REVISTA R
Las Islas Marías, apenas una idea/
Reportaje de Jorge Ricardo/Enviado de REFORMA, Nayarit, México (20 abril 2025)
Los ferrys no van el archipiélago a su máxima capacidad, lo que se ha traducido en aumento de costos y reducción de viajes. Crédito: Jorge Ricardo
Después de cinco horas de puro mar, ahí está, por fin, el archipiélago de las Islas Marías. Una mezcla de belleza y de imaginado terror. Una línea de casas blancas salidas de una película. Unas palmeras que se agitan solitarias. Un mural de bienvenida, una bandera, un obelisco y unos arcos azules. La iglesia y su cúpula azul, y más allá, sobre la cordillera gris que se abarca de lado a lado con la mirada, un Cristo Redentor.
"Más vale que vayan enterándose que sólo el arrepentimiento los salvará de que esto se vuelva su tumba", amenazaba el guardia militar a Pedro Infante, que interpretaba a un preso inocente recién llegado en la película proyectada en el ferry de ida al archipiélago. "Las Islas Marías", en blanco y negro, estrenada en 1951, cuando el penal tenía entonces 46 años y una estela de terror.
Inaugurado por Porfirio Díaz en 1905 para reincidentes e indeseables, el penal estaba a 171 kilómetros de Mazatlán, Sinaloa, y a 130 de San Blas, Nayarit, "atestado de tiburones". Era tan difícil escapar que los presos andaban libres y trabajaban en la salinera. La sal les arrancaba la piel y el vapor los hacía llorar. Era tan difícil regresar que su familia venía a vivir aquí. Fue tumba de comunistas y cristeros, asesinos seriales y narcotraficantes.
"Decían que era el paraíso, pero que el diablo también vivía aquí", dice un tijuanense, de 61 años, todavía en el ferry, mirando las casas blancas de un lado a otro, como en una fotografía.
"Mi papá tuvo muchos recuerdos, gratos recuerdos y amargos recuerdos", agrega, mientras llega la música de bienvenida desde el muelle. "Él por un lío de drogas estuvo aquí, del 76 al 81, pero libre, se puede decir, y yo vine dos o tres veces y nunca me pareció una prisión. Era un rancho, una isla. Para mí es algo con mucho sentimiento volver a la parte donde vi a mi padre preso. No lo vi en barrotes, pero lo vi aquí, en la isla, lejos de uno. Pero salió y jamás volvió a cometer ningún error. Hasta que murió. Lástima que ya nunca pudo volver".
Los marinos vestidos de beige aseguran el ferry, el "Islas Marías II". Se ven restos de otro muelle destruido por un huracán y los cardúmenes que se agitan en el mar. Los turistas se desinfectan las suelas de los zapatos. Desde 2000, todavía como prisión, las tres islas, María Madre, la única semihabitada; María Magdalena y María Cleofas más un islote fueron declaradas Área Natural Protegida. La prisión cerró en 2019 y desde 2023, Puerto Balleto, donde estaban los campamentos de los presos, es Pueblo Mágico.
***
"Es algo mágico, tiene un simbolismo muy fuerte. Claro, 113 años de historia, tanta gente que aquí se quedó, que ya no salió, pero hay gente que hasta la tuvieron que llevar arrastrando porque no se quería ir. Estuvo José Revueltas, estuvo el Padre Trampitas, estuvo el sanguinario Sapo, estuvo mucha gente", dice Sara Quiroz, una guanajuatense de 52 años que lava platos en un casino de Las Vegas y es una de los 114 pasajeros del ferry que salió de Mazatlán con 86 asientos vacíos.
Hace 45 años que estuvo aquí. Su padre era el telegrafista. Mira los arcos azules con la figura de Nelson Mandela, preso político también en una isla. Las calientes calles breves, las casas blancas bajas. La demasiada calma que hasta se pueden oír las olas lamiendo las piedras lisas de la playa. Los pasos de las cabras salvajes contra el pavimento. Los loros cabeza amarilla mordiendo el aire. Como si nada hubiera sucedido aquí.
Tras unos minutos le entregan las llaves de su hospedaje, una de las 81 casas de las familias de los antiguos presos. Pensionados, en su mayoría, los turistas llegan por tres días y dos noches. Paquetes de entre 5 mil 500 y 9 mil 200 pesos en clase turista con todo incluido, ferry, hospedaje y bufet, para mirar los restos de la cárcel que fue.
*****
"¡Hoy, las Islas Marías! Pero ¿qué son las Islas Marías? ¿Quién sabe nada de ellas? Las Islas Marías son, a lo más, una idea, un concepto, nunca un lugar situado en el tiempo y en el espacio. No una tierra sino un gesto; escena pura, drama monstruosamente simple y apagado, sin recurso hacia la vida, como un golpe pequeño y débil que se diera en lo más hondo del mar", escribe José Revueltas en su primera novela, de 1941. Militante comunista, deportado en 1932, aún menor de edad, a las Islas Marías, donde enferma de paludismo. De nuevo en 1934, y siete años después publica "Los muros de agua".
"El solo nombre de las Islas eriza el cabello. No, de aquí nadie se escapa. Te gana la lejanía del Continente; te acechan los tiburones y las olas, y te espera la ley de estas Islas: castigo de muerte a los que buscan escaparse", dice un personaje de "Islas Marías", de 1959, de Martín Luis Guzmán.
"Me decían mis hijas qué vas ir a ver a una cárcel", dice la escritora sinaloense Graciela Osuna, caminando buscando su casa, antigua casa que fue prisión.
****
En 2019 el entonces Presidente Andrés Manuel López Obrador pudo cumplir su plan de convertir las Islas Marías, o la Isla Madre, de 141 hectáreas, porque las otras son más imposibles, en un centro turístico.
Era inhumano mantener a los reos tan incomunicados, y también era caro. Cada uno costaba 86 mil 565 pesos mensuales, y quedaban 659. Se requerían 727 millones 151 mil pesos anuales. 584 fueron reubicados y el resto liberados. Las casas de sus familiares fueron acondicionadas para los turistas. Aire acondicionado, sala, cama, una litera, patio interior y nada más. Sin televisión. Se cerró la escuela para alojar a los albañiles. Las cámaras de vigilancia del tenebroso penal de máxima seguridad "Laguna de Toro", construido en 2011, fueron retiradas para vigilar la nueva zona turística.
"Debe saberse que no se aceptó la oferta que nos hacían, de que llegaran cruceros, construir hoteles modernos o de gran turismo. Lo que queremos es que pueda venir la mayoría de los mexicanos, disfrutar de estas islas. Se procuró que una familia de trabajadores, maestros, médicos, profesionistas, pueda venir dos, tres días", dijo López Obrador la tarde de la inauguración, el 16 de diciembre de 2022.
Viajó cuatro horas desde San Blas y calculó que con nuevos ferrys el trayecto duraría dos y media. La Secretaría de Marina fundó la empresa Turística Integral Islas Marías (Turiimar) y compró dos ferrys en 6.3 millones de pesos cada uno, según datos de Transparencia. En total ha invertido más de mil 700 millones de pesos, pero los ferrys con 200 asientos y la mitad vacíos, se demoran cinco horas desde Mazatlán y cuatro desde San Blas. El primer mes llegaron 160 personas. En 2023, 5 mil 346. En 2024, menos: 4 mil 124. Menos de 100 cada fin de semana, menos de 13 si se promediaran cada día.
Ahora los ferrys se turnan los fines de semana y, a veces, por no completar los 200, se tienen que suspender los viajes. Se recortó un día y una noche y subió mil pesos. Entre semana, salvo por los trabajadores y marinos, unos 60 en total, y las 141 hectáreas de isla están vacías.
*****
El ferry llega el viernes pasadas las 13:00 horas. Zarpará el domingo a las 11:00. Apenas arriban dos muchachos menores de 18 años. Dos o tres menores de 50. La mayoría son pensionados. Aprovecharon la antigua ley del ISSSTE y pusieron algún negocio. Coleccionan billetes de sus viajes por Estados Unidos, Francia, Perú o Nicaragua. De Sudáfrica, donde visitaron la celda de Nelson Mandela. De su viaje a las islas Galápagos o a Ushuaia, esa otra cárcel en el fin del mundo.
El cronograma turístico sigue siendo militar: 08:00 horas salida desde Mazatlán. Arribo a las 13:30. Check in a las 14:00. Los visitantes se dividen en dos grupos. 14:30 comida, se agotan rápido los platillos, el agua, el café y ya viene el otro grupo. Prohibido hacer sobremesa. 15:30 recorrido por el centro cultural con la historia de la isla en murales. Porfirio Díaz, Francisco Múgica y Pedro Infante. Mandela y José Revueltas. La figura de López Obrador, rodeado de niños, fue borrada.
"Él mismo lo pidió, porque no quería honores", dice una guía. Después, paseo por las antiguas carracas y el panteón.
"¡Con este, ya son 143 los que he matado! ¡Qué importa uno más!", dijo José Ortiz Muñoz en 1950. Asesino que no sentía ningún arrepentimiento. Feo y encorvado, como un batracio. Caso psiquiátrico. Tuvo su primera víctima a los 14 años, un compañero de clase que mató con un compás. Aquí se regeneró. La guía dice que aquí se regeneró. Nunca más matar, pero aún así lo asesinaron con el mismo número de machetazos que tenía de víctimas. Su tumba está bajo un árbol, junto a la del Padre Trampitas.
"El sacerdote de aquí se hizo mi más fiel amigo/ Me dijo: 'Sapo andas mal, ya salte del mal camino'/ Que Dios siempre nos perdona cuando nos arrepentimos", canta Chalino Sánchez de regreso en el camión de la Marina.
18:30 horas: cena. 20:00 contemplación de estrellas. Media hora mirando el cielo pardo porque hay luna llena y casi no se ven las estrellas. Algunos se tienden en la pista que esta noche es lo más interesante, aunque no se pueda ver. La leyenda dice que la construyó María Dolores Estévez Zuleta, Lola "La Chata", que inició vendiendo chicharrones y acabó como reina del narcotráfico en 1945. La mandó construir para que la visitaran sus dos hijas.
La primera noche se cierra con un camión de la Marina y 42 pasajeros a bordo. Entra la brisa fría. Dos mujeres celebran sus cumpleaños. Bailan y cantan: "Todo el mundo en la prisión/ corrieron a bailar el rock". Y sí.
****
Al segundo día, salida a las 05:00 horas para subir al mirador del faro. La mejor vista, el Cristo Redentor a 2.6 kilómetros, en la cima de la isla, está cerrada por las grietas que abrieron las lluvias en el camino.
No es obligatorio seguir el programa. Pero si no se sigue sólo queda una soledad de preso. No hay nada qué hacer, salvo rentar una bicicleta por 100 pesos los tres días calurosos, pero sin salirse del área pavimentada, o quedarse mirar los pájaros amarillos que se posan en los platos. Bajar al muelle a espiar los peces amarillos.
"Suponte que logras escapar y llegar a las salinas, ¿qué ganas?", decía un viejo prisionero a Pedro Infante.
Sin embargo, los pensionados, aferrados a una idea, no se cansan. Puntuales, llegan alegres en la madrugada. "Es que como somos de la tercera edad ya somos alegres de por sí, no nos queda de otra", dice una mujer bajita y vivaz que llegó con otros 16 de Coacalco, Estado de México.
Detrás del mar se asoma el sol. Aquí al lado, atrae más "La Lobera", un apando, una jaula de castigo oxidada. En solitario, los presos se quedaban de pie, mirando el sol. El calor del sol les arrancaba la piel.
****
El 2 de febrero de 2012 hubo un motín en el módulo "Laguna de Toro" o "El Alcatraz mexicano". Isla adentro, con capacidad para mil 506 personas, pero sobrepoblado al triple y poca comida. Chayote y papas, pollo descompuesto a veces. Nunca la luz del sol, o sí, a veces, 15 minutos al día, vigilancia eterna. Diez litros de agua para las necesidades de cuatro internos en cajones de 2 por 2.5 metros, sanitario incluido. Encierro en lo que ya era encierro.
Era 2011, estaba la "guerra del narco", y apoyaban a quién, pregunta la guía de la Marina en la visita después del desayuno.
-¡Al Chapo!
-¿Yo no lo he dicho, verdad? Entonces comenzaron a traer a los Zetas y a otros que no lo merecían...
Rompieron desde afuera el muro con un trascabo, incendiaron muebles y pasto en las celdas. Mataron a cinco reos y ocho colonos. "Muchos custodios se quitaron la ropa y se pusieron parte del uniforme de los presos para que no los mataran. El motín comenzó a las cinco de la mañana y lo apagan a las siete de la noche", dice la guía.
Fue clausurado en 2013. Ahí quedó el panóptico en el centro, el acero inmóvil lleno de polvo. Un maniquí vestido de beige, dos platos, una mochila. Una revista religiosa en la litera y cuatro fotografías. Un dibujo infantil en la pared en el que se lee: "Papá te extraño".
Los balidos de las cabras salvajes parecen gritos afuera. El terror imaginado es el centro del viaje. "Hay muchas personas que quieren experimentar dormir una noche en una celda". Adelante está la camaronera abandonada. La sal petrificada entre paredes a punto de derrumbarse de la antigua salinera donde los presos actuaron como extras en la película de Pedro Infante.
Más tarde, visita al nuevo centro de playa. El bar apenas tiene cervezas y cocteles. Abajo, junto al mar, los camastros todavía con sus etiquetas. La playa no tiene arena sino piedras, y la Marina ha acordonado el espacio para que no entren los tiburones.
"¿Sabes por qué no hay gente?", dice un antiguo vendedor de libros de texto, "Porque nadie sabe nada y a nadie le interesa".
Llegó el miércoles a Tepic, en auto desde la Ciudad de México junto con su mujer. En la página decía que los ferrys salen cada ocho días de San Blas. Pero ya en San Blas los marinos sólo sabían que de ahí no salía. Una guía de turistas en Tepic les dio el número del call center de Turiimar. Le pidieron su CURP y foto de su credencial del INE, pero no tiene la aplicación del banco en su celular y su tarjeta tiene una restricción para el cargo en línea. Llegaron el viernes temprano a Mazatlán y la Marina no tiene terminal para hacer el cobro.
"Fue hasta que una oficial que trae su gorrita con olivos llamó al call center y les dijo que nos hacía el cargo cuando llegáramos aquí", dice.
Esa noche, cena en el comedor al aire libre. Pasa un cometa, hay quien pide el deseo de volver algún día. Después, una misa. "Dios les pide que transmitan el mensaje a las islas más remotas", reza el Salmo. Jeremías 31:10. "Las islas más remotas eran estas islas", dice el sacerdote. "La prueba", agrega, "está aquí". Señala un San Judas que fue tallado en madera por los internos en agradecimiento. Mide más de un metro y lleva un bastón. Quiere tener una mirada compasiva, pero es más bien un gesto de horror por lo que fuera que mirara al frente.
A la mañana siguiente, último desayuno. Los pájaros amarillos, rojos, sobre las mesas, casi sin miedo, casi dejándose tocar. Misa de Domingo de Ramos.
****
El 17 de diciembre de 2022, al día siguiente de su inauguración como centro turístico, los titulares anunciaban que el infierno se volvía un paraíso, pero sin aclarar que puede ser un lugar donde casi nunca pasa nada. Una tranquilidad de "ni un alma". Un rumor de años interrumpido por los chillidos de los loros cabeza amarilla. Una falta de opciones sustentada por la idea de estar en un lugar inhóspito. En uno de los tres puntos suspensivos del océano Pacífico que alguna vez imaginaron como punto final de una vida. Las Islas Marías que eran ya no existen y tampoco las turísticas que iban a ser.
****
Los obreros que trabajan pavimentando algunas calles y ampliando el comedor esperan formados al inicio del muelle, frente a los locales sin usar, donde los artesanos venderían sus productos. Los turistas se toman las últimas fotos frente a unas letras gigantes de colores.
"Todo me parece excelente. Lo que me parece un poquito deficiente es el tema del hospedaje", comenta Chayito Hernández, organizadora de viajes que trajo a 37 turistas desde Durango. "O será por mis circunstancias, pues en las habitaciones hay literas y yo traigo adultos mayores. Qué tal si se cae uno. Ah, y que subieron un poco los precios. Antes eran cuatro días y costaba menos y ya el año pasado son tres días y dos noches y subió mil pesos, y no es como un precio para todo el pueblo ¿no?"
****
De regreso a Mazatlán, los obreros ocuparon los 86 asientos del ferry que no se vendieron. Por fin los 200 se han ocupado, pero los albañiles prefieren mirar la línea de casas que se aleja o salir a babor a buscar el rastro de las tortugas gigantes en el año. Es bueno el trabajo, dicen, es como todo. Tres mil 500 o cinco mil pesos a la semana, comida y hospedaje en los antiguos salones. Lo peor es la lejanía y el calor. Hay quien ya no piensa volver. Llegar a Mazatlán y tomar el camión a Michoacán, a Durango, a Tepic.
"Porque al final de cuentas", dice un trabajador, mirando lo que deja, "las Islas Marías siguen siendo una prisión".
No hay comentarios.:
Publicar un comentario