Axel Didriksson
Revista Proceso # 1860, 24 de junio de 2012
En esta semana que corre culminan las campañas electorales para elegir a nivel federal un nuevo Poder Ejecutivo y otro Legislativo, al igual que varias representaciones de gobierno en estados de la República. En lo que va del proceso se ha pasado de una suerte de certeza de triunfo del candidato del PRI, Enrique Peña Nieto (arropada por una derrama extrema de dinero y por enormes recursos de imagen), a un vuelco social y político que crece como un rumor inquietante, el cual consiste en que el puntero real en la contienda presidencial y, en consecuencia, quien tiene más posibilidades de ganar, es Andrés Manuel López Obrador.
Este movimiento pendular de un candidato a otro ha tenido diversas
causas y sentidos, así como algunas sorpresas y amenazas que están latentes.
Entre los acontecimientos que se han venido dando se halla la irrupción de un
nuevo movimiento estudiantil. Con su novedoso despertar, los estudiantes se
organizan de forma creciente a niveles local y nacional, y se están sumando a
los millones de jóvenes indignados de otros países, en una convergencia tan multitudinaria
como insólita, mediada por las redes sociales e internet.
Este nuevo
movimiento estudiantil ha desenmascarado la orquestación de las grandes
televisoras y de algunos medios impresos a favor de la candidatura del PRI, dejando en caída libre a la de Josefina Vázquez Mota, a quien se le ve
sin la fuerza necesaria para poder remontar su tercer puesto (en una contienda
de tres) con su cantaleta de frases sin contenido y su discurso plano e
inconsistente.
Otra de las
tendencias de este vuelco electoral es el vaciamiento y pérdida de significado
de las encuestas y cifras que equivocadamente han buscado
sustituir a la percepción, al imaginario social y al análisis político crítico.
Las encuestas y sus pregoneros, que insistían en el triunfo de Peña Nieto, han
pasado a ser un asidero poco confiable frente a las evidencias de la acción
masiva, de la organización de grandes conglomerados sociales, de la
proliferación de grupos de ciudadanos y jóvenes que se comunican entre sí de
forma extraordinaria día tras día, por encima de las cifras que machaconamente
proliferan pero que han perdido credibilidad.
Se confirma de este modo que, cuando el conocimiento y el aprendizaje
sociales se vuelven una constante, bajo la forma de una inteligencia colectiva,
los excesos mediáticos dejan de tener eficacia porque evidencian la intención
de confundir a gran escala por medio de un discurso de aparente base
científica, como las encuestas. En todo caso, las decisiones políticas de los
ciudadanos organizados no se basan de manera absoluta en lo que se difunde,
sino en lo que se sabe y se aprende cotidianamente en el espacio público. Y es
esto lo que genera rupturas y movimientos emergentes, como los que están
ocurriendo entre los estudiantes, las víctimas de la violencia, los
trabajadores despedidos y maniatados, los jóvenes que viven sin futuro, las
familias amenazadas de despojo, los millones de personas agraviadas por las
mentiras y la impunidad, así como por esa imagen que Foucault tenía del poder:
“pobre en recursos, parco en sus métodos, monótono en las tácticas que utiliza,
incapaz de invención y como condenado a repetirse siempre a sí mismo”.
La mayor
novedad es el creciente rumor de que López Obrador ganará las elecciones a la
Presidencia de la República, y, con esta prefiguración,
quienes se sentían muy cómodos en sus certidumbres y nostalgias, en la
representación de sus futuros enriquecimientos ilícitos y de continuidad de sus
placeres, en las alianzas que han tejido para repartirse los recursos del
gobierno y los cargos públicos, han desembocado en la desesperación o llegado
al borde de un ataque de nervios, por decir lo menos.
Es por ello que durante esta semana las fuerzas se tensarán al máximo,
se redefinirán los escenarios prefabricados y se hará uso de lo indecible, de
todo lo que esté a la mano, con una parafernalia de repetición de cifras,
imágenes y vituperios hasta el cansancio. Ya están moviéndose los hilos de la
corrupción y de la compra de votos a lo largo y ancho del país; ya se conocen
las maneras como buscarán enlodar el proceso electoral y, llegado el momento,
hasta buscar tronarlo. Ya veremos cómo se atiza el odio y se recurre a los
fantasmas y monstruos de siempre. Pero el rumor seguirá adelante y seguirá
moviéndose hacia el próximo domingo para verificar hasta dónde llegó la bolita.
Allí se verá si la inteligencia cooperativa se impuso a la ignorancia promovida
y certificada.
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