Revista Proceso # , 2 de enero de 2016..
A Enrique Maza su sensibilidad social y su sentido crítico lo acercaron a una defensa de los derechos de las mujeres. Ya a finales de los años setenta, coincidiendo con las teólogas feministas, Maza criticó la negativa del Vaticano a ordenar mujeres sacerdotas. Una parte de su aguda crítica que publicó en 1977 se reproduce bajo el título de Contradicciones de la Iglesia en Proceso 2043, del pasado 27 de diciembre (página 18).
Pero además Enrique Maza, hombre fino y erudito, tuvo cercanía con las feministas que luchábamos por la despenalización del aborto en el Distrito Federal. Con el conocimiento que tenía del derecho canónico, Maza nos ilustró sobre un dato que los obispos ocultan sistemáticamente: el hecho de que en el Código de Derecho Canónico se aceptan atenuantes y excluyentes en vigor sobre la interrupción del embarazo. A los artículos de ese código se les llama “cánones”, y en el canon 1,323 se establecen algunas circunstancias en las que la mujer que aborta no queda sujeta a ninguna pena: “cuando la mujer es menor de 16 años” (canon 1,323, inciso 1º); “cuando actuó presionada por miedo” (canon 1,323, inciso 4º); “si lo hizo por necesidad” (canon 1,323, inciso 4º); “si actuó para evitar un grave daño” (canon 1,323, inciso 4º); “cuando ignoraba que infringía una ley” (canon 1,323, inciso 2º); “si actuó en legítima defensa” (canon 1,323, inciso 5º); “si actuó por violencia o de manera accidental” (canon 1,323, inciso 3º); “cuando la mujer carecía de razón o sufría alguna deficiencia mental” (canon 1,323, inciso 6º).
Maza nos explicaba que si se toma en cuenta que el Código de Derecho Canónico contempla estas excepciones para la aplicación de una pena, se puede deducir que las autoridades eclesiásticas que lo elaboraron consideraron que una mujer que recurre al aborto no puede ser condenada siempre, y que hay cuestiones que atenúan su pecado, como la edad, el miedo, la legítima defensa, hacerlo por necesidad o para evitar un gran daño. Así, nuestro querido jesuita nos dio los conocimientos para enfrentar la cerrazón de los obispos que siempre condenan el aborto.
Enrique Maza era un sacerdote fuera de serie, comprometido y audaz en sus convicciones. Aparte de darnos esta valiosa información, en varias ocasiones nos acompañó y expresó públicamente su postura. Recuerdo especialmente dos de ellas. Una fue por el caso Paulina, la adolescente de 13 años que se embarazó a raíz de una violación y a quien el director de un hospital público engañó para no practicarle el aborto legal. Para no parir a los 14 años el producto de una violación, Paulina había solicitado, con el apoyo de su familia, el aborto legal al que tenía derecho. El Ministerio Público giró al Hospital General de Mexicali la orden para que se realizase el aborto. Sin embargo, minutos antes de la intervención programada, el director del nosocomio llamó a la madre de Paulina y, al solicitarle que firmara una hoja con su “consentimiento informado”, exageró los supuestos riesgos del aborto, diciéndole que su hija podía morir a causa del mismo y que ella sería responsable. Esto la atemorizó al punto de desistirse de su determinación.
La historia de Paulina se convirtió en un caso paradigmático de conculcación de un derecho y de abuso de la autoridad médica. Elena Poniatowska viajó a Mexicali a entrevistarla, y al presentar su libro Las mil y una… (La herida de Paulina), el 28 de septiembre del 2000, en el Centro Cultural San Ángel, Enrique Maza la acompañó. Además de señalar que Paulina se habría podido acoger al canon 1,323, inciso 1º (“cuando la mujer es menor de 16 años”), criticó públicamente a la jerarquía católica de Baja California por haberse negado a bautizar al niño que tuvo la menor, sólo porque había hecho lo necesario para conseguir un aborto legal.
Cuando la Asamblea Legislativa votó la llamada “Ley Robles”, que únicamente ampliaba en el Distrito Federal las causales de no punibilidad del aborto que ya existían en diversas entidades de la República, el PAN y el Verde Ecologista interpusieron un juicio de inconstitucionalidad. A las feministas nos parecía importante que los ministros de la SCJN que iban a resolver ese juicio escucharan opiniones fundamentadas, en especial los ministros conservadores. Nuestra estrategia fue llevar a Enrique Maza a hablar con algunos de ellos. A mí me tocó ir con él ante el ministro Aguirre Anguiano. Ambos dialogaron sobre los Evangelios y el derecho canónico, mientras yo permanecía silenciosa observando. Nunca olvidaré la cara de ese ministro al escuchar a Maza argumentar a favor de una ley acorde con la realidad social de nuestro país.
Hombre preocupado por la justicia social, Maza luchó al lado nuestro por una causa que la Iglesia católica condena profundizando la desigualdad entre las mujeres que tienen recursos y las que no los tienen. Y no sólo en este tema Enrique Maza, congruente con su conciencia, desafió a la jerarquía eclesiástica e incluso a algunos de sus compañeros jesuitas. Siempre lo recordaré con agradecimiento por su valentía, sensibilidad y solidaridad. Adiós, Enrique, te vamos a extrañar mucho.
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