Gilberto Rincón Gallardo, cocinero, melómano, lector
El secretario general del PMS cuenta su pasado como catequista y panista
Proceso No. 0578- 07 30 de noviembre de 1987;
Gerardo Galarza, reportero.
Se ruboriza, se agacha, mueve la cabeza, se ríe para sí mismo. Casi simultáneamente se repone:
"Pues sí, así fue. Pero donde nunca he participado es en el PRI", revierte Gilberto Rincón Gallardo, primer secretario general del Partido Mexicano Socialista (PMS), quien comienza por hablar de su militancia y activismo juvenil panista:
"Sí pertenecí a las juventudes del PAN. Estaba en la preparatoria del Instituto Patria; ahí estudié desde la primaria."
"Sí pertenecí a las juventudes del PAN. Estaba en la preparatoria del Instituto Patria; ahí estudié desde la primaria."
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"No, nunca tuve un cargo directivo. Teníamos a nuestro cargo, éramos un grupo, la organización de la zona de Santa Julia, donde por cierto, no tengo por qué no decirlo, dábamos catecismo e igual en la zona de Xochimilco. Allá íbamos al Hospital de Incurables de Tepepan. No falté ningún sábado durante siete años. Eramos catequistas."
–¿Es creyente?
–No.
–¿Cuándo perdió la fe?
–No perdí la fe. Nunca la perdí. Nunca la he perdido. Creo en valores y en su continuidad. A través de la ciencia y de la búsqueda de conocimiento de la verdad llegué a otras conclusiones, pero no considero haber perdido nada.
Solo, en un edificio pemesista solitario a causa del Congreso Nacional que se efectuaba en la Unidad de Congresos del Centro Médico, Rincón Gallardo acepta hablar de sí mismo, aunque "qué le puedo decir de mí". Enrojece muchas veces, ríe también, se pone serio y no puede ocultar la emoción cuando habla de Silvia, su mujer, del amor; ni el orgullo cuando lo hace de su nieto único.
De repente pregunta: "¿quién le contó eso?" y se abre: habla de las relaciones con su familia, del mayor abolengo y riqueza; de sus luchas en el PCM; de la cárcel; de sus maestros y lecturas; de Cristo y de Marx; de sus aficiones y pasiones; la ópera, el teatro, la cocina. En la historia propia se entrelazan nombres. Luis H. Alvarez, Rubén Jaramillo, Ramón Danzós, Heberto Castillo, Gerardo Unzueta, Arnoldo Martínez Verdugo, Raúl Mendiolea Cerecero, Rafael Jacobo; habla del PAN, del Movimiento de Liberación Nacional, del PCM, el PSUM e, inexorablemente, del PMS... de Heberto Castillo y Antonio Becerra Gaytán.
Gilberto Rincón Gallardo Merltis –abuelo materno ingles–, nacido el 15 de mayo de 1939 en la Ciudad de México, abogado, exreo político, exmiembro del Comité Central del PCM, exdiputado federal, secretario de Relaciones Internacionales del PSUM hasta la fusión, es el secretario general del PMS. La decisión de los miembros de la Comisión Nacional Coordinadora fue unánime; el consenso entre los miembros del PMS fue más que mayoritario: "Es un dirigente de todos y para todos", decían pemesistas destacados a los reporteros que buscaban conocer los nombres de los posibles candidatos a secretario general.
De su vida, hay que empezar a hablar por el principio:
Nació en buena cuna. A los 14 años era ya huérfano de padre y madre y entonces comenzó el alejamiento de su familia, "Entonces quedé solo y desligado de la familia por ciertas sinrazones. No tenía identificación con ellos; no la tengo. Pero tampoco les tengo aversión alguna. No hay contacto por mucho tiempo. Nuestros caminos han sido distintos, aunque bueno, un tío materno me presentó a Jacinto López".
Reitera que no hay aversión y se pone serio cuando se le pide una opinión: "Hablando desde el punto de vista de clase, son gente que tiene un valor esencial: el dinero. Todo depende del dinero y por eso vale muy poco. Es la vida de los financieros: todo está supeditado a las ganancias y se desconoce cualquier otro valor, hasta el de la Patria. Ahora el grupo en el poder refleja, como nunca, lo que es esa clase: tiene un solo valor: el dinero, y ahora en dólares.
Ya se dijo que estudió en el Patria, un colegio de jesuitas y de los más exclusivos de la época, antecedente directo de la actual Universidad Iberoamericana. En la preparatoria del Patria se ligó al PAN. Fue activista juvenil. Como tal participó en la organización de un mitin de la campaña de Luis H. Alvarez, actual líder nacional panista, en la colonia Santa Julia.
"Creo que todos ya salimos del PAN. Eramos muy jóvenes. Entonces conocí a Luis H. Alvarez, que me pareció una persona honorable. Así lo sigo pensando y me parece que hay una distancia enorme entre lo que es él y lo que es Clouthier. Creo que en Alvarez hay verticalidad, honradez, inteligencia política, lo que no oculta su pensamiento de derecha y por ello lo considero un adversario. El mundo no se divide en honorables y deshonestos. Aunque es preferible tener un adversario honorable: la lucha política cobra más altura y ahí está la diferencia con Clouthier."
VALORES RELIGIOSOS, VALORES POLITICOS
Explica su militancia panista: "Fue por una influencia religiosa. Veíamos en el PAN el vínculo entre los valores religiosos y los valores políticos. Luego me di cuenta que esto es un error: los valores panistas están del lado de la derecha, en la defensa del capitalismo y la religión, en sí misma, no es un factor de defensa del sistema capitalista; ya está demostrado que puede ser un factor de defensa pero de los explotados, de los humildes".
En su ruptura con el PAN "sí hubo frustración. Eran los años 1956, 1957, 1958. Se vinieron entonces oleadas de movimientos populares en las calles, participé en ellas, iba a las manifestaciones de los ferrocarrileros, los telefonistas y no había ningún panista y luego hasta condenaron esas acciones. Me di cuenta que el PAN nada tenía que ver con los valores de los que hablamos".
Esos valores que empatan política y religión son "la lucha por la justicia, el amor a la verdad, valores tales como la honestidad e, inclusive, el amor a la Patria. En La Biblia hay pasajes muy claros de amor a la Patria: la visión de Cristo como defensor de Jerusalén. Todo esto envuelto en algo que se llama fe, es motor, es impulso y, en los pobres, también escape".
Y entonces defiende a Marx por su frase de que "la religión es el opio de los pueblos". Marx, dice Rincón Gallardo, no era teólogo y "vio a la religión como un escape, pero no en sentido peyorativo. No hay adormecimiento, sino escape a una angustia; es lo que se llama fe y que en las ideas revolucionarias se llama convicción. Fe y convicción pueden ser cosas distintas, pero a fin de cuentas son impulsos".
No cree el nuevo líder socialista mexicano que haya habido ruptura entre la catequesis y el activismo político: "Es una línea de continuidad. Son valores reales que se asemejan cuando son auténticos. Con Rubén Jaramillo iba a organizar grupos campesinos y si el lenguaje no era religioso, había cosas similares.
No soy hombre religioso, pero comprendo que en la religión hay muchos valores que se deben conservar y que de hecho se conservan". Y aprovecha para categórico decir; "arribé al marxismo sin ningún trauma religioso", aunque luego contará que una vez el antirreligionismo del antiguo PCM lo espantó.
A su "conversión", además de la decepción panista, contribuyó su ingreso a la UNAM: "El conocimiento de la realidad del país, el conocimiento de la lucha de clases, el repudio a la concentración de la riqueza, aunado a los libros, sobre todo uno: Raíces y razón de Zapata. En la UNAM se vinculó a grupos que organizaban a campesinos de Morelos y así Rubén Jaramillo fue "su primer contacto revolucionario. Después Jacinto López Danzós".
Su paso del PAN al PCM no fue abrupto. Antes estuvo en el Movimiento de Liberación Nacional, en el que participaron, entre otros, Heberto Castillo, Cuauhtémoc Cárdenas, Enrique González Pedrero, Víctor Flores Olea. En el PCM ingresó en 1963, "el 9 de enero", dice.
Eran las épocas en que el dogmatismo imperaba en el Partido Comunista y, sobre todo, en cuestiones de religión. "Sentí rechazo a la manera en que algunos militantes trataban los asuntos religiosos. Un día, en la colonia 20 de Noviembre, nos reunimos una célula. Casi todos eran de reciente ingreso. En la casa había una imagen de la Virgen. Un viejo militante llegó y sin más nos dijo: aquí no cabe la religión, aquí se acabaron los mitos. Me dio una impresión espantosa.
"Era el Partido Comunista que consideraba que debía haber una filosofía oficial y que el marxismo era la concepción del hombre y del universo; era la filosofía oficial y no lo que es: un método para la concepción política. Luego comenzó a cambiar; comenzó a matizar, ahora no hay problema con las creencias."
Rechaza ser él puente entre cristianos y marxistas. No lo acepta: "No me arrogo ni la vanguardia y la exclusividad. Fuimos muchos los que luchamos. Fue parte de una lucha global contra el dogmatismo y el sectarismo. Arnoldo Martínez Verdugo sí es artífice de esa lucha".
Amable en el trato, sin estridencias en el hablar, oyente atento, Gilberto Rincón Gallardo cita a cuatro maestros cuando se le pide que hable de ellos: tres del Patria, sacerdotes todos; uno de la UNAM, jacobino extremista. Cita: El padre Sáenz, el padre Luis del Valle –a quien todavía veo con cierta frecuencia y con mucho cariño– y el padre Enrique Meza. En la Facultad: Juan Pérez Abreu, que era el otro extremo: profundamente antirreligioso, jacobino, pero también noble y limpio, lleno de valores humanos como los otros tres, se moriría nuevamente si supera con quien lo equiparo". Y ríe el líder socialista.
Sus lecturas: "No creo poder decirle nada interesante. Voy a decir dos lugares comunes: El Quijote y La Biblia. Son obras de las que nada nuevo se puede decir, pero a mí me marcaron".
¿Más que las obras de Marx?
Tanto como las obras de Marx.
Confiesa su gusto por el teatro y la literatura: "Sí me gustan muchísimo. No quiero comparar, pero me quedo con la generación norteamericana de la gran época: Faulkner, O'Neil, Williams, Howard Fast". Y se adelanta: "de la literatura mexicana tengo que decir que me parece que el más importante escritor ha sido José Revueltas, pero no hay que escatimar en nada el valor de Octavio Paz".
Melómano en serio, el líder socialista cierra los ojos para hablar con cadencia y emoción de la ópera: "Iba a la ópera con mi papá, desde los siete años de edad, cada domingo, aun cuando el stock de la ópera en México era muy cerrado. Me gustan la ópera italiana, las de Mozart, las de Wagner y las rusas. Hace más de un año que no he ido pero un día de estos me daré un tiempo".
–Hábleme de la cocina...
–No, no, –ríe abiertamente y se ruboriza como nunca–; mejor un día lo invito a comer, ¿Quién se lo dijo?
–Sé que invitó unos tacos a quienes redactaban el informe de la Conaco y por lo menos cuatro de ellos enfermaron...
–No, no, yo no los hice –se defiende. No los hice yo, compramos carnitas cerca de la casa.
Y busca mantener su prestigio: "Sí es cierto, me gusta cocinar. Mucho, me relaja. Quizá sea herencia, mi papá lo hacía y desde entonces me acostumbré". Se rehúsa hablar de su especialidad, pero acepta: la comida china. Cuenta: "En Navidad y en Año Nuevo nos reunimos toda la familia y es una tradición que yo haga la cena y la hago año con año".
–¿Qué hace?
–Bueno, me gustaba hacer bacalao, pero de un tiempo acá ya no se puede; es muy caro. También lechón o sopa de mariscos. Otra de las cosas que me gusta hacer es paella". .
SU EXPERIENCIA EN LA CARCEL
Rincón Gallardo, diputado cuando la Reforma Política, vivió también los días de la clandestinidad del PCM. Ha sido aprehendido ocho veces por la policía. Fue preso político, debido a los acontecimientos de 1968, desde julio de ese año hasta diciembre de 1971.
La primera vez estuvo secuestrado tres meses en la 6a. Delegación, sin orden de arresto y sin proceso alguno, luego del bombazo contra la estatua de Miguel Alemán en CU. Compañeros suyos cuentan que la policía lo respetaba, que hacia él había un trato diferente.
"Eso es real, acepta. No sé porqué, pero por ejemplo, luego de una manifestación, donde hubo muchos golpeados, a mí me persiguió un grupo de granaderos y cuando estaban a punto de golpearme un jefe de ellos los detuvo."
También se cuenta que con él Raúl Mendiolea Cerecero, entonces jefe de la policía, no tenía excesos. "Sí, conmigo no era agresivo. Su trato fue el de un jefe policiaco, que por supuesto no es nada terso. Pero no hubo excesos; no sé por qué".
De Lecumberri, dos recuerdos; el peor y el mejor. El primero: el asalto que sufrieron los presos políticos de la Crujía 1 para romper su huelga de hambre acción ordenada por Gustavo Días Ordaz: los presos comunes fueron enviados contra ellos, la reja de la crujía estaba abierta inexplicablemente, pese ello ahí también hay recuerdos imborrables, estimulantes: Rafael Jacobo usó sus brazos como candado para que todos nosotros pudiéramos llegar a nuestras celdas, fue acuchillado en brazos, cabeza y cuerpo, estuvo a punto de morir, pero nosotros logramos escondernos. Aun así, los asaltantes lograron entrar, pero se fueron primero a robar nuestras pertenencias; yo estaba con Gerardo Unzueta y salimos de la celda " como pudimos: yo gateando y nunca en mi vida había gateado.
Dice que en la cárcel los presos políticos del 68 trataban de llevar una vida normal: había actividades de grupo, lecturas, discusiones: "nos faltaba tiempo. En la cárcel no se puede desperdiciar el tiempo". Y emocionado dice: mi mejor recuerdo de la cárcel es mi mujer. Jugó un papel fundamental. Nunca me llevó un problema, siempre trató de ayudarme y apoyarme.
Cuando habla de Silvia Pavón, su mujer, 28 años de casado con ella, se emociona. Habla porque se le pide: "Me parece la única. Estoy enamorado de ella. Tengo su apoyo de toda la vida y tengo la seguridad que lo voy a seguir teniendo toda la vida. Desde que me casé no he tenido otro amor, de ningún tipo". Dice que su familia (su mujer, tres hijos –dos varones y una mujer– y ahora un nieto) ha sido fuente de estabilidad y con orgullo informa que su nieto, que aún no cumple un año, "me trae de cabeza".
–¿Más que el PMS?
–No tanto.
La entrevista deriva hacia la política, aunque ya habrá más tiempo para ella: rechaza que el PSUM haya fracasado: los caminos de la unidad son muy complicados y hubo tropiezos; salió el grupo de Gascón Mercado, lamentablemente, el partido también se desorganizó, pero al final reencontró el camino de la unidad y por eso no fracasó. Su experiencia deberá servir al PMS.
Al partido que comienza a dirigir lo quiere definido en su perfil político, encabezando las luchas populares, organizado, cohesionado, ganando todos los días el poder popular, llenando espacios, un partido socialista que pueda hablar de México, "que la gente identifique al socialismo con nosotros, no con China, ni con Cuba, ni con la URSS, que sea instrumento y que no pierda la modestia.
El PMS tiene un reto esencial: tomar el poder. Por eso cuando Heberto Castillo habla de ganar dice algo que es legítimo: la confianza de que en el pueblo de México existe la capacidad de cambio".
No esconde su preocupación por el enfrentamiento entre Castillo y Antonio Becerra Gaytán ocurrido la noche del jueves 26, pero dice optimista: "Vamos a terminar obligadamente unidos. Los momentos de pasión son sólo eso, Becerra y Heberto tienen una larga experiencia política y eso está por encima de cualquier incidente momentáneo".
Rechaza las virtudes de apertura al diálogo, de afán integrador, de conciliador, que le atribuyen sus correligionarios. "No son cualidades, son esfuerzos. Siempre he intentado saber escuchar" y anuncia que buscará que la dirección y el liderazgo del PMS sea colectivo.
Gilberto Rincón Gallardo se declara optimista y, sobre todo, un hombre "muy feliz. Sólo me angustio en exceso cuando no encontramos la cohesión, cuando los problemas internos nos presionan mucho".
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