Renato
Leduc, el último bohemio/Alejandro
Alvarado
Entrevista
Revista Siempre!, 16 de noviembre de 2013
En
el libro Soy un hombre de pluma y me llamó Renato, publicado por Arte e
Historia México, Fred Álvarez y Pepe Alcaraz rescatan la voz poética y
periodística de Renato Leduc, también algunos pasajes de su vida. Para que
hablaran de él entrevistaron a diferentes personas cercanas al escritor, como
Humberto Musacchio, Gonzalo Martré, Jorge Meléndez Preciado y Roberto López
Moreno.
Renato
Leduc fue un escritor que enalteció la cultura en la cantina. De su pluma
resbalaba cada gota de tinta como si fuera alcohol que mojara sus textos con el
lenguaje de la calle, la ironía, el ingenio, la denuncia y la crítica que
caracterizan su obra. El periodista y poeta nacido en Tlalpan es un personaje
sui generis: De joven participó en la Revolución Mexicana como telegrafista de
Pancho Villa, en Europa convivió con algunos de los artistas e intelectuales
más notables de aquel tiempo; La pintora surrealista Leonora Carrington fue una
de sus tres esposas y María Félix, una de las grandes divas de la industria del
espectáculo, le propuso matrimonio.
En
México Renato Leduc fue uno de los participantes en la vida bohemia. Se sentaba
a la mesa de una cantina a departir con los amigos de cultura, de la Fiesta
Brava y de la vida. Fue así como surgió su soneto “Tiempo” (interpretado a dúo
por José José y Marco Antonio Muñiz); en la presente entrevista Fred Álvarez
cuenta que fue por una apuesta preparatoriana con un veracruzano. En el soneto
se debía rimar la palabra tiempo pero Leduc no pudo hacer las rimas y se puso a
inventar. Combinó la palabra doce o trece veces y surgió el poema.
—¡Qué
es lo distintivo de la obra de Renato Leduc?
—Renato
convivió, como señala (Elena) Poniatowska, con el señor de la esquina, con el
carnicero, con el cabo de la Revolución, y aprendió el lenguaje con el que estas
personas se expresaban. Un lenguaje del que nuestros grandes poetas se cuidaban
mucho. Amado Nervo escribe con una enorme elegancia, pero no dice una mala
palabra. Renato Leduc le imprime dureza a la poesía, la convierte en una
expresión ruda. En sus poemas abundan las palabras de la calle. Imagino que eso
fue lo que llevó a un hombre tan culto a empezar a escribir como se hablaba en
la calle, porque Leduc era un hombre mal hablado.
El
trabajo periodístico él lo hace como una necesidad. Lo disfrutó mucho, como
disfrutaba otras cosas; por ejemplo, la comida y el alcohol, y vaya que le
gustaba beber. Al final de su vida ya no bebía tanto; bebía cerveza y combinaba
una caliente con una fría para que no le hiciera daño. Desde la preparatoria,
Leduc empieza a escribir poesía. Su obra literaria o poética data de los años
treinta, cuando él tenía cuarenta de edad. Ya era todo un personaje.
—¿Cuál
fue la participación de Renato Leduc en la Revolución Mexicana?
—El
haber trabajado con Pancho Villa lo coloca en una situación de privilegio, ese
empleo le permite conocer a algunos de los futuros presidentes. No fue ideólogo
de la Revolución, pero era un tipo versado, que llegó de la ciudad y se metió
al noroeste a vivir en los trenes. No creo que haya jugado un papel
trascendente, pero como telegrafista, sin duda, le dio muchos servicios a la
patria.
—¿Cómo
fue la estancia de Leduc en Europa?
—Es
un personaje fantástico, que habla inglés y francés, lo que no era muy común en
esa época. En Europa conoció a Miró, a Picasso, a los surrealistas, se hizo
amigo de ellos y empezó a convivir. Iba a los cócteles y a las fiestas de los
artistas y los intelectuales europeos. Por cierto, era amigo de prostitutas.
Renato tenía un buen salario como diplomático y les cubría algunos gastos. En
sus memorias relata sobre una relación amorosa que tuvo con una de ellas. Vivió
en Europa como nueve años.
—Y
ahí conoce a Leonora Carrington…
—Entre
ellos dos hubo una buena conjugación. Leonora era una pintora surrealista, y
México es un país surrealista. Yo creo que Leonora pudo pintar diversos cuadros
gracias a su cercanía con Leduc. Hay una historia enigmática alrededor de
ellos. Se cuenta que Renato se desposó con la pintora surrealista por
rescatarla de la Segunda Guerra Mundial y que sólo fueron amigos, aunque
vivieron juntos… Yo creo que, y lo digo con todo el respeto para la señora
Carrington y sus hijos, que entre ellos, seguramente, hubo un amorío antes de
su matrimonio. Es cierto que Leduc era funcionario del gobierno, y en la embajada
había necesidad de ayudar a muchas personas y el periodista se casa con ella
para salvarla. Leonora, le dijo a Elena Poniatowska, que el amor de su vida
había sido Leduc.
Es cierto que el poeta y la pintora fueron grandes amigos,
pero lo lógico es suponer que si él se casó con ella para rescatarla debió de
haberla dejado ya libre en Nueva York y él continuar su destino a México. Sin
embargo, Leonora Carrington se viene a nuestro país con él y viven juntos un
año, ¿cómo amigos?; no lo sé. Yo creo que, obviamente por respeto a la versión
que ellos dieron y a la pintora, no se comenta más de esta relación. La broma
que Leonora Carrington le dice a Poniatowska, a mí no me parece que sea una
broma, yo sí le creo que el único amor de su vida fue Renato, aunque no sé si
amor carnal. Luego de que se divorcian Renato organiza una fiesta y entonces un
invitado, que quiere saber el motivo de la celebración, le pregunta: “¿Se
casó?”. El periodista tlalpeño le dice, “No, buey, me divorcié”. Así era
Renato…
—Existen
otras anécdotas en torno a Renato Leduc, ciertas o no, como de que María Félix
le propuso matrimonio. ¿Fue así?
—Eso
está documentado por diversas fuentes. Lo que se supone es que la actriz le
dijo a Leduc: “Oye, tú; ¿por qué no te casas conmigo?, al fin que tú no estás
casado con nadie”. El poeta respondió: “No, no me chingues, María. Yo estoy
contento de ser el señor Leduc, ¿por qué voy a ser el señor Félix? Tú tienes
que casarte con alguien como Stalin. Fuera de ese cabrón, a todos los que se
metan contigo te los chingas”. Esto puede ser broma o cierto. Pero el enigma le
concede un misterio más a la leyenda del poeta.
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