5 mar 2011

El Presidente Calderón en la Imposición de Condecoración de la Orden Mexicana del Águila Azteca en Grado de Insignia
2011-03-04 | Discurso
Ciudad de México
Muy distinguido y muy admirado don Mario Vargas Llosa.

Muy estimada señora Patricia Llosa.
Muy estimado Álvaro.
Excelentísimo señor Luis Alvarado Contreras, Embajador de México en Perú.
Distinguidos Embajadores del Cuerpo Diplomático acreditado en México.
Maestra Ingrid Iribarren, Directora General de Viva en el Mundo.
Distinguidos invitados especiales.
Muy querida Mari Jo.
Muy querido maestro Ramón Xirau.Estimado don Carlos Slim.
Estimadas amigas, estimados amigos todos.
Me siento muy orgulloso y muy emocionado, desde luego, por estar aquí para condecorar a un hombre universal, a un gran latinoamericano y a un gran amigo de México. Un hombre de letras que, más allá de los innumerables reconocimientos que ha recibido, sigue siendo un hombre muy sencillo, muy sensato y un ciudadano comprometido con los más altos valores del ser humano.
Hoy, lo recibimos, don Mario, con mucha
alegría y con mucha emoción, con mucha gratitud también, por todo lo que usted hace y ha hecho.
Queremos decirle, y usted lo sabe, que México es su casa, es su Patria, es su tierra y que lo queremos mucho.En nombre del pueblo y el Gobierno de México, es un honor para mí el condecorarle, el día de hoy, con la Orden Mexicana del Águila Azteca en Grado de Insignia.
Esta distinción es el máximo galardón que entrega nuestro querido México a ciudadanos de otros países, que llevan a México en el corazón y en sus actos.
Lo otorga con el objeto de reconocer los servicios prominentes a la Nación mexicana o a la humanidad. Es una forma también de expresar el agradecimiento, la admiración, el cariño y el respeto de nuestro pueblo.
En este caso, me alegra decir que sus aportaciones, su obra, su pensamiento, su vida, no sólo han enriquecido a México y a nuestra sufrida América Latina, sino a las letras hispánicas y al mundo entero.
Con humildad, he visto que usted se ha definido como un contador de historias. Ha señalado, al mismo tiempo, que la literatura es, de cierta forma, una rebeldía del ser humano contra la cotidianeidad, es el anhelo de vivir muchas vidas, muchas épocas y en muchas latitudes.
Y si bien es imposible para un ser humano hacerlo de forma real, sí es posible hacerlo a través de las letras, a través de la imaginación, a través de la literatura, como usted lo ha hecho, a través de su vasta obra.
Con su narrativa, además, se ha unido a muchos personajes de todo el mundo, de diferentes países, ideologías y convicciones, y también ha descrito a muchos personajes. Nos ha hecho vivir lo mismo sentimientos de alegría, de enojo, de indignación, de gozo. Nos ha hecho leer, que es algo que nuestros pueblos necesitan intensamente.
Es imposible no sentirse identificado, para bien o para mal, en contra o a favor de alguno de sus personajes; imposible no contagiarse con el júbilo de sus novelas, o no sentir en carne propia las encrucijadas, los dilemas que ahí se nos presentan.
Nos ha hecho adentrarnos, y mucho, en su narrativa y a vivir a través de ella. Y, de alguna manera, nos ha hecho vivir lo que somos, ser conscientes de lo que somos, de lo que son nuestros pueblos y nuestros personajes.
Me comentaba don Mario hace un momento que, allá por el año del 66, en algún café de Londres, se reunirían grandes literatos latinoamericanos, entre ellos nuestro Carlos Fuentes. Y, al parecer, si no acordaron, platicaron la genial idea de escribir cada uno de algún personaje, algún dictador, por ejemplo. Cada quien escogería el suyo y, a la postre, fueron surgiendo esas grandes novelas que fueron, precisamente, el despertar de una nueva literatura en el mundo, que es esta magnífica literatura latinoamericana.
La literatura, como usted lo ha dicho bien, crea una fraternidad dentro de la diversidad humana y eclipsa las fronteras. En su narrativa, esto es una realidad palpable, que mucho le agradecemos.
A quienes formamos parte de sus números lectores en México, nos deleita con su prosa. Nos ha invitado a conocer profundamente al ser humano en diversas circunstancias y en diversas aventuras.
Ha recorrido riesgos para llevar nuestra lengua a nuestras dimensiones. Lo hizo hace mucho tiempo en Los Cachorros, una de sus primera novelas, y a través de ese virtuosismo y perfeccionamiento de la lengua escribió obras monumentales de la literatura de nuestro continente, como La Casa Verde.
Nos conmovió, junto con todo el pueblo peruano, en Conversación en La Catedral. Nos ha hecho reír con La Tía Julia y El Escribidor, o Pantaleón y las Visitadoras. Y más recientemente, qué duda cabe, el enorme dramatismo que refleja, en cierta manera, nuestra historia, nuestra cultura y nuestra fantasía, y también nuestra política en La Fiesta del Chivo, y recientemente El Sueño del Celta, que nos ha hecho indignarnos y reflexionar sobre la condición humana.
Cuando supimos que usted, finalmente era reconocido, como debió de haber sido hace mucho tiempo, como merecedor del Premio Nobel de Literatura, honestamente sentimos que ganamos todos. Es como haber ganado el Campeonato Mundial de literatura para todos nosotros, que ya nos la debían en la persona, precisamente, de Mario Vargas Llosa.
Y nos sentimos, verdaderamente felices, honrados y más, con mayor confianza, pienso, en nosotros mismos. Hay un atributo más por el cual, en lo personal y muchos nuestros, le estamos muy agradecidos, y es que es usted, además de escritor, es un gran lector.
Y con la paciencia de un maestro ha sabido transmitir a sus lectores la pasión por la literatura, nos ha ayudado a redescubrir grandes novelas, a encontrar grandes escritores, que debieran estar muy presentes siempre; a releer y reentender a Víctor Hugo, en Los Miserables; a Madame Bovary, de Flaubert. En fin.
Por todo ello, don Mario, le damos las más sinceras gracias.
Atrás de la lectura, atrás de la escritura, más allá, incluso, del Nobel y del reconocimiento, o no, del talento de una persona, está la libertad. Y como bien lo dijo al recibir el Nobel: Sin ficciones seríamos menos conscientes de la importancia de la libertad para que la vida sea vivible y del infierno en que se convierte cuando es conculcada por un tirano, una ideología o una religión.
Si algo faltara a la biografía intensa de Mario Vargas Llosa es, hay que decirlo, es un luchador por la libertad. De los cuales, bueno, bien dice el refrán que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde; de los cuales hacen tanta falta ahora que nuestros pueblos conquistaron libertades, creo que pocos se ocuparon, como Mario Vargas Llosa, de defenderlas y, en consecuencia, algunas de ellas en nuestro continente también y en otras partes del mundo se están perdiendo. Pensamos que la democracia había llegado para quedarse y la verdad es que la libertad se debe defender y se debe defender siempre.
Contrario a muchos personajes que quizá destacan en la literatura, en las artes, Mario Vargas Llosa siempre ha sabido expresar con valentía, además, su forma de pensar, su crítica acerada; ha disentido con valor, rompiendo la corriente, que generalmente se establece en nuestros pueblos. Me recuerda mucho una expresión de Eliot que dice que en un mundo de fugitivos el que toma la dirección contraria parece ser el que huye.Nuestra América Latina, y hablando de política, muchas veces es, también a veces, un mundo de fugitivos. Y tomar la dirección contraria en nuestros pueblos, con la demagogia rampante que suele acompañarnos, hace parecer ello que el que toma la dirección contraria parece ser el que huye.Pero yo le admiro a Mario Vargas Llosa, también, no sólo luchar por la libertad y no sólo escribir y leer, y honrarnos a todos los latinoamericanos, y enriquecer la literatura universal, sino también tomar la dirección contraria, fiel a sus ideas y a su amor por la libertad, porque eso se aprecia enormemente.
Así que, don Mario, también le entregamos el Águila Azteca porque agradecemos su congruencia, su valentía, su entereza para defender los valores de libertad y democracia, no sólo a través de la literatura, sino a través de la prensa y a través de la libre manifestación de sus ideas y, en un gesto verdaderamente ejemplar, simbólico, de su vida, a través de su propia participación política que, como hemos aprendido muchos, de que la practicamos, es una profesión noble y enormemente ingrata.
Decía Carlos Castillo Peraza, en paz descanse, y también admirador suyo, algo que describe muy bien a quien hace política, guiado por sus valores y contra la corriente: Ninguna cosa buena que hagas quedará impune.
Usted ha sido un adalid de un mundo más libre y también, lamentablemente, en muchas ocasiones, una voz en el desierto.
Ha señalado con claridad su convicción de amar tanto la libertad y odiar tanto toda forma de autoritarismo o de dictadura.
Usted ha denunciado, incómodamente para muchos, la falta de libertades, los autoritarismos, que se erigen como una amenaza para los ciudadanos; ha sido firme, constante, congruente con sus ideas y valores, congruente entre su decir y su actuar.
Y hoy México se lo reconoce y se lo agradece, que, desde su trinchera de escritor, de escribidor, como dice el título de alguna de sus obras, contribuya a construir un mundo mejor.
Y el oficio de escribir y de luchar por la libertad son parte iguales de su ser. Como lo ha señalado, hay escritores y escritores. Escritores para quienes la actividad política es totalmente incompatible, porque esa actividad no les interesa e, incluso, la desprecian.
Hay otros escritores, dice usted, que no se puede decir que nos guste la política, pero que pensamos que la política es inevitable, que no se puede jugar, digamos, al avestruz, volviendo la espalda a la política. Y tiene toda la razón.
Como ciudadanos, lo he dicho en alguna ocasión: La política es tan importante que no podemos dejársela a los políticos.No podemos dejar que la política, que decide la polis, se quedé finalmente en la mano de unos cuantos que decidan por todos. Ese es el principio y esa es la actitud que abre la puerta de las dictaduras y los autoritarismos.
A final de cuentas también hemos reflexionado, civitas y polis tienen el mismo significado, uno en griego y otro en latín,  pero, a final de cuentas, los dos nos hablan de la ciudad.
Y si algo necesitan nuestros países es cerrar la enorme brecha entre el ciudadano de las civitas y el político de la polis. El día en que ciudadanía y política signifiquen lo mismo, el día que ciudadanos de a pie, arriesgándolo todo, finalmente participen, como usted lo hizo por su querido Perú, alguna vez, ese día empezarán a cambiar, como estoy seguro, empezó a cambiar entonces el Perú, nuestros pueblos.
Señoras y señores.
Distinguidos invitados.
La élite militar de los antiguos mexicas eran los Caballeros  Águila. Y, ciertamente, el águila, el Águila Real ha sido orgullosamente el emblema, tanto de México-Tenochtitlán, como del México moderno.
Tal vez aquellos guerreros se identificaban con la valentía del águila y con la majestuosa altura y distancia que alcanza esta hermosa ave.
Hoy, México se honra en condecorar a un hombre valiente, inteligente, brillante, que ha alcanzado con sus ideas y con su prosa, alturas majestuosas, y que ha dejado una impronta permanente para las generaciones del mañana.
Su obra y su pensamiento son patrimonio de la humanidad, patrimonio de la literatura y patrimonio de la libertad. Y, por eso, el Gobierno de México se honra otorgándole a usted la Condecoración del Águila Azteca.
Muchísimas gracias.

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