RULFO
Y REVUELTAS… ELLOS SÍ/Roberto López Moreno, poeta chiapaneco.
Rulfo
y Revueltas, Revueltas y Rulfo, tan mexicanos como son, ellos son los dos
escritores realmente cosmopolitas de nuestra literatura; no lo son porque
pudieran haber andado alguna vez tras la persecución del Premio Nobel o en
trance de frivolidades en tonos de "jet set" transnacional. Lo son,
el uno, Revueltas, porque en su obra tiene la capacidad de viajar, con su...
cohorte de mancillados, agredidos, de México a los infiernos raciales de
Estados Unidos; a Moscú, frontera de leyenda entre dos mundos: el occidental y
el oriental; a Corea, para describirnos en su novela "Los motivos de
Caín", escenas de aquella disputa sangrienta por el paralelo 38; el otro,
Rulfo, por las fuentes de su obra; el jalisciense concentra su cosmopolitismo
en un vasto conocimiento de la narrativa del mundo y de su tiempo. Y escribe
desde un verbo de maíz y barro.
En
este renglón se puede decir que, nada le es ajeno a Juan Rulfo de lo que sus
contemporáneos han escrito en otros países, en cualquier parte del planeta, así
lo dijo de propia voz alguna vez y así se intuye, o se sabe, en el momento en
el que el lector penetra el universo rulfiano. Hijo es Rulfo de las literaturas
del mundo y ahí está su verdadero, real, indiscutible cosmopolitismo.
¿Cuál
es la mejor manera de ser hombre del planeta, es decir, de abatir ciertamente
las fronteras que de manera tan terca y agresiva nos imponen los intereses de
Estado, los gobiernos, creándonos divisiones políticas ficticias, ilógicas,
atentatorias de las unidades culturales, descuartizadoras en la mayoría de las
ocasiones de la identidad de los pueblos, divisiones que se convierten en
valladar para los encuentros humanos? Una de las mejores maneras es la de
Rulfo, sin duda, asumir como nuestras las maneras de expresión de los ingenios
de ultrafronteras dotándolas de nuestro propio matiz, es decir, volver
uno-nuestro lo diverso y diversificar nuestro uno activo a quienes con la misma
actitud nos asuman.
Dentro
de la evidencia se puede decir que Rulfo es, sin aspiraciones a los grandes
premios internacionales y desprovisto del glamour socialero intra y
extrafronteras, nuestro escritor más célebre en el extranjero; suman cientos
los estudios y ensayos que de su obra y sus significados se han hecho en el
planeta (universidades, instituciones especializadas, centros culturales,
investigadores independientes, etc.).
Y
dentro del misterio habría que preguntarse: ¿cómo pudo Rulfo trascender como lo
hizo, alejado de los grupos literarios de poder, si bien sabemos que en México
lograr una hazaña así es casi imposible?, una suerte más dura, más difícil, más
terrible le tocó a Revueltas quien tuvo que pagar a muy alto precio su posición
ideológica y política afrontando la marginación, el ninguneo, el menosprecio y
hasta la cárcel.
Aquí
tenemos a un Juan Rulfo, dominando sobre la insidia, aquí está, levantando al
espacio el rostro descarnado de un pueblo que ha venido siendo -incluso desde
antes de los 500 años- entre la vida y la muerte. Ahí está Rulfo, mostrando ese
rostro al mundo, el rostro de nuestro amargor, de nuestro desencanto. Aquí-ahí
su semilla de tinta. Rulfo, Juan, diles que no nos maten.
Y
ahí está Revueltas, el que jamás hubiera sido distinguido –esto casi es un
axioma- para un pomposo premio internacional, pero que supo crecer en la
calidad necesaria para gritar, para hablar, para escribir, el sí –sin
premiesitos ni premiesotes- por los latidos auténticos del hombre.
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