9 ene 2008

Operación Emmanuel

Tres editoriales, El Tiempo, Clarin y La Nación.
Editorial El Tiempo, 09 de Enero de 2008.
Hay que asimilar de cara al futuro las lecciones que deja el fracaso de la 'Operación Emmanuel'.
Las lecciones de la fallida entrega de los tres secuestrados de las Farc a sus familiares deben ser ejemplares y asimilarse en sus justas proporciones, sobre todo de cara a la búsqueda de fórmulas que conduzcan a la urgente liberación de los demás secuestrados.
Es más que comprensible la molestia del gobierno colombiano con quienes han pretendido achacarle la responsabilidad del fracaso de la 'Operación Emmanuel', a la que acudieron de buena fe representantes de seis gobiernos, que atendieron el llamado del presidente Hugo Chávez, quien creyó poder influir sobre las decisiones tan irracionales como cínicas de las Farc. Y debe indisponerlo todavía más la actitud del mandatario venezolano de resistirse a llamarles la atención a esa guerrilla por el burdo engaño del que fue objeto.
Todo eso, sin embargo, no puede conducir a que se le cierre la puerta a toda cooperación internacional en materia humanitaria, como podría desprenderse de las recientes declaraciones del canciller Fernando Araújo. Un país como Colombia, con el drama en el que están sumidas miles de familias de personas secuestradas por las guerrillas, no puede darse el lujo de negarse a aceptar la mano que le quiera brindar la comunidad internacional para superar esta tragedia.
Los delegados de los distintos países, como el ex presidente argentino Néstor Kirchner, que de buena voluntad acompañaron la misión humanitaria, no tienen responsabilidad alguna en el fracaso de la operación. Por el contrario, como el presidente Álvaro Uribe tuvo oportunidad de manifestarlo, solo hay para ellos agradecimiento por su gesto. Oportuna, pues, la precisión que hizo ayer el comisionado de paz, Luis Carlos Restrepo, a las declaraciones del canciller Araújo, que habían sembrado no poco desconcierto entre los delegados de países amigos. La dimensión del drama humanitario en que las Farc han sumido a este país requiere la ayuda y solidaridad de la comunidad internacional.
Lo que no puede suceder es que la suerte de los secuestrados en poder de las Farc y el Eln se maneje a través de misiones humanitarias improvisadas, que derivan en shows mediáticos, donde la liberación de las víctimas pasa a un segundo plano. Eso fue lo que quiso decir el coordinador de la Misión de Apoyo al Proceso de Paz de la OEA, Sergio Caramagna.
En un futuro, cualquier gestión humanitaria en la que intervengan gobiernos extranjeros debe estar coordinada directamente por el gobierno colombiano. La carta blanca, movida por el deseo de ayudar, que le dio el presidente Uribe a Chávez para la liberación de secuestrados no debe repetirse, por lo menos en las mismas condiciones en las que ocurrió la fallida operación de año nuevo. Porque lo cierto es que Chávez seguirá jugando en esta larga partida del acuerdo humanitario. Por lo pronto, la prometida liberación de Clara Rojas y Consuelo González de Perdomo debe producirse sin más burlas ni dilaciones. Sin ella, resulta imposible iniciar cualquier otra acción, al menos a corto plazo.
A todas estas, resultan altamente significativos los editoriales que ayer publicaron los dos principales diarios argentinos, La Nación y Clarín, que coinciden en señalar que el fiasco de la operación de rescate de los rehenes de las Farc obliga a repasar las líneas que guiaron la diplomacia argentina.
Mientras que La Nación afirma que "con sus mentiras las Farc hicieron quedar al ex presidente Kirchner, al canciller Jorge Taiana que lo acompañaba y a la Argentina toda en una posición difícil de explicar y sostener ante el mundo", el diario Clarín sostiene que "la actitud de las Farc -que abona las afirmaciones del presidente colombiano Álvaro Uribe sobre las reiteradas mentiras de la guerrilla- puso en ridículo a Chávez y desairó a los garantes (...)". Ambos periódicos expresan también su extrañeza de que no se hayan escuchado protestas oficiales del gobierno argentino, ni del venezolano, por la conducta "mendaz" y "fraudulenta" de las Farc. Razón no les falta.
editorial@eltiempo.com.co
Clarín, 8/01/2008;
EDITORIAL Emmanuel y la cautela diplomática
El fiasco de la operación de rescate de los rehenes en manos de las FARC obliga a repasar las líneas que guiaron la diplomacia argentina.
En la denominada Operación Emmanuel, un grupo de garantes internacionales -del cual participaba el ex presidente Néstor Kirchner- esperaba recibir de la guerrilla colombiana a tres rehenes: la ex congresista Consuelo González, Clara Rojas y el hijo de esta última, el niño Emmanuel.
La operación fue la consecuencia de la gestión que realizara el presidente francés, Nicolas Sarkozy, en pos de la liberación de la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt (ciudadana franco-colombiana) y de la iniciativa del presidente venezolano, Hugo Chávez, quien a partir de sus contactos con las FARC había asegurado que los guerrilleros entregarían a los prisioneros. Inicialmente, el presidente Alvaro Uribe se opuso a la iniciativa, pero luego debió ceder ante la presión regional e internacional.
El operativo se frustró por la negativa de los guerrilleros a cumplir su promesa, a lo cual se sumó el espectacular hallazgo del niño Emmanuel, que no estaba en poder de la guerrilla sino cobijado en el sistema social colombiano.
La actitud de las FARC -que abona las afirmaciones del presidente colombiano, Alvaro Uribe, sobre las reiteradas mentiras de la guerrilla-, puso en ridículo a Chávez y desairó a los garantes que, confiando en las promesas, jugaron una carta política participando en la operación.
La primera lección de este episodio es que la diplomacia argentina debe ser más precavida en las arenas inciertas de la política regional y evitar intentos de protagonismo que pueden resultar, como ha sucedido, contraproducentes.
Los esfuerzos por lograr la liberación de los rehenes deben continuar, por lo tanto, por carriles más realistas que los utilizados para para el frustrado rescate.
La frustración de la operación Emmanuel muestra la mendacidad de las FARC y la necesidad de revisar las líneas diplomáticas que guiaron la misión, evitando nuevos intentos de protagonismo que terminan resultando contraproducentes.
La Nación, editorial 8/01/2008;
Editorial II
La mentira, otra arma de las FARC
Toda la operación Emmanuel ha terminado siendo, según está ahora absolutamente claro, un fenomenal fiasco. Nos referimos a la elaborada patraña a través de la cual las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), con la complicidad de Hugo Chávez como solícito compañero de ruta, anunciaron su intención unilateral de liberar a tres personas en la selva colombiana, hasta donde se llegó el ex presidente Néstor Kirchner, designado al efecto por su esposa, la actual presidenta de la Nación.
Cabe recordar una vez más que los cautivos que habrían de ser liberados constituyen sólo una muy pequeña parte de los centenares de secuestrados que las FARC mantienen en su poder, en violación flagrante de las Convenciones de Ginebra de 1949, aplicables por cierto también a los "conflictos armados internos", como el colombiano.
Este reconocimiento explícito de las FARC en el sentido de que estaban mintiendo, es decir que sabían perfectamente que el niño Juan David Gómez Tapiero, uno de los tres cautivos que presuntamente iban a liberar ante las cámaras del mundo, ya estaba en libertad por haber sido liberado más de dos años antes -aunque tuvieron la osadía de querer atribuirle la responsabilidad al gobierno colombiano, en un comunicado en el que decían que Uribe "ha resuelto secuestrar en Bogotá al niño Emmanuel con el infeliz propósito de sabotear su entrega, la de su madre [...] y la de Consuelo González"-, da pie a formular algunas reflexiones adicionales a las ya efectuadas desde estas columnas.
En primer lugar, ha quedado probado con claridad que las FARC no son confiables. Entre otras razones, porque con su mentira hicieron quedar al ex presidente argentino Néstor Kirchner, al canciller Jorge Taiana que lo acompañaba y a la Argentina toda en una posición difícil de explicar y sostener ante el mundo.
Que Hugo Chávez, con cuyo apoyo cuentan las FARC, hubiese estado dispuesto a acompañarlas en la audaz aventura inventada no sorprende a nadie. Ideológicamente, hay una evidente cercanía entre el presidente venezolano y el grupo terrorista, a tal punto que las FARC se autoproclaman ellas también "bolivarianas". Pero que la Argentina haya caído en semejante engaño es sorprendente. Puede parecer fruto de una imprudencia o de esa cuota de improvisación que últimamente es característica de nuestra política exterior. O consecuencia también de una ingenuidad que, ante los personajes, no puede ciertamente presumirse. También puede ser hija de la inexperiencia, porque las liberaciones de prisioneros de guerra no se hacen frente a las cámaras de la televisión. O, quizás, producto de un intento torpe de tratar de mejorar una imagen de Hugo Chávez. O, finalmente, de un apresurado movimiento político derivado de la urgencia de distraer a la opinión pública de las gravísimas consecuencias institucionales que pueden derivar de la investigación judicial en curso en el lamentable affaire Antonini Wilson.
Lo cierto es que hemos quedado abiertamente desairados ante el mundo por las FARC, que convocaron a garantes extranjeros a participar en una operación que desde el comienzo era mendaz. Pese a esto, no se han oído protestas oficiales ni, mucho menos, condenas por la actitud claramente fraudulenta de las FARC. Ni aquí ni en Venezuela, lo cual es lamentable. Particularmente, cuando ha estado en juego la imagen exterior de la Argentina.
Es posible que en una sociedad como la nuestra, acostumbrada de alguna manera a la mentira oficial, la magnitud de lo sucedido se desdibuje naturalmente. Pero en el mundo las cosas ocurren de manera muy diferente. La comunidad internacional no aprueba la mentira ni el fraude o el engaño. Cree, en cambio, en la honestidad como virtud y como pauta de conducta, porque sabe que sin ella no hay credibilidad ni posibilidad de crear confianza ni entre las personas ni entre los países. En ese marco ha crecido culturalmente Occidente, desde hace siglos, como lo prueban no solamente sus textos religiosos, sino hasta las fábulas de Esopo, La Fontaine y los hermanos Grimm sobre las peligrosas consecuencias de la mentira.
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