de egresos y durante 10 minutos constató su estado físico y verificó los documentos de liberación.
 “Hablamos unas cuantas palabras. Lo vi un poco extrañado y un poco impresionado porque iba a obtener su libertad, pero en general tranquilo y contento. Lo único que comentó es que después de 23 años no iba a ser fácil volver a la selva de cemento”, dice García a Proceso.
 El Popeye, de 52 años y quien debe su apodo a su breve paso por la Escuela Naval de la Armada en su juventud, vestía pantalón de mezclilla, tenis y una sudadera blanca de algodón.
 García lo entregó a cuatro efectivos de la PNC, quienes lo condujeron, con apoyo de guardias del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec) que lo rodearon con escudos blindados, a una patrulla con vidrios polarizados. Al subir, el vehículo policiaco encendió las torretas y se colocó en medio de una caravana de automóviles. Atrás de la patrulla, en un sedán, viajaba el defensor regional del pueblo.
 En las afueras de la prisión se arremolinaba medio centenar de periodistas que sólo alcanzaron a ver cruzar la caravana, la cual tomó la carretera contigua a la cárcel rumbo a Bogotá. Eran las 21:05 horas.
 “Iban a más de 100 kilómetros por hora”, dijo un testigo, quien observó cómo dos patrullas de la PNC interrumpieron algunos minutos el tránsito por la carretera para impedir que los vehículos de los periodistas o cualquier otro automóvil siguieran al Popeye.
 Dos horas después, la caravana que escoltaba al sicario favorito de Escobar llegó a un puesto de policía conocido como Comando de Atención Inmediata (CAI), en el norte de Bogotá, donde los uniformados de Boyacá entregaron a sus compañeros de esta capital al recién liberado.
 García relata que verificó de nueva cuenta el estado físico del Popeye y esperó a que los policías redactaran un acta en la que quedó constancia de que el delincuente –uno de los tres únicos sobrevivientes de la cúpula del Cártel de Medellín– se mantuvo en buen estado durante las dos horas y media en que la PNC lo mantuvo bajo su custodia con el acompañamiento de la Defensoría del Pueblo.
 A las 11:15 de la noche, de un automóvil negro estacionado a unos metros del CAI bajaron tres hombres, uno de los cuales saludó de mano al Popeye en presencia de varios uniformados. El exreo subió al vehículo, que se perdió en las calles bogotanas.
 “La policía lo entregó a esas personas. No sé si eran familiares de él o amigos. Tampoco tengo conocimiento de que tenga protección oficial. Ignoro quién lo va a cuidar”, señala García.
 Desde esa noche el paradero del Popeye es un misterio. Diferentes medios colombianos sostuvieron que su destino sería Bogotá, una ciudad que por su tamaño y por su población de 7.7 millones de habitantes le ofrece mayor cobertura, o la noroccidental Medellín, cuna del temido cártel de las drogas que lideró Escobar durante los ochenta y principios de los noventa.
 Cuando sea libre
 En febrero del año anterior, cuando Proceso entrevistó a El Popeye en el penal de alta seguridad de Cómbita, la expectativa de su liberación lo mantenía ansioso. De mente ágil e inteligencia superior al promedio, según los estudios psicológicos a que fue sometido durante su reclusión, el exsicario criado en Medellín pasaba muchas horas del día pensando en cómo sería su vida fuera de las rejas.
 Sabía que, de acuerdo con los códigos del hampa, su sobrevivencia en la calle estaba en entredicho. “Pero yo tampoco soy huevón (pendejo, en argot colombiano), yo me cuido, y si un tipo viene a matarme, pues yo me defiendo. Yo no soy suicida”, aseguró.
 El Popeye dijo que al salir de prisión buscaría a una mujer buena, bonita y austera con la que pensaba compartir la “fortuna pequeña” que le quedó de sus días de jefe de sicarios de Escobar Gaviria y la cual le daría para vivir con modestia, “como clase media-media”, el resto de su vida.
 Como gran parte de los oriundos de Antioquia, el departamento cuya capital es Medellín, Velásquez Vásquez gusta del tango. En el penal de Cómbita añoraba los acordes del bandoneón y la lírica desgarradora de ese género musical.
 “Cuando salga –aseguró– voy a escuchar mucho tango. El tango es hecho para el hombre que sufre. Para usted gustarle el tango debe haber estado casado con unas tres puntas que lo hagan sufrir como un verraco (cabrón), debe haber matado a unas dos de esas, haber pagado por ahí unos 20 años de cárcel, y haber visto la sangre y la violencia. Ahí sí le sabe rico el tango con una cervecita fría.”
 De acuerdo con El Popeye, una vez libre intentaría llevar una vida cristiana y católica, “como lo ordena Dios”, y haría “lo que haya que hacer” para protegerse de sus múltiples y poderosos enemigos.
 Su testimonio fue determinante para llevar a la cárcel al expolítico del Partido Liberal Alberto Santofimio, como coautor intelectual del asesinato del precandidato presidencial de ese partido, Luis Carlos Galán, perpetrado por sicarios del Cártel de Medellín en agosto de 1989. Además fue testigo del proceso por el atentado explosivo de esa organización delictiva contra un avión de Avianca, en el cual murieron 107 personas en noviembre de ese año. Él mismo confesó su participación en ese hecho.
 El Popeye dijo que si lo matan, las autoridades judiciales tendrán miles de sospechosos por investigar. “Pero yo conozco la vida y la muerte y ahí me entretengo, cuidándome. Así como yo era bueno para buscar, soy bueno para esconderme”, aseguró a este semanario hace 18 meses.
 Hombre nuevo
 Antes de salir en libertad, el jefe de sicarios de Escobar grabó un video para el Inpec en el cual dijo ser “un hombre totalmente nuevo”.
 El día de su liberación el hombre procesado por homicidio, terrorismo, secuestro agravado, narcotráfico, lesiones personales y concierto para delinquir escribió una carta dirigida a los familiares de sus víctimas en la que les pide perdón y manifiesta estar arrepentido de sus crímenes.
 El presidente jurídico de la Fundación Colombia con Memoria, Federico Arellano, quien perdió a su padre en el atentado de 1989 contra el avión de Avianca, repudió la liberación del exsicario y dijo que “23 años de prisión es muy poquito para alguien que participó en 3 mil asesinatos”.
 El Popeye quedó en libertad condicional por decisión del juez Yesid Rodríguez. Estará sujeto a un periodo de prueba de 52 meses y 22 días, durante los cuales tendrá que mostrar un excelente comportamiento y reportarse una vez al mes con un juez en cualquier parte del territorio.
 Para el jurista Carlos Medellín, cuyo suegro, el periodista y director de El Espectador, Guillermo Cano, fue asesinado por el Cártel de Medellín en 1986, El Popeye es “un esquizofrénico que ha contado verdades, verdades a medias y mentiras que no concuerdan con nada”.

De acuerdo con Medellín, “el gobierno debe tener cuidado porque es un loco y un loco peligroso al que hay que seguirle la pista para garantizarle al resto de los colombianos que no volverá a delinquir”.

El ministro de Justicia, Yesid Reyes, dijo que es entendible que las víctimas y afectados por los atentados de Velásquez manifiesten su inconformidad por su liberación, “pero jurídicamente ya cumplió su pena”, la cual fue reducida a cambio de su entrega a la justicia en 1992.

El Popeye reveló a Proceso que viajó varias veces a México a finales de los ochenta como emisario del jefe del Cártel de Medellín, a fin de entrevistarse con el entonces jefe del Cártel de Juárez, Amado Carrillo Fuentes, El señor de los cielos. Dijo que la sociedad entre los dos fallecidos capos fue muy rentable para ambos hasta 1991, cuando Escobar se entregó a la justicia colombiana.­

De acuerdo con el delincuente, cuando Escobar estaba preso, “Amado Carrillo le robó al Patrón como 12 mil kilos de cocaína. Esto lo hizo en alianza con el Cártel de Cali, que estaba en guerra con nosotros. Entonces ahí se terminó la sociedad”.

Escobar pensó en vengarse del jefe del Cártel de Juárez, pero “mandar 20 sicarios de Medellín a México… se los tragan vivos en 10 minutos”, señaló.

El Popeye, único sobreviviente del Cártel de Medellín junto con Roberto Escobar, El Osito, hermano de Pablo, y Carlos Mario Alzate Urquijo, El Arete, sostuvo que el jefe del Cártel de Sinaloa, Joaquín El Chapo Guzmán –quien en esas fechas se encontraba libre–, caería preso.

“En muy poco tiempo El Chapo Guzmán va a caer –dijo en febrero de 2013–. ¿Por qué? Porque el bandido tiene que tener suerte todos los días, las 24 horas, y el policía necesita un minuto de suerte para agarrarlo”. El jefe del Cártel de Sinaloa fue capturado en Mazatlán en febrero pasado.

La voz de la calle

Carlos Arcila, coordinador de la Mesa de Derechos Humanos del Valle de Aburrá en Medellín, señala que en las comunas de esa ciudad hay preocupación por el eventual regreso del Popeye al mundo criminal.

“En las calles de las comunas (barrios marginales) de Medellín hay mucha expectativa y temor de que pueda suceder algo, que vaya a venir El Popeye a buscar las caletas (escondites) de dinero que supuestamente dejó Pablo Escobar. Eso produce miedo y alarma en un sector del mundo criminal. Tenemos que estar pendientes de que no sea un factor de violencia. Para Medellín sería mejor que no regrese”, sostiene.

El presidente de la Corporación para la Paz y el Desarrollo Social de Medellín, Luis Fernando Quijano, especialista en el crimen organizado en esa ciudad, sostiene que durante los 23 años que El Popeye pasó en prisión hubo cambios profundos en el mundo local del hampa “que no le favorecen en nada porque los nuevos patrones (la Oficina de Envigado y Los Urabeños) son los que le ganaron la guerra al Cártel de Medellín”.

Dice que el exsicario de Escobar “forma parte del grupo que perdió la guerra y aquí su vida no vale nada, sobre todo cuando ha hecho fuertes denuncias contra grupos mafiosos muy poderosos. Medellín no es un buen lugar para que vuelva. Tiene demasiados enemigos y no creo que vaya a cometer el error de pararse por aquí. Más bien lo veo a la defensiva, organizando su seguridad y sin ninguna incidencia en el mundo criminal”.

Quijano aclara que “la única motivación que tiene para venir a Medellín son las famosas caletas de Escobar, que él ha dicho que sabe dónde están, y los escondites de armas del Cártel de Medellín, pero sería suicida”.

–¿Le parece que es un hombre 80% muerto? –se le pregunta a Quijano.

–Yo le pongo 90% a que lo matan, a menos que se convierta en una fuente de información para la DEA y ellos lo protejan.




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