27 may 2007

Palestina

Palestina: el triunfo de la sinrazón/Isabel Turrent
Tomado de Reforma, 27/05/2007;
La violencia que ha envuelto Gaza desde principios de mayo, no parecería ser un escenario adecuado para la publicación de un libro más
sobre el conflicto palestino-israelí escrito por un abogado de la negociación pacífica y la moderación política. Los renovados choques entre Fatah y Hamas, las dos fuerzas que se unieron apenas en marzo para formar un gobierno de unidad nacional y establecer los cimientos para pacificar Gaza, podrían descalificar de entrada cualquier llamado a la no violencia. Sin embargo, Once Upon a Country es una lectura indispensable, precisamente en estas circunstancias. Para empezar, porque su autor no es un observador apasionado, pero ajeno, ni un participante extranjero en las negociaciones de paz, como muchos de los que han escrito recientemente sobre el conflicto palestino-israelí. Sari Nusseibeh es un palestino que nació y ha vivido gran parte de su vida en Jerusalén. Ha presenciado, ya sea como espectador involuntario e impotente, o como protagonista, el conflicto que desató la ocupación israelí hace casi exactamente 40 años, en junio de 1967.
El recuento de Nusseibeh es, por supuesto, mucho más que la historia del conflicto palestino-israelí. La primera parte es un largo relato, personal y cargado de añoranza, de la milenaria historia de su aristocrática familia y de su infancia del otro lado de "la tierra de nadie": la barrera que separaba al Jerusalén jordano del israelí. Pero la segunda parte del libro es la que es fundamental para entender cómo y por qué la sociedad palestina se ha sumergido en una violencia creciente teñida de fundamentalismos religiosos, que ha silenciado las voces moderadas y democráticas que Nusseibeh representa mejor que nadie.
Algunos vacíos distorsionan la historia reciente de la relación palestino-israelí (Nusseibeh olvida convenientemente, por ejemplo, que en 1948 fueron los países árabes los que atacaron al naciente estado de Israel). Pero el signo del libro es la objetividad. Es imposible no estar de acuerdo con Nusseibeh en su recuento de los errores que Israel ha cometido desde 1967 en los "territorios ocupados". Encarcelar a los activistas palestinos, por ejemplo, convirtió a las prisiones israelíes en escuelas donde se formaron líderes altamente politizados. Muchos de ellos optarían por la violencia después del fracaso de Oslo. Por lo demás, los servicios de seguridad israelí centraron su atención en los nacionalistas palestinos seculares y no pudieron ver el peligro que implicaba el fortalecimiento de organizaciones fundamentalistas como Hamas. Por último, la expansión de los asentamientos israelíes en los territorios ocupados sembró la desesperanza en amplios sectores de la sociedad palestina, radicalizó a muchos de los jóvenes que se volverían carne de cañón de las organizaciones terroristas y contribuyó al fracaso de los acuerdos de Oslo.
El resto de los factores que han desembocado en la violencia son, sin embargo, responsabilidad de los palestinos. La Autoridad Palestina (AP) de Arafat, desperdició todas las oportunidades posibles para establecer un gobierno eficaz y una democracia plena. Arafat instauró un desgobierno centralizado, la corrupción y el dispendio sentaron sus reales en los territorios ocupados y el maquiavelismo y la ineficiencia administrativa de Arafat dividieron a los grupos que conformaban la AP y fortalecieron a organizaciones fundamentalistas como Hamas -un movimiento bien estructurado, con amplias redes de protección social.
Bajo la sombra de la Segunda Intifada, que estalló en el 2001, el recuento de Nusseibeh roza la tragedia. Israelíes y palestinos estuvieron a un paso de llegar a un acuerdo de paz en los meses anteriores. En Israel, la elección de Sharon en febrero impidió que las pláticas continuaran. Pero aún sin Sharon, Arafat difícilmente hubiera concluido un acuerdo. El epitafio de Nusseibeh es terminante: "Después de todos los años de lucha (Arafat), tuvo la oportunidad de conseguir mucho de lo que necesitaba; el resto lo hubiera logrado construyendo un moderno Estado de derecho. Pero decidió no hacerlo". Lo que siguió fue un estallido de violencia que costó la vida a cientos de palestinos. Una lucha inútil -en palabras de Nusseibeh- "un catastrófico pleito caótico, sin liderazgo, estrategia, o ideas; ...un ataque de locura ruinoso y sanguinario" -que abrió las puertas al triunfo electoral de Hamas en 2006, y al ciclo renovado de violencia que vive Gaza.
Una lucha que ha dividido a Fatah -entre quienes favorecen el gobierno de unidad nacional y quienes se oponen a él- fragmentado a los palestinos en facciones que siguen a caudillos políticos, militares o clánicos, y fortalecido a Hamas, destruyendo toda posibilidad de negociación de la alternativa que favorecen los palestinos moderados como Nusseibeh: la construcción de un Estado palestino junto a Israel. Quienes pretenden que la negociación con Hamas es posible, deberían leer la descripción que Sari Nusseibeh, que ha dedicado años a la docencia y es director de la universidad Al Quds, hace de los jóvenes adoctrinados por Hamas que asolaban a sus compañeros seculares. "Barbudos fanáticos, alimentados por el espíritu de Hamas, impedían cualquier asomo de libertad intelectual, acosando a todos aquellos que intentaban cultivarla. La gente sentía terror de hablar con libertad". Ese terror persiste. Muchos de los ataques que sufren los habitantes de Gaza, corresponden a la atmósfera opresiva del fundamentalismo islámico: en Gaza ahora, un joven puede pagar con su vida usar un arete y no traer barba. Sari Nusseibeh ha cumplido con la obligación moral de ser inteligente, justo y realista. Es una lástima que pertenezca a un grupo de palestinos en riesgo de extinción.
Correo electrónico: iturrent@yahoo.com

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