8 feb 2009

El padre Maciel LG

Columna Portarretrato/Raymundo Riva Palacio
El padre Maciel
Publicado a través de Facebook,
Domingo, 08 de Febrero de 2009
En los 70s y los 80s, por las calles de Roma circulaba un lujoso automóvil Mercedes Benz negro que a cualquier mexicano llamaba la atención. No por la marca, que no era inusual ver por las calles romanas, sino porque portaba placas de Coahuila. El vehículo solía hacer continuos viajes entre el aeropuerto Fiumicino, en las afueras de la capital italiana, a las faldas de una de las siete colinas de Roma, desde donde se aprecia en todo su portento El Vaticano, y donde se ubicaba la sede de Los Legionarios de Cristo. Ahí, tras unas altas paredes de color rojizo, grandes jardines perfectamente cuidados contrastaban con la austeridad de la instalación. Humildad, sencillez, entrega a El Señor, era la enseñanza.
Marcial Maciel, quien a los 14 años había tomado un tren desde Tingüindín –a dos horas de su natal Cotilla (Sic, por Cotija), en Michoacán-, para la ciudad de México, donde tomaría un autobús para Puebla, donde entraría al seminario de los carmelitas, era su guía. Él, quien había viajado en el sótano de un barco de México a España para estudiar la universidad, fundó los Legionarios de Cristo en 1941, y durante décadas construyó un mito, erigió escuelas, universidades, compró publicaciones, y desde la Vía Aurelia, una de las calles más viejas de Roma, levantó una orden que hoy tiene a 800 sacerdotes repartidos en 22 países, con una membresía calculada en 70 mil personas.
Cultivó a los poderosos en México, muchos de los cuales fueron educados en sus centros de enseñanza, como el Instituto Cumbres, el Irlandés y la Universidad Anáhuac. Pero esa fortuna comenzó su desmoronamiento, lento pero consistente, en 1995, cuando la compra de dos publicaciones católicas en Estados Unidos, The National Catholic Reporter y Twin Circle, motivó que antiguos alumnos del noviciado en New Haven, Connecticut, empezaran a murmurar que ese líder era un pederasta.
En New Haven, donde se instalaron por primera vez en Estados Unidos los Legionarios de Cristo, no eran bien vistos. Connecticut, donde se encuentra esa pequeña ciudad, se distingue por albergar grandes firmas de seguros y ser un estado elitista. En New Haven se encuentra la Universidad de Yale, una de las más prestigiadas en el mundo, y en toda la campiña de Connecticut se esparcen campos de golf en clubes campestres donde viven algunas de las personas más ricas en Norteamérica. Algunos mexicanos que llegaron con los Legionarios de Cristo compraron membresías y se codearon con esa sociedad snob de Connecticut que no sabía qué hacer con ellos. La adquisición de las publicaciones católicas y la molestia de antiguos seminaristas por esa expansión del padre Maciel, fue como una oportunidad caída del cielo.
El rumor corrió por meses hasta que Jason Berry, un periodista independiente, investigó los dichos en la comunidad y junto con el reportero de asuntos religiosos del periódico Hartford Courant, de la capital de Connecticut, publicaron un amplio reportaje sobre la pederastia de Marcial Maciel que se publicó el 23 de febrero de 1997. Un mes después, el entonces reportero del periódico La Jornada, Salvador Guerrero Chiprés, hoy comisionado en el Instituto de Acceso a la Información del Distrito Federal, publicó una serie con los testimonios de los sacerdotes y ex religiosos que habían denunciado al diario estadounidense los abusos sexuales contra ellos cometidos por el padre Maciel. En mayo, dos meses después de la denuncia original, CNI Canal 40 difundió un programa donde varios de los mismos denunciantes aparecieron por primera vez ante una pantalla de televisión para contar su experiencia.
Como sucedió desde el primer momento de la denuncia, los Legionarios de Cristo negaron todas las afirmaciones. Maciel dijo que eran "conspiradores" que querían minar su liderazgo, y en México, la libertad de expresión se metió en una terrible encrucijada. En vísperas de la difusión del
programa de televisión, el entonces secretario de Comunicaciones del gobierno zedillista, Carlos Ruiz Sacristán, amenazó al propietario Javier Moreno Valle de que se tomarían represalias si lo difundía. Un personero de Los Pinos, directamente, lo amagó con lo mismo. Los anunciantes mostraron sus armas. Canal 40 lo sacó al aire y en cuestión de horas se canceló un contrato de publicidad por 4 millones de pesos y se inició un boicot que nunca terminaría, y que impidió que la gestión de Moreno Valle tuviera éxito al frente del canal.
Pero las ruedas se habían puesto a caminar. Casos de pederastia en Estados Unidos, sin vinculación a Maciel, volvieron a ponerlo bajo los reflectores del escándalo, y el Papa Juan Pablo II ya no pudo seguir defendiéndolo. El cardenal Joseph Ratzinger, hoy Benedicto XVI, lo investigó y cuando asumió la Silla de Pedro, lo forzó a retirarse del ministerio público.
El halo protector en México del presidente Vicente Fox, de su esposa Marta Sahagún, de los principales empresarios y dueños de medios de comunicación, impidieron que se hundiera. Marcial Maciel murió a principios de 2008 a los 87 años, y hubo quienes pretendían su canonización. Eso será imposible. Hace unos días se reveló que además de pederasta, había tenido una esposa y procreado un hijo, en una doble vida que a sus más acérrimos defensores dentro y fuera de la iglesia, colocó en una situación embarazosa. El pasado se les vino totalmente encima, pero lo que hicieron, engañados por Marcial Maciel, y el daño que se hizo a terceros a quienes nunca les creyeron, será irreparable. Lo único que queda a las víctimas directas e indirectas de Maciel, es una especie de justicia poética. Finalmente, tuvieron razón.
r_rivapalacio@yahoo.com

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