Gobierno de coalición o regresión autoritaria/JORGE CARRASCO ARAIZAGA
Revista Proceso # 2098, 15 de enero de 2017..
La desconfianza y la profunda irritación se potencian y llevan al país a una “dilución del aparato institucional”, dice a Proceso el constitucionalista Diego Valadés.
Frente a este desbordamiento de los cauces, cíclico y recurrente –azuzado en esta ocasión por el gasolinazo–, el entrevistado propone al presidente Enrique Peña Nieto adelantar los tiempos y optar por un gobierno de coalición.
Las instituciones en México están colapsadas. Ya no responden a las exigencias de la sociedad ni cumplen las funciones del Estado. No hay alternativa: o se gobierna en coalición o el país regresa al autoritarismo.
El constitucionalista Diego Valadés Ríos hace la advertencia y asegura que aun con sus bajos niveles de aceptación, sin precedente para un presidente de México en tiempos recientes, Enrique Peña Nieto podría adelantarse a la reforma constitucional prevista para 2018 y formar un gobierno de coalición.
Si en verdad busca la unidad del país como lo ha hecho en sus llamados ante el impacto social y económico por el aumento a la gasolina, podría adelantar la entrada en vigor de la reforma, así como adelantó la liberalización del precio de los combustibles, dice en entrevista con Proceso.
Doctor en derecho, especializado en presidencialismo mexicano, Valadés se ha dedicado en el Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ) de la UNAM al estudio del ejercicio de poder político en México desde la perspectiva constitucional y de los sistemas de representación.
Sus investigaciones también sobre los sistemas constitucionales de América Latina, España y Portugal le valieron para ocupar la presidencia del Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional, además de que en México es miembro de El Colegio Nacional y de la Academia Mexicana de la Lengua, entre otras organizaciones académicas nacionales y extranjeras.
Valadés habla también desde su experiencia como ministro en retiro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, como diputado federal, procurador general de la República y embajador en Guatemala durante los gobiernos del PRI del siglo pasado, en el sistema que él define como de partido hegemónico.
Incapacidad institucional
Concentrado en la academia desde que en 2006 dejó la dirección del IIJ, Valadés, de 71 años, asegura que el momento político que vive México es muy complejo, pues se conjugan la desconfianza, el desconcierto y una profunda irritación, “que se potencian recíprocamente porque las instituciones constitucionales están llegando a un punto cercano al colapso”.
–¿De plano al punto de colapso?
–Hay colapso cuando las respuestas institucionales son insuficientes para atender las exigencias y satisfacer las expectativas de la sociedad y para cumplir con los propósitos y funciones del Estado.
“Cuando la sociedad advierte que las instituciones están fallando de una manera crítica, como es el caso de México, comienzan a darse expresiones generalizadas de desinstitucionalización y de desconstitucionalización, desde los dos polos del poder: de quienes son los titulares de la responsabilidad de aplicar la norma y de quienes son responsables de cumplirla. Gobernantes y gobernados están convergiendo en un proceso de dilución del aparato institucional, aunque no hemos llegado todavía a una situación explosiva, en la que ya no hay referentes de poder.
Fundamenta su argumento: en su más reciente encuesta sobre Cultura Constitucional del IIJ, sólo 20% de los mexicanos considera que la Constitución es funcional para las necesidades del país; 60% dice abiertamente que no; 16% no sabe.
Valadés asegura que los saqueos de la primera semana del año, al margen de quienes los provocaron, fueron una expresión de esa incapacidad institucional: “Desde hace mucho tiempo, no meses ni años, décadas, no tenemos vectores que canalicen la protesta y las exigencias, y lo que ocurre simplemente es el desbordamiento de los cauces institucionales y la gente sale a las calles. Es un proceso que lleva años, ha sido cíclico y recurrente.
“El anterior ciclo de protesta elevada fue la que se produjo con motivo de los 43 desaparecidos de Iguala. Muchos dijeron: ‘No hay que preocuparse por esto. Va a describir una espiral, alcanzará su punto máximo y luego irá en declive’.
“Hoy, efectivamente, vemos desde la perspectiva de esa posición –que a mí me parece de un pragmatismo cínico– que la protesta virulenta ya desapareció. Sin embargo, la lesión social sigue ahí. En el caso del aumento a los combustibles se puede repetir el fenómeno, pero se sumará a muchas otras cicatrices que ya tiene el cuerpo social y político del país.”
–¿Cómo detener el deterioro institucional y político de México, al que ahora se suma además un entorno económico complicado y la hostilidad de Estados Unidos?
–El gobierno está convocando a la unidad del país. Y tiene razón. Ante estos llamados, lo razonable es que en las próximas semanas el presidente de la República comience a convocar a los dirigentes de los partidos políticos para escucharlos. Yo no entiendo, por ejemplo, que se invite a un candidato presidencial estadunidense repudiado por la sociedad mexicana y que no se invite a un líder de 15 millones de mexicanos como es (Andrés Manuel) López Obrador (líder de Morena).
–¿Y si no ocurre ese diálogo?
–Si no se materializa en el curso de los próximos dos años, evidentemente las condiciones del país se seguirán deteriorando hasta niveles inimaginables. Pero tendrá que hacerlo quienquiera que resulte presidente en 2018.
Adelantar tiempos
Como uno de los acuerdos del Pacto por México, la Constitución se reformó en febrero de 2014 para que a partir de la próxima administración pueda haber en México un gobierno de coalición. De acuerdo con el especialista, esa disposición debe adelantarse:
“Así como se anticipó la liberación del mercado y del precio de las gasolinas, deben anticiparse las soluciones políticas que ya están en la Constitución, y lo que está previsto para el 1 de diciembre de 2018 debía entrar en vigor el 1 de febrero de 2017” (en el centenario de la Constitución Política).
Coautor del reciente Estudio sobre el sistema presidencial mexicano y el gobierno de coalición, Valadés afirma que un gobierno de coalición “representa la verdadera opción de unidad del país”. Sea en 2017, 2018 o el año que sea, “sin coalición no habrá solución”. Sin la fuerza de los demás partidos que le den mayoría en la Cámara de Diputados y en el Senado no podrá gobernar, asegura.
Dice que cuando la totalidad de los partidos, o por lo menos la mayoría, acceda al poder para resolver la situación crítica del país, habrá soluciones para lo que estamos viviendo. “Lo que no se puede es seguir viviendo sólo de una unidad retórica. Tenemos que pasar de la retórica de la unidad a la política de la unidad”.
–Pero la representación política en el país está muy fragmentada. Los propios partidos tienen fuertes disputas internas…
–Así es, pero lo que está dañado más es el régimen de gobierno. En México tenemos un sistema de concentración del poder en el presidente de la República, que ya dio sus mejores resultados durante el periodo de la hegemonía y que es incompatible con el periodo del pluralismo.
“La concentración del poder es el opio de los sistemas constitucionales democráticos porque lleva a la indolencia por parte de los integrantes del sistema, pensando en que las decisiones las tome solamente un hombre. Esto es incompatible con cualquier sistema democrático plural.
“Lo que tenemos es un sistema autocrático de concentración del poder injertado en un sistema democrático de representación plural. El régimen de gobierno no ha cambiado cuando ya cambió la sociedad.”
–Las experiencias de colaboración en las dos últimas décadas ha sido entre el PRI y el PAN. ¿Es suficiente un gobierno de coalición entre ellos que deje fuera a Morena, que por lo demás ha dicho que no llegaría a ningún acuerdo con esos dos partidos?
–Esto es parte de la polarización a la que hemos llegado y que debemos superar. Todos los mexicanos –y no por simpatizar o no simpatizar con alguno de ellos, sino simplemente porque son parte del proceso de poder–, veríamos como un elemento de satisfacción democrática ver una foto del presidente de la República y del señor López Obrador saludándose y hablando como lo que son: dirigentes políticos.
“No es posible que estemos asistiendo en México a una política de enemigos. Es razonable una política de contendientes discrepantes, pero no de enemigos excluyentes. Mientras mantengamos eso en la política lo estaremos viendo reflejado en la sociedad. Cuando la sociedad vea que sus dirigentes se hablan y que se pueden construir puentes de entendimiento manteniendo cada uno sus posiciones, el talante del país tiene que cambiar.”
–Otro de los déficit del Estado mexicano es la falta de rendición de cuentas.
–La concentración extrema del poder impide que se produzcan procesos de articulación entre los diferentes órganos de poder y del control. Esto ocasiona lo que estamos viviendo, sobre todo corrupción; y ésta genera incompetencia, porque los que llegan ejercen el poder de manera impune. Y esto ocasiona todo lo demás que vivimos: la incapacidad del Estado de cumplir con sus funciones.
“Lo que estamos viendo ahora como respuesta al problema de las gasolinas, no es un episodio que corresponde a las medidas tomadas el día 28 de diciembre de 2016. Es el resultado de una acumulación de insatisfacciones a lo largo de años y tal vez de lustros, en los que el Estado mexicano se ha acostumbrado a tomar decisiones de manera unilateral, sin consultar y sin prever las consecuencias. Es más, sin que le importen el tipo de consecuencias que se vayan a producir. Esto tiene que acabar.
–La indignación está centrada en el presidente Peña Nieto. Está cuestionado en las calles y en parte de las élites. Las encuestas, en general, indican un nivel de aceptación de menos de 20% incluso antes del gasolinazo. ¿Cómo puede gobernar en esa condición?
–Pasando del diálogo a la construcción de una unidad real en el gobierno, de manera que todos los mexicanos nos veamos representados ahí. Hablo de un gobierno de coalición, pero creo que en las condiciones extremas que vivimos debíamos tener ya un gobierno de unidad nacional. Estamos viendo y nos preocupa el deterioro de la aceptación popular del presidente, en una caída demoscópica de la que no tenemos precedentes en nuestro país.
Voto de censura
El jurista observa que la baja aceptación popular del presidente no es exclusiva de México. Pero sí le llama la atención la parálisis, incluida la de la relación con el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, quien, asegura, también refleja el colapso institucional.
Explica que muchos gobernantes de América Latina o Europa con baja o mínima aceptación han podido gobernar a través de coaliciones de gobierno.
“En Perú, (Alejandro) Toledo (presidente entre 2001 y 2016) llegó a tener 7% de aceptación popular, pero entonces designó a un jefe de gabinete que correspondía a un partido distinto al que él encabezaba, y los integrantes del gabinete a otro elenco de partidos, que entre todos tenían más de 50% de aceptación popular.
“Es así como se construyen los gobiernos en una democracia y es lo que ha hecho (Michel) Bachelet (en Chile) y lo que hizo durante un tiempo (Néstor) Kirchner (en Argentina). Cuando entró al poder, tenía 21% de la votación, pero formó una colación del propio peronismo, lo que le dio mayoría formal no sólo en el Congreso, sino real en la sociedad. En México, el presidente necesita construir una mayoría a partir de grandes acuerdos, aun cuando algunos puedan no simpatizarle.”
Además, la Constitución Política no prevé la salida del presidente. Por el contrario, dice Valadés, “hay que reforzar al presidente mediante acciones de naturaleza político democrática… porque el nivel en el que nos encontramos, con instituciones tan débiles, cualquier percance que nos lleve a un episodio no regulado puede desencadenar condiciones de extrema vulnerabilidad para la vida social”.
Además de proponer la creación cuanto antes de un gobierno de coalición, el experto se pronuncia por la introducción de la figura del voto de censura. “Un voto de censura para el gabinete, de ninguna manera para el presidente, que debe representar siempre un factor de estabilidad institucional como jefe de Estado. Pero también es jefe de gobierno y su gobierno sí debe ser objeto de control, incluida la censura”.
–¿Y la revocación del mandato?
–La revocación del mandato no funciona en ningún sistema. En el mundo existe en sólo siete sistemas constitucionales. En donde mejor funciona es en Suiza, y en Estados Unidos, pero en el ámbito local. En el otro extremo, la revocación del mandato que se ha planteado (en Venezuela) dos o tres ocasiones, ha llevado a la consolidación del autoritarismo (en ese país).
“Se planteó con (el presidente Hugo) Chávez, quien se fue contra los medios de comunicación, acabó con las televisoras independientes, controló los medios impresos, por lo menos una buena parte, así como las radiodifusoras, para evitar expresiones adversas a él. Con (el actual presidente Nicolás) Maduro ocurrió ya la vulneración directa del orden constitucional.
“En lugar de la revocación del mandato lo que funciona en un sistema representativo es un Congreso fuerte, que sí pueda ejercer controles con relación al gobierno y que sí le pueda decir al ministro X o el gabinete completo que es disfuncional y lo censura. Si ya tuviéramos gobierno de coalición y secretarios de estado responsables, la inconformidad sería con relación a ellos y no con relación al presidente. Por eso el presidente –el actual o el que venga– tendrá que encontrar en el gobierno de coalición la única solución posible para poder ejercer realmente el gobierno.
–¿No hay de otra?
–No hay de otra. Quien no gobierne en coalición estará expuesto a que se sigan repitiendo los episodios que ahora estamos viendo, que resultan no de la persona, sino de la estructura de poder. Si pusiéramos a otra persona, va a pasar exactamente lo mismo; y si seguimos así durante varios sexenios, los resultados van a ser sistemáticamente iguales. El problema ya no son las personas. Son las instituciones y la manera de operarlas.
–El llamado presidencial de unidad cayó en el vacío.
–Para que funcionara el pacto al que convocó (Peña Nieto), tendría que hacerse exactamente lo mismo que se debió haber hecho con el Pacto por México: trasladarlo al Congreso para que fuera discutido por las fuerzas políticas. De todas maneras, va a ser discutido por éstas, pero en términos de descalificación, como ya está pasando.
“Darlo al Congreso para que se discuta y enriquezca. No podemos seguir viviendo en la ficción democrática. O nos tomamos la democracia en serio o ponemos en riesgo la democracia; y si no somos capaces de remediarlo, a un nuevo sistema autoritario en el país. No estamos en eso todavía y podemos remediarlo.
–¿Hay un riesgo real de regresar al autoritarismo?
–Sí, porque hay exasperación social. La sociedad quiere mejores condiciones de vida. Cuando sólo dos de cada 10 mexicanos tienen la creencia y convicción de que la Constitución es funcional, entonces la sociedad comienza a estar expuesta a múltiples episodios. Entre ellos, una recaída autoritaria.
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