Maciel/Juan Ignacio Zavala
Publicado en Milenio Diario, 8 Febrero, 2009;
Hasta cuándo la vida del depravado padre Maciel dejará de despertar nuestra capacidad de indignación? ¿Aparecerán fotos o videos en abierta práctica de zoofilia? Es lo único que falta. Si bien para muchos la única sorpresa de la doble vida del padrecito radicó en su confirmación, no deja de impresionar el saber que una congregación como los Legionarios de Cristo ratifique la historia de la amante y el hijo del pederasta.
Al hablar del padre Maciel no hay que olvidar que estamos ante un tipo asqueroso. Un verdadero pervertido y pervertidor, un hipócrita degenerado. No hay otra manera de referirse a un tipo que jugó con desfachatez con la inocencia de quiénes creyeron en él. Jóvenes, niños, adultos y ancianos, nadie escapó a los engaños de ese hombre que fue una encarnación del mal incubada en Cotija. La indignación ante su conducta debe ser clara y manifiesta. Los Legionarios de Cristo se equivocan si piensan que con tenue y débil deslinde van a sacudirse la imagen de quien fuera su fundador.
Cierto es que la Iglesia católica tiene problemas de imagen y que no ha sabido adaptarse a la modernidad que incluye, por supuesto, el juicio abierto de los demás. Es difícil para muchos perdonar las desviaciones de los curas y prelados de la Iglesia por la sencilla razón de que su prédica consiste en las maneras rectas y honestas de vida. En eso mismo estriba la enorme dificultad del ejercicio del sacerdocio: llevar a plenitud el mensaje del Evangelio y vivir una vida de compromiso.
Pero es difícil comprender esa vida cuando se sabe que el cardenal Rivera llega a una fiesta en un Mercedes Benz. Sólo queda preguntarse: si así está el voto de pobreza, ¿cómo estará el de castidad? Y ahí tenemos a Maciel con su congregación de más de 5 mil seminaristas y 800 sacerdotes, pederasta, con su amante, con su hijo, con su devoción por el dinero, con sus escuelas para millonarios, con sus empresarios protectores. ¿Cómo creerles? ¿Cómo quedarse en la Iglesia? ¿Cómo sentirse parte de ella? Hace apenas unas semanas en México, de boca de obispos salieron condenas a la homosexualidad, al divorcio, a los anticonceptivos ¿Dónde están esas voces? No se vale salir con que “el fundador tenía debilidades humanas”. No. La Iglesia debiera condenar con toda su fuerza la vida nauseabunda del sodomita Maciel; los Legionarios de Cristo debieran pedir perdón y resignarse a cargar con la infame memoria de su fundador. Esto no puede quedarse en tenues expresiones de una “doble vida”. La Iglesia católica en este caso debe dejar de señalar con el dedo a la sociedad y volverlo hacia sí misma, porque nos debe una disculpa a los católicos y a los que no lo son.juanignacio.zavala@milenio.com
Al hablar del padre Maciel no hay que olvidar que estamos ante un tipo asqueroso. Un verdadero pervertido y pervertidor, un hipócrita degenerado. No hay otra manera de referirse a un tipo que jugó con desfachatez con la inocencia de quiénes creyeron en él. Jóvenes, niños, adultos y ancianos, nadie escapó a los engaños de ese hombre que fue una encarnación del mal incubada en Cotija. La indignación ante su conducta debe ser clara y manifiesta. Los Legionarios de Cristo se equivocan si piensan que con tenue y débil deslinde van a sacudirse la imagen de quien fuera su fundador.
Cierto es que la Iglesia católica tiene problemas de imagen y que no ha sabido adaptarse a la modernidad que incluye, por supuesto, el juicio abierto de los demás. Es difícil para muchos perdonar las desviaciones de los curas y prelados de la Iglesia por la sencilla razón de que su prédica consiste en las maneras rectas y honestas de vida. En eso mismo estriba la enorme dificultad del ejercicio del sacerdocio: llevar a plenitud el mensaje del Evangelio y vivir una vida de compromiso.
Pero es difícil comprender esa vida cuando se sabe que el cardenal Rivera llega a una fiesta en un Mercedes Benz. Sólo queda preguntarse: si así está el voto de pobreza, ¿cómo estará el de castidad? Y ahí tenemos a Maciel con su congregación de más de 5 mil seminaristas y 800 sacerdotes, pederasta, con su amante, con su hijo, con su devoción por el dinero, con sus escuelas para millonarios, con sus empresarios protectores. ¿Cómo creerles? ¿Cómo quedarse en la Iglesia? ¿Cómo sentirse parte de ella? Hace apenas unas semanas en México, de boca de obispos salieron condenas a la homosexualidad, al divorcio, a los anticonceptivos ¿Dónde están esas voces? No se vale salir con que “el fundador tenía debilidades humanas”. No. La Iglesia debiera condenar con toda su fuerza la vida nauseabunda del sodomita Maciel; los Legionarios de Cristo debieran pedir perdón y resignarse a cargar con la infame memoria de su fundador. Esto no puede quedarse en tenues expresiones de una “doble vida”. La Iglesia católica en este caso debe dejar de señalar con el dedo a la sociedad y volverlo hacia sí misma, porque nos debe una disculpa a los católicos y a los que no lo son.juanignacio.zavala@milenio.com
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