Poemas
Rio natal de Alejandro Avilés tomado
del libro Don del viento
Rio natal.
No huyas, forma
en luz transfigurada,
memoria fiel de
la canción oída,
oh forma de la
vida,
eternidad al
tiempo encadenada
Permanencia que
afloras de pasada,
agua de sol
vestida
y en el árbol
sediento derramada
Memoria de la
luz, aliento mío,
no abandonarme
intentes
a prematuro
invierno en el estío
Suave
esplendor, no huyas a tus fuentes
Alegra, oh
dulce río,
mis riberas de
sombra en tus corrientes
#’’
Alejandro
Avilés: el viento nos remonta al origen
Revista
Proceso REDACCIÓN , 20 AGOSTO, 1977
Rosendo
García Leyva
Estamos
con el poeta Premio Nacional de Poesía con motivo del IV Centenario de la
Fundación de la Ciudad de Saltillo. En la dirección de la Escuela de
Periodismo, Alejandro Avilés con voz grave, natural, responde a la entrevista
—Usted es un
poeta del misterio, ¿cómo fue posible, dígame, que las palabras llegaran hasta ahí,
cómo se le iluminó esa región?
—Yo diría que
la experiencia vivida, la vida misma incendiando sobre nuestra conciencia,
va quedando impresa en una región profunda, en lo que Jacques Maritain llamara “la noche traslúcida del inconsciente
espiritual” y cuando, en un momento dado, las potencias se juntan en la raíz
del alma y quieren hablar juntas, se vierten en palabras y en un momento feliz,
un claro día, aquello se produce y para uno mismo es una revelación.
—Su poesía
nunca me recuerda a nadie, ¿dónde cifra su originalidad? ¿cuáles han sido sus
aguas nacientes?
—Esta locura
que es hacer poesía comenzó en mi adolescencia, hacia los catorce años,
como suele comenzar con los hombres muy jóvenes, con el conocimiento de una
muchacha que lo traía a uno de cabeza y uno quiere decirle las cosas y
entonces, como el amor requiere de algo semejante a la oración, uno —a
semejanza de las oraciones que aprendió de niño— empieza a hablar y de pronto,
se encuentra con que esas expresiones están cargadas de significaciones
extrañas, de un ritmo también misterioso que no se sabe por qué nació, pero
como que hay un vuelo, una forma de convocar las palabras, una fuerza, una
especie de imantación del lenguaje que hace que las palabras se agrupen de
determinada manera para expresar el amor, para expresar la admiración, la
belleza de un paisaje, de algo que estéticamente nos sacude, nos conmueve y
desde entonces, desde esa adolescencia sentí necesidad de expresar esos estados
de alma, así nació
—Usted en cada libro suyo vuelve a su
infancia ¿Qué región de su persona le ha movido a escribir más encendidamente;
aquella infancia original o su agudeza, su lucidez crítica?
—Uno
no sabe nunca, uno sencillamente busca en su interior un hontanar de luz o de
agua clara y siente que el lenguaje es capaz de chapuzarse allí, de bajar a eso
y luego, recién lavado, ascender al plano de la conciencia y manifestarse Y claro, ¿qué es lo más original en
nosotros, lo originario? Pues es la infancia, el momento aquél en que nos
empezamos a asomar al mundo y lo hicimos con la mayor pureza posible, porque no
estábamos contaminados de imágenes extrañas y de lugares comunes que después
nos envuelven, sino que teníamos una forma propia de ver la vida, de contemplar
el mundo y, entonces, uno siente una nostalgia de aquella época.
Es
lo que podríamos llamar, como (Marcel) Proust,
la búsqueda del tiempo perdido, o sea del tiempo aquél de infancia, del tiempo
del Paraíso, del Génesis que ya no volverá
—De alguna o de
todas maneras, usted es un poeta religioso ¿Qué tiene que ver su experiencia
religiosa con su experiencia poética?
—Yo
creo que el hombre es uno y que al expresarse, al manifestar sus vivencias
interiores, tienen que proyectarse sus mayores adhesiones, sus más profundas
lealtades Y si uno es religioso, al momento de escribir, aunque no se lo
proponga, tienen que salir imágenes religiosas, frases religiosas, ritmos de
índole religiosa, quizá hasta oraciones; porque está uno moviéndose en las
profundas aguas y no puede uno separar y decir: “Esto es la poesía, esto es la
religión, esto es la filosofía”, no lo puede uno separar Parece contradictorio
con lo que decía hace un rato, que una cosa es la filosofía y otra cosa es la
poesía; sí, son cosas diferentes como disciplinas espirituales, como
disciplinas del hombre; la filosofía tiene su propio método, su propio rigor,
la poesía tiene el suyo, pero las ideas filosóficas, los sentimientos
religiosos y todas las adhesiones profundas del alma no pueden abandonarlo a
uno y entonces, se manifiestan también en la poesía, no a la manera de un
razonamiento de un raciocinio filosófico, no, sino en la forma de sueño, de
esplendor y de música propios de la poesía
—Ahora recuerdo
su Río de infancia, su Río natal, usted vuelve a su primer río ¿Cómo era,
cuénteme, qué iba a hacer al río, de qué color es?
—Decía
José Vasconcelos que uno no sabe nunca de qué color son los ojos de la mujer
amada.
Y
mi mujer amada, la poesía, y el río que subyace con ella ¡quién sabe de qué
color serán! Pero tal vez haya en esto una circunstancia biográfica: todos los sinaloenses nacimos a la orilla
de un río Cuando nosotros nacimos, allá en siglos pretéritos, Sinaloa era una
gran extensión semidesértica, surcada por once ríos. Entonces, toda la vida
estaba en las márgenes de los ríos y el agua, el río mismo, se identificaba en
nuestro subconsciente con la vida Entonces, siempre pensamos que el agua es la
vida, que el río es la vida, que el río es el espíritu, que el río es todo lo
que vive, se ahí que a veces surja la imagen del río como una de las más
entrañables que uno puede concebir.
—Esta
entrevista fue motivada por su premio, por su libro Don del Viento ¿Qué
necesita decirme de su libro? Platíquemelo
—Necesitar
decirle Tanto como eso, no Yo diría que el libro debe decirse a sí mismo. Sin
embargo, yo puedo anticipar que consta de dos partes. La primera se intitula Don del Viento, que es precisamente la
que da nombre al libro y significa para mí, eso que se me dio como un don
gratuito que yo recibí, y del viento porque “el espíritu sopla donde quiere” Esta
parte está compuesta por poemas que se refieren a las vivencias más entrañables
de la vida: el amor, la amistad, la esperanza, la muerte, las grandes palabras
con las que está uno en pugna, se encuentran contenidas en esta parte del libro.
La segunda —es algo curioso—, también se refiere a esas cosas, pero ya muy
concretas, conectadas directamente con
el padre, con la madre, con el hermano, con la novia, con la esposa, con el
amigo, con la amiga, con el grupo amistoso. Entonces son poemas de circunstancia,
pero no circunstanciales, es decir, que la idea no es hacer una anécdota Un
poema no debe ser una anécdota, debe trascender la anécdota. Así es que estos
poemas, partiendo de la anécdota, partiendo de una vivencia concreta, expresan
el amor, la esperanza, la fe, pero vinculados estrechamente con la esposa, con
el padre, con el amigo.
—Hablando de
juventud Entre jóvenes que nadie conoce, ¿sabe usted de algunos poetas?
—¿Qué nadie
conoce?
¡Ah!, pues eso sí es difícil Hay por ahí un
joven que es un gran poeta y que ya empieza a ser conocido por todo el mundo,
que es Raúl Navarrete+, sobre todo
con ese libro: Memoria de la Especie. Hay
una muchacha, poeta, de apellido Berman, su nombre se me escapa; lo que no se
me escapa es el impacto que han causado en mí sus poemas, realmente la obra de Sabina Berman es estremecedora, y entre los
muchachos que han estudiado en la Escuela, hay uno que creo que tiene un gran
porvenir como poeta, es Daniel Sada
apenas comienza a ser conocido también, pero para su poca edad tiene una gran
madurez y una gran fuerza expresiva, un resplandor de misterio
—Veo que una
característica suya es la clara conciencia lírica; quiero decir, que su poesía
no ha perdido la inocencia original Seguramente usted lo sabe, porque la
inocencia permite conocer sin confusión ¿Qué me dice de esto?
—Sobre
la inocencia nadie puede hablar En el momento en que hable y conozca la
inocencia, ya la perdió, por eso, yo prefiero confesar que ignoro esto. Recuerdo
usted el pecado original decía Efrén
Hernández (1904-1958) : “El día que perdimos la inocencia” Hay algo que quizá el poeta
no pueda hacer, psicoanalizarse, hurgar demasiado en sus secretos, porque en el
momento en que dejen de ser secretos como que pierden también su fecundidad, su
capacidad de traducirse en música, en verbo creativo; en fin, de todas esas
cosas. Si la inocencia es fuente de
poesía, yo quisiera tenerla, porque para mí no hay nada más importante en las
obras del hombre que expresarse, expresar el misterio con que vive, lo más
profundo de sí mismo y de los demás, lo esencial de la vida del hombre, sus
afectos, sus lealtades, su vinculación con el ser de las cosas, con la armonía
del Universo. Y eso no se da en conceptos claros y distintos, sino que viene
mezclado con imágenes, con música, con un ritmo Efrén Hernández decía: “A la derecha el logos, del otro lado, la
música” Es como si hubiera dos alas y es el momento, los pequeños momentos del
vuelo Uno generalmente no está volando, sino que está muy apegado a la tierra y
es incapaz de cernirse en los aires, es muy difícil eso pero tal vez hay un
momento en que se puede lograr gracias a esa vinculación del logos y la música.
—¿Qué
preferencia ha tenido como poeta lector entre los clásicos? ¿Entre sus
contemporáneos mexicanos y de otras partes?
—El
poeta que más me ha sacudido es Dante
Alighieri creo que es el poeta total, como decía Saint-John Perse, en su discurso del homenaje del séptimo
centenario de Dante, en Florencia: “Aún vivimos bajo su sombra”; y tal vez por
esa afinidad entre los poetas contemporáneos, yo soy un devoto de Saint-John Perse, y lo fui mucho antes de
saber que él lo era de Dante; pero hay alguna afinidad, algo que nos conduce a
un viento, a un mar, a un mundo comunes.
Entre
los españoles, por supuesto, está San
Juan de la Cruz, Fray Luis de León, aquel gran sonetista que fue don Francisco Quevedo.
De
los mexicanos contemporáneos yo considero el más grande de todos a José Gorostiza. Puedo mencionar a Efrén Hernández —lo menciono siempre
porque es un gran poeta casi desconocido y debe ser dado a conocer—, creo que
los poetas mexicanos y los jóvenes y toda la gente de México, ganarían mucho
con leerlo. También Francisco Alday en
el ámbito de la poesía religiosa. Rosario
Castellanos, entre las mujeres, y ahora estoy en la onda de leer a Dolores
Castro porque estoy preparando un libro de ella que vamos a editar: es también
una gran poeta. Eso no quiere decir que yo olvide a los que son más
reconocidos, digamos, Octavio Paz,
Carlos Pellicer, Jaime Sabines, sn conocidos y muy reconocidos y son muy
buenos poetas, pero poetas tan grandes, tan buenos como ellos son esos que voy
mencionando y, sin embargo, son ignorados…
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Raúl Navarrete, narrador y poeta fue alumno del profe Avilés. Nació en Arandas, Jalisco, el 5 de noviembre de 1942 y urió en la ciudad de México el 7 de noviembre de 1981. . Estudió periodismo en la Carlos Septién García.
Premio Nacional de Literatura Carlos Trouyet 1970 y Latinoamericano de Cuento 1974 por Las olas del mar mudo. Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 1977 por Memorias de la especie, poemario que se incluye en la compilación Premio de Poesía Aguascalientes 30 años, 1968-1977, Joaquín Mortiz/Gob. del Edo. de Aguascalientes/INBA, 1997.
Daniel Sada Villareal (1953-2011). “Yo no invento palabras, las oigo o, en todo caso, las deformo“. Originario de Mexicali, Baja California, donde nació el 25 de febrero de 1953, y murió a las 23 horas dle viernes 18 de noviembre de 2011, ustamente unas horas después de que fuera anunciado como uno de los ganadores – el otro fue José Agustín Ramírez Gómez- del Premio Nacional de Ciencias y Artes 2011, él no se enteró que fue galardonado.
Fue discípulo de Aviles y de Juan Rulfo, y dos de sus novelas, Una de dos y Luces artificiales fueron llevadas al cine por el director Marcel Sisniega. Su obra fue reconocida por premios como el Xavier Villaurrutia en 1992, el Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares en 1999 o el Premio Herralde de Novela 2008, entre otros.
Era licenciado en Letras Hispánica y en Periodismo por la Escuela Carlos Septién García, fue amigo del profe Alejandro Avilés quien lo envió a Culiacan para “foguearse” en El Noroeste de Sinaloa, trabajo durante cinco años por allá, y fue cuando empezó a escribir Lampa vida; fue catedrático en la Universidad de Zacatecas y profesor en diversas instituciones universitarias, y tallerista. (Impartía talleres literarios).
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Raúl Navarrete, narrador y poeta fue alumno del profe Avilés. Nació en Arandas, Jalisco, el 5 de noviembre de 1942 y urió en la ciudad de México el 7 de noviembre de 1981. . Estudió periodismo en la Carlos Septién García.
Premio Nacional de Literatura Carlos Trouyet 1970 y Latinoamericano de Cuento 1974 por Las olas del mar mudo. Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 1977 por Memorias de la especie, poemario que se incluye en la compilación Premio de Poesía Aguascalientes 30 años, 1968-1977, Joaquín Mortiz/Gob. del Edo. de Aguascalientes/INBA, 1997.
Daniel Sada Villareal (1953-2011). “Yo no invento palabras, las oigo o, en todo caso, las deformo“. Originario de Mexicali, Baja California, donde nació el 25 de febrero de 1953, y murió a las 23 horas dle viernes 18 de noviembre de 2011, ustamente unas horas después de que fuera anunciado como uno de los ganadores – el otro fue José Agustín Ramírez Gómez- del Premio Nacional de Ciencias y Artes 2011, él no se enteró que fue galardonado.
Fue discípulo de Aviles y de Juan Rulfo, y dos de sus novelas, Una de dos y Luces artificiales fueron llevadas al cine por el director Marcel Sisniega. Su obra fue reconocida por premios como el Xavier Villaurrutia en 1992, el Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares en 1999 o el Premio Herralde de Novela 2008, entre otros.
Era licenciado en Letras Hispánica y en Periodismo por la Escuela Carlos Septién García, fue amigo del profe Alejandro Avilés quien lo envió a Culiacan para “foguearse” en El Noroeste de Sinaloa, trabajo durante cinco años por allá, y fue cuando empezó a escribir Lampa vida; fue catedrático en la Universidad de Zacatecas y profesor en diversas instituciones universitarias, y tallerista. (Impartía talleres literarios).
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