- Empieza la rendición de cuentas/JORGE CARRASCO ARAIZAGA
Revista
Proceso
# 1914, 7 de julio de 2013
En
un hecho inédito, un militar del más alto rango, el exsecretario de la Defensa
Guillermo Galván Galván, deberá comparecer ante un tribunal civil. Tan insólita
diligencia obedece a la petición de la defensa del teniente coronel José Julián
Juárez Ramírez, preso desde 2009, quien desea deslindar responsabilidades sobre
los excesos cometidos por el “pelotón de la muerte” en Ojinaga durante la
guerra calderonista contra el narcotráfico.
El
titular de la Defensa Nacional en el sexenio de Felipe Calderón, general de
división retirado Guillermo Galván Galván, ha sido llamado a declarar ante la
justicia federal por la tortura, muerte y desaparición de presuntos
narcotraficantes durante el Operativo Chihuahua, en el que participó el
Ejército como parte de “la guerra contra el narcotráfico” emprendida por el
mandatario panista.
El
exfuncionario fue citado por el Juzgado Segundo de Distrito en el estado de
Chihuahua, donde el próximo 6 de agosto deberá rendir declaración como testigo
dentro de la causa penal 53/2012 abierta por los delitos contra la salud,
acopio de armas y robo, pero que forma parte de una investigación más amplia relacionada
con la desaparición de personas a manos de militares durante 2008.
El
citatorio está fechado el 17 de junio para que Galván declare desde la Ciudad
de México por videoconferencia y enlazado con el Juzgado Octavo de Distrito en
el estado de Sinaloa, con sede en Mazatlán, donde se ubica la prisión militar
en la cual están varios de los procesados en las causas penales que se siguen
por homicidio, tortura y desaparición de cadáveres.
Se
trata de la primera acción de la justicia civil en la que es citado el
extitular de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) a causa de la
“guerra al narcotráfico” declarada por Calderón. El citatorio coincide con la
liberación, decretada el viernes 5 por otro juzgado federal, de tres generales,
un teniente coronel y un mayor del Ejército a quienes no se les pudo comprobar
la acusación fincada por el anterior gobierno de que protegían al Cártel de los
Beltrán Leyva.
El
testimonio de Galván fue requerido por el teniente coronel José Julián Juárez
Ramírez, interno en la prisión militar de Mazatlán desde agosto de 2009,
acusado inicialmente por robo, posesión de arma y posesión de droga, pero
después de casi cuatro años de prisión, apenas el 13 de junio pasado, fue
encausado penalmente en una alegada desaparición forzada.
Juárez
Ramírez, un oficial con 29 años de servicio en el Ejército al momento de su
detención, pidió la declaración de Galván y de otros jefes y exjefes del
Ejército para desacreditar las acusaciones en su contra y demostrar la
actuación por consigna de la Procuraduría General de Justicia Militar (PGJM),
asegura su abogado Víctor Alonso Tadeo Solano.
En
la prueba testimonial requerida, Galván deberá responder sobre el Operativo
Chihuahua y lo que le fue informado por los comandantes de la zona en respuesta
a sus instrucciones de actuar con mano dura durante los operativos ordenados
por Calderón.
En
septiembre u octubre de 2008, refiere la defensa del teniente coronel, Galván
se reunió con los generales a cargo del operativo iniciado por el Ejército en
Chihuahua medio año antes. Galván llegó a la base aérea militar de Chihuahua,
donde se encontró con los comandantes de la XI Región Militar, con sede en
Torreón, Coahuila, aunque abarca también a Chihuahua. Juárez Ramírez era
comandante de la Compañía de Infantería No Encuadrada (CINE), ubicada a siete
kilómetros del cuartel general de la guarnición militar de Ojinaga.
La
instrucción de Galván fue innovar los métodos de trabajo y de operación para
combatir a los narcotraficantes. El cumplimiento quedó a la interpretación de
los jefes militares, comandantes de regiones, zonas, guarniciones y unidades no
sólo en Chihuahua, sino en todo el país. Lo que siguió fue la fuerza desmedida
y, en el caso del Operativo Chihuahua, prohijó al llamado “pelotón de la muerte”
(Proceso 1889).
“Ese
tipo de medidas son correctas para los superiores cuando se tienen resultados
adecuados, pero cuando hay un error, los encargados de cumplir las órdenes
quedan en una situación muy endeble, los dejan solos. Eso es lo que ha pasado
con quienes ejecutaron esas órdenes, que van desde clases, oficiales y hasta
comandantes de unidades operativas.
“Cuando
algún jefe preguntaba qué iba a pasar si ocurriera algún error y quién
respaldaría a los implicados, la respuesta era simple: ‘Platique con su
comandante’”, refiere el litigante, quien sirvió al Ejército entre 2000 y 2009.
Los
citatorios
Egresado
de la Universidad del Valle de México y con estudios de posgrado en la
Panamericana y el Instituto Tecnológico Autónomo de México, Tadeo Solano
pretende también la presentación ante la justicia civil del general de división
Marco Antonio González Barreda, quien al momento de los hechos era comandante
de la XI Región Militar.
El
divisionario concluyó el sexenio de Calderón como inspector y contralor general
del Ejército. Hoy es director general del Instituto de Seguridad Social para
las Fuerzas Armadas Mexicanas, designado por el general de división Salvador
Cienfuegos Zepeda, titular de la Sedena.
El
abogado busca además la declaración judicial del entonces jefe de Estado Mayor
de la Defensa Nacional, general Demetrio Gaytán Ochoa, quien después de los
sucesos en Chihuahua fue designado subsecretario de la Sedena. El año pasado
encabezó una de las más fuertes disputas en la secretaría para suceder a
Galván. Ahora es el director del Banco del Ejército (Banjército), también por
decisión del general secretario.
El
litigante también citó al general Felipe de Jesús Espitia Hernández, quien en
2008 era comandante de la Quinta Zona Militar, con sede en Chihuahua,
Chihuahua, y responsable directo del Operativo Chihuahua. De acuerdo con la
defensa, ambos estuvieron en la reunión con Galván, lo mismo que los
comandantes de las zonas militares Sexta, con sede en Saltillo, Coahuila, y 42,
con base en Parral, Chihuahua.
El
actual comandante de la Quinta Zona Militar es el general Leopoldo Noé Gaytán
Ochoa –hermano del director del Banjército– quien se niega a una inspección
judicial de esas instalaciones solicitada por el abogado y autorizada por los
juzgados Segundo y Décimo de Distrito Civil en Chihuahua. Según el comandante,
el ingreso sólo puede ser autorizado por el titular de la Sedena.
Tadeo
Solano, quien litiga el caso entre la Ciudad de México, Sinaloa y Chihuahua,
asegura que la defensa ha recibido amenazas de muerte por parte de “personal de
la Quinta Zona Militar”. Ello lo motivó a enviar una carta al presidente
Enrique Peña Nieto en la que responsabiliza al general secretario y a la PGJM
de cualquier acto en su contra.
En
el documento se queja también de la procuraduría militar porque, expone, se ha
negado a presentar durante el juicio a los elementos de la Policía Judicial
Militar (PJM) que participaron en la captura de los militares y están acusados
de tortura para involucrar a jefes que participaban en el Operativo Chihuahua.
La PGJM asegura que no los puede presentar por seguridad personal.
En
entrevista, el abogado asegura que sin ser parte en los juicios, el agente del
Ministerio Público de la Quinta Zona Militar y personal del Juzgado de la III
Región Militar, en Mazatlán, solicitan informes a los juzgados Segundo y Décimo
de Distrito con sede en Chihuahua.
Ambos
juzgados radicaron las causas penales luego de que la Suprema Corte de Justicia
de la Nación fijó criterios respecto al fuero militar y estableció que el caso
Ojinaga debía pasar a la jurisdicción civil. Y aun cuando desde septiembre y
octubre de 2012 fijó los criterios para limitar el fuero militar, fue en enero
pasado cuando se resolvió en definitiva el conflicto competencial a favor de
los juzgados civiles, por lo que durante más de tres años la instrucción estuvo
a cargo de la justicia castrense.
El
encuentro de 2008
Entre
los asistentes a la reunión con Galván en la base aérea de Chihuahua estuvo el
general de brigada Manuel de Jesús Moreno Aviña, comandante de la Guarnición de
Ojinaga, donde, según las acusaciones en la causa penal 49/2012 que se instruye
en el Juzgado Décimo de Distrito de Chihuahua, ocurrieron las muertes de por lo
menos un civil y adonde fueron llevados tres presuntos delincuentes antes de
ser torturados, asesinados y calcinados en poblados aledaños a Ojinaga, entre
junio y agosto de 2008. Los desaparecidos son José Heriberto Rojas Lemus, El
Michoacano; Esaú Samaniego Rey, El Cholo o El Azteca, y Erick Campos
Valenzuela, El Campitos.
Moreno
Aviña es ahora uno de los 31 militares procesados en las diferentes causas
penales que, de acuerdo con los acusados, fueron enderezadas por consigna por
la justicia militar. Apenas el 27 de junio pasado durante una audiencia para
recabar su testimonio, alegó que su primera declaración ministerial hecha el 19
de agosto de 2009 ante la PGJM en la Ciudad de México, donde se encontraba en
la Dirección General de Personal, desapareció de su expediente. Esa
irregularidad no fue tomada en cuenta por el juez militar Gonzalo Corona
González, quien inicialmente conoció la causa antes de que declinara a favor de
la justicia civil.
Moreno
Aviña asegura además que fue declarado antes de que existiera una petición
oficial del Ministerio Público militar adscrito a la comandancia de Ojinaga. La
justicia militar falseó documentos, asegura, para ocultar esa arbitrariedad,
también cuestiona los peritajes de la PGJM sobre los supuestos restos óseos de
los desaparecidos y que la procuraduría militar no ha querido aportar como
prueba.
El
mismo día de la detención del general Moreno Aviña, el 19 de agosto de 2009,
ocurrió la del teniente coronel José Julián Juárez Ramírez y la de otros
oficiales y soldados. El operativo estuvo a cargo del entonces coronel y ahora
general brigadier David Eduardo Velarde Sigüenza, director de la PJM.
También
participó el mayor de Infantería Carlos Alberto Rivera Medeles, como
investigador de la PJM. Todos los detenidos, excepto uno, alegan haber sido
torturados para incriminarse.
En
el caso del teniente coronel Juárez Ramírez, quien tiene diferentes cursos de
instrucción en México, Chile y Estados Unidos, efectivos de la PJM llegaron al
cuartel donde se alojaba en la CINE.
Según
el parte oficial, en un cajón del buró de Juárez Ramírez le encontraron dosis
de cocaína y mariguana que, alega el acusado, eran utilizadas para el
adiestramiento del personal bajo su cargo por órdenes del general Moreno Aviña.
Los policías militares lo acusaron de flagrancia en el delito de posesión de
enervantes con fines de comercio.
Lo
interrogaron hasta las 11 de la noche del siguiente día. Por la mañana lo
llevaron en un avión del Ejército a la prisión militar de la III Región, en
Mazatlán, donde está preso desde entonces.
Los
militares detenidos fueron entregados al mayor Rivera Medeles, quien asentó en
el acta ministerial haber interrogado al teniente coronel sobre una caja de
madera escondida fuera de la CINE y cerca de la mina La Perla, rumbo a la
ciudad de Camargo. Según el mayor, la caja contenía armas de fuego, dinero
nacional y extranjero, cartuchos de diferentes calibres y joyas de oro, y dio
con ella por las declaraciones del sargento conductor hojalatero Andrés Becerra
Vargas, uno de los señalados de haber formado parte del “pelotón de la muerte”.
El
ministerial dijo que el teniente coronel respondió que las armas eran de las
que se aseguraban a los civiles y no se ponían a disposición de las autoridades
porque las utilizaba para sembrarlas a otros civiles que se detenían y a los
que no se les encontraba nada. En la versión asentada por el Ministerio Público
militar Juárez Ramírez señaló que el general Moreno Aviña le daba dinero,
también asegurado a civiles, para gastos de operaciones militares y que el
comandante de la Guarnición era quien en complicidad con dos civiles ordenaba
la ejecución de otros civiles.
En
sus primeras declaraciones ministeriales el sargento Becerra Vargas y el mayor
Alejandro Rodas Cobón, señalado como uno de los jefes del “pelotón de la
muerte”, acusaron a Juárez Ramírez de quedarse con droga y dinero y de estar
relacionado con el asesinato de varias personas, entre ellas un policía municipal
y una empleada de la PGR.
No
fueron los únicos que declararon contra el comandante de la Guarnición y el de
la CINE. También lo hicieron los demás integrantes del “pelotón de la muerte” y
otros efectivos de la Guarnición. Pero en sus declaraciones ante el juez casi
todos, a excepción de Becerra Vargas, alegaron que fueron presionados y
torturados por la Policía Militar para declarar contra el general Moreno Aviña
y el teniente coronel Juárez Ramírez.
El
juez castrense de las causas penales abiertas contra los elementos de la
Tercera CINE, el general Corona, desechó las acusaciones de tortura y dio como
válidas sus primeras declaraciones ante el Ministerio Público militar.
Uno
de los principales inculpados, Rodas Cobón, asegura que fue torturado por la justicia
militar para inculparse del homicidio de Rojas Lemus y Samaniego Rey, y
responsabilizar al general Moreno Aviña y al teniente coronel Juárez Ramírez.
El 16 de abril pasado, en un testimonio que dio a petición de Moreno Aviña,
Rodas Cobón identificó a quienes, alega, lo torturaron.
Después
de su traslado a la Ciudad de México desde Ensenada, Baja California, el 26 de
agosto de 2009 fue llevado a Ojinaga, donde fue entregado al mayor Rivera
Medeles en una cabaña dentro de las instalaciones militares: “Me ordenó… que me
sentara. Al sentarme, el capitán Héctor Raúl Salgado Urióstegui me propinó
bofetadas, y al quererme levantar fui sujetado por ambos brazos por el mayor
Rivera Medeles y el capitán Román Rodríguez…
“Dime
ya de muertos y ejecutados ordenados por el general Moreno Aviña, no te hagas
pendejo… Nosotros como agentes de la Policía Federal Militar estamos protegidos
y recibimos órdenes directas del general secretario de la Defensa Nacional,
Guillermo Galván Galván, y mientras él esté en el poder no nos van a hacer
nada, así se quejen ante quien se quejen…
“Me
dijeron que me dejarían descansar 20 minutos para que descansara e inculpara al
general Moreno Aviña y al teniente coronel Juárez Ramírez”, tal y como aparece
en su primera declaración ministerial firmada 18 días después de su detención
en Baja California, periodo en el que, según su dicho, no lo dejaron bañarse ni
cambiarse de ropa.
Aunque
ahora nadie se quiere responsabilizar de la existencia del “pelotón de la
muerte”, el Ejército sigue en el centro de la polémica por la “guerra” de
Calderón. Apenas la madrugada del viernes 5 el juez tercero de Distrito en
Materia Penal de Procesos Penales Federales, con sede en Toluca, decretó por
falta de pruebas el sobreseimiento de la causa penal e inmediata liberación de
los generales Roberto Dawe, Ricardo Escorcia y Rubén Pérez, así como del
teniente coronel Silvio Hernández y del mayor Iván Reyna, quienes estaban en
prisión desde el año pasado acusados por el gobierno de Calderón de fomento al
narcotráfico.
En
abril pasado la justicia federal liberó al general de división en retiro y
exsubsecretario de la Defensa Nacional Tomás Ángeles Dauahare, luego de que la
PGR se desistiera de las acusaciones fincadas en su contra por el gobierno de
Calderón de proteger desde los más altos niveles del Ejército al Cártel de los
Beltrán Leyva.
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