Norberto Rivera Carrera, Arzobispo Primado de México
Nació en La Purísima, municipio de Tepehuanes, Durango el 6 de junio de 1942.
Cursó sus estudios de Filosofía en el Seminario Diocesano de Durango y Teología en el Pontificio Colegio Pío Latinoamericano y en la Pontificia Universidad Gregoriana en Roma.
Fuue ordenado sacerdote el 3 de julio de 1966; fue Vicario en la Parroquia de Río Grande, en Zacatecas, Profesor de Teología Dogmática en el Seminario Mayor de Durango, Asesor Diocesano del Movimiento de Jornadas de Vida Cristiana, Prefecto de disciplina en el Seminario de Durango, Asesor Diocesano del M.F.C., encargado de Comunicaciones Sociales de la Arquidiócesis de Durango y Profesor de Eclesiología en la Universidad Pontificia de México.
Dentro de la Conferencia del Episcopado Mexicano, fue Secretario Ejecutivo del Departamento de Pastoral Familiar, en la Comisión Episcopal para el Apostolado de los Laicos.
Fue nombrado Obispo de Tehuacán el 5 de noviembre y consagrado el 21 de diciembre de 1985. (Sustituyó al obispo Rafael Ayala Ayala, quien estuvo al frente de la diócesis de Tehuacán, Puebla de 1962 a 1985) ministerio que desarrolló de 1985 a 1995.
Acompaño al cardenal Alfonso López Trujillo en el Congreso Latinoamericano “Familia, Mujer y Empresa” celebrado del 11 al 13 de mayo de 1995 en Monterrey, NL organizada por el Pontificio Consejo para la Familia, con el apoyo de 86 personajes del sector empresarial de América Latina, consideró que la superación de los problemas económicos en América Latina se debe al “heroísmo de muchas mujeres que, con imaginación y trabajo y sacrificio, hacen posible la subsistencia de muchas familias”
Dos meses despues fue promovido -a propuesta del nuncio Girolamo Prigione- por Juan Pablo II como Arzobispo Primado de México, Arquidiócesis de la que tomó posesión el 26 de Julio de 1995, sustituyó en el cargo al Cardenal Ernesto Corripio Ahumada, hoy arzobispo Primado emérito.
Fue nombrado Cardenal de la Santa Iglesia el 18 de enero de 1998 y recibió el birrete cardenalicio en el consistorio del 21 de febrero del mismo año.
Cargos antes de ser Primado:
· Asesor diocesano del Movimiento “Jornadas de Vida Cristiana” (1958-1970)
· Vicario cooperador de la parroquia de Río Grande, Zacatecas (1966- 1967).
· Prefecto de disciplina de los alumnos de filosofía en el Seminario Mayor de Durango (1970-1973).
· Asesor diocesano del “Movimiento Familiar Cristiano” (1975- 1978).
· Catedrático de Teología Dogmática en el Seminario Mayor de Durango (1967-1985)
· Profesor de Eclesiología en la Universidad Pontificia de México (1982-1985).
· Miembro del Consejo Episcopal para la Familia del Celam (1989-94).
· Representante de la Región Pastoral de Oriente (1989-1991).
· Presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Familiar, CEM (1992-1994)
· Asesor diocesano del Movimiento “Jornadas de Vida Cristiana” (1958-1970)
· Vicario cooperador de la parroquia de Río Grande, Zacatecas (1966- 1967).
· Prefecto de disciplina de los alumnos de filosofía en el Seminario Mayor de Durango (1970-1973).
· Asesor diocesano del “Movimiento Familiar Cristiano” (1975- 1978).
· Catedrático de Teología Dogmática en el Seminario Mayor de Durango (1967-1985)
· Profesor de Eclesiología en la Universidad Pontificia de México (1982-1985).
· Miembro del Consejo Episcopal para la Familia del Celam (1989-94).
· Representante de la Región Pastoral de Oriente (1989-1991).
· Presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Familiar, CEM (1992-1994)
· Visitador junto con los obispos, Juan Sandoval Iñiguez, Javier Lozano Barragán, Rafael Gallardo y Raúl Vera, de seminarios de Congregaciones religiosas .
Practicamente no se supo en los medios de conflictos en Tehuacan de parte de Rivera Carrera, recuerdo que lo más grave fue el caso del sacerdote ecuatoriano Hallo del Salto, el cual fue expulsado de México.
Norberto Rivera Carrera me sorprendió con un servicio religioso el día 18 de septiembre de 1995 en la víspera del décimo aniversario del terremoto del 19 de septiembre de 1985.
La importancia del discurso del Arzobispo, radica en que en ese momento fue considerado como DEMASIADO CRÍTICO y como una virtual toma de posición del prelado frente a las políticas de gobierno, ya que define su postura económica y política frente a la crisis por la que atraviesa el país.
La importancia del discurso del Arzobispo, radica en que en ese momento fue considerado como DEMASIADO CRÍTICO y como una virtual toma de posición del prelado frente a las políticas de gobierno, ya que define su postura económica y política frente a la crisis por la que atraviesa el país.
Otro aspecto a considerar es que el mensaje se da justamente en una fecha muy significativa para los capitalinos.
A continuación sólo algunas partes del discurso:
El arzobispo criticó de manera tajante y directa el modelo neoliberal, como el utilizado por el actual gobierno, ante el que -dijo- “necesitamos con urgencia un cambio económico y social, ya que los efectos de las crisis recurrentes son más devastadores que los sismos de 1985”.
También criticó de manera indirecta, el discurso oficial, al señalar que “no basta con elogiar el orgullo estoico con el que los mexicanos afrontan cada sexenio la cuesta de los ajustes económicos concomitantes de las crisis de los últimos decenios”. Sentenció que “no basta con aludir al sacrificio de los obreros y los campesinos. No basta con reconocer la marginación centenaria de los indígenas, tanto los que permanecen en sus lugares de origen como los que pasean su miseria por las calles de nuestra ciudad”.
El prelado afirmó que es urgente el cambio, y “por eso exhorto a todos, a los más altos responsables de las decisiones políticas, económicas y sociales, a los banqueros y empresarios de todos los rangos, así como a todos los ciudadanos, a buscar con creatividad y perseverancia nuevos caminos”.
A continuación sólo algunas partes del discurso:
El arzobispo criticó de manera tajante y directa el modelo neoliberal, como el utilizado por el actual gobierno, ante el que -dijo- “necesitamos con urgencia un cambio económico y social, ya que los efectos de las crisis recurrentes son más devastadores que los sismos de 1985”.
También criticó de manera indirecta, el discurso oficial, al señalar que “no basta con elogiar el orgullo estoico con el que los mexicanos afrontan cada sexenio la cuesta de los ajustes económicos concomitantes de las crisis de los últimos decenios”. Sentenció que “no basta con aludir al sacrificio de los obreros y los campesinos. No basta con reconocer la marginación centenaria de los indígenas, tanto los que permanecen en sus lugares de origen como los que pasean su miseria por las calles de nuestra ciudad”.
El prelado afirmó que es urgente el cambio, y “por eso exhorto a todos, a los más altos responsables de las decisiones políticas, económicas y sociales, a los banqueros y empresarios de todos los rangos, así como a todos los ciudadanos, a buscar con creatividad y perseverancia nuevos caminos”.
Sostuvo que en lo económico es “necesario corregir el rumbo del capitalismo neoliberal y aceptar el pago social de la ganancias”.
Pidió adoptar alternativas más acordes con las múltiples dimensiones de la persona que requiere de fomento y de seguridad social: “Los trabajadores no sólo son agentes de la producción”. Consideró que “la libre competencia, las leyes del mercado y las ganancias no pueden ser consideradas como los únicos criterios que han de regir la economía”.
Sin apartarse del camino de la crítica, señaló que lo erróneo del modelo “lo muestra el resultado catastrófico de los últimos años, con 40 millones de mexicanos cada vez más pobres y la excesiva concentración de la riqueza en unos cuantos privilegiados”. Señaló “no hay ningún signo, hasta ahora, de que esto pueda suceder en el contexto actual, más bien parece lo contrario, con la fuga de esos capitales a otros países”.
Por ello señaló “no podemos permanecer como si nada ante los signos de muerte que se viven en nuestro país, donde prolifera la extrema pobreza, la corrupción, la impunidad y la violencia”, y llamó a hacer un frente común contra el narcotráfico.
Agudiza su crítica al señalar que “no ha resultado válida la justificación de que era necesario primero generar riqueza para después destribuirla”. Demandó modificaciones en el campo de la política, en el que es necesario abrir cauces a la expresión y corresponsabilidad de todos los partidos y organizaciones.
Finalmente anunció que la Iglesia Católica mexicana lanzará un programa de ayuda dirigido a la gente más necesitada y que será coordinado por la sección Caritas de la Arquidiócesis de México.
Podemos interpretar las opiniones en materia económica de Mons. Rivera, como un propuesta a los gobernantes de volver los ojos al capitalismo humanista concepto que ha manejado el Vaticano. Sin embargo, llama la atención el tono crítico, inusual en la jerarquía católica, que se hace al modelo económico neoliberal, al subrayar sus consecuencias y pedir directamente un cambio de rumbo. En lo político el prelado también con la misma energía demanda modificaciones.
Considerado en un primer momento, como perteneciente a una corriente ortodoxa de la iglesia, el arzobispo sorprende y adopta un discurso ya utilizado por el ala más progresista de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (Celam) y de la misma Conferencia Episcopal Mexicana (CEM).
Es posible que sea un mensaje político del Arzobispo primado de México al gobierno, en el sentido de que es mejor tener a la Iglesia Católica como aliada que como enemiga.
Sin apartarse del camino de la crítica, señaló que lo erróneo del modelo “lo muestra el resultado catastrófico de los últimos años, con 40 millones de mexicanos cada vez más pobres y la excesiva concentración de la riqueza en unos cuantos privilegiados”. Señaló “no hay ningún signo, hasta ahora, de que esto pueda suceder en el contexto actual, más bien parece lo contrario, con la fuga de esos capitales a otros países”.
Por ello señaló “no podemos permanecer como si nada ante los signos de muerte que se viven en nuestro país, donde prolifera la extrema pobreza, la corrupción, la impunidad y la violencia”, y llamó a hacer un frente común contra el narcotráfico.
Agudiza su crítica al señalar que “no ha resultado válida la justificación de que era necesario primero generar riqueza para después destribuirla”. Demandó modificaciones en el campo de la política, en el que es necesario abrir cauces a la expresión y corresponsabilidad de todos los partidos y organizaciones.
Finalmente anunció que la Iglesia Católica mexicana lanzará un programa de ayuda dirigido a la gente más necesitada y que será coordinado por la sección Caritas de la Arquidiócesis de México.
Podemos interpretar las opiniones en materia económica de Mons. Rivera, como un propuesta a los gobernantes de volver los ojos al capitalismo humanista concepto que ha manejado el Vaticano. Sin embargo, llama la atención el tono crítico, inusual en la jerarquía católica, que se hace al modelo económico neoliberal, al subrayar sus consecuencias y pedir directamente un cambio de rumbo. En lo político el prelado también con la misma energía demanda modificaciones.
Considerado en un primer momento, como perteneciente a una corriente ortodoxa de la iglesia, el arzobispo sorprende y adopta un discurso ya utilizado por el ala más progresista de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (Celam) y de la misma Conferencia Episcopal Mexicana (CEM).
Es posible que sea un mensaje político del Arzobispo primado de México al gobierno, en el sentido de que es mejor tener a la Iglesia Católica como aliada que como enemiga.
Hubo reacciones fuertes de varios columnistas y en sectores como la masonería, las iglesias evangélicas y algunos partidos políticos como el PPS y el PARM, más que nada por el hecho de que uno de los principales representantes de la Iglesia católica en México haya utilizado el púlpito para vertir sus opiniones políticas.
Con este discurso Mons. Rivera Carrera pretendió asumir el papel de dirigente real de la Iglesia Católica mexicana, quitándole el espacio a Mons. Sergio Obeso, entonces presidente de la CEM.
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