Las
dos Latinoaméricas se alejan/Pierpaolo Barbieri es fellow de la Escuela kennedy de Gobierno en Harvard. Su libro Hitler’s shadow empire será publicado por Harvard University Press este año.
Su próximo proyecto se centra en la historia económica de América Latina.
El
País, 4 de julio de 2013:
En
Buenos Aires, hace una semana, vi una pintada que decía: “Con Maduro y con
Cristina, esta revolución no termina”. Es un aforismo apropiado, pero no por
las razones que su autor pretendía. Hace aproximadamente seis meses hablaba en
estas páginas de dos Américas Latinas: una que mejora sus instituciones y su
calidad democrática y otra que las destruye. Las elecciones y los
acontecimientos de 2013 han profundizado la brecha entre las dos.
Por
un lado están Colombia, México y Perú, que avanzan. El proceso de paz en Bogotá
da esperanzas de reducir el riesgo político ayudando al despegue económico de
la última década.
México,
mientras tanto, es todo lo que Brasil prometía ser sin serlo. La reforma
educativa y de telecomunicaciones en el contexto del Pacto por México entre el
Gobierno de Enrique Peña Nieto y la oposición prometen un futuro más equitativo
y competitivo. Y la revolución energética se prepara para fin de año. El PRI
parece haberse convertido en algo mejor que la “dictadura perfecta” que alguna
vez fue y el desarrollo en México lo demuestra.
Mientras
tanto, el compromiso con el libre comercio en el contexto del TPP
(Trans-Pacific Partnership) creará nuevas oportunidades en áreas donde el resto
de la región se atasca. Es francamente increíble que Venezuela, un país que
bloquea importaciones, ejerza como presidente del abandonado Mercosur, el área
de libre comercio liderada (en teoría) por Brasil y Argentina.
Tal
como predecían las encuestas, Rafael Correa fue elegido presidente de Ecuador
por tercera vez, a pesar de que la propia Constitución que Correa modificó
prohíbe encadenar tantos mandatos. La reelección fue legal dado el contexto de
la Constitución de 2008, pero el proceso permite a uno dudar si Correa dejará la
presidencia en 2017. ¿O quizá se buscará otra forma “más democrática”?
La
primera gran medida del nuevo mandato de Correa en Ecuador ha sido lanzar una
Ley de Comunicación que limitará severamente la libertad de prensa. Sin
aparente ironía, el Gobierno ecuatoriano que defiende a Julian Assange, el
fundador de Wikileaks, y al informático y exempleado de la NSA Edward Snowden
ante los Estados cuyas leyes han violado amenaza al mismo tiempo con expropiar
medios de comunicación o censurar por estado de emergencia.
La
libertad es libertad solo cuando es para todos, no solo para los amigos o
quienes critiquen a Estados Unidos. Eso se llama de muchas maneras, pero no
libertad.
A
pesar de que no figuraba en los calendarios, la elección presidencial en
Venezuela fue histórica. El gran protagonista de la elección de Nicolás Maduro
fue el ausente Hugo Chávez, quien figuró en la campaña mucho más que el
presidente que se elegía. Con la memoria y el aparato del Estado en contra, la
oposición venezolana montó una campaña heroica a pesar de su derrota aparente.
Desprovisto
del carisma de Chávez y los altos precios del crudo, el Gobierno de Maduro no
tiene perspectivas alentadoras. Los controles económicos asfixian la actividad
y la devaluación inflacionaria continúa creando pobreza a pesar de la retórica.
La falta de papel higiénico puede ser el resultado del sabotaje imperialista; o
bien puede ser el resultado de ideólogos haciendo política económica. Una
posibilidad es mucho más realista que la otra.
La
elección más importante en lo que resta de 2013 serán los comicios legislativos
en Argentina, donde el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner se juega el
todo por el todo.
La
campaña recuerda al Reino del revés de María Elena Walsh, aquella famosa
poetisa infantil argentina. Kirchner habla de un crecimiento económico que no
se refleja en las estadísticas, de controles de precios mientras niega la
inflación que sí se plasman en las estadísticas, de socialismo mientras se
implementa un blanqueo de capitales, y de pluralismo mientras acosa a cualquier
medio no adicto al poder.
“Me
dijeron que en el Reino del revés”, escribía Walsh, “un ladrón es vigilante y
otro es juez y que dos y dos son tres”. La “democratización de la justicia” que
la Corte Suprema bloqueó por inconstitucional llevó a los legisladores
oficialistas a hablar de un “golpe de Estado” judicial. Deberían haber leído la
Constitución sobre la que juraron sus cargos, ya que el rol de la Corte es
proteger la Carta Magna de los caprichos del Congreso. Pero en Argentina la
división de poderes no caracteriza a las repúblicas, sino a las “oligarquías
judiciales”.
El
juego se completa hablando de democracia mientras se planea un cambio
constitucional para bloquear la alternancia en el poder, un requerimiento
histórico de la democracia.
Desde
la selectividad ecuatoriana ante la libertad de prensa, a la política económica
del chavismo y la esquizofrenia de la teleología kirchnerista, una de las dos
Américas Latinas está a la deriva. La otra avanza, y la brecha se agranda.
Que
esta revolución termine, y sus locuras con ella.
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