Quince escritores de Europa y América analizan el aporte de la generación de escritores latinoamericanos de los años sesenta a a la literatura
Banville, Nooteboom Talese, Cartarescu, Fernández Cubas, Shua, Ben Jelloun, Harss, Arana, Anderson...
BEN JELLOUN: “Les debo esta libertad y este desarrollo de la imaginación sin límites”
GAY TALESE: Una deuda y una inspiración
JON LEE ANDERSON: Cuando Latinoamérica entró en el imaginario
ELIOT WEINBERGER: Un hallazgo más importante para el Norte que para el Sur
MARIE ARANA: No fue un boom de escritores sino de lectores
Winston Manrique Sabogal
El País, Madrid 17 NOV 2012
Gabriel García Márquez en su casa © Daniel Mordzinski / EL PAÍS
Un universo en expansión. Como el mismo universo que no
deja de evolucionar, sorprender, crear, impulsar, polinizar, brillar o
eclipsar. Eso es el boom latinoamericano de los años sesenta, aquellos
escritores que empezaron o se forjaron en esa década prodigiosa. Por eso hoy EL
PAÍS clausura el especial 50 años del boom. La literatura que cambió el español
con la opinión de 15 autores y críticos de medio mundo cuyas voces recorren ese
universo literario para iluminar diversas zonas.
GAY TALESE
Deuda
Junto con multitud de lectores durante los años sesenta,
estoy en deuda con la llamada generación del boom por sacarme, a mí y a muchos
de mis conciudadanos, de nuestra gran ignorancia acerca de los triunfos y
padecimientos que han marcado la historia de Sudamérica desde la época del
descubrimiento.
Los
escritores del boom eran grandes narradores y artistas de lo ficticio, y las
historias que contaron a través de su ficción no solo iluminaron y ampliaron
nuestro sentido de la realidad sino que también fueron una inspiración para
nosotros. Desgraciadamente, es cierto que la mayoría de los
escritores de no ficción – biógrafos, historiadores y periodistas — centran su
atención en los personajes públicos famosos (dirigentes políticos, celebridades
del espectáculo, empresarios y banqueros poderosos); mientras que los
escritores de ficción de la época del boom, y sus descendientes, nos han
ofrecido historias de la vida “corriente” que han desarrollado nuestra
concepción inicial de lo que realmente es corriente. Esto no se debe a que esos
escritores imaginasen a esas personas “corrientes” en circunstancias
extraordinarias, sino a que los escritores poseían un conocimiento tan profundo
de esas personas cuyo entorno compartían que nosotros, los extraños, los
lectores de todo el mundo, hemos sido capaces de identificarnos con esas
personas lejanas y aceptarlas como nuestras vecinas literarias.
ANA MARÍA SHUA
Revolución
Puso a la
literatura patas arriba. Sacó de la academia los experimentos de las
vanguardias y se los regaló a la gente, convertidos en narración pura.
Descubrió con San Agustín que el tiempo es una cierta distensión del alma, y
nos hizo zigzaguear por sus vericuetos. Fue político sin someterse a ninguna
ideología. Puede haberse convertido en estancamiento y burocracia: ¡pero nunca
olvidemos que fue revolución!.
JOHN BANVILLE
Borges
Aunque el primer
libro de realismo mágico fue de Günter Grass, estos escritores le dieron más
luz al realismo mágico. Entonces se vivió como una revolución pero no estoy tan
seguro de que lo fuera. Por supuesto Borges sigue siendo el mejor de todos
ellos.
Eliot Weinberger: Descubrimiento
Está de moda decir
que el boom fue simplemente un producto de la mercadotecnia de Estados Unidos
que se extendió al resto del mundo: el envoltorio con el que se presentó a un
grupo de escritores que tenían poco en común salvo que todos eran
latinoamericanos. Puede que esto fuese cierto en parte – nunca se trató de un
movimiento estético — pero las consecuencias, desde el punto de vista de EE UU,
donde se traduce muy poco, fueron estimulantes. Nunca ha vuelto a haber una
concentración así de traducciones provenientes de un idioma o región y una
respuesta tan universal. Y la repentina proliferación de textos escritos por
los novelistas del boom (y por su predecesor, Borges) también estuvo acompañada
de un auge similar de libros escritos por poetas contemporáneos – Neruda, Paz,
Parra, Cardenal y muchos otros — así como por maestros anteriores como Vallejo
y Huidobro, que antes eran invisibles en inglés. Tenemos tendencia a pensar en
el boom en relación con la ficción (y, en efecto, se da la circunstancia de que
Cien años de soledadfue la novela única que más influencia tuvo, en todo el
mundo, durante la segunda mitad del siglo XX). Pero, en EE UU, la poesía
latinoamericana tuvo un efecto enorme sobre casi todas las facciones
enfrentadas de la poesía, y muchos de los poetas más importantes – una lista
demasiado larga para repetirla aquí —participaron en la traducción de aquellos
poemas.
En Estados Unidos
el estallido del boom se produjo en medio de los acontecimientos de la Guerra
de Vietnam y el movimiento de los derechos civiles, una época de odio del país
hacia sí mismo (al menos entre la clase de personas que leía literatura). Había
un tremendo interés, y añoranza, por realidades distintas de aquella en la que
vivíamos: las religiones asiáticas, los rituales de los indios americanos, las
drogas alucinógenas, y así sucesivamente. En la búsqueda de una
“contracultura”, no era solo el llamado “realismo mágico” de algunos novelistas
sino la propia Latinoamérica lo que parecía, por aquel entonces (antes de la
starbuckización del planeta), existir en un universo paralelo y más atractivo.
Solo a unos pocos
de los novelistas y poetas del boom se los sigue leyendo en EE UU: García Márquez,
sin duda; Neruda (todavía el poeta más vendido en EE UU); Vargas Llosa y
Cortázar hasta cierto punto; Paz. Casi todos los demás han desaparecido en gran
medida (en inglés). Pero el heredero evidente del boom es Roberto Bolaño. No
solo por el hecho de ser el primer latinoamericano desde los escritores del
boom que ha tenido un éxito internacional tan grande. Es que leer a Bolaño se
parece mucho a la experiencia de leer un libro como Rayuela en la década de
1960 (como hice yo siendo adolescente). Junto al repertorio de personajes
intelectuales, bohemios, libres de espíritu, atractivos e interesantes, está,
sobre todo, la sensación de la alegría absoluta de escribir una novela, algo
que rara vez se encuentra actualmente en otros novelistas, por mucho talento
que tengan. Es algo que recuerda mucho al Godard de los años sesenta: esas
películas intrincadas, locas y caóticas, rebosantes de la sensación de que
hacer una película es simplemente divertidísimo.
Si pensamos en el
boom en función de la creación artística, carece de sentido: las novelas de
Onetti, por ejemplo, no le deben nada a Cabrera Infante. Pero en cuanto a la
recepción, fue sin duda un boom: la primera vez que Estados Unidos y Europa
prestaban atención de manera seria y entusiasta a una literatura contemporánea
que no fuese la suya propia. El llamado Occidente descubrió que había otros que
tenían cosas que decir y formas de decirlas que no conocíamos. En ese sentido,
pude que el boom fuese más importante para el norte que para el sur.
MIRCEA CARTARESCU
Influencia
Mi
héroe es Sábato, su trilogía es una Divina comedia de hoy día. Pero
creo que Borges y Cortázar han sido más influyentes. Hay algunos libros de
García Márquez que es imposible superarlos. Y Vargas Llosa ha ganado el Nobel
más merecido de los últimos diez años. Sí, me encuentro a gusto con ese tipo de
prosa, aunque mi objetivo es diferente y sigo otro espíritu. (De la entrevista
de Ignacio Vidal-Folch)
JON LEE ANDERSON
Universal
Pregunta: ¿Qué opina del boom latinoamericano
y cuál fue su primer acercamiento a él o con qué autor o libro?
Respuesta. Mi primer acercamiento con los autores del boom
fue con Gabriel García Márquez, con Cien Anos de Soledad, alrededor de 1977,
cuando tenía 20 anos y yo iba y venía entre Nueva York y América Latina. El libro
fue una revelación, y me abrió los ojos a nuevas posibilidades de ver, de
creer, y de narrar el mundo. (Los siguientes autores que leí fueron Cortázar,
con Rayuela, creo; Jorge Amado con Gabriela, Clavo y Canela, y Mario Vargas
Llosa, con La Casa Verde.)
P:
¿Cuál cree que es la principal aportación a la literatura de ese grupo de
escritores?
R: Con esas obras América Latina (como una entidad
cultural y geográfica propia) adquirió un lugar reconocido en el imaginario
internacional literario, realmente por primera vez. America dejaría de ser
interpretada casi exclusivamente en el ámbito internacional por autores
extranjeros salvo algunas notables excepciones como Paz, Borges y Carpentier. Y
sobre todo con la obra de García Márquez, los “boomistas” también ofrecieron, y
por primera vez, una manera distinta de narrar, y de percibir, la realidad
latinoamericana, destacando historias de la gente “común" - los indígenas,
los mestizos, los negros, y las gentes del campo, tradicionalmente marginados-
en lugar de personajes de la élite criolla hispana.
P:
¿Alguna reflexión particular?
R: El boom ha tenido un efecto y una metástasis más allá
de la novela, por supuesto, que ha sido de una contribución contundente en el
hemisferio -y mucho más allá también-. En el cine, en el teatro, en la
telenovela, y en la crónica periodística como género literario, podemos
presenciar las múltiples enriquecedoras maneras en que la rotura de moldes
sociales de los autores del boom ha contribuido a un canon cultural contemporáneo
mucho más incluyente y abarcador. ¿Sería posible el boom actual de literatura
entre los autores híbridos del poscolonialismo de la India y África -autores
como Salman Rushdie, Zadie Smith, Hanif Kureishi, Chimamanda Ngozi Adichie, y
Dinaw Mengistu- si no fuera por el boom latinoamericano de los 60? Lo dudo. El
boom latinoamericano abrió la pauta y dio paso a un mundo literario
internacional más incluyente, democrático y vibrante -más representativo- que
el que había existido antes.
CRISTINA FERNÁNDEZ CUBAS
Frescura
Lo primero que me admiró y maravilló fue leer
a Juan Rulfo y Pedro Páramo, una obra de arte.
Luego, esa generación de los sesenta dio una inyección de frescura y nuevas
formas de narrar.
LUIS HARSS
España
Pregunta:
¿Qué opina del boom latinoamericano y cuál fue su primer acercamiento a él o
con qué autor o libro?
Respuesta: Para mí el primer autor fue
Cortázar. Rayuela me deslumbró. Lo vi en una vidriera de una
librería española en París, en la calle Monsieur-le-Prince. Yo vivía en un
hotelucho a media cuadra, el Médicis. Lujosa pobreza. Expatriado de alma. En
Oliveira y sus vaivenes entre dos mundos descubrí mi retrato.
P:
¿Cuál cree que es la principal aportación a la literatura de ese grupo de
escritores?
R: La universalidad de la
literatura a través del babel de lenguas. El concepto borgiano de que un autor
es todos los autores. Y una cierta ampliación en la gama de la
"realidad". Ahora incluye el mito y el milagro. Ya no son metáforas o
fantasías sino cosas de todos los días.
P:
¿Alguna reflexión particular?
R: No hay que olvidar el
aporte español. La amistad de Carlos Barral. El matriarcado de Carmen Balcells.
Barcelona fue uno de los polos del boom. El gran traductor al inglés de los
escritores del boom, Gregory Rabassa, es hijo de catalanes. Y Galicia nos dio
el editor del boom en la Argentina, Paco Porrúa, nacido en la Coruña.
JUAN CRUZ
Periodismo
Pregunta:
¿Qué opina del boom latinoamericano y cuál fue su primer acercamiento a él o
con qué autor o libro?
Respuesta: El primer libro
con el que sentí que estaba leyendo algo fascinante y diferente, sin ser
consciente ni mucho menos de que estaba leyendo un libro más sino un libro
distinto, fue Tres tristes tigres, de Guillermo Cabrera Infante. De pronto, en
medio de aquellos libros tristes de la España socialrrealista se introdujo una
novela que literalmente cambió mi vida.
P: ¿Cuál cree que es la principal aportación
del boom a la literatura universal?
R: La diversidad. Se dice
boom porque no hay tendencias, hay escritores y hay novelas. Boom significa
explosión, partes que quedan de un todo. Hubo de todo; por fortuna se diluyó la
expresión realismo mágico, que aludía solo a una parte, y se quedó en boom.
Creo que al final esa fue una expresión (una explosión) afortunada.
P: ¿Alguna reflexión particular?
R: La cultura literaria de
nuestra generación, y también el periodismo, ha dependido de esos libros. Una
expresión máxima de la relación que el periodismo tuvo en la explosión fue el libro
de Luis Harss, Los nuestros, afortunadamente rescatado ahora por Alfaguara, así
como el libro La invasión de los bárbaros, de Jordi Gracia y Joaquín Marco, que
registra la generosidad con la que España recibió el boom. Esa generosidad se
trocó en desdén luego, y ahora ese alejamiento se ha salvado para nuestra
fortuna.
CHARLES BAXTER
Entusiasmo
Al igual que muchos
otros escritores norteamericanos de mi generación, llegué por primera vez a la
literatura latinoamericana contemporánea del siglo XX a través de los cuentos
de Jorge Luis Borges y Julio Cortázar. Sus historias eran intelectualmente
detallistas y a veces desconcertantes, una combinación maravillosa. Como muchos
otros, encontré grandes tesoros en Gabriel García Márquez pero, personalmente,
prefería las valientes y muy oscuras peculiaridades de la ficción de José
Donoso, especialmente en El obsceno pájaro de la noche, un libro del que nunca
me he recuperado, en el mejor sentido. En la literatura brasileña, admiro sobre
todo la obra de Clarice Lispector, especialmente La manzana en la oscuridad.
Estos libros
devuelven a la literatura el poder de los momentos suspendidos descritos con
gran entusiasmo, los episodios irreales, las pesadillas, los personajes
espectrales y la visionaria contorsión del tiempo para volver atrás. Son
visualmente fuertes, un aspecto en el que la escritura norteamericana es débil
a veces.
ETGAR KERET
Imaginación
Descubrí a García Márquez y Cortázar
durante mi servicio militar obligatorio en las fuerzas de defensa israelíes. Era
un soldado pésimo y a menudo, cuando mis compañeros disfrutaban de un permiso,
yo tenía que quedarme en la base como castigo. Uno de los oficiales me había
prestado algunos libros suyos para pasar el tiempo y gracias a él descubrí la
ficción latinoamericana. Para alguien que se había acostumbrado a la escritura
de Hemingway, Carver, Cheever y otros hiperrealistas estadounidenses, esto fue
una verdadera revolución. Hasta ese encuentro a la edad de 18 años, yo creía
que la ficción “seria” guardaba relación con algún tipo de objetivismo realista
y que todas las obras no realistas pertenecían exclusivamente al género de la
ciencia-ficción. Solo gracias al encuentro con la ficción latinoamericana me he
dado cuenta de que escribir algo “real” no significa que deba obedecer las
leyes de la naturaleza, sino que esté cerca de la verdad que uno siente en su
corazón. La imaginación emocional de García Márquez y la narrativa reflexiva de
Cortázar parecían mucho más cercanas a mi verdad interior que toda la ficción
realista que había leído hasta entonces. Muy poco tiempo después de aquello,
cuando yo mismo empecé a escribir, tuve presente esa lección y comencé a
escribir una ficción que fuese por encima de todo fiel a mi experiencia
subjetiva y no a la verdad “objetiva”: si después de besar a una chica había
sentido que flotaba en el aire, mi personaje también flotaría en el aire,
desafiando las leyes de la física, pero siendo fiel a mi experiencia personal.
MARIE ARANA
Lectores
Pregunta: ¿Qué opina del boom latinoamericano
y cuál fue su primer acercamiento a él o con qué autor o libro?
Respuesta:
"¿Estoy en una pecera porque soy un pez, o soy un pez porque estoy en una
pecera?”. Al tropezar con Axolotl, de Cortázar, cuando tenía 12 años y cuando
me acababa de trasladar desde Perú, estaba tan fascinada por las preguntas
sobre la identidad como el narrador de esa historia. Fue justo antes del boom latinoamericano,
antes de que los estadounidenses tuvieran el más mínimo interés por casi todo
lo que era extranjero. Para mí, el boom no fue un fenómeno latinoamericano,
sino que estaba sucediendo a mi alrededor, en Estados Unidos, en una
floreciente población de lectores que, hasta entonces, no se había preocupado
ni un ápice por las riquezas de la ficción latinoamericana o por la gran
herencia de las letras españolas. El boom fue una novedad, una moda, pero no
podía discutirla. Los norteamericanos empezaron a ver a través de otros ojos.
Se metieron en otra piel y se convirtieron en el pez de Cortázar.
P:
¿Cuál cree que es la principal aportación a la literatura?
R: Si los tomamos en conjunto, Cortázar,
Borges, García Márquez, Vargas Llosa y Fuentes no
pueden considerarse un movimiento unificado. No como los románticos franceses,
o los beats estadounidenses, o los vanguardistas rusos. Por eso es difícil
decir que aportaron algo específico a la República de las Letras más allá de la
considerable fuerza de sus talentos individuales. Eran magníficamente sui
generis, y resultaban imposibles de catalogar. No fue un boom de escritores per
se, sino un boom de lectores; y esos lectores aumentaron en un número sin
precedentes para dar la bienvenida a la ficción latinoamericana por primera
vez.
P:
¿Alguna reflexión particular?
R: Antes del boom, en Estados
Unidos imperaba una apatía pertinaz hacia las traducciones extranjeras. Uno de
los periodistas más famosos de EE UU, James Reston, de The New York Times,
afirmaba: “Los estadounidenses están dispuestos a hacer cualquier cosa por
Latinoamérica excepto leer algo sobre ella”. El boom demostró que estaba
equivocado. Sin embargo, una vez que los latinoamericanos cruzaron la puerta,
la situación cambió. A principios de la década de 1980, los hispanoamericanos
que escribían en inglés se convirtieron en el centro de atención. Y así es como
los “escritores del boom”, como los conocemos, nunca aumentaron en número. Se
siguió leyendo a García Márquez, a Vargas Llosa, a Fuentes y a otros, pero el
boom nunca se tradujo en nuevo talento latinoamericano. La resistencia ante las
obras traducidas siguió siendo la misma que antes, puede que hasta con una
terquedad más intensa. El peor legado del boom ha sido la falta de imaginación que
provocó en las editoriales, que solo han promovido a los imitadores, en vez de
fomentar algo nuevo.
CEES NOOTEBOOM
Contar
Gabriel García
Márquez nos descubrió un continente y nos enseñó lo que habíamos olvidado
acerca de cómo contar historias. Pero el llamado boom también nos trajo la
oscuridad y la profundidad de Onetti, el esplendor intelectual y el mundo
mágico de Borges, la brillantez de Bioy Casares y la sorpresa de Saer y Piglia
y tantos otros, todos tan diferentes entre sí.
JOSÉ MARÍA POZUELO
YVANCOS
Futuro
Pregunta:
¿Qué opina del boom latinoamericano y cuál fue su primer acercamiento a él o
con qué autor o libro?
Respuesta: El boom supuso
sobre todo la internacionalización definitiva de lo hispano. Dio una
visibilidad internacional muy grande a la literatura escrita en español que ha
vivido desde entonces la eclosión de traducciones a multitud de lenguas.
Mi primer acceso
personal al boom fue la lectura, siendo estudiante de Preu en 1968, de tres
novelas: La ciudad y los perros, Cien años de soledad y Rayuela. No acierto a
recordar cuál de ellas fue la primera, quizá las leyera seguidas. Lo que si
recuerdo es que supusieron un verdadero revulsivo que me marcó mucho como
lector.
P:
¿Cuál cree que es la principal aportación a la literatura?
R: Por un lado, ciertos
autores recuperaron lo que Ricardo Gullón llamo, a propósito de García Márquez,
el “Olvidado arte de contar”, esto es la narrativa de inspiración oral. Esa
dirección supuso el maridaje de lo antiguo y lo moderno pues las estructuras
míticas y pre-modernas de esas tradiciones, por ejemplo de un Juan Rulfo, se
insertaron en la modernidad estructural a través de Faulkner principalmente.
Una tercera aportación, visible en Vargas Llosa es una vindicación de la
narración y de la ficción como verdadera forma de ofrecer la realidad,
reconciliando la novela con la historia colectiva. Por último, autores como Guillermo
Cabrera Infante o Alejo Carpentier recuperaron lo mejor de la tradición barroca
del lenguaje.
P:
¿Alguna reflexión particular?
R: Toda herencia es también
una deuda. Y a su vez toda deuda se hereda. Es por tanto una riqueza
ambivalente, porque pesa mucho sobre los jóvenes, pero ellos no quieren
limitarse a ser simplemente los “hijos de”, sino que aspiran a tener un nombre
propio. Se da en la literatura latinoamericana la angustia de la influencia de
la que hablo Harold Bloom. El interés por lo americano les ha hecho más fácil a
los jóvenes escritores de América la entrada al mundo editorial. Ahora hay una
efervescencia creativa excelente en la americana que habla español, y los
estilos son muy distintos. Ni el novelista mexicano Juan Villoro es epígono de
Fuentes, ni la cuentista argentina Ana Shua lo es de Cortázar, ni el colombiano
Gabriel Vásquez es García Márquez. Hay muchas voces potentes con voz propia. Es
posible que sean herederos, pero en todo caso lo más importante es que sean
ricos literariamente y que cuando los leamos no nos estemos acordando de su
padre.
Tahar Ben Jelloun: Libertad
Pregunta:
¿Qué opina del boom latinoamericano y cuál fue su primer acercamiento a él o
con qué autor o libro?
Respuesta. Recuerdo haber
escuchado con pasión, cuando todavía estaba en el liceo francés de Tánger, a
Alejo Carpentier hablarnos del barroco en la literatura. Era un hombre muy
elegante, alto y bueno. Descubría la literatura cubana (en el exilio). Algún
tiempo después de esta visita que me marcó, mi amigo Emilio Sanz, historiador
de cine, que pasaba mucho tiempo en Tánger, me regaló Cien años de soledad, de
García Márquez, traducido al francés y publicado por Éditions du Seuil. Me
sumergí enseguida en él, pero no conseguía engancharme. Algo en ese universo me
impedía entrar en esa novela diferente de lo que acostumbraba a leer. La leería
más tarde, después de descubrir la obra extraordinaria del escritor mexicano
Juan Rulfo. Gracias a Pedro Páramo entré en el maravilloso bosque de la
literatura latinoamericana. Averigüé que Rulfo había influido en García
Márquez, así como en algunos otros escritores de su generación.
Al mismo tiempo,
encontraba una familiaridad entre el universo de estos escritores y el de los
escritores del mundo árabe. Leía a Carlos Fuentes o a Mario Vargas Llosa como
si fueran de mi país.
P.
¿Cuál cree que es la principal aportación a la literatura?
Respuesta. Este auge de la
literatura latinoamericana ha sido una suerte para la literatura de la segunda
mitad del siglo XX. El azar hizo que varios escritores de una misma generación
tuviesen talento y mucha imaginación al mismo tiempo. Constituían una pléyade
de creadores repartidos por todo el continente latinoamericano. Aunque sus
estilos sean diferentes, sus temas se encuentran en casi toda su literatura.
Han aportado audacia, barroco, una inquietud maravillosa, un resto de
surrealismo y una especie de locura que contrasta con el realismo europeo o con
la adecuación a lo real al estilo estadounidense. Esta literatura ha liberado
la imaginación; por lo que a mí respecta, estoy seguro de ello: al leer a
Onetti, a Borges, a García Márquez, a Neruda y a los demás, mi escritura ha
gozado de un permiso para soñar e inventar. Les debo esta libertad y este
desarrollo de la imaginación sin límites.
P. ¿Alguna
reflexión particular?
Respuesta.
Pertenezco a un pueblo en el que el 40% de sus habitantes no saben leer y
escribir. Es un drama, una vergüenza. Sé que algunos países de Latinoamérica
también viven este drama del analfabetismo. A uno de estos escritores (me
parece que era Carlos Fuentes) se le planteó esta pregunta: ¿por qué escribe
usted en un continente de analfabetos? Recuerdo perfectamente la respuesta
porque es la que yo doy.
La cito de memoria:
“Escribo aunque sé que el pueblo no me leerá, y precisamente porque le han impedido
aprender a leer tengo que escribir bien, muy bien, y tengo que darle lo mejor,
porque un día ese pueblo me leerá, y si no es él, serán sus hijos, y ahí es
cuando mi texto tendrá que ser irreprochable...”. Esta es la idea que aprendí y
la he expresado a menudo cuando me lo han preguntado: escribes en un país de
analfabetos (y luego algunos añaden), y además escribes en un idioma que no es
el del pueblo, ¡escribes en el idioma del colonizador!
Los que me han
reprochado que escriba en francés en vez de en árabe, me pedían en cierta
manera que dejara de escribir, porque saben que no domino lo suficiente el
idioma del Corán para expresarme libremente como lo hago en francés. El citar
la respuesta de esta literatura latinoamericana me ha ayudado y me ha apoyado
para seguir mi camino de escritor, testigo de mi época y testigo vigilante que
a veces actúa. No soy un escritor escondido y tranquilo. Intervengo como
ciudadano, pero no llegaré hasta el punto de hacer política como Vargas Llosa.
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