Defensa de la autodefensa de Japón/Joseph S. Nye, a former US assistant secretary of defense and chairman of the US National Intelligence Council, is University Professor at Harvard University. He is the author, most recently, of Presidential Leadership and the Creation of the American Era.T
raducción: Esteban Flamini
Project Syndicate |8 de agosto de 2014
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Japón se rigió por una
“constitución de paz”, de cuño estadounidense, cuyo artículo 9 prohíbe la
guerra y limita la acción de las fuerzas japonesas a la autodefensa. Ahora, el
primer ministro Shinzo Abe promueve la sanción de una ley que permita
reinterpretar la constitución para que ese concepto incluya la “autodefensa
colectiva”; así el país podría ampliar su cooperación en materia de seguridad
con otros países, particularmente con su aliado más cercano, Estados Unidos.
Los críticos consideran que la reinterpretación supondría la ruptura con
una tradición de siete décadas de pacifismo. Pero en realidad, los objetivos
principales de Abe (mejorar la capacidad de Japón de responder a amenazas de
menor nivel que un ataque armado; hacer posible una participación más eficaz en
actividades internacionales de mantenimiento de la paz; y redefinir el tipo de
medidas de autodefensa permitidas según el artículo 9) son relativamente
modestos.
El temor a que Japón pueda verse implicado en guerras lejanas libradas por
Estados Unidos también es exagerado. De hecho, la reinterpretación está
cuidadosamente pensada para prohibir aventuras de esa índole, pero permitiendo
una colaboración más estrecha con Estados Unidos en relación con amenazas
directas a la seguridad japonesa.
Es fácil ver por qué Abe busca ampliar el derecho a la autodefensa. Japón
se encuentra en una región peligrosa, ámbito de tensiones profundamente
arraigadas que amenazan con estallar en cualquier momento.
A diferencia de lo que ocurrió en Europa después de 1945, los rivales del
este de Asia nunca llegaron a reconciliarse de todo, ni establecieron
instituciones regionales sólidas; por eso la estabilidad regional tuvo que
depender necesariamente del Tratado de Seguridad entre Estados Unidos y Japón.
En 2011, al anunciar el “rebalanceo” en dirección a Asia, el gobierno del
presidente estadounidense Barack Obama reafirmó la Declaración
Clinton-Hashimoto de 1996, que señala que la alianza de defensa entre Estados
Unidos y Japón es el fundamento de la estabilidad de Asia, prerrequisito para
la continuidad del progreso económico del continente.
El objetivo más amplio de la declaración era establecer una relación
triangular estable (aunque despareja) entre Estados Unidos, Japón y China. Los
sucesivos gobiernos estadounidenses mantuvieron el mismo enfoque, y las
encuestas de opinión muestran que aún goza de amplia aceptación en Japón (en
buena medida, debido a la estrecha cooperación bilateral en los esfuerzos por
reparar los estragos del terremoto y tsunami de Tōhoku en 2011).
Pero Japón aún es extremadamente vulnerable. La amenaza regional más
inmediata es Corea del Norte, cuya impredecible dictadura invirtió sus magros
recursos económicos en la obtención de tecnología nuclear y misilística.
A más largo plazo, otra inquietud es el ascenso de China, una potencia
económica y demográfica cuya creciente capacidad militar le permitió asumir una
postura cada vez más asertiva en diversas disputas territoriales, entre ellas
la que mantiene con Japón en el mar de China Oriental. Las ambiciones
territoriales de China también provocan tensiones en el mar de China
Meridional, por el que pasan corredores marítimos vitales para el comercio
japonés.
A complicar la cuestión contribuye el hecho de que la evolución política de
China no ha corrido pareja con su progreso económico. Si el Partido Comunista
chino se sintiera amenazado por la frustración popular resultante de la falta
de participación política y la represión social permanente, podría derivar
hacia un nacionalismo competitivo, y eso alteraría un statu quo que ya de por
sí es delicado.
Claro que si China se volviera agresiva, otros países de Asia como la India
y Australia (que ya ven con preocupación la asertividad china en el mar
Meridional) se unirían a Japón en el esfuerzo por contrarrestar el poder de
Beijing. Pero tal como están las cosas, una estrategia de contención sería un
error. Al fin y al cabo, tratar a China como a un enemigo sería el mejor modo
de generar enemistad.
Un método más eficaz, por el que abogan Estados Unidos y Japón, sería
concentrarse en la integración, con algún tipo de cobertura contra la
incertidumbre. Para ello, los líderes estadounidenses y japoneses deben
configurar un entorno regional que incentive a China a actuar responsablemente;
y eso incluye mantener fuertes capacidades de defensa.
Entretanto, Estados Unidos y Japón deben reconsiderar la estructura de su
alianza. Si bien la revisión prevista del marco de defensa japonés es un hecho
positivo, muchos japoneses todavía lamentan la falta de simetría en las obligaciones
de la alianza. Otros se quejan del costo de las bases estadounidenses,
particularmente en la isla de Okinawa.
De modo que a más largo plazo, Estados Unidos debe fijarse el objetivo de
transferir gradualmente el control de las bases al gobierno japonés y dejar en
ellas una fuerza militar rotativa. De hecho, algunas bases donde se alojan
unidades estadounidenses ya están bajo bandera japonesa (se destaca entre ellas
la base aérea de Misawa, al norte de Tokio).
Pero el proceso debe manejarse con cuidado. A medida que China invierte en
misiles balísticos de avanzada, las bases fijas de Okinawa son cada vez más
vulnerables. Para que no parezca que Estados Unidos decidió entregar las bases
a Japón justo cuando su valor militar disminuye, y para asegurar que el cambio
represente la reafirmación del compromiso de Estados Unidos con la alianza,
conviene establecer una comisión conjunta que se haga cargo de organizar la
transferencia.
Para Japón, convertir la alianza con Estados Unidos en una sociedad
igualitaria es esencial para garantizar su posición regional y global. En este
sentido, el modesto paso que dio Abe en dirección a la autodefensa colectiva va
en la dirección correcta..
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