Más reposado, más "huevón". Así se ve una década después de su trasplante de hígado
El cantante explica, con humor, cómo antepone su familia a todo lo demás
Y cómo asume con deportividad las palizas que le pega al póquer su consuegro, José Bono
Karmentxu Marín lo entrevista para El país, 14 JUL 2012.
Después de 10 lustros de chorro de voz enlatada en más de 50 millones de copias; un trasplante de hígado que considera la suerte de su vida; un disco, 50 años después, donde colaboraron muchos de sus compañeros de andanzas, y una gira por América Latina, Raphael aparece más templado. Se encuentra al filo de los 70 y ha perdido –o aparcado– gran parte de sus tics histriónicos. Se le ve menos brazo de mar, con menos decibelios y menos revoluciones. Menos invasivo. No es que sea normalito. Sería borrar de un plumazo su medio siglo de micrófonos y escenarios. Pero se presenta reidor y tranquilo. Y cuando se sienta en el sofá parece casi modoso.
Pregunta. Hace una década, cuando hizo Jeckyll y Hyde, estaba apataputao. ¿Se le ha pasado?
-Respuesta. Es una frase muy mía: “Estoy apataputao de claveles la Gran Vía”. Y sigo totalmente apataputao, porque las cosas que a mí me pasan en esta vida son de apataputamiento. En vez de asombrado estoy apataputao.
-Cincuenta
años dando el cante. ¿No nos va a dar un respiro?
-No pienso, mientras me
encuentre bien. Y son casi 52 años. Lo que no voy a hacer nunca es el ridículo.
-¿Dónde
está la línea entre hacer el ridículo y seguirse mirando satisfactoriamente en
el espejo?
- Yo no me miro en el espejo.
Soy antiespejo. Sé que tengo fama de que estudio mis cosas en el espejo, pero
jamás lo hago.
-Quiere
decir que todos sus movimientos y gestos son espontáneos: el robo de la
bombilla, la chaqueta al hombro, la salida de pecho aquí estoy yo…
-Es espontáneo y cada día diferente. Cada concierto mío es
único e irrepetible. No estoy dirigido por nadie, ven aquí, mira hacia acá, te
vas p’allá. No. Lo de la chaqueta al hombro lo hice en una película, Mi gran
noche, porque el director me lo marcó, y se quedó como un sello. Y la mano
p’arriba esa, igual.Raphael asegura que no ha visto un espejo en su vida. Pero al entrar en la habitación del hotel donde hemos quedado le pillo atusándose en uno de ellos, ante una panoplia de brochas, sombras, coloretes, brillos y quitabrillos que le tiene en una consola la profesional que le ha dejado hecho un pincel para las fotos. Es coquetísimo, a pesar de que parezca que su atuendo acaba de caerle encima sin que él tenga arte ni parte. Y, aunque no sabe decir el tono exacto de sus mechas, cuenta que se las da su peluquero, que también le mantiene el color del pelo. Lleva con él media vida.
Sé que tengo fama de que estudio mis gestos en el espejo, pero jamás lo hago. Soy antiespejo"
-
Su nuevo disco se ha llamado El reencuentro. ¿No parece una peli de
extraterrestres?
-No. Yo lo sentí así cuando el año pasado hablamos Manolo
[Alejandro] y yo de que íbamos a volver a trabajar juntos. Nos presentó Paco
Gordillo, que en paz descanse, y en mis comienzos, esa maravilla que es empezar
una carrera, pues fuimos los dos juntos.
-Disco de uranio por más de 50 millones de
copias vendidas. Ya le vale, ¿no?
-Ya me vale, sí [risas]. Y podrían darme otro. Es un
milagro, ¿eh? Es que son muchísimos discos, y la gente sigue no solamente
comprándolos, sino que los esperan con alegría y los comentan.
-Hace
un tiempo me dijo: “Yo no soy aquel, soy el mejor”. ¿No le han apaciguado un
poquito los años?
-Yo soy mejor que aquel, en el
sentido de que he aprendido muchísimo. Me gusta aprender. Soy como una esponja.
Soy un chico bastante aplicado. Y no pude decirlo así, estaría más p’allá que
p’acá.
-¿Y
ahora p’a dónde está?
- Bien. Muy centrado.
-Me
pregunto si cree que con los años su desmadre y su arrebato han ido en aumento.
¿Entrena?
-No, para nada, para nada. Yo
no entreno ni ensayo nunca. Ahora acabo de ensayar con la orquesta con la que
he estrenado en la Zarzuela. Pero ya le he dicho que yo no he necesitado un
espejo en mi vida, nada más que los que rompo en el escenario.
-¿Sigue
teniendo en el salón la foto dedicada de Franco, al que tanto gustaba?
-Nunca la he tenido. He vivido la vida y la España que me
ha tocado vivir en cada momento. Y creo que le gustaba más bien a la señora.
Pero por cómo cantaba, nada más. Como a la mitad de los españoles.
-Se
le pasó ya la idea de que al PSOE lo votaban los catetos? ¿A su consuegro Bono
se le nota la marca de la boina?
- Decir eso fue un día
fatídico en mi vida. Y Bono, de cateto no tiene nada. Mi amigo Pepe, que,
además, es consuegro mío, es un ser fantástico, lo mejor de lo mejor. Y le
tengo un cariño tremendo de siempre. Desde antes. Nosotros ni pensábamos que
esto iba a terminar en boda [ríe]. Nuestros hijos no se habían visto todavía.
-¿Cuando
le conoció tuvo que ponerse un pelín socialdemócrata?
Mi amigo y consuegro José
Bono de cateto no tiene nada. Le tengo un cariño tremendo de siempre. Ni
pensábamos que lo de nuestros hijos terminaría en boda"
Yo
no me tengo que poner nunca a tono de nada. Yo soy como soy, y el que me
quiere, me quiere así, y si no, buenas tardes. Al pan, pan; y al vino, vino.
- ¿Y en la sokatira quién entró más en el
terreno del otro?
-Yo creo que cada uno sigue
siendo lo que es, y ya está. No hay por qué entrar en el terreno de nadie.
Pueden ser muy amigos y quererse mucho dos personas de diferente condición y
pensamiento.
-¿A
qué juegan juntos?- A las cartas, si se tercia. Al póquer. Me pega unas buenas palizas.
-Si
le hubiera dejado cantar en el hemiciclo, ¿qué tema de su repertorio hubiera
elegido para sus señorías: Escándalo, Fantasía, Las apariencias engañan o,
directamente, ¡Viva Raphael!
- Escándalo [ríe]. En estos
momentos es la que toca.
-
Piensa que en una reencarnación anterior fue un águila. Luego se quedó en
Raphael. ¿Seguirá bajando peldaños?
- Me gustaría seguir volando.
Pero la próxima reencarnación la veo como estoy ahora, aprendiendo cada vez
más, hasta que llegue el triste día en que yo mismo diga: hasta aquí hemos
llegado.
-¿Cuáles
son las tablas de la ley del raphaelismo?
-Haz lo que te dé la gana sin
molestar a terceras personas. Ir por la vida sin herir a nadie, y haciendo lo
que te gusta, además, pero sin tener que pasar por el cadáver de nadie, es una
buena cosa.
-Suele
decir que hay un antes y un después de su enfermedad.
-Totalmente.
-¿Su
trasplante y el trasiego hospitalario tendrán que ver con que le noto más
apaciguado?
- Seguramente, sí.
-Es
que le encuentro menos Raphael que antes.
- Je, je, je. ¿Usted cree? No.
Cuando tiene que salir Raphael, que es en el escenario, sale. Pero en mi vida
diaria normal, sí, estoy bastante tranquilo, contento, feliz con la gente que
me rodea, con mi familia, con mis chicos. Soy un hombre feliz, en el sentido de
que he podido dedicar mi vida a trabajar en aquello que me gusta tanto, que es
mi pasión. Debo estar contento.
Raphael de mesa camilla. Raphael íntimo, menos gesticulón
e inquieto, más claramente reposado. Raphael pegado al sofá, sin disparar los
brazos o desplazar automáticamente las piernas. Sin grititos, sin estridencias.
Habla de lo que más le gusta, “mi familia, mi gente, mi tribu”. Y de sus seis
nietos, que le llaman por su nombre, “porque yo, ¿cómo les llamo a ellos? No digo:
Oye, nieto, ven p’acá, sino Nicolás, o Manuela”. Yo sigo pensando que ha
perdido raphaelez.
-¿Se
preocupó de que el hígado trasplantado fuera de algún músico, no fuera a
cambiársele la voz?
-No crea que yo estaba por la
labor de pensar esas cosas. Yo quería que me sacaran del abismo en el que
estaba cayendo. No pedí un hígado de músico, ni de pintor, ni de ministro, ni
de nada.
-¿Y
si hubiera podido elegir?
-El que me lo dio estaba muy bien. Me está dando un
resultado impresionante. Mi agradecimiento para la familia que sea. Los que hayan sido tienen mi agradecimiento
de por vida y de por muerte. Y de por muerte [ríe].
-En
su próxima reencarnación seguirá agradeciendo que, cuando era Raphael, tenía un
hígado nuevo.
-Y es que ha sido la suerte de mi vida. Porque cuando ya
normalmente, por edad, mis fuerzas tenían que empezar a flaquear, resulta que
me ponen un motor nuevo y me devuelven a la juventud, así, de papapam, de
golpetazo. No digo de pinta de joven, pero es tremenda la fuerza que yo tengo
ahora… Es tremenda.
-¿A
quién diría que debe más en su carrera: a Manuel Alejandro o a la Virgen de
Linarejos, patrona de su pueblo?
-Pues
que me perdone la Virgen de Linarejos, pero, en este caso, a Manuel Alejandro.
-En
su disco 50 años después se volcaron todos sus compañeros: Serrat, Alejandro
Sanz, Sabina… y eso que usted nunca fue muy de grupo, de grandes solidaridades.
Iba por libre, a lo suyo.
-No, soy muy
solidario. Pero también por libre. No choca una cosa con la otra. Siempre he
estado donde se me ha necesitado y donde me han llamado. Lo que pasa es que sí,
he sido una persona muy de familia. En vez de estar con el grupo de amigos, he
estado con el grupo de la familia. Y con mis amigos personales que no tienen
nada que ver con el mundo artístico.
- Su
gran aportación de pionero, según cuenta Víctor Manuel, fue que los artistas
tuvieron váter en el camerino desde que usted lo exigió. Si llega a exigir un
spa…
-¡Qué pena que no lo hice! [risas] Pero es que yo creo que
un artista se merece todo eso y más. Y en aquella época intentaban tratarnos un
poquito peor, se nos trataba muy mal. Alguien tenía que pedirlo primero, porque
si seguimos esperando...
- En
el disco de los 50 años se echa en falta a Julio Iglesias.
-No pudo Julio, porque tenía
problemas con su casa discográfica. Pero somos muy amigos. Es como si hubiera
grabado. Igual.
-
Nunca una pelea de gallos, una lucha de divos, un encuentro de reinas madres.
-Para nada. Para nada. Ni padres. Yo soy un tipo que ha
tenido la inmensa suerte de llevarse muy bien con sus compañeros y compañeras,
y por algunas y algunos soy muy querido, además.
-Un
reciente estudio afirma que hablar de uno mismo da el mismo placer que tener
sexo. ¿Cree que eso explica lo suyo?
-¿Yo hablo de mí mismo? Hablo
cuando me pregunta. Y no creo que tenga que ver una cosa con la otra. La otra
da más gustirrinín. Y hablar de uno mismo, para nada.
-
Hace años me dijo que ser Raphael era lo mejor que le había pasado en la vida. ¿Sigue
con la autoestima levantada hacia el Señor?
- Ja, ja, ja. Mi autoestima
está bastante bien. Sí, porque si no, yo sería incapaz de salir al escenario,
no vamos a mentir. Yo salgo a mostrar una cosa que sé hacer, porque si no es
que no lo hago. Salgo pitando por la puerta de atrás.
- Me
encantaría escuchar una conversación suya con su ego.
- No crea que yo tengo tanto
ego, ¿eh? Cuidado. Y no hablo con él para nada, si es que existe.
-No
estará bajo de autobombo.
-Hoy soy un Raphael más tranquilo,
más huevón, en el sentido de que ahora salgo al escenario pisando huevos. Antes
lo hacía como muy acelerado. Hoy voy a disfrutar"
-No tengo. El autobombo te sale cuando alguien te quiere
menospreciar. Pero son contados segundos. Poner las cosas en su sitio. Si es
que soy muy normalillo. Lo digo en serio. Lo que pasa es que se me ha puesto en
un personaje que quieren encontrarme no sé qué.
-¿Qué
es hoy lo más importante para Raphael?-Mi familia. Natalia y los chicos. Y toda la familia que va agrandándose. Afortunadamente, son todos una maravilla.
-¿Hay
Raphael para rato?
- Sí, de momento, sí.
- ¿Y
si después del hígado tienen que trasplantarle el cerebro, adelante?
- No, no hace falta. Yo sabré
darme cuenta de cuándo toca relevo o tocan vacaciones.
-Y
mientras, ¿qué le gusta hacer?
-Pintar. Pinto bastante. Y muchas pequeñas cosas. Menos
sentarme a ver la televisión… De la tele, los informativos, y ya.
-Dirá
lo que quiera. Pero sí que creo que hay un poco menos de Raphael que antes. O
un Raphael distinto.
- Un Raphael más tranquilo,
más huevón, en el sentido de que yo salgo ahora al escenario pisando huevos.
Antes salía como muy acelerado, y ahora salgo a disfrutar. Pero distinto, no.
Sigo siendo igual.
- O
sea, que sigue siendo aquel.
-Soy mejor. He aprendido
mucho.
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