HOMILIA pronunciada por el Emmo. Sr. Cardenal Norberto Rivera C. Arzobispo Primado de México, en la Catedral Metropolitana .
21 de marzo de 2010 , V Domingo de Cuaresma
Hoy es el último domingo del tiempo cuaresmal. La próxima celebración dominical, en una semana, será la inauguración de la Semana Santa, con el Domingo de Palmas. Conviene pues que insistamos en la pedagogía cuaresmal y nos preparemos así a la celebración de la Pascua. La cuaresma “nos invita a los discípulos a recorrer junto con Él el camino que partiendo de Galilea conduce hasta el lugar donde se consumará su misión redentora”. La invitación a “subir a Jerusalén” con Jesús, se refuerza efectivamente en la cuaresma, para hacer de este tiempo un tiempo de conversión, rectificación y revisión de vida.
Un tiempo, que en la época contemporánea sea de superación de conflictos, mediante el cambio de mentalidad y la apertura a Dios, actitudes que se concretan en la práctica caritativa que consiste en ver al otro como hermano, más allá incluso de sus afrentas. Esta práctica de la “no-violencia”, implica en primer lugar, aunque no exclusivamente, decir no a la injusticia sistemática e histórica que excluye a los hermanos más pobres, e invita a buscar creativamente los caminos inéditos de la justicia. Este esfuerzo de conversión al prójimo, y especialmente al prójimo más pobre, que es como un sacramento de Dios mismo, es la llave de la pedagogía cuaresmal.
Como nos dice hoy el profeta Isaías: “No recuerden lo pasado ni piensen en lo antiguo; yo voy a realizar algo nuevo. Ya está brotando, ¿no lo notan?”. El esfuerzo de “subir a Jerusalén” con Jesús, implica la negación de nosotros mismos y de nuestros intereses egoístas, la apertura a Dios se expresa entonces en la apertura a los hermanos, especialmente los más pobres, como expresión premonitoria de la vida nueva, de la época nueva, de la que nos habla también hoy el apóstol San Pablo a los Filipenses. Una época de vida nueva en nuestro país y en su ciudad capital, que nos impulse a buscar caminos de justicia, de dignificación, de paz y de verdadera unidad en el reconocimiento de las diferencias que nos enriquecen.
Quisiera, a partir de esta riqueza y amplitud de la caridad cristiana, hacer una doble consideración. La primera se refiere a vivir la caridad en el seno mismo de las comunidades cristianas, especialmente parroquiales. La Iglesia es, según la enseñanza del Concilio Vaticano II, un signo e instrumento de comunión o unión vital entre el Padre y los hombres, a través de Jesús en su Espíritu. La comunión se da en el encuentro, la relación personal, amistosa y amorosa de los creyentes con Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, y de los creyentes entre sí. Cada parroquia es verdaderamente Iglesia, es decir, comunión de los creyentes con Dios que es Trinidad y de los creyentes entre sí. Cada parroquia ha de ser por ello, una comunidad de caridad, que es amor a Dios y al prójimo como el Señor Jesús nos enseñó.
Para promover la pastoral caritativa, impulsada por la misma comunidad de cada una de las parroquias de una manera visible, organizada y articulada en la Arquidiócesis, es importante que se vayan constituyendo las Cáritas Parroquiales y las Cáritas Vicariales. La Cáritas no es un movimiento, no es tampoco una suplencia o manera de invalidar las obras que ya muchas parroquias realizan como los dispensarios parroquiales, los círculos de alfabetización, el acompañamiento a los niños de la calle, entre otros, sino que es el servicio organizado de toda la comunidad parroquial, presidida por el párroco, para que todas estas obras tengan un punto de cohesión, de coordinación con todo el proyecto pastoral de la parroquia, de formación específica de los voluntarios y de vinculación con toda la comunidad.
La segunda consideración sobre la caridad hoy, se refiere al compromiso de servicio que la Iglesia particular de esta Ciudad México tiene con todos los que contribuyen a formar una ciudad más humana y solidaria. Si bien es cierto la organización de la pastoral de la caridad es del todo insustituible y urgente en todas las parroquias, es necesario caer en la cuenta que la misión de la Iglesia particular también es supraparroquial, más allá de las parroquias, es una misión caritativa a la ciudad.
En este sentido y con ocasión del tiempo cuaresmal, que nos invita a la conversión como Iglesia, llamo a todos los agentes de pastoral Arquidiocesana a que sean agentes misioneros de caridad, a fin de impulsar en sus propios ambientes y en cooperación con organizaciones y esfuerzos no necesariamente eclesiales, sino de la sociedad civil y de las autoridades, acciones que hagan de nuestra ciudad una ciudad más humana, sin degradaciones, más cimentada en el valor universal de la fraternidad y el respeto entre las personas, independientemente de credos y preferencias ideológicas.
En este espíritu de comprender que en la Iglesia estamos al servicio de la caridad y no somos dueños de ella, la Iglesia quiere reconocer que más allá de sus parroquias y de sus fieles, hay “buenos samaritanos”, que se esfuerzan en construir la convivencia en la ciudad de México sobre la base de los valores fundamentales que se desprenden del mandamiento nuevo: “Ámense los unos a los otros como Yo los he amado”. El mundo, “espera de los cristianos un testimonio coherente de comunión y de solidaridad. Al respecto, las palabras del apóstol Juan son más que nunca iluminadoras: “Si alguno que posee bienes de la tierra y ve a su hermano pasar necesidad le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?” (1Jn 3, 17).
¡Hermanas y hermanos! San Juan Crisóstomo comentando la enseñanza del Señor sobre el camino a Jerusalén, recuerda que Cristo no oculta a los discípulos las luchas y los sacrificios que les aguardan. Él mismo subraya cómo la renuncia al propio yo resulta difícil, pero no imposible cuando se puede contar con la ayuda que Dios nos concede mediante la comunión con la persona de Cristo. He aquí porqué en esta cuaresma deseo invitar a todos los creyentes a una ardiente y confiada oración al Señor, para que nos conceda a cada uno hacer una renovada experiencia de su misericordia. Sólo este don nos ayudará a acoger y a vivir de manera siempre más jubilosa y generosa la caridad de Cristo, que no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra con la injusticia; se alegra en la verdad. (1Co 13, 5-6).
Que el Señor nos conceda en esta Eucaristía abrirnos a Dios Caridad y, en la comunión con él, comulgar también con todos nuestros hermanos y hermanas, especialmente los más pobres quienes son la predilección de Jesús. Que así sea.
Modificado el ( domingo, 21 de marzo de 2010 )
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Admite Iglesia mal manejo en pedofilia El Arzobispo aseveró que culpar a otros sectores sociales de cometer más abusos sexuales que la Iglesia, no tiene razón de ser.
Insiste el Cardenal Norberto Rivera que los casos de religiosos acusados de pedofilia llena a la Iglesia de vergüenza y preocupación
Nota de Susana Moraga
Reforma, On line, 21 marzo 2010.- La Arquidiócesis Primada de México, que dirige el Cardenal Norberto Rivera Carrera, aceptó que ha habido errores por parte de algunas autoridades eclesiásticas en cuanto al manejo de los casos de pedofilia en la Iglesia católica, actos que les llena de vergüenza y preocupación.
El prelado advirtió asimismo que la reacción que se ha tenido en algunos sectores de la Iglesia, de culpar a otras instancias de la sociedad de cometer mayor número de abusos sexuales que la Iglesia, no tiene razón de ser.
"No tiene ningún sentido reaccionar ante estos hechos vergonzosos, diciendo que en otras instituciones se han dado mayor cantidad o que la mayoría de los señalamientos sucedieron hace ya muchos años, treinta, o cuarenta más, como si el tiempo borrara la gravedad de estos delitos", expuso en un artículo publicado en la edición de este domingo del semanario Desde la Fe.
El Arzobispado sostuvo que el hecho es que algunas de las denuncias de pedofilia se han dado al interior de la Iglesia, ámbito que debería ser el más exigente en los valores morales y el de mayor desarrollo espiritual: el de los religiosos y sacerdotes.
"Y esto basta para llenarnos de vergüenza y preocupación", aseguró.
La publicación hace referencia a la carta pastoral enviada ayer por el Papa Benedicto XVI a los católicos de Irlanda, y del mundo, afirmando que los sacerdotes pederastas no sólo deben responder ante Dios, sino también ante la justicia civil.
En el artículo titulado "Delito que nos llena de vergüenza", la Arquidiócesis del Cardenal Rivera califica el acto de pedofilia como un crimen atroz.
Enfatiza que el papel que ha jugado el Papa Benedicto XVI ha sido el de afrontar la situación de manera enérgica y de cara a la opinión pública.
Sin mencionar el nombre de Marcial Maciel, explica que como ejemplo de ello, el Sumo Pontífice expulsó a este presbítero de la Iglesia católica ante las denuncias de pedofilia en su contra.
"Cesó de manera fulminante al fundador de los Legionarios, invitándolo a la oración y penitencia para salvación de su alma".
Apenas el 9 de marzo, el vocero del Vaticano, Federico Lombardi, había asegurado que los casos de abuso sexual se dan en diversos ámbitos de la sociedad y no sólo en la Iglesia católica.
"Todas las personas objetivas e informadas saben que la cuestión (abusos sexuales) es mucho más amplia y que centrar las acusaciones sólo a la Iglesia distorsiona la perspectiva", dijo entonces.
Lombardi respondió así luego de las denuncias públicas de casos de pedofilia que se dieron a principios de año en Alemania y Austria, lo que se sumaron a los ocurridos a finales de 2009 en Irlanda.
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