Cómo
microfinanciar la resiliencia climática/Mark Malloch-Brown, a former UN deputy secretary-general and UK Foreign Office minister of state for Africa, is Chair of the Business and Sustainable Development Commission.
Project Syndicate, 8 de agosto de 2016
Las comunidades
vulnerables enfrentan el embate del cambio climático -desde los crecientes
niveles de los océanos y episodios climáticos extremos hasta sequías e
inundaciones prolongadas y severas-. Según el Banco Mundial, sin medidas de
mitigación efectivas, el cambio climático podría arrojar a más de 100 millones
de personas a la pobreza para 2030.
Para ayudar a las
comunidades más vulnerables a volverse más resistentes a los efectos del cambio
climático, las instituciones financieras deberían respaldar a las pequeñas y
medianas empresas. En las economías emergentes, las PYME representan hasta el
45% del empleo y hasta el 33% del PIB -y esos números son significativamente
mayores cuando se incluyen las PYME informales-. Cuando una PYME desarrolla su
propia resistencia al clima, puede tener un efecto cascada en la comunidad que
la rodea.
Desafortunadamente,
los propietarios de las PYME suelen tener problemas para obtener préstamos
bancarios y deben recurrir, en cambio, a préstamos informales y fuentes de
financiación alternativas que financien sus empresas. Según el Banco Mundial,
el 50% de las PYME formales no tienen acceso al crédito formal, y la brecha
total de crédito para las PYME formales e informales llega a 2,6 billones de
dólares a nivel mundial. Si bien la brecha varía considerablemente de una
región a otra, es particularmente amplia en África y Asia.
Las microfinanzas pueden
reducir esta brecha al ofrecer los préstamos pequeños que las PYME necesitan
para ponerse en marcha y progresar. De acuerdo con la OCDE, las instituciones
dedicadas a las microfinanzas, incluidas las agencias nacionales de ayuda
externa, los bancos, las cooperativas de crédito y las organizaciones sin fines
de lucro, ya ofrecen servicios financieros básicos a más de 100 millones de
emprendedores pobres del mundo, 90% de ellos mujeres.
Es preciso definir más
concretamente el papel de las microfinanzas a la hora de impulsar la
resiliencia de las PYME al cambio climático. En África, Asia y América Latina,
las microfinanzas han permitido a las PYME invertir en cultivos resistentes a
las sequías, construir mejores sistemas de irrigación y comprar seguros
climáticos para proteger los ingresos cuando las cosechas son malas por un
exceso, o una escasez, de lluvias.
Estos proyectos ya
tienen un historial comprobado. Según una revisión de la OCDE, el 43% de las
actividades de microfinanzas en Bangladesh en 2010 había fortalecido la
resiliencia de las comunidades. Esos proyectos incluyen programas de crédito
para viviendas resistentes a las condiciones climáticas y semillas tolerantes a
las sequías y la sal, y mejoraron la resiliencia al cambio climático. En Nepal,
las microfinanzas financian el socorro y alerta en caso de desastres, la
diversificación de los cultivos y un mejor acceso a la irrigación. Las
microfinanzas también ayudan a la transición de las PYME a modelos comerciales
con bajo consumo de carbono, al financiar sus esfuerzos para adoptar fuentes de
energía renovables y cambiar a cadenas de producción y suministro sustentables.
Las microfinanzas no son
la única solución y, en efecto, tienen sus críticos. Para disipar los temores
sobre el dinero que se invierte de manera deficiente, las instituciones
dedicadas a las microfinanzas deberían recompensar a los propietarios de las
PYME que usan préstamos para financiar la resiliencia al cambio climático y los
proyectos de energía renovable. Esto no tiene por qué ser un acto de
responsabilidad social empresaria. Por cierto, según la Comisión de Negocios y
Desarrollo Sustentable, que yo presido, una estrategia de esas características
es buena para las propias instituciones dedicadas a las microfinanzas.
El sector privado
debería entender que la crisis climática también es una oportunidad,
especialmente con respecto a las PYME. Por cierto, algunos en el sector privado
ya lo reconocen.
EL GSMA -un grupo comercial
que representa a cientos de operadoras de telecomunicaciones y cuyo director
general, Mats Granryd, es miembro de la Comisión de Negocios -y sus miembros
están facilitando las microfinanzas en zonas rurales. Con teléfonos móviles,
los agricultores pueden encontrar rápidamente información que va desde precios
de semillas hasta patrones climáticos, y han tenido un acceso inmediato a los
fondos que necesitan para llevar a cabo transacciones. Esta información
facilitada por la telefonía celular permite una mejor toma de decisiones,
haciéndoles ahorrar dinero a los agricultores y mejorando su resiliencia a
patrones de condiciones climáticas extremas y sequías. Y, por supuesto, los
proveedores de telefonía móvil también se benefician al operar en un contexto
rural expandido.
También existen
oportunidades en las redes de préstamo entre iguales, en las que los servicios
online permiten poner en contacto directo a prestadores con prestatarios. Las
plataformas de microcréditos P2P como lendwithcare.org, Lendico y RainFin han
demostrado ser populares y podrían re-energizar a la comunidad de microfinanzas
y ofrecer un mayor acceso a préstamos para PYME en los países en desarrollo.
Los productos financieros como los derivados climáticos -que aseguran las
cosechas y emprendimientos de las PYME y a algunas de las personas más pobres
del mundo- también tienen potencial.
Si el mundo es serio
cuando habla de mitigar los peores efectos del cambio climático, especialmente
su impacto desproporcionado en las comunidades vulnerables, los sectores tanto
público como privado deberían financiar los esfuerzos para extender la
microfinanciación a las PYME. Quienes están directamente involucrados en la
protección de vidas y sustentos no pueden obrar sin ayuda de nadie.
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