La Fiscalía concluyó este lunes la presentación de su causa contra Joaquín Guzmán. Fueron 56 testigos en total, de los que más de una decena eran testigos protegidos o colaboradores...
Ahora es el turno de la defensa para presentar a los suyos.
El lunes 28 de enero, cuando estaba por terminar la sesión en el tribunal, Joaquin Guzmán Loera le dijo al juez Cogan..
“Señor juez...he hablado con mis abogados y me voy a reservar”.
“¿Reservar?”, le preguntó Cogan.
“Sí”, respondió Guzmán “no voy a testificar”.
Ellos -los abogados-, ya me asesoraron y estoy de acuerdo”.
El equipo que representa a Guzmán llamará a sus testigos este martes. Sus intervenciones no se esperan que sean muy largas, por lo que se estima concluirán en la misma jornada.
La Fiscalía podrá así el miércoles presentar los argumentos finales, a los que seguirán los de la defensa el jueves.
Una vez que el juez dé las instrucciones al jurado para examinar los cargos y las pruebas podrá empezar a deliberar.
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The New York Times, 28 de enero de 2019..
La fiscalía concluye su caso contra Guzmán Loera; el Chapo anunció que no testificará
Por ALAN FEUER
NUEVA YORK — Los fiscales en el juicio en contra del narcotraficante mexicano Joaquín “el Chapo” Guzmán Loera anunciaron el lunes que terminaron de presentar su evidencia. Fueron diez semanas monumentales en las que mostraron decenas de fotografías tomadas para vigilancia, cientos de mensajes de texto interceptados, el testimonio de 56 testigos, incontables ladrillos de cocaína confiscada e, incluso, un lanzagranadas propulsado por cohetes.
En pocos procedimientos legales ha sido tan exhaustiva, e incluso extenuante, la presentación de evidencia como lo fue en el caso del gobierno estadounidense en contra de Guzmán. El juicio comenzó en noviembre de 2018 en la Corte Federal de Distrito de Brooklyn, en medio de una fuerte vigilancia; la argumentación de los procuradores terminó el 28 de enero a las 15:40 horas cuando la fiscala Gina Parlovecchio le dijo al juez Brian Cogan: “El gobierno terminó, su señoría”.
Unos momentos después, en un inusual mensaje a la corte, el mismo Guzmán Loera se dirigió al juez para informarle que no comparecería desde el banquillo para defenderse. Antes habían rondado los rumores y las especulaciones sobre si contravendrían el precedente en casos similares —así como el consejo de su equipo legal— al testificar a su nombre. Los abogados del Chapo dijeron que su presentación de la defensa, el martes, no será extensa; es posible que el jurado empiece a deliberar tan pronto como el viernes 1 de febrero, después de las recapitulaciones de cada lado.
Alejandro Edda, el actor que hace del Chapo en la serie Narcos: México, también estuvo en la sala cuando el gobierno estadounidense cerró la presentación de su caso con una descripción detallada del túnel de más de un kilómetro de largo por el cual Guzmán Loera habría escapado (su segunda fuga) en 2015. Cuando los abogados de Guzmán Loera le dijeron a su clientes que Edda estaba ahí para atestiguar los eventos del día, el Chapo sonrió de oreja a oreja y saludó de lejos al actor.
Fue un final muy adecuado para el evento tan estrafalario. Desde un inicio, al centro del esfuerzo de la procuraduría estuvieron los testigos cooperantes convocados al banquillo con los cuales se dieron a conocer públicamente varios detalles de las operaciones del Cártel de Sinaloa, el que Chapo está acusado de liderar.
El desfile de testigos comenzó hace tres meses con Jesús Zambada García, quien alguna vez estuvo a cargo de las operaciones del cártel en Ciudad de México y les describió a los integrantes del jurado cuestiones de logística, personal y finanzas de la organización delictiva. El último en rendir testimonio, el 28 de enero, fue Isaías Valdez Ríos, exsicario del cártel que habló de algunos episodios de violencia que él cometió y de otros que atribuyó al Chapo.
Entre ellos dos hubo un flujo constante de personajes del pasado del Chapo, que parecían salidos de una novela de Charles Dickens. Incluyeron al hombre colombiano que le surtía la cocaína al cártel; a su principal distribuidor en Estados Unidos; al hijo y alguna vez heredero del principal socio del Chapo en Sinaloa; a uno de los secretarios personales de Guzmán Loera; al experto en computación que construyó una red encriptada para el Chapo; al igual que la muy joven amante con quien el capo se escapó –desnudo– de la Marina mexicana por un túnel escondido debajo de una bañera en una de sus casas de seguridad.
Como si eso no fuera suficiente, los procuradores también convocaron a testificar a varios expertos forenses y a integrantes de las fuerzas policiales; entre ellos, un fiscal ecuatoriano, integrantes de la Policía Nacional de Colombia, un oficial militar de República Dominicana y varios agentes del FBI, la Agencia para el Control de Drogas (DEA) y del equipo de investigaciones de Seguridad Nacional estadounidense. Incluso participó un analista en peritaje de caligrafía perteneciente a la cuarta generación de una familia en dedicarse a esa tarea; el bisabuelo del experto fue parte de un caso muy sonado de secuestro en Estados Unidos, el del hijo del aviador Charles Lindbergh en los años treinta.
El testimonio de todos los testigos, en su conjunto, fue arrollador. Describieron a Guzmán Loera como alguien que se dedicó durante más de treinta años a traficar toneladas de drogas de Centroamérica a México y de ahí hacia Estados Unidos y Canadá con métodos impresionantemente diversos: barcos pesqueros de atún, lanchas motoras, aviones de fibra de carbón diseñados para evadir radares, vehículos de pasajero, trenes cargueros, submarinos semisumergibles, tractocamiones con la droga escondida en latas de jalapeños y, sí, otro túnel (escondido debajo de una mesa de billar).
Los testigos también acusaron al Chapo de haber sobornado a integrantes de casi todos los niveles de la policía, el ejército y la política de México, incluido un supuesto pago de 100 millones de dólares al expresidente Enrique Peña Nieto. Guzmán Loera, según los testimonios, ordenó asesinar a decenas de sus rivales, a enemigos e informantes y él mismo contaba con armas como un rifle AK-47 chapado en oro, un fusil M-16 pintado de camuflaje y por lo menos tres pistolas con incrustación de diamantes —una de las cuales tenía sus iniciales en la empuñadura—. Los testigos dijeron que el Chapo mató personalmente al menos a tres personas; a una habría ordenado que la enterraran viva y habría pedido que los cuerpos de las otras dos fueran incinerados en una fogata.
Además de ayudar a los fiscales a respaldar los once cargos penales en contra de Guzmán Loera, tales testimonios pintaron una imagen muy compleja del Chapo. Le contaron al jurado y a los reunidos en el tribunal cómo pasó de ser un campesino empobrecido en el pueblo de La Tuna, en las montañas de la Sierra Madre, a un narcotraficante multimillonario que tenía una casa de playa valuada en 10 millones de dólares, así como una flota de jets, un yate homónimo y un zoológico privado.
Los integrantes del jurado escucharon durante la presentación del caso de la fiscalía varias anécdotas sobre el mal genio del Chapo, su comportamiento cuando está bajo presión, su libido casi inacabable, su tendencia a trabajar prácticamente a todas horas, lo mucho que aprecia los reflectores y su obsesión con espiar a quienes lo rodeaban. El jurado se enteró de los proyectos fílmicos frustrados de Guzmán Loera e incluso vieron, entre varios videos, uno que muestra el cajón de ropa interior en una propiedad suya.
Los procuradores pudieron armar un caso tan completo porque varios de ellos han investigado al Chapo desde hace una década, o más tiempo. El Chapo ya enfrentaba seis acusaciones penales presentadas en seis diferentes distritos judiciales de Estados Unidos mucho antes de que fuera extraditado desde México en 2017 para ser enjuiciado en Nueva York.
Guzmán Loera era un blanco muy particular para un juicio al ser uno de los mayores narcotraficantes del mundo. Con algunas excepciones notables, armar el caso en su contra requirió de mucha colaboración de distintas autoridades en Estados Unidos: el FBI, la DEA, el departamento de Seguridad Nacional, la sección de Narcóticos y Drogas Peligrosas del Departamento de Justicia y las oficinas de procuradores en Chicago, Miami, San Diego, El Paso y Nueva York.
Cuando Adam Fels, un fiscal de Miami, dio el discurso inicial el 13 de noviembre, dio a entender que el caso en contra de Guzmán Loera había sido uno solo. Pero al terminar la presentación de la fiscalía quedó claro que había sido construido a partir de muchos casos juntados en uno cual frazada de retazos.
El collage terminó en el tribunal de Brooklyn por órdenes de Loretta Lynch, anterior fiscala general estadounidense quien antes se desempeñó como procuradora federal en ese distrito en Nueva York. Y fue tan extenso que la comparecencia de uno solo de los más de cincuenta testigos posiblemente habría sido suficiente para que Guzmán Loera termine por ser condenado. De hecho, hubo tantas declaraciones que el juez Cogan varias veces advirtió a los procuradores más de una vez para que no se excedieran.
Los abogados de Guzmán notificaron el pasado 20 de enero a las autoridades que iban a incluir a su cliente en la lista de testigos potenciales, algo que suele hacerse por protocolo pero que despertó rumores de que el mismo Chapo iba a hacer algo que acusados similares, como Al Capone y el jefe de la mafia John Gotti, nunca hicieron: subirse al banquillo para contar su propia historia.
Sin embargo, el lunes 28 de enero, cuando estaba por terminar la sesión en el tribunal, Guzmán Loera le dijo al juez Cogan que eso no sucederá.
“Señor juez”, le dijo, “he hablado con mis abogados y me voy a reservar”.
“¿Reservar?”, le preguntó Cogan.
“Sí”, respondió el Chapo. “no voy a testificar”.
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