Columna PLAZA PÚBLICA
Pacto de Bucareli: texto, subtexto y pretexto
Por Miguel Ángel Granados Chapa
Reforma, 7 de marzo de 2010;
La firma de Beatriz Paredes en un documento favorable a Enrique Peña Nieto revela una claudicación o un acto de parcialidad de la lideresa tricolor
Despiden mal olor los pactos de Bucareli. Los de 1923 otorgaron privilegios a inversionistas y acreedores norteamericanos al margen de la Constitución que apenas tenía seis años de edad, a cambio del reconocimiento de Washington al gobierno de Álvaro Obregón. Se quería que el del 30 de octubre del año pasado protegiera al gobernador Enrique Peña Nieto de eventuales alianzas de sus opositores a cambio de la colaboración priista en la aprobación de la Ley de Ingresos.
César Nava, el líder del PAN que dos días antes había sido puesto en ridículo en San Lázaro cuando le fue negada licencia para consagrarse a las campañas electorales a punto de comenzar, y que había negado la existencia de un acuerdo escrito en aquel sentido, reconoció no haber dicho la verdad, y no sólo aceptó haberlo firmado sino que entregó una copia a los medios de información.
El lance concretado en ese documento está impregnado de candorosas perversidades, que en este caso no son términos contradictorios. La retórica notarial del documento es ridícula, porque incluye explicar obviedades, como la naturaleza de las partes, el PAN y el PRI, como si se ignorara que son partidos políticos con registro en el IFE. La vacuidad formal obliga también a no expresar los cargos de los testigos de honor, Fernando Gómez Mont y Luis Miranda, que aparecen como si fueran hijos de vecino, extraños que pasaban por allí y se les solicitó la firma como se hace al expedir cartas-poder sin mayor trascendencia, como la que se requiere para retirar del correo un paquete. Se omite que son el secretario de Gobernación de la administración federal y el secretario de Gobierno de la mexiquense, omisión ingenua o tramposa si lo que se pretendía con ella era expresar que actuaban al margen de sus responsabilidades formales.
Las partes se obligan, como si no lo estableciera la ley, a no denigrarse en las contiendas políticas. Y adquieren dos obligaciones en torno a alianzas políticas. Por un lado se comprometen a legislar de modo tal que se eviten las coaliciones entre partidos que no sean compatibles (en sentido semejante a la legislación discriminatoria que en países racistas prohibía los matrimonios mixtos, como torpemente se llama a la unión de personas que tengan, una la piel blanca y negra la otra).
La nuez del pacto de Bucareli (lo llamo así porque fue suscrito en la oficina del secretario de Gobernación) se expresó de este modo: "Las partes se abstendrán de formar coaliciones electorales con otros partidos políticos cuya ideología y principios sean contrarios a los establecidos en sus propias declaraciones de principios".
Traducido del lenguaje forense al español común, esa cláusula significaba que el PAN no se aliara con el PRD (ni con el PT y Convergencia) para las elecciones estatales de julio de 2011, cuando se vote por quien sucederá a Peña Nieto. El pacto tiene vigencia hasta el 31 de ese mes y año, es decir hasta concluido el proceso electoral y concierne a las aspiraciones presidenciales de Peña Nieto. Un requisito para que prosperen es que conduzca a su partido a una victoria electoral como la que Arturo Montiel montó a favor del propio Peña Nieto en 2005. De lo contrario, el peso político del gobernador mexiquense se aligerará en beneficio de sus contendientes en la pugna interna priista. Y como uno de los caminos posibles para su derrota es la coalición de PAN y PRD, que juntos tienen presencia enorme en esa entidad, conviene a los intereses de Peña Nieto atar al PAN para que no se alíe con nadie.
En el documento firmado por la presidenta del PRI y su homólogo del PAN, además de los testigos de honor, no se expresa una contraprestación priista a cambio del aislamiento panista. Hay, sin embargo, un subtexto, no una cláusula no en letra chiquita sino ni siquiera esbozada. Las partes convinieron que el compromiso priista se manifestara sólo verbalmente, porque no ignoraban el tufo que despediría una negociación entre partidos, con el aval del secretario de Gobernación que implicara un incremento de impuestos, es decir una política fiscal lesiva para los contribuyentes. Y es que de eso se trataba; el pacto de Bucareli incluía el compromiso priista de aprobar en el Senado la Ley de Ingresos. Pocas semanas antes el líder priista en Xicoténcatl había proclamado que su fracción no apoyaría un incremento del IVA. Se buscaba obligar a Manlio Fabio Beltrones a recular, a que aceptara el incremento de un punto al IVA, para que creciera del 15 al 16 por ciento.
La fecha en que se suscribió el acuerdo entre Paredes y Nava suscita una duda sobre la verdadera naturaleza del documento. O la presidenta del PRI tomó el pelo a Nava comprometiendo una decisión ajena, que ni siquiera estaba en condiciones de transmitir. O sacó provecho de una información privilegiada con que contaba y ofreció hacer algo que estaba ya convenido, por otras causas y otros cauces. Porque el convenio de colaboración fue firmado el 30 de octubre, mismo día en que, a su modo, pretendiendo no pagar el costo, la bancada de Beltrones contribuyó a la meta deseada por el gobierno: al votarse el aumento del IVA ni un solo senador priista se opuso; los más de ellos, quizá 25 si estaba presente la fracción completa, votaron con los pies, es decir abandonaron la sesión plenaria. Pero permanecieron en el recinto ocho senadores, los suficientes para el quórum, y ellos se abstuvieron. Con su presencia evitaron que la sesión se suspendiera por falta de asistencia, y con los votos del PAN y del Verde la Ley de Ingresos fue aprobada. Ignorantes de un acuerdo que los involucraba, como han insistido siempre, los senadores priistas hicieron su parte.
Sin embargo, Nava ha alegado después que el PRI incumplió su palabra como lo prueba, según él, la sesión del 5 de noviembre en Xicoténcatl. Sus asesores le dieron mala información. En esa fecha los senadores se limitaron a aceptar el palo que en nombre de Televisa les asestó la Cámara de Diputados al establecer una jugosa diferición de pago de obligaciones fiscales al consorcio Azcárraga respecto de una licitación que ahora está ya en curso. El 30 de octubre, cinco días atrás, se había aprobado la Ley de Ingresos, con el concurso material, si bien no formal, del PRI. No aceptando que así haya sido, el líder nacional panista tuvo pretexto para llevar adelante su política de alianzas, no en el estado de México como se había comprometido y donde no habrá este año procesos electorales, sino en media docena de entidades federativas.
He allí el extraño suceso de un pacto que nadie incumplió pero que las partes denuncian como si hubiera ocurrido lo contrario. El episodio suscita implicaciones y ha generado secuelas que tienen su propia importancia, más allá del acuerdo mismo. Por el lado del PRI, la firma de Beatriz Paredes en un documento favorable a Peña Nieto, condición misma del éxito de su precandidatura, revela una claudicación o un acto de parcialidad. La primera, si se atiende al hecho de que estaba considerada precandidata presidencial. El segundo, teniendo presente que como lideresa nacional está obligada desde ahora a procurar equidad en la competencia interna y ella ha faltado a ese principio al servir a las aspiraciones del gobernador mexiquense. De allí que no extrañe la áspera posición de Beltrones al darse a conocer el documento, una descalificación que los tremendistas podrían llamar una declaración de guerra. En nombre de la bancada que encabeza, y no a título personal, dijo que "ningún integrante de nuestro grupo parlamentario conoció, se comprometió o signó acuerdo alguno. No podría ser de otra forma: cambiar votos por pactos deshonestos, nunca lo haríamos".
Tras darse a conocer el documento que avaló, Gómez Mont llamó a conferencia de prensa en que se mostró malhumorado. Reveló, sin quererlo, que no lee la prensa ni atiende a los informes de su subsecretario de enlace legislativo, ya que dice haberse enterado en enero del incumplimiento atribuido por Nava al PRI y referido a la conducta de su grupo senatorial, hecho público desde el final de octubre. No dice la verdad, como tampoco la dice al asegurar, como también lo hace Nava, que el Presidente estaba al margen de estos minúsculos avatares. Como dice Beltrones: "Es una ingenuidad que nadie en sus cinco sentidos podría atender". Y por eso los llama "mediocres" y "mentirosos".
miguelangel@granadoschapa.com
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