La reversión del Brexit/ Hugo Dixon es vicepresidente de la campaña Voto del Pueblo.
ABC; Sábado, 05/Ene/2019;
Ahora que es probable que los parlamentarios británicos rechacen el acuerdo sobre el Brexit de Theresa May, así como cualquier forma alternativa de Brexit, seguramente se preguntará a los ciudadanos si siguen queriendo abandonar la Unión Europea, y entonces dirán que no. De modo que adelantémonos hasta ese momento e imaginemos el intercambio de cartas entre la primera ministra británica y Donald Tusk, el presidente del Consejo Europeo.
Estimado Donald:
Hace tres años, los ciudadanos británicos creyeron en la fantasía del Brexit y decidieron que querían abandonar la Unión Europea (UE). Ahora han visto la realidad y desean permanecer en ella.
Hemos aprendido mucho sobre el valor de nuestra pertenencia a la UE. Vemos que no es posible tener un mercado único sin normas comunes, y preferimos mucho más ayudar a elaborar esas normas que seguir ciegamente unas normas hechas por otros.
Vemos las ventajas de estar en el bloque económico más grande del mundo cuando otras grandes potencias como Estados Unidos y China hacen alarde de su fuerza. Y, una vez más, preferimos ayudar a elaborar las políticas comerciales de la UE que seguirlas pasivamente.
Quedan más cosas por hacer para mejorar nuestra economía a fin de que las generaciones más jóvenes tengan un futuro próspero. Queda más por hacer para garantizar que los frutos de la globalización se repartan de una manera justa y que comunidades enteras no se queden atrás. Queremos desempeñar nuestro papel en la construcción de ese futuro.
Pero Reino Unido nunca ha sido solo un país de tenderos, a pesar de lo que dijera Napoleón.
Tenemos una historia orgullosa, y tenemos muchas cosas que aportar a la política exterior y la defensa.
Somos una potencia europea importante. Pero no tendremos influencia en Washington si no estamos presentes en la mesa en Bruselas. Y no tendremos influencia en Europa si Estados Unidos ya no cree que somos importantes.
Es más, hace tres años, Donald Trump no estaba en la Casa Blanca y Vladímir Putin no estaba envenenando a la gente en Reino Unido. El mundo es más peligroso y, aunque la UE tiene sus problemas, es un relativo remanso de paz en un mar de desdichas.
Hasta Boris Johnson, nuestro exministro de Asuntos Exteriores, se ha dado cuenta de que tenemos más en común con nuestros aliados de la UE que con los Estados Unidos de Trump. Ya sea en lo referente al cambio climático, o al pacto nuclear con Irán o al traslado de la Embajada a Jerusalén, estamos en el mismo bando que Europa.
Esto no es una casualidad. Compartimos unos valores y unos intereses comunes porque estamos en la misma parte del mundo.
Por último, vemos que, sin la UE, habríamos tenido problemas para llevar la paz a Irlanda del Norte. Por tanto, ahora que volvemos a la UE, estamos decididos a trabajar conjuntamente con nuestros amigos europeos para enfrentarnos a los desafíos y aprovechar las oportunidades de las próximas décadas. ¡Hagamos que Europa sea grande otra vez!
Estimada Theresa:
Toda la UE está encantada de que Reino Unido haya decidido quedarse. Europa no sería Europa sin vosotros. Habéis contribuido mucho a la cultura europea a lo largo de los siglos. También sois más influyentes de lo que pensáis, ya que tomásteis la iniciativa en la creación del mercado único y en la ampliación de Europa hacia el Este después del final del imperio soviético.
Todos seremos más fuertes con vosotros como miembros de la UE. Compartís el segundo puesto como economía más grande después de Alemania. Vosotros y Francia tenéis las fuerzas militares más poderosas.
También tenéis un tremendo poder blando. Puede que mucha gente en Reino Unido no se haya dado cuenta de que muchos de nosotros a este lado del Canal ahora hablamos inglés, ¡incluso yo!
El populismo es un virus que ha contaminado a muchos de nuestros países. El referéndum del Brexit original con sus fantasías fue especialmente perjudicial. A Platón y a Aristóteles les preocupaba, con razón, que la democracia pueda convertirse fácilmente en demagogia. Pero vuestro Voto del Pueblo, basado en una reflexión madura sobre la realidad de la pertenencia a la UE, es un poderoso antídoto contra el populismo en toda Europa.
Esta noche vamos a celebrarlo. La bandera británica y la europea se proyectarán con luces sobre los monumentos de toda Europa, desde el Big Ben hasta la Acrópolis, pasando por la Puerta de Alcalá, el Coliseo y la Torre Eiffel. Mañana volveremos a ponernos manos a la obra, y apreciaremos el pragmatismo británico a la hora de terminar el trabajo.
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Brexit/Angel Tafalla Balduz, Almirante (r).
La Razón, Sábado, 05/Ene/2019
Quizás parezca que ha transcurrido una eternidad –pero tan solo era el 8.03.2016– cuando planteaba aquí seis preguntas, sin esperar obtener respuesta alguna para ellas. Por lo mucho que ha sucedido desde aquella fecha y lo diferente que es ahora la situación mundial, pudiera imaginarse que estamos hablando de otro siglo. La tercera de aquellas ya lejanas preguntas que me hacía era que sería mejor para nosotros los europeos: tener una Gran Bretaña que presume de no creer en nuestra futura unión dentro o fuera de dicha «Unión» Europea. Como podíamos imaginar hace algo más de dos años y medio que el primer ministro Cameron iba a cumplimentar inmediatamente su alocada promesa de preguntar a los británicos precisamente esto mismo –que si preferían permanecer en la UE o abandonarla– buscando mejorar asi su posición en el partido y en Europa. Ni tampoco el alcance y virulencia de la campaña de mentiras y engaños que –entre otros muchos– los Srs. Boris Johnson y Nigel Farage iban a desencadenar antes de la votación, eso sí, con la inestimable ayuda de algunos oscuros organismos rusos especializados en la desestabilización informativa. Al Sr. Cameron se le olvido la primera regla de los referéndums: solo debes preguntar cuando estás dispuesto a soportar cualquier contestación. Su dimisión cuando su consulta produjo el Brexit demuestra que se equivocó, tanto en mejorar su situación personal –pues no pudo soportar el resultado– abocando de paso a su país hacia una encrucijada que deteriorara su peso en el mundo a la vez que aumenta las divisiones políticas britanicas.
El referéndum del Brexit –si bien por estrecho margen– demostró que parte del pueblo ingles vivía en una ensoñación post imperial y creían que iban a ser capaces de imponer a Europa su voluntad. Que un divorcio sin dolor –y en sus términos– era posible. Que iba a ser un buen negocio el culpar a la UE de todos sus males y pasar el finiquito. Pero Alemania, Francia e incluso la torpe negociadora que es nuestra España oficial –y desde luego también los otros socios comunitarios– no se parecen en nada a aquellas naciones de su antiguo Imperio a las que Londres solía imponer su voluntad. La Sra. May ha comprobado en sus propias carnes lo que es negociar desde una postura de debilidad objetiva. Todos sufriremos con este impuesto Brexit pero, los británicos, mucho más que el resto de los europeos.
Les confieso que tras estos dos años y medio de reflexión creo haber encontrado respuesta a mi tercera pregunta. Naturalmente es una afirmación personal y discutible, pero prefiero tener a los británicos fuera de la UE que dentro. No es esta una reacción emocional, aunque buenas razones hubiera para que aflorase la indignación tanto por la pérfida conducta británica histórica como por el continuo chantaje a que han sometido a la UE en los últimos años. Tampoco nos debería motivar el deseo de hacernos con alguno de los despojos –instituciones comunitarias o empresas– que la salida de Londres va a propiciar. Pienso que mi razonamiento personal no está influido por el antagonismo tradicional entre nuestras dos Armadas, ni por Gibraltar, ni por nada parecido. Es porque creo firmemente que los europeos deberemos unirnos más en nuestras políticas exteriores y de seguridad para navegar por la mar arbolada que el Sr. Trump nos está anunciando. Todo esto, naturalmente, es más evidente ahora que en aquel marzo del 2016.
O los europeos cerramos filas o seremos barridos uno a uno por los EEUU, China o Rusia. Y con la Gran Bretaña dentro de la UE esto último –lo de cerrar filas– no iba nunca a ser posible. Los británicos han contemplado tradicionalmente la UE tan solo como un negocio económico y no como una unión política y mucho menos emocional. Es por la supervivencia de los valores europeos por lo que pienso que ha llegado el momento de decir adiós a los ingleses –sin rencor o al menos con el menor de los agravios posibles– especialmente ahora que al parecer asi lo quieren ellos. Y digo ingleses y no británicos, porque no estoy muy seguro de lo que escoceses e irlandeses del Úlster desean. Dolería ver que la Gran Bretaña se cuartease con esto del Brexit, pues lo que Occidente necesita es más convergencia y menos desunión. Pero lo que pase no será nuestra responsabilidad sino la de unos votantes, quizás engañados, pero en todo caso cegados por la nostalgia de un pasado imperial que se desvaneció para siempre al final de la 2ª Guerra Mundial. La pérdida de las aportaciones británicas a la UE en el campo económico –y aún más en el de la seguridad colectiva– será sin duda dolorosa a corto plazo. Pero a la larga nuestras posibilidades comunes serán mejores que arrastrando un socio que no quiere profundizar en nuestra unión política.
Por el bien de ese futuro común europeo nuestros líderes deberían estar dispuestos a aceptar las dificultades inmediatas de esta dolorosa y no buscada por nosotros Gran Salida –quizás la deberíamos denominar Gran Huida– proceso al que venimos llamando Brexit. Cuánta razón tenía el General De Gaulle.
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