Columna Razones/Jorge Fernández Menéndez
Publicado en Excelsior, 27/03/2008;
Más sobre los papeles secretos de las FARC
Los documentos que fueron encontrados en las computadoras del comandante de las FARC, Raúl Reyes, aún continúan deparando sorpresas y certidumbres. Uno de los puntos importantes es la confirmación de que, más allá de acuerdos políticos puntuales, existe lo que ellos denominan un proyecto estratégico bolivariano que incluye a las FARC, pero también a los gobiernos de Ecuador y Venezuela. Los acuerdos pasan por la política, el dinero, la protección, la estrategia diplomática, y tienen como adversario al gobierno de Uribe y la influencia estadunidense en la región. El discurso es de un primitivismo de izquierda que ya estaba superado desde fines de los años 70, pero debe recordarse que ninguno de los tres principales protagonistas eran realmente de izquierda entonces ni lo son ahora: las FARC han sido descritas magníficamente por el ex comandante del FMLN, Joaquín Villalobos, como una serie de grupos más orientados en sus orígenes a la autodefensa de sus zonas de control (en las que se ubicaron ante el abandono estatal) y que con el tiempo se han convertido en una narcoguerrilla con principios tan elásticos que resultan irreconocibles. Hugo Chávez era un general golpista, que era apoyado por los sectores de extrema derecha para deshacerse de los grandes partidos de Venezuela, plagados de corrupción. Correa es un político populista, que viene de una vertiente católica y está marcado por un hecho trágico: el padre fue arrestado por tráfico de drogas en Estados Unidos y, cuando fue extraditado a Ecuador, se quitó la vida. Ese hecho y la formación en rígidas escuelas católicas marcaron la vida de Correa, quien participó en gobiernos conservadores hasta que, impulsado por Chávez, decidió buscar la presidencia de Ecuador. Nada en su historia lo liga con una formación izquierdista. Correa, según los documentos, llega incluso a adoptar, probablemente por inexperiencia y falta de control real sobre las fuerzas de poder en su país, una serie de acuerdos con las FARC que, en otra lógica, tendrían que ser entendidos como algo más que un acto de agresión a sus vecinos colombianos.
Lo cierto es que, en el proyecto estratégico en el que participan, para las FARC, Chávez y Correa son, como dice uno de sus documentos, “patria o muerte”, en otras palabras, incondicionales. Los documentos no sólo ponen de manifiesto esa situación sino también cómo se utiliza el tema de los rehenes para tratar de imponer por esa vía el reconocimiento de las FARC como parte beligerante en Colombia y poder darle así apoyo explícito desde ambas fronteras. Los negocios que se hacen en torno a esa conjunción de fuerzas son infinitos según los documentos y, como hemos podido ver, van desde la instalación de gasolineras con insumos colombianos y de otros negocios, por medio de empresas fantasma, hasta la venta de drogas y uranio. Hoy sabemos, por ejemplo, que la carta que aparece firmada por JE y dirigida al presidente Chávez es en realidad del propio Manuel Marulanda (ese es el apodo que utiliza) y el Marcos que está negociando drogas con México es Luis Alberto Albán Urbano, más conocido en nuestro país como Marco León Calarcá, quien fue el representante de las FARC en México hasta 2003. Las cartas demuestran que Calarcá sigue manteniendo los contactos y la operación con México, incluidos los de venta de drogas.
México está presente en el tema FARC no sólo por la venta de drogas hacia nuestro país y la intervención política de esa organización en distintos movimientos de solidaridad ligados íntimamente al EPR y sus desprendimientos (según documentos de 2007, las FARC destinaron poco más de dos millones de dólares para financiar esos movimientos en México), sino también debido al doloroso hecho de que una joven mexicana, Lucía Morett, haya sido herida en el campamento de las FARC el primero de marzo pasado, y otros cuatro militantes de origen mexicano hayan muerto en el mismo. La muerte siempre tiene, genera, un poco de sinrazón. Pero en el pasado, cuando alguien moría luchando por sus convicciones, se lo reconocía como tal. En los documentos de las FARC se dice que se enviarían 50 delegados de la organización al encuentro en Ecuador. Se supone que de allí partieron los jóvenes (ya no tanto: eran hombres y mujeres de casi 30 años, que llevaban más de una década en la Universidad y no tenían ninguna otra actividad pública conocida más allá de su militancia en organizaciones radicales) al campamento de las FARC. Allí no se puede llegar por simple invitación, para hacer una tesis sobre teatro o conocer, como dice ahora Lucía Morett, los planes de paz de las FARC (¿cuáles?). Si como ha publicado Excélsior, el campamento (que por la distribución y la documentación encontrada era un sitio estratégico para la operación de la dirección de las FARC) estaba rodeado de todo tipo de minas antipersonales, con salidas que sólo conocían unos pocos y se cambiaban continuamente para que nadie pudiera entrar o salir, el argumento de la visita de cortesía es aún más absurdo.
¿Por qué se salvó Lucía Morett? Porque según la información que ha trascendido estaba castigada por haber infringido alguna norma interna y estaba en un lugar apartado, donde quedaron las otras dos sobrevivientes: dos jóvenes de origen colombiano que el gobierno de Ecuador ha tenido que reconocer que estaban secuestradas por las FARC y convertidas en “esclavas para el trabajo doméstico” en el campamento. ¿Nadie se muestra asombrado de que haya “esclavas para trabajo doméstico” en un movimiento que se dice revolucionario, que se venda droga o se trafique con uranio?
Ayer murieron otros cuatro jóvenes mexicanos, ahora en Guatemala, en un supuesto enfrentamiento entre narcotraficantes. ¿Se leerán sus cartas en el Zócalo o se hará un minuto de silencio en la Cámara de Senadores por ellos?
Los documentos que fueron encontrados en las computadoras del comandante de las FARC, Raúl Reyes, aún continúan deparando sorpresas y certidumbres. Uno de los puntos importantes es la confirmación de que, más allá de acuerdos políticos puntuales, existe lo que ellos denominan un proyecto estratégico bolivariano que incluye a las FARC, pero también a los gobiernos de Ecuador y Venezuela. Los acuerdos pasan por la política, el dinero, la protección, la estrategia diplomática, y tienen como adversario al gobierno de Uribe y la influencia estadunidense en la región. El discurso es de un primitivismo de izquierda que ya estaba superado desde fines de los años 70, pero debe recordarse que ninguno de los tres principales protagonistas eran realmente de izquierda entonces ni lo son ahora: las FARC han sido descritas magníficamente por el ex comandante del FMLN, Joaquín Villalobos, como una serie de grupos más orientados en sus orígenes a la autodefensa de sus zonas de control (en las que se ubicaron ante el abandono estatal) y que con el tiempo se han convertido en una narcoguerrilla con principios tan elásticos que resultan irreconocibles. Hugo Chávez era un general golpista, que era apoyado por los sectores de extrema derecha para deshacerse de los grandes partidos de Venezuela, plagados de corrupción. Correa es un político populista, que viene de una vertiente católica y está marcado por un hecho trágico: el padre fue arrestado por tráfico de drogas en Estados Unidos y, cuando fue extraditado a Ecuador, se quitó la vida. Ese hecho y la formación en rígidas escuelas católicas marcaron la vida de Correa, quien participó en gobiernos conservadores hasta que, impulsado por Chávez, decidió buscar la presidencia de Ecuador. Nada en su historia lo liga con una formación izquierdista. Correa, según los documentos, llega incluso a adoptar, probablemente por inexperiencia y falta de control real sobre las fuerzas de poder en su país, una serie de acuerdos con las FARC que, en otra lógica, tendrían que ser entendidos como algo más que un acto de agresión a sus vecinos colombianos.
Lo cierto es que, en el proyecto estratégico en el que participan, para las FARC, Chávez y Correa son, como dice uno de sus documentos, “patria o muerte”, en otras palabras, incondicionales. Los documentos no sólo ponen de manifiesto esa situación sino también cómo se utiliza el tema de los rehenes para tratar de imponer por esa vía el reconocimiento de las FARC como parte beligerante en Colombia y poder darle así apoyo explícito desde ambas fronteras. Los negocios que se hacen en torno a esa conjunción de fuerzas son infinitos según los documentos y, como hemos podido ver, van desde la instalación de gasolineras con insumos colombianos y de otros negocios, por medio de empresas fantasma, hasta la venta de drogas y uranio. Hoy sabemos, por ejemplo, que la carta que aparece firmada por JE y dirigida al presidente Chávez es en realidad del propio Manuel Marulanda (ese es el apodo que utiliza) y el Marcos que está negociando drogas con México es Luis Alberto Albán Urbano, más conocido en nuestro país como Marco León Calarcá, quien fue el representante de las FARC en México hasta 2003. Las cartas demuestran que Calarcá sigue manteniendo los contactos y la operación con México, incluidos los de venta de drogas.
México está presente en el tema FARC no sólo por la venta de drogas hacia nuestro país y la intervención política de esa organización en distintos movimientos de solidaridad ligados íntimamente al EPR y sus desprendimientos (según documentos de 2007, las FARC destinaron poco más de dos millones de dólares para financiar esos movimientos en México), sino también debido al doloroso hecho de que una joven mexicana, Lucía Morett, haya sido herida en el campamento de las FARC el primero de marzo pasado, y otros cuatro militantes de origen mexicano hayan muerto en el mismo. La muerte siempre tiene, genera, un poco de sinrazón. Pero en el pasado, cuando alguien moría luchando por sus convicciones, se lo reconocía como tal. En los documentos de las FARC se dice que se enviarían 50 delegados de la organización al encuentro en Ecuador. Se supone que de allí partieron los jóvenes (ya no tanto: eran hombres y mujeres de casi 30 años, que llevaban más de una década en la Universidad y no tenían ninguna otra actividad pública conocida más allá de su militancia en organizaciones radicales) al campamento de las FARC. Allí no se puede llegar por simple invitación, para hacer una tesis sobre teatro o conocer, como dice ahora Lucía Morett, los planes de paz de las FARC (¿cuáles?). Si como ha publicado Excélsior, el campamento (que por la distribución y la documentación encontrada era un sitio estratégico para la operación de la dirección de las FARC) estaba rodeado de todo tipo de minas antipersonales, con salidas que sólo conocían unos pocos y se cambiaban continuamente para que nadie pudiera entrar o salir, el argumento de la visita de cortesía es aún más absurdo.
¿Por qué se salvó Lucía Morett? Porque según la información que ha trascendido estaba castigada por haber infringido alguna norma interna y estaba en un lugar apartado, donde quedaron las otras dos sobrevivientes: dos jóvenes de origen colombiano que el gobierno de Ecuador ha tenido que reconocer que estaban secuestradas por las FARC y convertidas en “esclavas para el trabajo doméstico” en el campamento. ¿Nadie se muestra asombrado de que haya “esclavas para trabajo doméstico” en un movimiento que se dice revolucionario, que se venda droga o se trafique con uranio?
Ayer murieron otros cuatro jóvenes mexicanos, ahora en Guatemala, en un supuesto enfrentamiento entre narcotraficantes. ¿Se leerán sus cartas en el Zócalo o se hará un minuto de silencio en la Cámara de Senadores por ellos?
Comentario: En efecto, Doña Rosario Ibarra leyó completa la carta de Lucía Morett, misiva que también se leyo en otros recintos; en la tribuna del Senado Doña Rosario comento que los jóvenes se encontraban circunstancialmente en el campamento bombardeado. Agrega que "resulta profundamente triste que haya habido personas que se escandalicen por la presencia de mexicanos en un campamento de dichas fuerzas colombianas, prejuzgando sobre su línea de pensamiento o preferencias políticas, cuando lo que debe de escandalizarnos es la forma atroz en la que perdieron la vida y el terrible sufrimiento por el que ahora atraviesan sus familiares".
Por cierto quíen solicito un minuto de silencio por muerte de los connacionales fue la Cámara de Diputados, no el Senado.
La propuesta fue de la diputada Maricela Contreras Julián (PRD), quien pidió a la presidencia "solicito a usted que, en su oportunidad, pida un minuto de silencio en memoria de las personas mexicanas asesinadas que son: Juan González, Verónica Natalia Velásquez Ramírez, Fernando Franco Delgado y Sorén Áviles Ángeles (...)
La Presidenta diputada Ruth Zavaleta Salgado, se lo obsequio, y dijo: "Voy a solicitarle al pleno el minuto de silencio, como lo ha solicitado la diputada Maricela Contreras, para respetar el luto de estos jóvenes que fueron muertos en esa acción. (Minuto de silencio)"
La Presidenta diputada Ruth Zavaleta Salgado, se lo obsequio, y dijo: "Voy a solicitarle al pleno el minuto de silencio, como lo ha solicitado la diputada Maricela Contreras, para respetar el luto de estos jóvenes que fueron muertos en esa acción. (Minuto de silencio)"
¿Que dice la OEA sobre Lucía? "La Comisión realizó una visita al Hospital Militar donde se encontraban las tres mujeres heridas –dos de nacionalidad colombiana y 1 mexicana - , sobrevivientes al ataque al campamento, entrevistando a dos de ellas. La joven mexicana Lucía Andrea Morett se encontraba aún en estado de shock y su versión fue muy confusa. (en tanto) La joven colombiana, Marta, revivió con mucha claridad las explosiones que la despertaron en medio de la noche, el momento en que se sintió herida, los ruidos y quejidos que escuchó durante varias horas, la llegada de los helicópteros y de los soldados, su encuentro con ellos cuando le preguntaron por Reyes, los disparos y gritos, los anuncios de que se había encontrado a Reyes y más tarde escuchó que habían encontrado una computadora."
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