20 ene 2011

Estado palestino: calidad y cantidad

Estado palestino: calidad y cantidad

Por John V. Whitbeck, experto en derecho internacional y asesor del equipo palestino en las negociaciones con Israel.
Traducción: José María Puig de la Bellacasa
EL PERIÓDICO, 20/01/11;
De los nueve estados más populosos del mundo, sólo Estados Unidos no reconoce el Estado de Palestina
Obama debe hacer valer la independencia de su país y permitir que Palestina se sume a la comunidad internacional.
El 7 de enero, Chile otorgó su reconocimiento de la existencia del Estado de Palestina como un Estado libre, independiente y soberano. Poco después de los recientes actos de reconocimiento de Brasil, Argentina, Bolivia y Ecuador (en cada caso explícitamente dentro de las enteras fronteras anteriores a 1967, que abarcan toda la franja de Gaza y Cisjordania, incluida Jerusalén oriental), el reconocimiento de Chile elevó a 109 el número de estados miembros de las Naciones Unidas que han reconocido el Estado de Palestina, cuya independencia fue proclamada el 15 de noviembre de 1988.
Si bien aún bajo la ocupación extranjera beligerante, el Estado de Palestina cumple todos los criterios del derecho internacional consuetudinario para la condición de Estado soberano. Ninguna porción de su territorio es reconocida por ningún otro país (salvo Israel) como territorio soberano de cualquier otro país, y, de hecho, Israel sólo ha reivindicado soberanía sobre una pequeña porción de su territorio, la ampliación de Jerusalén Este, sin oponerse a la soberanía sobre el resto tanto literal como legalmente.
En este contexto, puede ser ilustrativo considerar la calidad, así como la cantidad, del reconocimiento diplomático por parte de los estados.
De los nueve estados más populosos del mundo, ocho (todos a excepción de Estados Unidos) reconocen el Estado de Palestina. De los veinte más populosos del mundo, 15 (todos, excepto Estados Unidos, Japón, México, Alemania y Tailandia) reconocen el Estado de Palestina.
Incluso ocho estados miembros de la Unión Europea reconocen el Estado de Palestina.
En cambio, los 72 estados miembros de la ONU que actualmente reconocen la República de Kosovo como Estado independiente incluyen sólo uno de los nueve estados más populosos (Estados Unidos) y sólo cuatro de los 20 estados más populosos (Estados Unidos, Japón, Alemania y Turquía).
Cuando, en julio, el Tribunal Internacional de Justicia consideró que la declaración unilateral de independencia de Kosovo no viola el derecho internacional porque el derecho internacional no se pronuncia sobre el tema de la legalidad de las declaraciones de independencia (lo que significa que ninguna declaración de independencia viola el derecho internacional y todos son “legales”, si bien sujetas a las decisiones políticas de los estados soberanos de reconocer o no la declarada independencia), Estados Unidos respondió haciendo un llamamiento a todos los países que no habían reconocido ya Kosovo a hacerlo sin demora. Cinco meses más tarde, sólo tres más han considerado apropiado hacerlo: Honduras, Kiribati y Tuvalu.
Si la Liga Árabe hiciera ahora un llamamiento a la minoría de estados miembros de la ONU que aún no han reconocido Palestina a que lo hagan con prontitud, es indudable que la respuesta sería muy superior (tanto en cantidad como en calidad) a la respuesta al reciente llamamiento estadounidense en defensa de Kosovo. Debería hacerlo.
A pesar de que los estados que comprenden entre el 80% y el 90% de la población mundial (según mis cálculos aproximados) reconocen el Estado de Palestina, mientras que los estados que comprenden sólo entre el 10% y el 20% de la población mundial reconocen la República de Kosovo, los medios de comunicación occidentales (y , de hecho, también gran parte de los medios de comunicación no occidentales) proceden como si la independencia de Kosovo fuera un hecho consumado, mientras que la independencia de Palestina es sólo una aspiración que nunca puede tener lugar sin el consentimiento israelí-estadounidense y buena parte de la opinión pública internacional (incluyendo, al parecer, los dirigentes palestinos de Ramala) se ha permitido, al menos hasta hace poco, ser objeto de un lavado el cerebro destinado a pensar y actuar en consecuencia.
Como en la mayoría de los aspectos de las relaciones internacionales, no es la naturaleza del acto (o del delito o falta) lo que importa, sino, más bien, quién lo hace a quién. Palestina fue conquistada y ocupada y sigue siéndolo, 43 años después, por las fuerzas militares de Israel. Lo que la mayoría del mundo (incluidas las Naciones Unidas e incluso cinco estados miembros de la UE, España entre ellos) sigue considerando como la provincia serbia de Kosovo fue conquistada y ocupada y sigue siéndolo, 11 años más tarde, por las fuerzas militares de la OTAN; la bandera de Estados Unidos ondea allí por lo menos tan grande como la bandera de Kosovo y la capital, Pristina, presume de una avenida llamada Bill Clinton, con una estatua mayor que a tamaño natural del ex presidente de Estados Unidos.
La fuerza hace el derecho, al menos en los corazones y las mentes de los poderosos, incluyendo a la mayoría de los políticos y forjadores de opinión occidentales.
Entre tanto, mientras un interminable proceso de paz aparece de pronto amenazado por un pacífico recurso al derecho y a las organizaciones internacionales, la Cámara de Representantes estadounidense ha aprobado por votación oral unánime una resolución presentada por el Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel (AIPAC) en que se pide al presidente Obama que no reconozca el Estado de Palestina y vete cualquier esfuerzo por parte de Palestina cerca de las Naciones Unidas para obtener su ingreso en la organización.
Los políticos y medios de comunicación occidentales aplican habitualmente el término “miembro de la comunidad internacional” a Estados Unidos y a cualquier país dispuesto a apoyarle públicamente sobre un tema determinado y aplican el término “Estado que no respeta las normas de la comunidad internacional” a cualquier país que se resista activamente a la dominación mundial de Estados Unidos e Israel. Estados Unidos, por su sumisión servil a Israel – tal como se refleja una vez más tanto en la ausencia de una sola voz valiente planteada frente a esta nueva resolución de la Cámara de Representantes como en el recientemente negado enorme soborno militar y diplomático de la Administración de Obama a Israel en recompensa por tan sólo 90 días de suspensión de su programa de colonización ilegal-,se ha autoexcluido de la auténtica comunidad internacional (redefinida para referirse a la gran mayoría de la humanidad) para convertirse en un auténtico “Estado que no respeta las normas de la comunidad internacional” al proceder con desprecio constante y flagrante del derecho internacional y derechos humanos fundamentales.
Cabría esperar que Estados Unidos se apartara del abismo y recuperara su propia independencia, aun cuando todas las señales apuntan actualmente en dirección opuesta. De hecho, es posible que pronto llegue su hora de la verdad y tenga la oportunidad de hacerlo.
Si Palestina, en sus enteras fronteras anteriores a 1967, fuera un estado miembro de la ONU, y no simplemente territorios ocupados,el fin de la ocupación y la paz acompañada de una cierta medida de justicia, incluso no inminente, se convertirían inmediatamente en una cuestión de cuándo,no ya de si.
Cuando, a finales de este año, el Estado de Palestina presente su solicitud de ingreso en las Naciones Unidas, Barack Obama deberá tener la valentía de hacer valer la independencia de su propio país y permitir que se reincorpore a la auténtica comunidad internacional mediante la retirada del tradicional veto estadounidense a toda iniciativa de la ONU que tope con la oposición de Israel y mediante la aquiescencia a que el Estado de Palestina y el pueblo palestino asuman su lugar de pleno derecho en la comunidad de naciones.

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