Prisioneros de la Red/Francesc Miralles
El País Semanal, 24/07/2011;
En una conferencia reciente, el histórico del folk contracultural Pau Riba afirmó que ya no podemos hablar de solo dos mundos, el exterior y el interior, porque hay un tercer espacio que se está comiendo a los otros dos: el mundo virtual. Cada vez hay más gente que "vive en Internet", e incluso pasa las vacaciones en hoteles virtuales como Habbo, por no hablar de cómo Facebook está alterando nuestra forma de relacionarnos, hasta el punto de hacernos creer que basta con un clic para hacer un amigo.
Solo cuando estamos en un avión nos vemos obligados a claudicar. Por ahora. Las compañías aéreas ya están estudiando cómo ofrecer Internet de pago durante los vuelos. Parece claro que el futuro inmediato será estar conectados 24 horas al día. La pregunta es: ¿significa eso que nos estamos desconectando del mundo real?
Nos ha cambiado la vida
"Internet se está convirtiendo en la plaza del pueblo global del mañana" (Bill Gates)
Aunque el uso masivo de Internet tiene apenas una década, hoy nos parece inconcebible que pudiéramos funcionar sin el correo electrónico, las redes sociales y la ventanita de Google. Y sin embargo, así era. Los estudiantes buscaban la información en las bibliotecas y uno tenía aquellos amigos que podía reunir en un café.
Internet ha transformado en un tiempo récord nuestra vida, fundamentalmente para bien. Hoy vivimos en un mundo más ágil, diverso e intercomunicado. En los países que no sufren restricciones por parte del Estado, cualquier persona puede compartir la información con la comunidad virtual.
Pero no todo son ventajas en el tercer espacio del que hablaba Pau Riba. Millones de usuarios han dejado de emplear Internet como una herramienta para instalarse a vivir en ella como si fueran una aplicación más. Se han convertido en prisioneros de la Red.
Los terapeutas argentinos del Programa Cambio, centrado en las adicciones, señalan que más de dos horas diarias de conexión puede suponer un riesgo, según sea el perfil psicológico del internauta.
El catedrático de Psicología Clínica Enrique Echeburúa asegura que el riesgo de adicción se acentúa si el usuario es introvertido, tiene poca autoestima y cuenta con una vida familiar pobre: "Estas personas encuentran en el ordenador algo que les da cosas y no les pide nada a cambio, y además la máquina tampoco valora si están teniendo un comportamiento correcto o no, por eso estos usuarios de Internet son capaces de crear un mundo virtual que les compensa de las insatisfacciones que tienen en el mundo real".
La frontera entre un uso saludable de Internet y la adicción estaría en lo que nos motiva a conectarnos. Cuando la Red deja de ser un medio para obtener información y se convierte en una forma de huir de la realidad, perdemos el control de la herramienta para pasar a ser prisioneros de ella. De hecho, en una encuesta realizada por ABC News entre más de 17.000 usuarios, un tercio reconoció que utilizaba Internet para escapar de sus problemas.
Los tres grandes ciberámbitos de evasión serían las webs de contenido pornográfico, los sitios de juegos y apuestas y las comunidades virtuales.
En un estudio llevado a cabo por periodistas de la BBC se llegó a la conclusión de que las personas que pasan mucho tiempo al día en Internet tienen más probabilidades de desarrollar síntomas depresivos, a la vez que la depresión promueve el refugio en la Red debido a la fobia al mundo exterior.
Estamos acostumbrados a ver ejecutivos que caminan como zombies mientras van contestando mensajes con su Blackberry, y todos conocemos personas incapaces de desconectar aunque se encuentren en una cita no virtual. Sin embargo, los adolescentes corren mucho más peligro, ya que no son conscientes de su adicción, unido a los riesgos que entraña la Red para un menor.
Un extremo de encierro digital son los llamados hikikomoris. Se calcula que en Japón un millón de adolescentes y jóvenes viven recluidos en su habitación -a veces durante años- por miedo a enfrentarse al mundo exterior. Según los especialistas, este síndrome tiene su origen en el acoso escolar o en una falta de adaptación, así como en las desmesuradas expectativas y exigencias que el país nipón pone en los estudiantes.
Se calcula que en uno de cada 40 hogares japoneses hay un hikikomori, cuya conducta habitual es dormir durante el día tras una noche jugando a videojuegos y navegando por Internet.
Patologías digitales
"Si la adicción se juzga por el tiempo en que un estúpido animal presiona una palanca para conseguir algo, Internet es mucho más adictivo que la cocaína" (Rob Stampfli)
En un reportaje exhaustivo sobre afecciones digitales publicado en La Vanguardia, el periodista A. Torroella establece los siguientes síntomas que revelan adicción a las nuevas tecnologías:
-El ocio en el ordenador se prolonga varias horas al día, prefiriendo estar conectado a Internet que salir con los amigos o estar en familia.
-La persona siente la necesidad de conectarse constantemente y de forma compulsiva a las redes sociales o a la cuenta de correo electrónico.
-Es incapaz de salir a la calle sin el teléfono móvil y se muestra ansiosa cuando no puede utilizar este dispositivo.
-Siente un deseo irrefrenable de adquirir los aparatos más novedosos, por alto que sea su precio.
Las consecuencias de esta adicción tan actual no se limitan al plano psicológico, sino que cada vez son más los pacientes que acuden al médico para tratarse de dolencias de nuevo cuño como el pulgar de Blackberry, descrito como una hinchazón, dolor y calambres en estos dedos debido al sobreesfuerzo exigido para escribir textos.
Otras dolencias etiquetadas son la wiitis, asociada al uso indiscriminado de la wii, o la más común tendinitis del PC.
La pasión china
"Pasar una noche conectado es como una cena de Cheetos: dos horas más tarde ya no tienes hambre, pero no te has alimentado" (Clifforld Stoll)
En el libro Tecno-estrés, el catedrático de Psicobiología José María Martínez Selva explica un caso aterrador de tecnoadicción. En septiembre de 2007, un hombre de 30 años murió en la ciudad china de Guang-zhou después de tres días seguidos jugando en Internet. Perdió el conocimiento en un cibercafé y los servicios médicos de urgencia no lograron reanimarlo. La víctima era una de las decenas de millones de aficionados a los juegos en línea que hay en ese país.
Muchas de estas personas pasan días enteros enganchados a chats o videojuegos, hasta el punto de que en Taiwán muchos cibercafés tienen servicios de lavandería, duchas y camas para sus clientes.
El Gobierno chino es consciente del problema y se han habilitado 400 hospitales psiquiátricos para tratar estas adicciones en los adolescentes, con un tratamiento durísimo. Antes de llegar a estos extremos hay una serie de medidas de autocontrol que todos podemos aplicar para corregir la adicción:
-Establecer periodos de desconexión del ordenador y el móvil cuando se está en casa o los fines de semana.
-A partir de una hora razonable, dejar un mensaje en el contestador del móvil indicando que no se devuelven llamadas hasta el día siguiente.
-Fijar un horario limitado para leer y responder correos electrónicos.
-Como terapia de choque, elegir un día del fin de semana para la llamada datasiesta, es decir, permitirnos estar 24 horas sin tecnología.
En cualquier caso, la mejor cura preventiva es recordar que la máquina está al servicio del ser humano y no al revés. Cuando un dispositivo pensado para facilitarnos la vida nos la empieza a complicar, debemos hacer un alto en el camino y reflexionar. Si la humanidad ha sobrevivido más de un millón de años sin esta tecnología, no moriremos por desconectar móviles y ordenadores unas cuantas horas.
Aprender a desconectar
1. Un libro - 'Tecno-estrés', de José María Martínez Selva. Paidós. Un ensayo muy completo y actual sobre la ansiedad y la dependencia que nos crean las nuevas tecnologías, de la mano del catedrático de Psicobiología de la Universidad de Murcia.
2. Una película - 'La red social', de David Fincher. Aunque no gustó a Mark Zuckerberg, quien inspiró esta película sobre los creadores de Facebook, muestra el banal punto de partida de una red que hoy día cuenta con 700 millones de usuarios.
3. Un disco - '18', de Moby. Con canciones tan relajantes como 'Sleep alone' o 'At least we tried', este disco ambiental es una banda sonora ideal para hacer un uso razonable de las nuevas tecnologías.
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