8 oct 2018

Poesía y revelación: Ponce y Alday

La Jornada Semanal,   domingo 11 de enero  del 2004  # 462
Gaspar Aguilera Díaz
Poesía y revelación: Ponce y Alday 
A Javier Sicilia 
Yo te consagro Dios, porque amas tanto: 
Porque jamás sonríes: porque siempre 
Debe dolerte mucho el corazón... César Vallejo
I
Los permanentes asuntos de la poesía relacionados con el amor, el tiempo, la muerte, la existencia, que aparecen en la obra de los escritores más significativos de la literatura contemporánea nos revelan el sentido del arte y de la poesía como una concepción religiosa en virtud de la cercanía de la creación con lo trascendente y lo sagrado.

En una época signada por la modernidad, la fugacidad, el progreso globalizador y vacío, la secuela de estas crisis –al parecer cíclicas e interminables– hacen decir al poeta Jaime Sabines: "Uno es ese destino que penetra/ la piel de Dios a veces/ y se confunde en todo y se dispersa"; y Alí Chumacero en un tono amoroso declara: "Yo, pecador, a orillas de tus ojos/ miro nacer la tempestad."
La incertidumbre cotidiana, el terror al fracaso existencial, el dolor como señal y herida, la muerte ineludible y cercana, la irrupción devastadora del amor, la sensación de desnudez ante el mundo, son tal vez algunos de los síndromes evidentes de que la filosofía de la crisis permea nuestra realidad sobrecargada de apatía e indiferencia frente a los valores humanistas, así como una empatía creciente hacia la fugacidad insensible del mundo actual nos aproxima, inevitablemente –como lo señala Norberto Bobbio– "a la raíz de una crisis espiritual [...] por menoscabo de una autoridad, de algo colocado en el centro de toda manifestación del espíritu como principio constitutivo de las explicaciones teóricas y como criterio regulativo de valoraciones prácticas". La presencia de poetas católicos en México ya era notable en la etapa que va del fin del modernismo al fin de la vanguardia, como bien lo señala Gabriel Zaid al referirse a Ramón López Velarde, Carlos Pellicer y Manuel Ponce.
Bajo este contexto, en 1915, cuando la vanguardia católica estaba en su apogeo, Ezra Pound publicó una Catholic Anthology que reunía a tres importantes poetas: Yeats, Elliot y Williams, que dejarán una impronta definitiva en la poesía contemporánea.
Ante la influencia trascendente de la cultura católica en buena parte de la literatura occidental, y de la cual a la fecha no se ha escrito su propia historia, siguiendo a Gabriel Zaid él puntualiza: "El escritor señaladamente católico (Claudel, Chesterton, Papini), es un heterodoxo que se gana el derecho de admisión en el discurso dominante: un creyente de creencias que hemos dejado atrás, que insiste en hablar con nosotros y que lo hace tan bien que, aunque quisiéramos, no lo podemos ignorar. Tiene que dominar el discurso moderno, sin dejar de ser católico, ser bilingüe, bicultural, casi un antropólogo, capaz de situarse en ambos discursos, desde adentro y desde afuera."
II
A la obra escrita con este sentido religioso que va de Sor Juana a Carlos Sigüenza y Góngora, Javier Clavijero, Diego José Abad, pasando por Ignacio M. Altamirano, Manuel Gutiérrez Nájera, José Manuel Othón, Amado Nervo y Alfonso Reyes, para señalar sólo a algunos, se agrega la de dos sacerdotes michoacanos que no sólo se destacan en este importante grupo de poetas, sino que con sus libros continúan siendo un punto de referencia de la mejor poesía católica moderna: Manuel Ponce y Francisco Alday.
Manuel Ponce (Tanhuato, Michoacán, 1913-1984), considerado por la crítica como el más importante renovador de la poesía sacra mexicana del siglo xx, ingresa a los trece años al Seminario de Morelia, a los veintitrés se ordena sacerdote y hasta los cuarenta y ocho continúa como profesor de literatura.
"En esa larga etapa de treinta y cinco años (1926-1961), hace vida de estudio y oración, vida de libros y de amor en fórmulas abstractas, como lo dice en el irónico "Romance a lo Divino", según lo anota Zaid en su excelente prólogo a la Antología Poética, editada en 1980 por el Fondo de Cultura Económica.
Es particularmente interesante la manera en que Ponce –director y animador de la revista Trento (1943-1968)– asume la poesía religiosa: "Con el libro en la mano/ Te amo./ Con las hojas abiertas/ Te amo./ (...)Me sabes a pacíficas/ tormentas./ A palomas en fórmulas/ abstractas." ("Romance a lo Divino").
En la peculiar obra de este autor, asombra el resultado final que deviene del poema después de unir la revelación de las cosas del mundo a su particular sensibilidad moderna y original, así como la concisión pulcra y elegante que logra en sus imágenes; lector asiduo –como Francisco Alday– de los clásicos españoles, griegos y latinos, traductor de Dante, es capaz de desnudar la realidad, celebrar el amor divino a través de metáforas sorprendentes como en Ciclo de Vírgenes, escrita en 1940: "Las vírgenes arrastran una sombra,/ habitan una sombra. No podrían / arrastrar otra cosa./ Las vírgenes sin esclavinas/ llevan contornos de fluidos,/ galvanizada/ Triple sobre el ara viva,/ la contorsión es por dentro./ Acrisoladme./ Tersura de llamas/ sobre lo terso./ [...] Por tu boca están los ríos/ reprochándome en secreto, / y se tienden ¡mirad cómo!/ en brindis a mi deseo." ("La Virgen ardiente").
En el poema "Teofanía iii" del libro Elegías y teofanías (1968), se encuentra una extraña y misteriosa combinación de imágenes de subyugante belleza: "Ya rompí las cadenas/ de tanta servidumbre;/ pero de tan sedosas telarañas/ que a su prisión odiosa yo le otorgaba nombres lisonjeros. [...] Porque Tú eres mi páramo,/ mi cactus tenebroso/ y el viento que me arrasa." 
Nacido en Querétaro ( 1908-Morelia 1964), Francisco Alday ingresa al Seminario Tridentino de Morelia en 1928 después de cursar con brillantez Teología y Filosofía, es ordenado sacerdote en 1936 a los veintiocho años y en ese lugar escribe sus primeros cuarenta poemas según lo señala su biógrafo y antologador, el poeta sinaloense avecindado en Morelia Alejandro Avilés. Enseñó Derecho Canónico y Literatura y fue muy cercano al "Grupo de los Ocho", entre los que se contaban Rosario Castellanos, Dolores Castro, Efrén Hernández, y el propio maestro Avilés; siempre le interesó ser entendido más que admirado, según lo relata Avilés en Francisco Alday. Obra poética, publicada en 1993 por la editorial Jus.
Convencido fiel de la renovación de la Iglesia después del Concilio Vaticano ii, fue además lector entusiasta de los poetas místicos San Juan de la Cruz, Santa Teresa y de autores como Gonzalo de Berceo, Arcipreste de Hita, Rubén Darío, admirador de la música de Bach, Beethoven, Vivaldi y, sobre todo, de Schubert; cultivó –como Ponce– formas poéticas como el soneto, la redondilla, la elegía, entre otras. Gabriel y Alfonso Méndez Plancarte le publicaron sus primeros poemas en la revista Ábside.
La profundidad y hondura en sus imágenes lo hermanan a la obra de Ponce y son notables en los poemas: "...se oyó Su sangre, se tiñó el madero,/ se ahumó de soledad y lejanía,/ y nada más se supo del viajero." ("Se oyó su sangre").
"Miércoles de ceniza y una suerte/ de áspera y sortílega humareda/ que logro fatuo y compunción me advierte./ Miércoles de ceniza y arboleda/ de polvos donde soy, para la muerte, / uno de tantos en la polvareda." ("Miércoles de ceniza").
Dentro de la rica tradición de la poesía mexicana sobre la muerte, Francisco Alday en su libro Poemas del viaje y del encuentro, describe y prefigura el acecho permanente del fin de la existencia en algunos de sus poemas memorables:
"Digo a las venas azules del cuello,/ digo a las carnes tozudas y magras,/ digo al rebelde y escaso cabello,/ digo a las reumas de torpes bisagras:/ almacené, pero Dios sopló en ello." ("A las venas azules").
"Oye tu corazón, tu mar lejano,/ tu populoso mar, tu mar desierto,/ tu mar vivo y, en horas, tu mar muerto,/ tu mar grave, tu mar, de ti, liviano [...] quién rescata sus náufragos, qué voces/ hienden su airada inmensidad? Y en suma,/ oye tu corazón que no conoces." ("Oye tu mar lejano").
Como César Vallejo, declara su muerte prematura y luminosa en "Si no me transparento", que le deja al lector una sensación de estremecimiento: "Yo moriré, si no me transparento,/ de una muerte ridícula y oscura;/ daré con alma y cuerpo en la tortura/ sin brisa, sin reloj, sin linimento."
Estos notables e imprescindibles poetas que tocaron temas, corrientes vitales, espirituales y obsesiones comunes, merecen desde luego, un acercamiento crítico más exhaustivo y una lectura más amplia que permita descubrir sus mejores virtudes. 
 Gaspar Aguilera Díaz, México; poeta y ensayista, autor, entre otros, de Los ritos del obseso. 

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