subieron
como triunfantes lavanderas,
y
todo ardió en azul, todo fue estrella:
el
mar, la nave, el día se desterraron juntos.
Ven
a ver los cerezos del agua constelada
y
la clave redonda del rápido universo,
ven
a tocar el fuego del azul instantáneo,
ven
antes de que sus pétalos se consuman.
No
hay aquí sino luz, cantidades, racimos,
espacio
abierto por las virtudes del viento
hasta
entregar los últimos secretos de la espuma.
Y
entre tantos azules celestes, sumergidos,
se
pierden nuestros ojos adivinando apenas
los
poderes del aire, las llaves submarinas.” Neruda
XXIV
De: Cien sonetos de amor, 1959
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