REPORTAJE
Remedios
Varo, la moderna visionaria
- La artista desarrolló su surrealismo en México, donde alcanzó la madurez creadora
Estrella
de Diego
El País Semanal, 27
ENE 2016 - 17:00 CST
Una
imaginación repleta de mundos fascinantes y pinceles capaces de capturarla. Con
ambas herramientas, dio vida a personajes impregnados por su propio exilio.
Casi desconocida en España, la artista Remedios Varo desarrolló su surrealismo
en México, donde alcanzó la madurez creadora
En
los años diez del siglo pasado, una niña de ojos almendrados, de gato, y mirada
inquisitiva admira con curiosidad un manuscrito miniado en el cual se relata la
historia de la familia. Le fascina la época medieval, dicen, las visiones de
Hildegarda de Bingen –la artista y erudita del siglo XI–, los dibujos de la
pintora Ende del Beato de la catedral de Girona… Allí, en Anglés, nace Remedios
Varo por casualidad el 16 de diciembre de 1908 –su padre, ingeniero, está
destinado en Cataluña–.
Los
cadáveres exquisitos marcaron su acercamiento al surrealismo.
Desde
muy pronto la pequeña Remedios sueña y dibuja. Piensa en viajes, idas y
venidas, en una casa gobernada por los traslados que la profesión del
progenitor exige: la familia se muda a Algeciras en 1913 durante el tiempo que
dura el trabajo en Larache (Marruecos) y el padre cruza con frecuencia el
Estrecho para verles. Luego a Madrid. Son los mismos viajes que harán Varo y
los personajes que pinta: recorridos que tienen mucho de exilio, quizá porque
ese es el destino de los visionarios, aquellos capaces de convertir lo
ordinario en extraordinario, en especial.
En
esos años, y junto a Francés y el canario Óscar Domínguez, Varo emprende el
camino abiertamente surrealista: los cadáveres exquisitos –una forma de juego
en el cual cada jugador escribe o dibuja una parte del texto o la figura sin
tener en cuenta lo ejecutado por el resto de los participantes, manteniendo por
lo tanto el carácter colectivo y azaroso de la obra–. Es todavía una artista
tímida. Como recuerda el escritor y artista Marcel Jean en 1935: “Apenas
pintaba entonces, dibujaba un poco y pasábamos bastante tiempo haciendo juntos
cadáveres exquisitos”. Varo opta por la trastienda como camuflaje, pero no para
satisfacer las aspiraciones de Breton –que quiere a las mujeres sumisas–, sino
para poder seguir soñando a sus anchas.
El
exilio hacia México empezaría para Varo y Péret, como para tantos otros, cuando
los nazis entraron en la capital francesa. En México se instalarían tras un
largo y doloroso periplo –epítome de ese exilio permanente que rememora la obra
de Varo El vagabundo–. En México se quedaría la artista tras el regreso de
Péret a París y en México cultivaría la amistad de otra refugiada, Leonora
Carrington. Ambas poseían un exquisito sentido del humor y una imaginación
desbordante que, a veces, aplicaban a sus famosas recetas visionarias. Un buen
ejemplo son las Recetas y consejos para ahuyentar los sueños inoportunos, el
insomnio y los desiertos de arenas movedizas bajo la cama: “Póngase el corset
bastante apretado. Siéntese ante el espejo, afloje su tensión nerviosa, sonría,
pruébese los bigotes y los sombreros según sus gustos”.
Sin
embargo, el interés hacia lo mágico y lo oculto fue más allá de esos pequeños
divertimentos y hasta emprendieron juntas el proyecto de una obra teatral de
estilo surrealizante. Varo y Carrington se interesaron de una manera
consistente por la alquimia, el poder transformador de las mujeres y sus
relaciones con la naturaleza. Hasta se diría que parte de la iconografía
explorada por Varo en sus pinturas se debe a las conversaciones que las amigas
mantuvieron, los libros que leyeron y la búsqueda espiritual que iniciaron
juntas. De esta forma, las ciencias naturales se mezclan en el proyecto de Varo
con las ciencias ocultas; visiones y premoniciones que inundan su producción
pictórica con mucho de proyecto autobiográfico gobernado por el exilio, las
metamorfosis, los viajes, el humor y cierto carácter obsesivo plagado de
momentos de inseguridad, de desapego.
Y,
pese a todo, incluso los miedos acaban por convertirse en ironía –a menudo
comenta los cuadros en las cartas a la familia y los amigos–. Ocurre con Mujer
saliendo del psicoanalista (1960), donde uno de sus personajes un poco
andróginos se mueve entre una arquitectura fantasmal: “Esta señora sale del
psicoanalista arrojando a un pozo la cabeza de su padre (como es correcto hacer
al salir del psicoanalista). En el cesto lleva otros desperdicios psicológicos:
un reloj, símbolo del temor de llegar tarde, etcétera. El Dr. se llama FJA
(Freud, Jung, Adler)”.
Es
un curioso juego de dobles en el cual Remedios Varo se esconde tras los
personajes tanto como los personajes se esconden tras ella. Cabello convertido
en bicicleta en Locomoción capilar, vestidos transformados en sillas en
Tailleur pour dames o huesos de pollo y pavo, raspas de pescado, alambre… que
se organizan en una pieza de aspecto humanoide subida en una rueda en De Homo
Rodans. La acompaña un texto donde imita el estilo pomposo de los eruditos y lo
firma con un nombre inventado, Hälikcio von Fuhrängschmidt, un supuesto
antropólogo alemán que habla del primer paraguas hallado entre las ruinas de
Mesopotamia. Es el juego surrealista de Breton llevado a sus máximas consecuencias
en 1959: ser otro, siempre otro, y divertirse, exorcismo contra los miedos y
las inseguridades.
Por
esos mismos años, en pleno éxito, Varo recibe el encargo de hacer un mural para
el nuevo pabellón oncológico del Centro Médico de la Ciudad de México. Nunca
llega a concluirlo, seguramente abrumada por una escala que poco o nada tiene
que ver con su estilo de miniaturista –o tal vez paralizada por la sombra de la
enfermedad, dicen algunos–. Al poco tiempo, el 8 de octubre de 1963, con 55
años, en una pletórica madurez artística, le llegaba la muerte inesperada,
aunque la luz de Remedios Varo siguió iluminando la historia con su humor y sus
visiones.
La
editorial Atalanta acaba de publicar el libro ‘Cinco llaves del mundo secreto
de Remedios Varo’.
elpaissemanal@elpais.es
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