Sobre
el encuadre legal del derribo del MH17/William Burke-White, a member of the policy planning staff under former Secretary of State Hillary Clinton, is Professor of International Law and Director of the Perry World House at the University of Pennsylvania.
Traducción: Esteban Flamini.
Project
Syndicate |12 de agosto de 2014
El
presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, calificó el derribo del vuelo
17 de Malaysia Airlines como un “ultraje de proporciones indescriptibles”,
mientras que el presidente ruso, Vladímir Putin, lo llamó “accidente” y
“terrible tragedia”. El presidente ucraniano, Petró Poroshenko, lo categorizó
como “acto de terrorismo”, y el primer ministro de Malasia, Najib Razak, dijo
que fue un “acto inhumano, incivilizado, violento e irresponsable”.
Todas
estas descripciones pueden ser exactas, pero la carga retórica y las
implicaciones legales de cada una son diferentes. Ya es tiempo de que los
gobiernos y organismos internacionales califiquen el ataque al MH17 como
probable crimen de guerra.
Este
desplazamiento retórico es necesario, antes que nada, porque enmarcar en una
misma terminología el carácter moralmente reprobable de este acto despreciable
ayudará a ordenar las distintas percepciones públicas del hecho. En la actualidad,
el discurso público relacionado con el ataque es totalmente distinto en Rusia y
en Occidente: mientras los medios de prensa y funcionarios rusos lo describen,
en el mejor de los casos, como un terrible accidente, y en el peor de los
casos, como un complot estadounidense para debilitar el apoyo a los rebeldes,
los estadounidenses y los europeos acusan cada vez más abiertamente a Rusia de
estar posiblemente equipando o asistiendo a los rebeldes.
Esta
disparidad impide cualquier acuerdo sobre la interpretación del acto y, por
consiguiente, cualquier atisbo de cooperación significativa. Pero reconocer el
derribo del MH17 como un crimen de guerra daría a los gobiernos un modo de
reconciliar los diversos discursos.
Cualesquiera
hayan sido los motivos de los perpetradores, es innegable que hubo una
transgresión de normas morales y legales. Llamarla por su nombre jurídico
permitiría reconocerla como tal y evitar una guerra semántica sobre si hay que
calificar el ataque como acto de terrorismo, tragedia o conspiración; además,
enmarcar el acto como un crimen de guerra sería aceptable incluso para los
rusos, porque no supone un señalamiento de actores particulares, al tiempo que
reafirma la necesidad de que sea un tribunal de justicia (no una serie de
declaraciones en los medios) el que determine los hechos y las
responsabilidades.
De
hecho, otra razón importante para caracterizar públicamente el derribo del MH17
como crimen de guerra es que tal vez ayude a capturar a los perpetradores.
Actualmente, hay riesgo real de que los que lanzaron el misil (y tal vez,
quienes lo ordenaron) desaparezcan en el caos de Ucrania del este, en las
vastas extensiones de Rusia o en alguna otra parte. Además, incluso si se
encuentra a los perpetradores, hay riesgo de que se libren de ser juzgados si
las autoridades locales rotulan el crimen como un hecho político y, por tanto,
no extraditable.
Todos
los estados relevantes de la región aceptaron la obligación legal de colaborar
con la investigación y el juzgamiento de crímenes de guerra. La obligación de
juzgar a sospechosos de crímenes de guerra o extraditarlos para juicio en otros
países es tanto más vinculante cuanto más grave es el crimen del que se los
acusa.
Si
bien no se conocen todos los detalles del ataque al MH17, disparar un misil
tierra-aire a un avión civil de pasajeros en vuelo sobre una zona de conflicto
es, con toda probabilidad, una violación del derecho de guerra, al que están
sujetos por igual el gobierno ucraniano, el gobierno ruso y los rebeldes. De
hecho, el enfrentamiento en el este de Ucrania es un conflicto armado no
internacional (una guerra entre un gobierno y un movimiento rebelde) supeditado
al derecho internacional humanitario, que prohíbe categóricamente atacar
deliberadamente a civiles. Es decir que si quienes lanzaron el misil lo
hicieron con la intención de matar a los pasajeros del vuelo MH17, el acto fue
inequívocamente un crimen de guerra.
Incluso
si el objetivo del ataque era derribar un avión de carga ucraniano,
probablemente también constituye un crimen de guerra. Un elemento fundamental
del derecho de guerra (incluido el que se aplica a conflictos armados no
internacionales) es el principio de distinción, por el que las partes en
conflicto están obligadas a distinguir entre la población civil y los blancos
militares. En palabras del Comité Internacional de la Cruz Roja, dicho deber
precautorio incluye hacer “todo lo que sea factible para verificar que los
objetivos que prevén atacar son objetivos militares”.
En
este caso, había muchas formas sencillas de diferenciar el MH17 de un avión
militar de carga, entre ellas: la identificación visual (quizá con
binoculares), el análisis de la firma de radar y la verificación del código
emitido por el transpondedor de la aeronave. Si, tal como parece probable, estas
precauciones básicas no se tomaron, el derribo del MH17, incluso si fue
accidental, constituiría un crimen de guerra.
La
tarea de determinar responsabilidades por el derribo del MH17 habrá de ser, en
última instancia, de un tribunal holandés o malasio, o incluso un tribunal
especial patrocinado por las Naciones Unidas (como el que juzgó el atentado de
1988 al vuelo de Pan Am sobre Lockerbie). Enmarcar desde ahora el ataque como
un probable crimen de guerra (como ya lo hizo la Alta Comisionada de las Naciones
Unidas para los Derechos Humanos, Navi Pillay) puede ayudar a reconciliar la
disparidad de discursos emergente. Y lo más importante tal vez es que puede ser
esencial para garantizar el apoyo político, diplomático y legal necesario para
llevar a los perpetradores ante la justicia.
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