América Latina;
la hora de los mediadores/ ALVER METALLI
Haiti, Nicaragua, Venezuela
En
línea con el pontificado, las iglesias de América Latina intervienen en los
conflictos con todos sus recursos
http://www.tierrasdeamerica.com, 14
de abril de 2014
Las
iglesias de América Latina median en los conflictos, los episcopados
intervienen para facilitar el diálogo entre las partes allí donde las
sociedades están fracturadas y los frentes irremediablemente contrapuestos. El
de Venezuela es sólo en último de los casos, el más resonante por la situación
de estancamiento exasperado que se ha creado. Con el respaldo del Papa, el
secretario de Estado Vaticano, Parolin, intenta una recomposición de resultado
incierto e indudablmente no a corto plazo. “Una oportunidad que no se debe
desperdiciar”, afirmó, manifestando su disponibilidad para emprender la ardua
tarea, consciente de que el fracaso arrastraría al país al borde del abismo.
La
“cultura del diálogo” del Papa Francisco tiene consecuencias políticas que
tocan muchas otras fronteras y estimula a los episcopados nacionales para salir
al ruedo y poner a disposición sus servicios.
El
cardenal Leopoldo Brene de Nicaragua es el cuarto purpurado en la historia de
la turbulenta región por decisión del Papa Francisco. Al volver de Roma con el
capello cardenalicio se ofreció como interlocutor directo del presidente
Ortega, para tutelar espacios y derechos amenazados por un sandinismo cada vez
más omnívoro por la prolongada permanencia en el poder. “La investidura del nuevo
cardenal es una jugada estratégica del Vaticano para equiparar los
interlocutores del diálogo”, comenta la revista de análisis Perspectivas,
recordando que “el último intento de diálogo nacional que se realizó en el país
data de 1998, durante el gobierno de Arnoldo Alemán”. Después sobrevino el
largo e indiscutido ciclo sandinista, encarnado en este momento por Daniel
Ortega. El mismo que ahora parece aceptar como interlocutor al purpurado
designado por el Papa Francisco.
Otro
nuevo cardenal creado sorpresivamente por el Papa en su primer concistorio, el
haitiano Chibly Langlois, arzobispo de Les Cayes, apenas deshizo las maletas
después de su viaje a Roma ofreció sus servicios en la prolongada crisis
política del país. Las elecciones políticas debían realizarse en 2012 pero las
disputas sobre la constitución del tribunal electoral y sobre la ley que regula
su desarrollo fueron postergando la consulta. Para resolver el impasse, que
pesa sobre un país marcado todavía por las consecuencias del devastador terremoto
de cuatro años atrás, la Iglesia Católica fue invitada a efectuar una
mediación. Langlois, respaldado por su nueva investidura, tomó en sus manos las
riendas de las negociaciones, que concluyeron positivamente con la firma de un
acuerdo al cabo de un mes de diálogo marcado por momentos de fuerte tensión.
Las elecciones se llevarán a cabo el 26 de octubre de este año. “El diálogo nos
permitió crecer como país, hemos salido más fuertes, no hubo perdedores en el
diálogo, solo hubo ganadores”, comentó el purpurado.
Diálogo,
amistad social, inclusión, las palabras con mayor connotación social y política
de la Evangelii Gaudium, el texto programático del Papa Francisco, inspiran las
acciones de las iglesias a lo largo y a lo ancho de América Latina. El mapa de
los episcopados involucarados en mediaciones, interposiciones y buenos oficios
con los legítimos gobernantes y las respectivas oposiciones, en efecto, no se
agota en Venezuela, Haití y Nicaragua, donde el compromiso de las Iglesias es
formal, directo y manejado en los más altos niveles jerárquicos.
La
Iglesia de Santo Domingo, por intermedio del nuevo nuncio apostólico de cuño
papal, monseñor Jude Thaddeus Okolo, solicitó y obtuvo que se reanudara el
diálogo con el gobierno de Haití en busca de soluciones más humanas para el
tema migratorio después de las heridas abiertas en octubre por la sentencia del
Tribunal constitucional, que excluyó de la ciudadanía dominicana a los hijos de
los haitianos nacidos en el país después de 1929 y cuyos padres se encontraban
en una situación migratoria irregular. Un sacerdote de la iglesia de El
Salvador fue protagonista de la histórica tregua que se logró entre las Maras,
en 2013, y que en los primeros meses redujo sensiblemente la tasa de homicidios
en el país. Pocos después la tregua comenzó a tambalear visiblemente y ahora se
requiere un nuevo pacto, en el que ya está trabajando calladamente la Iglesia
salvadoreña. En Colombia, el futuro de los acuerdos de paz se decide en Cuba,
en la mesa de negociaciones entre el gobierno y la guerrilla, pero los buenos
oficios de la Iglesia colombiana son notorios, así como la presión para que las
partes no abandonen el esfuerzo a mitad de camino.
Para
recordar una participación tan directa de las Iglesias latinoamericanas en el
escenario político hay que remontarse a la década del ochenta, con la mediación
de la Santa Sede en el extremo sur del continente donde los ejércitos de Chile
y Argentina estaban a punto de enfrentarse por el control de algunas islas en
el canal de Beagle. Y después, en la década del ’90, a los acuerdos de
Chapultepec, México, con la guerrilla de El Salvador, que en 1992 pusieron fin
a 12 años de sangrienta guerra civil y se continuaron en 1996 con los análogos
acuerdos de paz en Guatemala. El caso de Cuba, donde la Iglesia se ha
convertido en garante de una transición pacífica, es probablemente el ejemplo
más llamativo de un rol de mediador que impulsa reformas políticas y económicas
capaces de transformar la fisonomía de un sistema político que parecía inmutable.
Todo
hace suponer que en las Iglesias de América Latina se ha abierto un nuevo
ciclo.
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