El homenaje /Jordi Soler
Reforma, Cultura, 19 Jul. 10
En el año 1997, en una de las misiones más estrafalarias en las que he participado, me tocó, junto con Juan Villoro y José Álvarez, llevar a Carlos Monsiváis a conversar con el cantante Bono. Al líder de U2 le interesaba oír lo que opinaba el escritor de su propio país, que entonces seguía gobernado por el PRI y removido por la sensibilidad indígena nacional que habían desamarrado los zapatistas en 1994. Después de ver el concierto en los lugares que nos designó el mánager del grupo, pasamos a los intestinos del estadio donde había dispuesta una mesa larga con canapés y bebidas. Bono apareció vestido de verde olivo, con una gorra, escorada hacia el hemisferio izquierdo, que podría haber sido prima hermana de la que usaba entonces el subcomandante Marcos. Lo que siguió a continuación, mientras los demás, incluido Edge, picábamos un canapé y nos servíamos un trago, fue que Monsiváis se puso a explicarle a Bono todo lo que quería saber e, inmediatamente después, empezó él a preguntarle al cantante generalidades, detalles y más adelante minucias sobre el conflicto de Irlanda del Norte, y lo hizo con un conocimiento, que nos dejó a todos, Bono incluido, boquiabiertos.
Hace unos días la Casa de América en Madrid organizó un homenaje a Carlos Monsiváis donde yo conté, entre otras cosas, lo que acabo de poner por escrito; el homenaje era en el hermoso salón Bolívar y a los que hablábamos desde ahí se sumaron, en una gran pantalla, Elena Poniatowska, Jorge Volpi y Jenaro Villamil, que hablaban desde México. Mientras viajaba en el tren desde Barcelona, para asistir al homenaje, fui entresacando estas perlas de Monsiváis. De las apreturas y el agobiante calor humano de un vagón, escribió: "Quién tuviera un cuerpo para la vida cotidiana y otro, más flexible y elástico, solo para el metro". A la hora de hablar de la vestimenta excéntrica, de las fachas con que salen a la calle nuestros paisanos, dijo: "A la hora de ponerse trapos se acabó entre nosotros el temor de Dios". Y de la edad adulta escribió con resignación: "La juventud se acaba cuando viene a menos la ambición de nunca dormir". De esa multitud que vive en México perpetuamente a salto de mata, escribió esta línea potente y profunda que podría insertarse en un poema de Allen Ginsberg: "Los de la economía informal y el aspecto informal y el porvenir informal". Sobre el Mambo escribió en un ensayo cuya prosa tiene más Mambo que el mismo Mambo: "A esta ciudad el Mambo le aporta aires de africanía, de temperamento caribeño, de dulzuras, del estrépito y del glorioso aturdimiento que no admite abstenciones". Sobre la parranda lanzó este dictamen: "esa identificación de la bruma alcohólica con la hazaña, esa disponibilidad para la borrasca"; y a la cola, esa fila interminable de gente que espera a ser atendida por un único burócrata en la ventanilla, la definió así: "Una cola es la distancia más corta entre la paciencia y la disolución del Yo".
Por último anotaré un perfil mínimo que hizo Monsiváis de Salvador Novo, en Lo marginal en el centro; aunque el perfil es de Novo siempre he tenido la impresión de que en realidad fue escrito con la intención de definir a Monsiváis: "le agrega amenidad a la erudición, ingenio a los relatos de la vida cotidiana, vigor literario a los asuntos considerados insignificantes".
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