Buscando
trabajo de científica en EU/ Amaya Moro-Martín es investigadora del CSIC (programa Ramón y Cajal) y promotora de la Plataforma por una Investigación digna
El
País | 13 de marzo de 2013
Estoy
atravesando los desiertos de Sonora y Mojave, en el sudoeste americano. Sus
habitantes nativos viven en reservas indias, confinadas a regiones con pocos
recursos naturales. Una independencia ficticia les permite modificar algunas
leyes, haciendo que los casinos y la venta de tabaco, actividades ilegales o
fuertemente reguladas en el resto de EE UU, sean la base de su precaria
economía. Pienso en Eurovegas. Pienso en esa doctora en biología con amplia
experiencia internacional a quien el INEM sugiere un curso de crupier. Es
irónico que el destino de los habitantes de estas tierras, pertenecientes a la
otrora Nueva España, y nuestro destino, el de la vieja España, converjan de
esta manera, en unas tragaperras.
Mi
hija duerme en el asiento de al lado. Llevamos viajando desde que ella tenía 10
semanas. Para cuando regresemos a España habrá pasado, literalmente, la mitad
de su vida de viaje. No son viajes de placer. Soy científica y estoy empleando
mi baja maternal y de lactancia para buscar trabajo. Trabajo en el Consejo
Superior de Investigaciones Científicas y mi contrato Ramón y Cajal se acaba el
próximo otoño. Como yo hay miles de investigadores españoles. Sin embargo desde
el Gobierno se niega sistemáticamente la existencia de una fuga de cerebros.
Hace unas semanas el portavoz de I+D del PP en el Congreso, Alejandro Fernández,
argumentaba que la fuga de cerebros es un “topicazo” y que igual que se van
científicos de España llegan otros extranjeros. Ha de referirse a los que
vienen de turismo.
Pienso
en la última reunión que tuvimos con él en Congreso hace unos meses y en los
tres científicos jóvenes que estábamos presentes: uno ha emigrado a Australia;
otro tiene una oferta en Brasil; yo estoy solicitando trabajos en Norteamérica
y Europa. Me dan ganas de llamarle desde la próxima gasolinera; no, mejor desde
el próximo casino: “¿Un topicazo?”. El Consejo Superior de Investigaciones
Científicas ha perdido 1.208 puestos de investigación en los últimos 15 meses
(205 en enero y febrero del 2013) y lo único que hace el Gobierno para evitar
que estos científicos emigren es ofrecerles cursos de crupier. No gracias.
No
sólo se niega la evidente fuga de investigadores si no también el recorte al
presupuesto en I+D. Mientras que Luis De Guindos, bajo cuyo ministerio
languidece la ciencia, insiste en que el presupuesto de I+D se ha incrementado
un 5% en el 2013, la I+D sufre un recorte del gasto de un 13.7% este año,
acumulando una reducción del 40% desde el 2009. De dónde saca el ministro ese
5% de incremento es un misterio. O no. No en vano era un alto cargo de Lehman
Brothers cuando quebró en el 2008.
Pero
esta negación sistemática de la realidad va más allá de simples declaraciones,
siendo el contexto de la nueva Estrategia de Ciencia, Tecnología e Innovación.
Este documento, recientemente aprobado, ni analiza ni trata de mitigar el impacto
de la fuga de cerebros y el drástico recorte presupuestario. Tampoco especifica
los recursos humanos y financieros con los que contará la I+D en los próximos
años. Sí hace una promesa: alcanzar una inversión en I+D de un 2% del PIB en el
2020, es decir, retrasar la convergencia con Europa en más de una década (ya
que un 2% era el objetivo para el 2010 y es la media actual en la UE-27).
Pero
esta mal llamada Estrategia va más allá de ser una recopilación de buenos (y
viejos) deseos. Quizá siguiendo directrices de la Escuela de Economía de
Chicago, la Estrategia establece la transferencia de fondos desde la
investigación básica en el sector público a la innovación en el sector privado,
cometiendo un triple error. Primero, el sector privado no va a invertir en I+D
de la noche a la mañana, cuando ni si quiera lo hizo en los años en que la
economía era boyante. Segundo, la innovación no puede prosperar sin apoyarse en
los resultados científicos de la investigación básica. Y tercero, el Gobierno
debería tener en cuenta qué valora nuestra sociedad, no el mercado de valores.
Una sociedad que se precie no sólo ha de valorar aquellas investigaciones que
derivan en un beneficio financiero. ¿Cómo poner precio al conocimiento de si
hay vida en otros planetas o a la cura de una enfermedad rara?
Otra
palabra que se repite mucho es la excelencia. El Gobierno defiende que los
recursos limitados ayudarán a la excelencia a florecer, como si la
investigación siguiera la regla de supervivencia del más fuerte. Si quieren
seguir esa analogía darwiniana han de recordar que la investigación, como la
evolución, no es predecible (¿cómo y quién elige a los excelentes?) y no podrá
prosperar en un ambiente rápidamente cambiante sin un portfolio diversificado,
en particular cuando los investigadores jóvenes mejor formados están emigrando
a otros países.
Por
si la comunidad científica no tuviera suficiente con un 40% de recorte y una
Estrategia de cara al futuro que muy pocos comparten, nos enfrentamos también a
unas reglas del juego cambiantes que merman aún más la credibilidad de la
política científica del Gobierno. Después de un retraso de casi un año, el BOE
publicó recientemente la resolución de los proyectos de investigación del Plan
Nacional, la principal fuente de financiación de la ciencia básica en España.
Los científicos atónitos se encontraron con que el presupuesto de sus proyectos
previamente aprobados se había reducido sin previo aviso, incumpliendo las
normas establecidas en la propia convocatoria. Según el BOE, cada proyecto
recibirá tan sólo un 7% de su presupuesto aprobado durante el primer año, lo
que imposibilita la contratación de investigadores, estudiantes de doctorado y
personal técnico. Esto supone la paralización de los proyectos de
investigación. Pretender que en unos años se puedan retomar estos proyectos
donde se dejaron es ilusorio, es como pedirle a alguien que deje de respirar
por una hora.
Levanto
los ojos de mi portátil y veo un paisaje desolado. Un cartel anuncia un casino
próximo.
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