Hay
guerra en Europa/Jean
Meyer
El Universal, 31 de agosto de 2014
Y
no lo quieren ver. Ya murieron más de dos mil ucranios en la región de Donetsk
y Lugansk, pero no llaman la atención como los muertos de Gaza. Tiene razón el
analista ruso Dmitri Trenin cuando escribe: “A quienes reflexionan con
solemnidad sobre las lecciones de la Primera Guerra Mundial les sorprenderá
descubrir que, mientras miran hacia atrás, han pasado por alto una catástrofe
que está teniendo lugar justo delante de ellos.” Nadie habla del vuelo MH17
abatido el 17 de julio; entre las 298 víctimas había seis participantes a la XX
Conferencia Internacional sobre el SIDA, entre ellos Joep Lange, famoso pionero
de la lucha contra un mal que ha matado 39 millones de personas.
Desde
la Revolución Naranja de 2004-5, Vladimir Putin le dedicó más importancia que
nunca a Ucrania. En el esquema geopolítico ruso, Ucrania pertenece a lo que
llaman el “extranjero inmediato” o “próximo”, es decir el primer círculo de la
seguridad nacional, algo como el traspatio. Esa palabra recuerda la crisis de
los misiles de octubre de 1962. Los soviéticos instalaban bases de misiles
nucleares en Cuba, las cuales fueron detectadas por los estadounidense. Para
Washington esa seria amenaza era tanto más inadmisible cuanto consideraba que
Cuba era su traspatio. Uno podría decir que, de la misma manera que JFK hizo
bien en forzar Moscú a retirar sus cohetes de la gran isla, Putin tiene razón
cuando hace todo para impedir que Ucrania se vaya del lado de la Unión Europea
y de la OTAN.
EU
y Europa han cometido muchos errores, por acción y por omisión, en cuanto a
Rusia, y eso desde 1992; sin embargo, la comparación entre la crisis actual y
la de 1962 no es válida. Los misiles apuntaban al corazón de Estados Unidos,
mientras que la caída del presidente Yanukovich, el hombre de Putin en Kiev, no
era una amenaza mortal para Rusia. Pero ahí jugaron factores que van desde la
psicología hasta la geopolítica, pasando por la estrategia militar y los
intereses de muchos actores individuales y colectivos. El presidente ruso
sobrerreaccionó a la derrota de su hombre y a las malas jugadas europeas. Su
primera movida, la anexión de Crimea, fue para él una gran victoria ideológica,
que lo llevó a una apuesta peligrosa: desestabilizar el sureste de Ucrania
(Donetsk y Lugansk) con sus paramilitares. Peligro demostrado por el “error”
del 17 de julio cuando un cohete causó la muerte de los pasajeros del avión de
Malaysia Airlines; peligro confirmado por la muerte de más de dos mil ucranios,
de los cuales mil en los últimos quince días.
Putin
dijo que el sureste de Ucrania es “la Nueva Rusia. Jarkiv, Lugansk, Donetsk,
Odessa, no pertenecían a Ucrania en el tiempo de los zares. Fueron transferidas
a Ucrania en los años 1920. ¿Por qué? Sólo Dios lo sabe”. Al ligar su destino
al de Ucrania, debe tomar una decisión muy difícil: dar marcha atrás, por lo
menos en cuanto a una guerra que implica a Rusia cada día más, o entrarle
directo para salvar a los suyos de la derrota. Fuentes diversas señalan que la
artillería rusa bombardea a las tropas de Ucrania, que combatientes rusos y
blindados entran cada día a participar a los combates. ¿Brazo fuerte? Uno
recuerda la espera, la tensa espera en octubre de 1962, cuando los buques rusos
que llevaban misiles nucleares a Cuba se acercaban a la flota de guerra
estadounidense…
Obama
es un hombre sabio, más sabio aún que John Fitzgerald Kennedy, el cual recordaba
en esos terribles momentos el fatal Agosto de 1914, cuando los Estados Mayores
empujaron sus gobiernos a la guerra; es de desear que el presidente Putin tenga
la misma cordura que Nikita Jrushchov. Su entrevista del 26 de agosto con el
presidente ucranio no deja ilusiones sobre su doble juego: el mismo día, por
primera vez, paracaidistas del ejército ruso fueron capturados en Ucrania.
jean.meyer@cide.edu
Investigador
del CIDE
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