Las muchas muertes de Mozart/Juan Villoro, escritor.
El
Periódico | 31 de enero de 2016.
La
inmortalidad de Mozart se mide en la vigencia de su música y en las agonías que
se le atribuyen. La modernidad lo resucita para imaginarle muertes. Su biógrafo
Wolfgang Hildesheimer señala que eso proviene de un hecho esencial: el genio
sabía que el fin estaba cerca.
Mozart
murió después de componer el ‘Réquiem’ encargado por un mensajero vestido de
negro que visitó al compositor en tres ocasiones sin revelar quién pagaría el
encargo. De acuerdo con la leyenda, el compositor entendió, ya enfermo, que
escribía su propio réquiem. Poco después se suicidaron dos amigos de su logia
masónica. Esto despertó hipótesis sobre un pacto secreto o una conspiración.
Otra teoría asoció su destino con el compositor Antonio Salieri.
Hildesheimer
comenta que las frases atribuidas a los moribundos son exageradas y que, en el
caso de Goethe, la exclamación “¡Más luz!” tal vez se refería al deseo de que
abrieran la ventana. La posteridad prefirió entender esta sencilla petición
como una insaciable sed de sabiduría. En lo que toca a Salieri, cuentan que en
estado demencial aseguró haber enevenenado a Mozart. El suceso llegó a oídos de
un célebre duelista, Pushkin. En su relato El disparo, el fundador de la
literatura rusa dejó una impecable parábola sobre dos duelistas. De acuerdo con
los protocolos de la violencia caballerosa, el más agresivo aprovechó el
privilegio de disparar primero y falló el tiro. El segundo tirador tenía la
oportunidad de matarlo, pero decidió conceder un perdón humillante: apuntó
hacia el agujero que la bala había abierto en la pared y disparó exactamente
ahí, demostrando la impecable puntería con la que no lo había matado. Años
después, el propio Pushkin moriría en un duelo.
Una
de sus más breves e influyentes obras es el drama Mozart y Salieri, que
comienza con la frase: “Se dice que en este mundo no existe la verdad”. Para explorar
esta sentencia, Pushkin escribió una resistente calumnia. Salieri le ofrece una
copa a Mozart, quien, siempre precoz, la trasiega de inmediato. “¡Has bebido
sin esperarme!”, le reprocha Salieri, que lleva años viendo cómo el joven
colega se le adelanta en todo. Poco después, Mozart fallece.
Peter
Shaffer popularizó este infundio en su obra de teatro Amadeus, que Milos Forman
llevó al cine. La disputa entre un compositor inimitable y un colega menor era
demasiado atractiva para no ser explorada. El efecto secundario de esta
fantasía fue que satanizó a un compositor que –ironía de ironías– Mozart
envidió cuando le ganó un par de puestos en la corte vienesa. No han faltado
quienes se nieguen a tocar a Salieri por el supersticioso temor de atentar contra
el dios de la música.
El
pasado 10 de enero, el ‘Schwäbische Zeitung’ dio a conocer una partitura
hallada en Praga que prueba que los supuestos enemigos trabajaron juntos. Para
la recuperada salud de Ofelia es una cantata con poemas del veneciano Lorenzo
da Ponte, que escribió los libretos de ‘Don Giovanni’, ‘Così fan tutte’ y ‘Las
bodas de Fígaro’. El tema de la cantata desafía la leyenda. Según informa Pablo
L. Rodríguez en El País, en 1785 la cantante inglesa Nancy Storace perdió la
voz durante la representación de una ópera. Tardó cuatro meses en recuperarse y
esto obligó a posponer su interpretación de ‘Ofelia’ en la ópera de Salieri ‘La
gruta de Trofonio’. Para celebrar su regreso, Mozart y Salieri escribieron la
cantata. Luego Storace sería la Ofelia de Salieri y la primera Susanna de ‘Las
bodas de Fígaro’. Unidos para proclamar el resurgimiento de una voz, Mozart y
Salieri serían mitificados como rivales.
La
partitura hallada en Praga elimina conjeturas, pero no acabará con la fantasía
del genio asesinado por su competidor. Con la capacidad de vigilancia de quien
teme ser destronado, Lope de Vega escribió: “De poetas, muchos están en ciernes
para el año que viene; pero ninguno hay tan malo como Cervantes ni tan necio
que alabe a ‘Don Quijote’”. Nadie interpreta mejor que un adversario. Antes de
la aparición del Quijote, Lope advirtió que esa obra podía eclipsarlo. En un
soneto Quevedo dijo de él: “La envidia su verdugo y su tormento”. El duelo
entre los compositores no dejará de suceder en la imaginación, pero acaso la
víctima sea otra. Como en el poema de Quevedo, Salieri fue el máximo admirador
de “su verdugo y su tormento”.
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