En Aguacaliente de Gárate se compuso “El Niño Perdido”/ Por Faustino López Osuna*
La Voz del Norte, domingo 23 de octubre de 2011
Desde muy niño supe, por los más viejos del pueblo, que en Aguacaliente hubieron varios comuneros compositores, desde finales de 1800 y principios de 1900, durante el esplendor y el ocaso del porfiriato. Sus canciones eran interpretadas con acompañamiento de guitarra, por cantantes de estupenda voz, oriundos de la misma comunidad. Supe, también, que con eso de que todos en el pueblo se sabían las canciones, a cuantos llegaban de paso o a las fiestas de la Candelaria, se las cantaban. Y que un día, un músico viajero escuchó un hermoso vals de autor local. Con el paso del tiempo, se vinieron a enterar que el viajero aquél lo registró con su nombre, convirtiéndose en una hermosa pieza del repertorio musical de México. El tema se llama “Cuando escuches este vals”.
El tiempo en que se compuso “El niño perdido”, fue anterior al de “Cuando dos almas”, danza atribuida a la autoría de Fructuoso Gándara, originario del poblado La Barrigona, hoy La Concepción, también de Concordia, y más cercano al de “Oficiales parranderos”, del gran compositor rosarense y escuinapense por adopción, Severiano Moreno.
También desde los años de mi infancia, conocí la anécdota que sirvió para la composición de “El niño perdido”. Era tradicional que, cuando había algún festejo, sobre todo una boda, se contrataba una Banda de Concordia, que llegaba por el camino real a Mesillas. En carreta primero o en “troca” después, al arribar a un paraje conocido como “la loma de los novios”, empezaban los músicos a tocar desde ahí, hasta entrar al pueblo, en una romería que hacía el trayecto lanzando cohetes. Cierta ocasión, un filarmónico se hizo acompañar por su hijo, un niño de escasos cinco o seis años, que la pasó jugando con otros niños del barrio. Al llegar la noche, el padre que no había atendido al hijo, no lo encontró por ningún lado donde lo vieron. Luego corrió la voz entre el caserío alarmado. “Se perdió un niño que vino de Concordia con la Banda”, rebotó en el lomerío. “Lo vieron, comiendo, en casa de la Chuy del Cande”, decían unos. “Estuvo jugando descolgándose de las ramas de la camichina de con Bernardo Pinzón”, decían otros.
La famosa Chuy del Cande, que cuando realizaba el quehacer cantaba a capela y a todo pulmón las antiguas canciones conocidas, como “La Martina” y “A la orilla de una playa”, mejor que Lucha Reyes, enterada de lo que pasaba, fue con los músicos y les dijo: “Lo más seguro es que el niño agarró pa´ Mesillas y extravió el camino. Váyanse por el rumbo y trépense a una loma y toquen sin parar. Así le ayudarán a orientarse y podrá recalar”. De ese modo lo hicieron y, efectivamente, un rato después, llorando de asustado, arañado por los breñales, apareció el plebe, terminando aquella congoja en una desbordada alegría.
Un viejo compositor lugareño recreó el acontecimiento pueblerino, en una sentida melodía a ritmo de danza, triste, rematándola, al modo en que se componía en aquellos días, con un alegre final, insólito, únicamente alcanzado en la bellísima danza “La paloma”, a la que se acostumbró agregarle “habanera”. Yo no sabía que en Aguacaliente se había compuesto “El niño perdido”, hasta que, en 1990, cuando me presenté en el Cuarto Festival Cultural de Sinaloa, el viejo y admirado músico Manuel “El Chino” Flores, que dirigía la Orquesta Sinfónica Juvenil del desaparecido DIFOCUR, me dijo: “En tu pueblo se compuso y, con él, la Banda de Concordia, que era la mejor de su época, porque en ella tocaban el hermano de Genaro Godina, autor de la marcha de Zacatecas y Severiano Moreno, autor de “Arriba Buelna”, en 1920 ganó un concurso nacional en la ciudad de México.
Al poco tiempo, confirmó el dato don Miguel Valadés Lejarza, cronista de Mazatlán. Cien años después de su composición, recientemente, el 14 de octubre, al inaugurarse los XVI Juegos Panamericanos en Guadalajara, enseguida de que Vicente Fernández cantó el Himno Nacional, “México lindo y querido” y el son “Guadalajara”, dos excepcionales trompetistas interpretaron espléndidamente “El niño perdido”, para los 6 mil atletas de los 42 países ahí congregados. Yo tuve la azarosa y privilegiada fortuna de escucharlo instantáneamente por la televisión, en Aguacaliente de Gárate, en la casa construida por Juan José Gárate hace 149 años, en 1862. ¿Sabrán los demás paisanos que “El niño perdido” es sinaloense?
*Economista Y Compositor
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