27 mar 2008

Al Qaeda

McCain se equivoca sobre Irak/Olivier Roy es director de investigaciones en el Centro Nacional francés de Investigaciones Científicas, y profesor en la École des Hautes Etudes en Sciences Sociales y el Institut d'Etudes Politiques en París. Es autor de Globalized Islam: The Search for a New Ummah
Publicado en EL PAIS; 27/03/2008
El senador republicano John McCain, de Arizona, que es ya el candidato de su partido a la presidencia de Estados Unidos, ha prometido volver a situar Irak y la "guerra mundial contra el terror" en primera línea de la política estadounidense.
El debate fundamental en las elecciones estadounidenses va a ser, por tanto: "¿Qué ocurrirá si las tropas de Estados Unidos abandonan Irak?" McCain y el senador demócrata de Illinois Barack Obama ya han discutido sobre si la retirada estadounidense supondrá el fortalecimiento o el debilitamiento de Al Qaeda. La senadora demócrata Hillary Clinton, de Nueva York, se ha comprometido a reducir las tropas si gana.
Por supuesto, nadie lo sabe con certeza. Pero sí puedo decir qué es lo que no ocurrirá: Al Qaeda no se hará con el poder en Irak ni instaurará allí un Estado islámico.
En Occidente sigue habiendo demasiada gente que cree que Al Qaeda es una organización territorializada, establecida en Oriente Próximo, empeñada en expulsar a los cristianos y los judíos de la región con el fin de crear una dar al-Islam (tierra de Islam) bajo la protección de un califato.
Pero Al Qaeda no es una continuación de los Hermanos Musulmanes, Hamás o Hezbolá. Es una entidad no territorial de ámbito mundial, que nunca ha intentado implantar un Estado islámico, ni siquiera en Afganistán, donde halló santuario durante gran parte de los años noventa.
No tiene sentido considerar a Al Qaeda como una organización política que pretende conquistar y gobernar un territorio. Al Qaeda recluta a sus miembros entre jóvenes que se sienten desposeídos, en su mayoría sin relación directa con los países en conflicto de Oriente Próximo. La mayor parte de los yihadistas itinerantes de Al Qaeda son musulmanes occidentales de segunda generación, saudíes, egipcios, marroquíes y hasta conversos, pero no afganos, palestinos o iraquíes. En ningún lugar Al Qaeda tiene el arraigo local necesario para hacerse con el poder.
Al Qaeda tiene una doble estrategia. Quiere enfrentarse a los grandes, o mejor dicho, al grande -Estados Unidos-, de forma directa, atacando el poder norteamericano no tanto por los daños reales que pueda causar (coste económico o número de muertos), sino buscando la imagen: el impacto en los medios de comunicación y el efecto de terror.
Como es natural, el efecto simétrico de quienes hablan del choque de civilizaciones intensifica ese impacto. En realidad, Al Qaeda necesita a los que la demonizan, porque la convierten en algo que no es: la vanguardia de la "ira musulmana".
Al Qaeda va donde están los estadounidenses, mientras que el Ejército estadounidense va donde Washington cree que podría estar Al Qaeda... en algún momento.
Además, Al Qaeda pretende apoderarse de todos los conflictos existentes y darles nuevo significado al convertirlos en parte de una yihad mundial contra Occidente.
Sin embargo, en Bosnia, Chechenia, Afganistán y ahora Irak, los grupos islamistas internacionalistas han fracasado cuando han intentado distorsionar los conflictos locales y nacionales, y no han tenido más que un papel meramente auxiliar.
Los actores clave de los conflictos locales son los grupos locales: los talibanes en Afganistán, los diferentes grupos suníes y chiíes en Irak, Hezbolá en Líbano, grupos todos ellos que no están bajo la dirección de Al Qaeda. Lo único que ha conseguido Al Qaeda es insertar a voluntarios extranjeros, que no suelen entender la política local y sólo encuentran apoyo entre la población de un determinado lugar en la medida en que luchan contra un enemigo común, como las tropas estadounidenses en Irak.
Sin embargo, las prioridades de cada cual son completamente distintas: los actores locales, islamistas o no, buscan una solución política en sus propios términos. No quieren caos, ni una yihad mundial. En cuanto surge una discrepancia entre "la estrategia de cuanto peor mejor" que lleva a cabo Al Qaeda y un posible acuerdo local, los actores locales escogen el acuerdo.
Los bosnios se deshicieron de los luchadores radicales extranjeros en cuanto obtuvieron su independencia; las bases talibanes se negaron a morir por Al Qaeda cuando las fuerzas occidentales invadieron Afganistán tras el 11-S. En Irak, muchos suníes, incluidos los salafistas, están en contra no sólo de las tácticas de atentados suicidas indiscriminados de Al Qaeda, sino de la estrategia de enfrentamiento con los chiíes. Lo cierto es que Al Qaeda tiene que ver con el deterioro de los conflictos, pero es incapaz de coordinarlos. Los cauces locales, nacionales, tribales o religiosos son más poderosos.
A veces, Al Qaeda puede reclutar a algunas organizaciones locales que actúan en un área o región lingüística limitada y tienen su propia historia. Entonces, esos grupos dicen que están afiliados a Al Qaeda. Se ve en Indonesia (Jemah Islamiyya); el norte del Sahel (el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate, que en enero de 2007 cambió su nombre a Organización de Al Qaeda en el Magreb islámico); el norte de Líbano (refugiados palestinos de tercera generación pero aún desarraigados); el triángulo suní de Irak (con el grupo del difunto Abu Musab al Zarqaui), y Arabia Saudí y Yemen (Organización de Al Qaeda en la Península Arábiga).
Estas organizaciones no necesitan a Al Qaeda para reclutar ni operar. Si se han unido a ella es precisamente porque les resulta difícil definir o alcanzar un objetivo local (por ejemplo, un Estado islámico). Es decir, se han globalizado a falta de otra cosa.
En resumen, es posible que haya razones válidas para permanecer en Irak, pero no tienen nada que ver con Al Qaeda. Tienen que ver, más bien, con la necesidad de contener los daños. Si se van las tropas estadounidenses de Irak, podría haber una guerra civil, quizá aumentaría la influencia iraní y ese país hasta podría convertirse en un campo de batalla para la disputa entre Arabia Saudí e Irán. Tal vez se crearían una zona controlada por los suníes, un Estado chií y un Kurdistán independiente, pero ningún Qaedistán.
Más habría valido concentrar las fuerzas en Afganistán, que ha sido la verdadera cuna de Al Qaeda. Si parte del talento y el blindaje destinados al "refuerzo" en Irak se hubieran dedicado a Afganistán, en vez del constante relevo de tropas de la OTAN con escaso conocimiento del país, las cosas habrían ido mejor.
Pero en Afganistán, como en otros lugares de Oriente Próximo, no hay solución militar posible, sólo una solución política para la que es preciso contar con la intervención de los actores locales y abandonar la idea sin sentido de la "guerra mundial contra el terror".

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