Columna JAQUE MATE/Sergio Sarmiento
Sin descuentos
Reforma, 2 Sep. 11
"La Constitución prohíbe que el Estado permita que un particular fije unilateralmente un precio sin que el mismo pueda ser modificado al alza o a la baja por el resto de los sujetos que integran la cadena de venta". Juan Silva Meza
Preocupan muchos aspectos de la decisión de ayer de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que, con votación dividida de seis a cinco, permitió la prohibición de descuentos en los libros.
El primero es el perjuicio a los lectores en beneficio de los grandes editores, importadores y libreros. El segundo, el precedente jurídico de que en México, contra lo que dice el artículo 28 de la Constitución, se pueden establecer precios únicos para impedir la libre competencia en detrimento de los consumidores. Lo que más inquieta, sin embargo, es la ignorancia económica exhibida en la discusión.
Si los ministros hubiesen argumentado que el precio único del libro debe mantenerse para evitar la competencia y fortalecer las utilidades de los editores, importadores y grandes cadenas de librerías, por lo menos habrían sido honestos. Varios de los ministros, sin embargo, aportaron argumentos que sólo sugieren ignorancia sobre la forma en que funciona la economía.
La ministra Olga Sánchez Cordero, quien redactó el proyecto principal, señaló que había que respaldar el precio único debido, entre otras razones, a que los libros son un producto prescindible y a que el Estado puede asumir políticas para proteger los derechos fundamentales, entre ellos impedir el abuso en los precios. También se ofrecieron, en el pleno, argumentos que defendían el derecho del Estado a promover la lectura y a multiplicar los puntos de venta de los libros.
Si éstas pudieran ser las consecuencias de prohibir los descuentos, quizá habría que aplaudir el fallo. Pero quienquiera que tenga un conocimiento aunque sea sumario de la ciencia económica sabe que las consecuencias serán exactamente las contrarias.
Para empezar, no es correcto dividir los productos en indispensables y prescindibles: los mexicanos tenemos derecho a gozar de todos los precios bajos que nos dé el mercado. Si los tortilleros establecieran un acuerdo para impedir los descuentos en las tortillas, el resultado sería incrementar su precio. Por eso la Constitución prohíbe la práctica. El libro, quizá, no sea indispensable para algunos ministros, pero es imprescindible para construir un país más próspero e instruido. Por ello es importante mantener mecanismos que sujeten su precio a la competencia.
El Estado debe defender los derechos fundamentales, pero entre ellos no está el de librar a productores o distribuidores de la competencia. Los lectores deberían gozar del derecho que establece el artículo 28 de la Constitución para buscar el mejor precio posible del libro. La nueva ley facilita el abuso en los precios, al contrario de lo que piensan los seis ministros que votaron por el proyecto.
El Estado debe promover la lectura y la multiplicación de los puntos de venta de los libros. Pero esto será más difícil con el precio único. Menos mexicanos podrán comprar libros si se mantiene la prohibición a los descuentos. El precio único, por otra parte, sólo busca sacar de esta actividad a los supermercados, que han venido ofreciendo libros con descuento. El propósito es disminuir el número de puntos de ventas y no aumentarlo.
La discusión sobre el precio único de los libros refleja la profunda ignorancia de muchos mexicanos, incluso con doctorados en derecho, sobre los principios más básicos de la economía. Y es una lástima. Seis de los 11 ministros han condenado a los lectores a pagar mayores precios. Ellos, con sus sueldos, pueden prescindir de los descuentos. Pero no es el caso de la mayoría de los mexicanos.
A DESCANSAR
Al inicio de la primera sesión de trabajo, ayer sólo estuvieron presentes en la Cámara 428 diputados. ¿Dónde estaban los otros 72? Seguramente se fueron a descansar, agotados por sus cuatro meses de vacaciones.www.sergiosarmiento.com
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