30 nov 2019

La ruta de la libertad

La ruta de la libertad
El Nobel participará en la FIL de Guadalajara, donde presentará su nueva novela y celebrará 50 años de Conversación en la Catedral. Foto: Héctor García
Yanireth Israde

Reforma, Cd. de México (30 noviembre 2019).- En una carta anónima, el novelista Mario Vargas Llosa recibió hacia 1990 un trocito del Muro de Berlín. Aunque pequeño, el fragmento no era menor: testimoniaba el derrumbe de la muralla que dividió Alemania en dos territorios y cuyo estrépito al caer --simbólico y político-- desmoronó también al comunismo.
"Durante muchos años, ese pedacito de piedra, que aparentemente venía del muro derribado, estuvo en mi escritorio como un símbolo de la libertad", relató ayer el Nobel de Literatura peruano durante la conferencia que ofreció en el Museo Memoria y Tolerancia, "El Muro que tiraron las ideas", acompañado del periodista Sergio Sarmiento.

Dedicado entonces a su campaña electoral para contender por la Presidencia de Perú --que obtuvo finalmente Alberto Fujimori--, Vargas Llosa no reparó en la trascendencia de aquel muro venido abajo el 9 de noviembre de 1989, hace 30 años.
"Eran días difíciles para el Perú", rememoró en un auditorio sin asientos libres. 
"Había una revolución en marcha, una guerra que había causado innumerables víctimas, fundamentalmente entre los campesinos; una violencia instalada en el País que concentraba la atención de todos los peruanos y, repito, no creo haber tenido consciencia de lo que significaba el acontecimiento".
Comprendió la trascendencia del hecho y sus implicaciones al leer al politólogo estadounidense Francis Fukuyama, autor de El fin de la historia y el último hombre.
"La caída del Muro de Berlín representó muchas cosas a la vez. Ante todo, la reunificación de Alemania: los alemanes del Oeste descubrieron que los alemanes del Este querían aquella reunificación".
El suceso, prosiguió Vargas Llosa, adquirió también relevancia por un acontecimiento "extraordinariamente importante" que ocurrió poco tiempo después: el desplome de la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas).
"La Unión Soviética cayó por su incapacidad para satisfacer los más entrañables anhelos de sus muchas poblaciones y porque económicamente se demostró que era inviable".
Otro hecho, no menos extraordinario, sucedió tiempo después, agregó: la conversión de China popular de un país comunista autoritario a un país capitalista autoritario.
"También ese fenómeno pasó a ser representado simbólicamente por la caída del Muro de Berlín. ¿Y qué otra cosa significó esto? Simplemente la desaparición del comunismo, es decir, la desaparición del desafío más grande que recibió la cultura de la libertad, la cultura democrática, a lo largo de su historia".
Vargas Llosa consideró que el comunismo, más que una ideología, fue una ilusión, una fantasía a la que sucumbió incluso en su juventud, reconoció.
"De joven fui miembro del Partido Comunista Peruano. ¿Por qué fui, como tantos muchachos, a un partido clandestino, pequeñito? Porque representaba una ilusión", respondió.
Era una época dictatorial, dijo, cuando el General Manuel Rodríguez eliminó la política del Perú para instalar un régimen represivo.
"Pero lo que el comunismo llegó a representar para el mundo cuando yo era joven, eso no volverá a ocurrir. Y creo que una de las primeras personas que lo vio con claridad y que vio en la caída del Muro de Berlín esa extraordinaria transformación de la humanidad fue Fukuyama", destacó.
No vio, en cambio, que la democracia triunfante acarrearía populismos, resurrección de nacionalismos y de taras que la cultura democrática arrastra a lo largo de su historia, gérmenes que no desaparecieron "y hoy perturban el funcionamiento de la democracia y constituyen los objetivos que debemos destruir, si queremos tener democracias verdaderamente funcionales, que crean no en las fantasías del mito comunista, sino en las realidades que los países democráticos más avanzados nos muestran".
Hoy, apremió, habrá que elegir entre la democracia, "con todas sus imperfecciones, con todos los demonios que arrastra a lo largo de su historia, o unas dictaduras que son absolutamente feroces y que vienen acompañadas de hambre, de tristeza, de miedo y de terror".
Bien aplicada, postuló Vargas Llosa, la democracia es el sistema de las sociedades no absolutamente perfectas, sino menos imperfectas de la historia, las de mayor progreso, justicia y de coexistencia en la diversidad.
La democracia no crea sociedad perfectas, sino perfectibles, previno.
"Que pueden ser perfeccionadas sistemáticamente, y es, creo, a lo más que podemos aspirar desde el punto de vista social, no desde el punto individual: los individuos pueden ser santos, héroes, genios, pero es muy difícil crear una sociedad de genios, una sociedad donde todos sean iguales; eso no existe. Se puede crear una igualdad frente a la ley, se pueden crear igualdades de oportunidades, y todo ello está en los ejemplos democráticos", subrayó.
Abogó por la coexistencia en Latinoamérica de expresiones democráticas de derecha e izquierda y, como representante de esta, consideró ejemplar la de Uruguay, que respeta las elecciones cuando gana y también cuando pierde: "es una izquierda necesaria y admirable".
Entre las llamas
Vargas Llosa prefiere las utopías de las artes, que son "benignas", en lugar de las comunistas, que son lo opuesto.
Opta por utopías que producen un espíritu de insatisfacción permanente, "que es la mejor representación del ciudadano dentro de una democracia", consideró el Nobel de Literatura, quien elogió la imaginación como combustible del amor, interrogado por Sarmiento sobre este tema, pues lo aprecia como un hombre enamorado.
"El erotismo y el amor enriquecen la vida del cuerpo y del espíritu", apuntó.
"A veces la vida te lleva a sosegarte, pero la imaginación sigue ardiendo y, mientras existan esas llamas, sabes que estás vivo". 

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